Capítulo Diez

La voz ronca de Wesley gritando una advertencia, despertó a Haven de regreso a la realidad. Se obligó a abrir los ojos y supo que estaba otra vez en la sala donde los tenían cautivos. Nada había cambiado. Excepto el hecho de que tenía dolor.

Tendido en el suelo trató de incorporarse, pero el dolor alrededor de su cintura le hizo volver a caer al instante. La mirada atormentada en el rostro de su hermano que estaba de rodillas junto a él, le proporcionó poco consuelo. Cuando su campo de visión se amplió, Haven vio la estaca que Wesley sostenía fuertemente en su mano derecha.

—Qué demon…

—Ella tiene hambre, y tú estás sangrando. —Wesley lo interrumpió.

Haven sacudió la cabeza y vio a Yvette de pie, a varios metros de distancia de ellos, sus ojos estaban fijos en él. ¿Lo atacaría?

—Cállate, Wesley, y no sigas repitiendo la misma mierda que la bruja te ha dicho. Estoy bien —insistió Yvette—. Me he alimentado mucho. No quiero la sangre de tu hermano.

Haven cruzó la mirada con ella y por un momento le creyó, pero luego vio un brillo en ellos, como una pequeña llama que empezaba a arder, y sabía que estaba mintiendo. Yvette tenía hambre. Su mirada se desvió hacia la parte baja de su cuerpo, donde sus manos se apretaban en puños. Hambrienta y luchando contra eso. ¿Qué lado era el más fuerte? ¿Su humanidad o su instinto animal?

—Mierda —murmuró en voz baja.

Lo había oído. Lo podía decir por la forma en que cayeron sus párpados. Dios, ella era hermosa. Un hermoso ángel de la muerte, sí, eso es lo que era. Sin embargo, en vez de sentir miedo de lo que estaba por venir, sintió una extraña excitación formándose en su interior. Casi como si estuviera deseando que lo mordiera. Le dijo qué tan mal estaba ya. Tal vez las lesiones que Bess había infligido, en verdad eran más profundas de lo que había pensado al principio. Sabía que estaba sangrando profusamente, ¿pero era la pérdida de sangre la culpable de su cerebro confundido? ¿Deseaba el toque de Yvette aún más de lo que lo había querido en la fiesta? ¿Quería él que ella se acercara y lo abrazara?

—Wesley, necesito…

Wesley saltó hacia las palabras de Yvette, con la mano levantada sosteniendo la estaca como una advertencia: quédate atrás—. No conseguirás acercarte a él.

—No le haré daño. Puedo ayudarle a sanar.

Una risa amarga salió del pecho de su hermano—. ¿Qué tan tonto crees que soy?

—¿Quieres que tu hermano muera?

—¡No! Y es por eso exactamente por lo que no te acercarás a él.

Bendito sea su hermano menor. Wesley le protegería a pesar de que sabía que no era rival para Yvette… la fuerte y hermosa Yvette, la belleza hecha carne, la mortal vampiro que Haven deseaba contra toda razón. ¿Estaba ya a la deriva del delirio?

—Te dije que no le haré daño. Si lo quisiera, lo hubiera hecho mucho antes de que incluso tú llegaras aquí. ¿No lo entiendes?

Wesley levantó la barbilla con terquedad. Era un gesto con el que Haven estaba muy familiarizado, él lo hacía cuando no estaba dispuesto a ceder, pero no le quedaban argumentos. Haven había estado en el extremo receptor del mismo muchas veces, mientras habían crecido juntos.

—¿Qué propones? —preguntó Haven, cada palabra causaba daño mientras el aliento abandonaba sus pulmones.

Los ojos de Yvette se agrandaron por la sorpresa obvia. No esperaba que le preguntara—. Puedo sellar las heridas para que no sangren más. Detendrá la pérdida de sangre.

—¿Cómo?

—Con mi saliva. Puedo lamer las heridas y…

Haven no escuchó el resto de sus palabras. ¿Ella lo lamería? Dios lo ayude. Si la pérdida de sangre no lo mataba, los labios y la lengua sobre su piel desnuda, lo harían. Ya con sólo la idea, hizo que aumentara la temperatura corporal. ¿Cómo podía dejar que le hiciera eso? ¡Y delante de su hermano y de la joven! No era una experiencia en la cual quería tener en frente a una audiencia. Al pensar en Kimberly, Haven examinó la habitación. Ella no estaba. Un frío helado se disparó a través de sus venas.

—¿Dónde está Kimberly?

Yvette frunció el ceño. Wesley respondió—: La bruja se la llevó.

—¡Mierda! —¿Qué había hecho? Había entregado a una chica inocente a la bruja para que le hiciera daño. ¿Por qué no se había resistido? ¿Por qué no había pensado en un mejor plan que no haya involucrado el secuestro de la muchacha?

—Le advertí que hiciera lo que ella le dijera. Ella no va a resistirse, no como tú. Estúpido —gruñó Wesley.

—No pude, simplemente no pude… —Pero Wesley no lo entendería. Siempre había tomado el camino fácil, el camino de menor resistencia. Mientras que Haven todavía tenía que encontrarse con una pared de ladrillos que no le gustaba. Y su cabeza no estaba dándole las gracias por ello tampoco.

—Así que, ¿estás de acuerdo? —Yvette interceptó sus pensamientos.

Haven le devolvió la mirada y dejó que esta se deslizará sobre su cuerpo una vez más. Él no tenía mucha opción. El sangrado no se detenía, sin importar lo fuerte que apretara la mano contra las heridas. Y ya se sentía mareado. Sólo empeoraría. Pero todavía no podía confiar en ella.

—Wesley estará junto a ti. Y si tratas de hacerme daño, utilizará la estaca.

—Ahora estamos hablando. —Wesley sonrió y puso el objeto en cuestión entre sus dedos.

Yvette simplemente volteó los ojos—. ¡Idiotas!

Con fluida gracia caminó hacia él, esperando que Wesley se moviera a un lado antes de que ella se dejara caer de rodillas junto a él. Su cercanía lo hizo sentir casi embriagado. Se lo atribuyó al dolor que recorría su cuerpo y lo hacía débil.

—Muéstrame cómo funciona —ordenó Wesley, mirando hacia abajo sobre ellos.

Haven vio como Yvette sacudió la boca como si estuviera mordiéndose un comentario sarcástico. Pero entonces ella bajó la cara hacia él y lo miró a los ojos—. Tu labio está partido.

Su ingle se contrajo con la sugerencia de lo que estaba a punto de hacer. ¿No podría empezar en otro lugar de su cuerpo, tal vez en la mano o el brazo? ¿Acaso tenía que dar un golpe de muerte con su primer impacto? Pero antes de que su voz pudiera emitir una protesta… y ni siquiera estaba seguro de que habría sido una protesta… sus labios se acercaron a él.

Haven contuvo el aliento, mientras su lengua rosada serpenteó hacia afuera y lamió su labio inferior. En lugar de una sensación de escozor, experimentó un ligero cosquilleo, agradable y suave. Exhaló y relajó sus músculos faciales. Una vez más, su lengua lamió por encima de su labio inferior, más lento esta vez y con más presión.

El extraño cosquilleo se transformó en un escalofrío que corrió por su cuerpo y se estrelló contra su ingle. Ella definitivamente lo mataría… eso estaba claro. ¿Por qué medios? El jurado todavía estaba en eso.

Cuando él la miró, se dio cuenta de cómo sus ojos se habían cerrado como si estuviera saboreando su sabor. Había una gota de su sangre en el labio, y por el infierno si no encontraba que eso era sexy. Y al infierno era claramente dónde se dirigiría, si no detenía esa locura. Si él pudiera detenerla. Si quisiera.

Yvette se retiró.

—Maldición, eso es increíble —comentó Wesley mientras miraba hacia los labios de Haven—. Estás como nuevo. —Le sonrió su hermano—. Muy práctico. —Entonces hizo un movimiento hacia Yvette—. Muy bien, haz el resto.

Si su único hermano supiera qué tipo de tortura estaba pasando en ese momento… Podría parecer asombroso y «práctico» como Wesley había dicho, pero estar en el extremo receptor, era algo completamente diferente. Fue la caricia sensual más increíble que jamás hubiera sentido.

Las manos de Yvette lo despojaron del resto de su camisa destrozada, exponiendo completamente su pecho a la vista. Sus ojos mostraban el hambre que ella trató de mantener atrapada, pero sin embargo, Haven lo vio. ¿Y si ella caía en la sed de sangre ahora que había probado su sangre? ¿Era de la misma manera como lo sentía un alcohólico, que una vez que había probado el alcohol otra vez no podía detenerse? ¿Era eso lo que le podría pasar?

De reojo, se dio cuenta que Wesley cambió y ajustó el agarre en la estaca. Brevemente se preguntó, dónde la había conseguido, dado que su propia estaca todavía estaba en el bolsillo de su chaqueta y su chaqueta no estaba por ningún lado.

Las manos de Yvette se sintieron sorprendentemente cálidas, mientras tomaba su mano y la levantaba de donde él estaba presionando contra su herida. Siempre había pensado que los vampiros eran fríos, por los seres despiadados que eran. Había luchado contra muchos de ellos en combate cuerpo a cuerpo, pero en realidad nunca había notado su temperatura corporal. Nunca había luchado contra ellos el suficiente tiempo para poder registrar realmente cómo se sentían. Y nunca lo había querido de todos modos.

Pero ahora Haven tenía todo el tiempo del mundo, para sentir y percibir como eran las manos de un vampiro. ¿Y por qué no habría de hacerlo? Cuanto más aprendiera acerca de esas criaturas, mejor podría luchar contra ellas en el futuro. Porque nada iba a cambiar. El hecho de que estuviera tendido junto a una vampiro y tuviera que trabajar con ella para salir de la difícil situación en la que él y su hermano se encontraban, no quería decir que de repente se había convertido en amigo de uno de su clase. Como mínimo, primero tendría que congelarse el infierno.

—¿Qué es lo que ella usó? —preguntó Yvette y le acarició los dedos a lo largo de los cortes como si los estudiara.

—Un látigo. —Necesitó todas sus fuerzas para no gemir la respuesta. Presionando la mandíbula con fuerza, trató de ignorar el efecto cálido que tenían sus dedos en su cuerpo. Como una caricia sensual, exploró sus heridas.

—Son profundas.

Yvette se inclinó sobre su estómago y bajó la cabeza hacia sus heridas. Su lengua rozó su piel con rapidez, extendiendo la sensación de hormigueo al igual que antes. Con movimientos largos y seguros, lamió a lo largo de su dañada piel, lamiendo la sangre mientras lo recorría. La cabeza de Haven se volvió hacia atrás. No era capaz de ver, no porque le diera asco, sino porque sus acciones conseguían calentarlo más que un baile privado. Con cada lamida de su lengua, se ponía más duro. Sólo esperaba que ni su hermano ni Yvette, notaran cómo su pene se estaba expandiendo por debajo de su pantalón negro y se abultaba en contra del cierre, que amenazaba con destruir la última pieza de su esmoquin alquilado y cualquier esperanza que quedara de recuperar su depósito.

Haven cerró los ojos, no quería estar expuesto a la vergüenza que se produciría, si uno de ellos descubría su excitación. La falta de discreción de su hermano, haría la situación más incómoda.

—¿Estás bien? —Le preguntó Wesley, con evidente preocupación en su voz.

—Estoy bien. —¿Bien? ¿A quién engañaba? Estaba a dos pasos del paraíso.

Mientras la boca de Yvette se mantenía lamiendo sus heridas, su mano se deslizó a su costado como si tratara de aferrarse a algo. Sus dedos cavaron en él, y por la intensidad con la que se apoderó de él, sospechaba que ella no estaba al tanto de sus propias acciones.

Haven dejó escapar un jadeo entrecortado. ¿Cuánto tiempo lo iba a torturar de esa manera? ¿Acaso siquiera sabía qué tipo de efecto tenía sobre él? ¿Era esta la manera de pagarle, por haberla secuestrado?

Cuando de repente levantó la cabeza, un aire frío flotó en contra de sus heridas.

—No está funcionando —dijo Yvette.

Los ojos de Haven se abrieron de golpe.

—¿Por qué? —Susurró Wesley—. ¿Estás solo dejándolo seco? ¿Es todo esto un truco?

Yvette ignoró el comentario sarcástico de Wes y en su lugar miró a Haven—. Las heridas son demasiado profundas y demasiado grandes. Tenemos que intentar otra cosa.

Wesley levantó la estaca, como si fuera a golpear.

—¡No, Wes! —Haven gritó. No podía permitir que su hermano le hiciera daño. Cuando Wesley bajó la estaca nuevamente, Haven dejó escapar un suspiro de alivio. Luego miró a Yvette—. ¿Fue un truco para tomar de mi sangre?

Ella le honró con una mirada de indignación, y luego negó con la cabeza—. Como ya he dicho…

—Muy profundas, sí, te he oído. ¿Y ahora qué?

—Puedo conseguir cerrar las heridas desde el interior —se cubrió, lanzando una mirada cautelosa a Wesley.

Las sospechas aumentaron en él—. ¿Cómo?

—Haciéndote beber de mi sangre.

Por un instante, Haven fue incapaz de hablar. Sus cuerdas vocales se estrecharon.

—¡Diablos, no! —protestó Wesley—. Maldita perra, estás tratando de convertirlo en uno de ustedes.

Él levantó la estaca y se abalanzó sobre ella, pero Yvette ya había saltado hacia arriba. Se tiró en la otra dirección, fuera de su alcance.

Cuando se giró con una increíble velocidad… una velocidad que ya había visto usar a otros vampiros antes… se enfrentó a su hermano con las manos en sus caderas, sus piernas situadas en una posición abierta… tan abierta como su vestido ajustado con la costura rota se lo permitía. Ella estaba lista para atacar.

—No lo convertiré —afirmó Yvette.

—Claro que dirías eso.

—Es cierto. Un ser humano tiene que estar al borde de la muerte para convertirse. El beber sangre de vampiro en vida, no te convierte en un vampiro. —Dijo a Wesley con otra mirada enojada—. Deberías de estar agradecido que se lo estoy ofreciendo. Ningún vampiro comparte su sangre a la ligera. Es un privilegio. Sólo debería dejarlo sufrir por lo que nos ha causado a mí y a Kimberly.

Haven se preguntó si podía creerle. ¿Era verdaderamente seguro tomar su sangre? Cambió de postura, el movimiento envió un rayo de dolor a través de su cuerpo. Maldita sea, esto era peor de lo que había pensado. Miró hacia las grandes incisiones en su estómago. La visión de su carne cortada le evocó náuseas y algo más: una pequeña punzada de temor a que las lesiones fueran más graves de lo que había pensado al principio. Si le pasaba algo, ¿quién se ocuparía de Wesley? —¿Por qué me la ofreces, entonces?

Yvette gruñó—. No lo estoy haciendo más. Tu hermano ha sellado tu destino. Vamos, vean si los dos pueden detener el sangrado. Mi trabajo está hecho. —Claramente enojada, se alejó de ellos, se acercó al catre en la pared opuesta y se dejó caer en uno—. ¿Por qué debería importarme?

Maldita sea, si no parecía lastimada. ¿Cómo era posible? Haven se sentó, a pesar del dolor que le causaba. ¿Podría ser que su humanidad era realmente más fuerte que su lado animal, y ella realmente quería ayudarle?

—¿Qué me hará tu sangre?

—¡Hav! ¿Estás loco?

—Mantente fuera de esto, Wes. —Por primera vez, deseaba que su hermano no fuera tan protector con él.

—Estás suponiendo que todavía estoy dispuesta a dártela. —Yvette puso mala cara. Nada de su lado vampiro era visible. Ella era toda una mujer herida en ese momento, con los brazos cruzados sobre el pecho, una mirada desafiante en sus ojos. ¿Sabía que su postura destacaba la hinchada redondez de sus pechos, haciéndolos un punto central del cual Haven no podía apartar los ojos?

—¿Qué tal si yo te lo pidiera amablemente? —Definitivamente había cruzado el abismo que se interponía ahora. ¿Acababa de pedirle que le diera su sangre? ¿Qué diablos le pasaba?

Wesley levantó las manos—. ¡Estás loco! ¡Estás totalmente loco! Si haces esto, nunca te voy a volver a hablar de nuevo. ¿Me escuchas?

Haven le hizo una seña desdeñosa a su hermano. Wes estaba lleno de aire caliente. Se calmaría luego.

Yvette sonrió ante las palabras de Wesley—. Sólo para molestar a tu hermano menor, lo haré.

Su corazón no debería haber saltado de esa manera sólo porque ella había aceptado, pero lo hizo. La emoción corría por él, aunque no tenía idea de qué esperar. ¿Y si se atragantaba con su sangre? ¿Y si sabía asquerosa?

Pero no había vuelta atrás. Yvette ya estaba caminando hacia él. Cuando se dejó caer junto a él, sintió el calor de su cuerpo y olió el aroma de naranja de su piel. Ella se movió detrás de él.

—Acuéstate.

Él retrocedió hasta que su espalda llegó a su pecho.

—¡Idiota! —le reprendió Wesley, pero él no le hizo caso.

La sensación del cuerpo de Yvette tan cerca de él, era lo único en lo que podía concentrarse en esos momentos. Haven volvió la cabeza hacia un lado y la miró mientras ella se mordía su propia muñeca. Sólo alcanzó a ver brevemente sus colmillos afilados mientras mordía en su piel y la traspasó, pero lo que vio le hizo estremecerse.

La sangre brotó inmediatamente por su muñeca, y ella la llevó hacia la boca de él—. Sólo succiona de ella.

—¿Cuánto?

—Tu cuerpo sabrá cuándo detenerse. —Habló en voz baja y ronca, tan tentadora, que hizo que sus pequeños bellos de la nuca se le erizaran. El miedo se alzó con él, pero fue ahogado por la presión suave de sus pechos contra la espalda y el calor que enviaba a través de su cuerpo.

Haven apretó los labios sobre su vena abierta y dio una tentativa lamida.

—¡Puaj! —El gemido de disgusto de Wesley apenas se escuchó. En su lugar, un rico sabor cubrió su lengua. Al llegar a la parte posterior de la garganta, una explosión de sabores le golpeó: naranjas, canela, clavo de olor. Picante y rico, llenó su boca. Tomó más, con ganas de prolongar la experiencia. Siempre había pensado que la sangre tenía sabor metálico y rancio, pero esta era diferente a todo lo que había conocido. Su sangre era fresca y joven, vibrante y rica al mismo tiempo.

Haven no pudo detener el gemido que se inició en el fondo de su pecho y explotó en su garganta. Con una mano, él la agarró del brazo y la atrajo, para que no se alejara. Sintió sus pechos presionándolo más fuerte en la espalda y la cabeza presionar contra la de él. Su cálido aliento soplaba contra su nuca.

—Sí —le susurró tan bajo que sólo él pudo escucharla.

La intimidad de su acción no pasó desapercibida para él. Donarle de su sangre a otra persona, a un extraño, era un gesto tan puro y tan personal, que sólo podía especular por qué se la había ofrecido.

Cuando la sangre llegó a su estómago, su cuerpo se enrolló como un resorte apretado. Se tensó al sentir la extraña sensación.

—Relájate. —Sus palabras persuadieron en su oído para calmarlo—. Cálmate. Estoy aquí.

Había algo extrañamente reconfortante en sus propias palabras. Él permitió que la tensión saliera de su cuerpo y tomó más de su sangre. Su sabor era embriagador, y junto con su cuerpo cerca de él, no había otro lugar donde prefiriera estar en ese momento.

Él tomó más de su vena, haciéndose adicto a su gusto.

—¿Qué carajo? —La voz de Wesley llegó hasta él, mientras Haven se dio cuenta de que Yvette se tensaba detrás de él.