Capítulo Nueve

Haven sintió un dolor punzante mientras el látigo cortaba a través de la piel que recubría el abdomen. Un puñetazo en sus músculos entrenados del estómago podría haberlo soportado fácilmente, pero los extremos filosos del látigo de cuero, eran otra historia.

—No tendría que hacerlo si pusieras de tu parte como tu hermano menor —engatusó Bess, la bruja.

—¡Púdrete! —Si quería meterse en su cabeza, tendría que cortarla para abrirla. Tan simple como eso.

—Deberías reconsiderarlo. Cuanto más te resistas, más te va a doler.

Los ojos de Haven estudiaron la habitación, tratando de aprender lo que pudiera acerca de ella. Esta vez, no estaba en la sala en la que ella lo había invitado la primera vez. Esta cámara de tortura parecía y olía a moho y sudor, sangre y lágrimas. Ella le había atado a un andamio de madera con enredaderas que había envuelto alrededor de sus brazos como cuerdas guiadas por manos invisibles. Cualquiera que fuera el poder que ella tuviera, era fuerte. Mucho más fuerte del que su madre había tenido.

De dónde… o de qué, sacaba ella su poder, él no podía entenderlo, pero una vez que pudiera descubrir la fuente, tal vez podría destruirla o al menos debilitar su fuente. Por lo poco que recordaba de las pociones de su madre, sabía que todos los poderes de una bruja estaban anclados en alguna parte. Si pudiera encontrar el ancla, podría empezar a mover el bote.

—¿Qué quieres?

—Que cedas.

—Eso no va a suceder. —Le escupió a sus pies, lo que subrayaba que él no era el tipo de persona obediente.

—Me imaginé que tú serías el obstinado. Pero no te preocupes, llegaré a tu mente, incluso sin tu ayuda. —Ella sacudió su muñeca, una vez más, dejando que el látigo de cuero llegara contra su pecho descubierto. Cuando había luchado contra la invasión mental de su mente, primero lo había despojado de su chaqueta, luego arruinó su camisa cortándola por la mitad. Y tanto que esperaba recuperar el depósito por el traje alquilado.

La sangre emanaba abundantemente de los cortes y descendía como arroyuelos sobre el pecho y el estómago. Había estado en peores condiciones y sobrevivió—. Sobre mi cadáver.

Hubo un destello en sus ojos, y se dio cuenta de que había dado en el clavo. No quería verlo muerto, no, por alguna razón, ella lo necesitaba vivo. Era su punto débil. Ella podía hacerlo sangrar y hacerle daño, pero no podía matarlo. Era un consuelo, aunque pequeño.

La bruja entrecerró los ojos, y un instante después sintió una corriente pasar a través de su cabeza una vez más. Lo estaba intentando de nuevo, tratando de invadir su mente para encontrar lo que buscaba. Pero él no se lo permitió. Haven apretó la mandíbula y los músculos del cuello, tratando de empujar en contra de ella. Las visiones de los últimos momentos de su madre parpadeaban frente a sus ojos, y sus últimas palabras resonaron en su cabeza—. Acuérdate de amar —ella le había recordado con su último aliento. Haven se consoló con sus palabras y sintió una calidez extendiéndose en él. De repente, una descarga eléctrica se apoderó de su cuerpo, y sufrió un espasmo. El tiro de adrenalina que lo acompañaba, le dio suficiente energía extra para intensificar el empuje hacia afuera en contra de la violación.

No podía explicar lo que estaba haciendo, pero sabía que estaba funcionando. Los pensamientos invasores de Bess se habían retirado de su mente y lo liberaron. La corriente eléctrica retrocedió hasta que su cabeza quedó clara una vez más—. ¡Perra! —Susurró.

No le permitiría conseguir acercarse de nuevo. Su mente era suya. Nadie tenía derecho a entrar allí. Era el lugar donde guardaba todos sus miedos y esperanzas encerradas, nadie nunca la vería, escondiéndose de la realidad, lejos de la realidad fría y dura que seguía dándole vueltas en forma persistente. Una realidad que no quería volver a encarar, y esperaba que no estuviera dispuesto a renunciar a ella, a pesar de que con cada día que pasaba, su esperanza de encontrar a Katie se volvía más pequeña. Nadie tenía derecho a ver la confusión en su mente, el dolor que ocultaba. Él ni siquiera había compartido esto con su hermano. Y demonios, menos lo compartiría con la bruja que los tenía cautivos.

Porque si mostraba lo que pasaba dentro de él, lo debilitaría. Y tenía que ser fuerte para salir de esta con vida.

El dolor del látigo en su piel, lo arrancó del pasado y lo trajo al presente. No había forma de escapar del dolor, mientras quemaba a través de él. Trató de bloquearlo, se encerró para no sentir nada, pero fue inútil. El fuerte dolor lo atravesaba en cada célula de su cuerpo, debilitando su determinación. Su corazón latía frenéticamente tratando de bombear la sangre donde más se necesitaba.

—Está bien, no me dejas entrar, entonces me vas a dar la respuesta.

Haven no entendía lo que quería decir. Ella no le había preguntado nada todavía.

—¿Dónde está la clave de su poder?

¿Qué demonios?— ¿Qué poder? —Jadeó, su voz mostraba el agotamiento de su cuerpo por los golpes, sus costillas dolían por los moretones que habían recibido.

—Tu poder de brujo —siseó Bess con impaciencia.

—Debes estar loca. No tengo ningún «poder de brujo». —Ni él ni su hermano habían tenido ninguno de los poderes de su madre, aunque habían sido pocos. Si eso era lo que la bruja quería, llegar hasta sus poderes y tal vez robárselos, estaba en un tren que no iba a ninguna parte.

—¡No me mientas! —Ella azotó el látigo contra su pecho.

Haven se quejó por el dolor, apretando los dientes para evitar lo peor—. No tengo…

Otro latigazo apuntó más alto y cortó en su cuello. Surcos de dolor caliente quemaban su blanca piel, mientras el látigo cortaba la tierna carne. Haven tiró de sus ataduras intentando escapar, pero se mantuvieron firmes. Como serpientes, se prendieron alrededor de sus brazos y apretaron aún más, acariciando su piel con la suavidad de un papel de lija.

—Me lo dirás ahora. —Ella dio un paso más y pasando su mano por la cara, le dio un poderoso golpe. Su labio se partió, llenando su boca de sangre. Se la escupió hacia ella, deshaciéndose del sabor metálico que amenazaba con hacerlo vomitar.

—¿Crees que te dejaría que me azotaras si tuviera algún poder?

La bruja se detuvo en su próximo movimiento, un destello de curiosidad cruzó sus rasgos faciales—. ¿Podría ser…? —Murmuró. Entonces ella lo miró de frente, con una sonrisa maligna formándose en su rostro—. Tu madre nunca te lo dijo, ¿verdad? Mantuvo el conocimiento para sí misma, ¿eh? O tal vez, nunca tuvo la oportunidad. —Hizo una pausa, de repente asintiendo con la cabeza para sí misma—. Eras todavía un niño en ese entonces.

No entendía sus divagaciones, pero sus labios estaban demasiado hinchados como para molestarse en hablar también.

Bess dejó escapar una risa desagradable, y luego azotó el látigo en él—. Tenía que estar segura. Entiendes eso, ¿no? —Trajo con el siguiente latigazo oscuridad y silencio, y con ello, un alivio para el dolor.

* * *

Yvette sintió pasos en el pasillo y escuchó el sonido de algo que se arrastraba por el suelo. Al instante se alertó, saltó del catre donde había estado descansando, y el nerviosismo y un sentimiento de temor treparon a través de sus células. Ciertos sonidos nunca eran una buena señal. Lo había aprendido hace mucho tiempo. Este era uno de esos sonidos.

Cuando se abrió la puerta, el hedor de la bruja penetró. Pero no fue el único olor que tensó su nariz. La sangre estaba en el aire. La mirada de Yvette se clavó en la bruja y en el bulto de carne que arrastraba detrás de ella, el cual ahora se deslizó por la habitación. Por un momento se preguntó si la bruja estaba usando sus poderes para arrastrar el cuerpo pesado de Haven por el suelo en lugar de sus músculos, pero la pregunta de Yvette tuvo una muerte silenciosa al momento en que lo vio.

Estaba apenas consciente, con el pecho casi desnudo, y con sólo unas cuantas tiras de lo que había sido una camisa aferrándose a su cuerpo manchado de sangre. Sus labios estaban sangrando, el cuello y los hombros los tenía cruzados de cortes y magulladuras, pero eso no era lo peor. A lo largo de su abdomen, tres grandes cortes excavaban profundamente en su piel. El corazón de Yvette se contrajo dolorosamente. No importaba cuánto dolor pudiera soportar, Haven era un ser humano. El dolor sería martirizante, y la pérdida de sangre lo debilitaría. Sin lugar a dudas, él estaba en agonía.

La sangre que brotaba de las muchas heridas que Haven había recibido hizo que el estómago de Yvette gruñera, sin importar lo mucho que tratara de suprimir el hambre y aguantar la respiración. Había ciertas cosas que ni siquiera ella podía soportar, a pesar de la voluntad de hierro que poseía.

—¡Oh, Dios mío! —Kimberly dio unos pasos tentativos hacia la puerta.

—Oh, mierda, Hav —exclamó Wesley poniéndose en cuclillas junto a su hermano—. ¿Qué mierda hiciste con él? —Había furia asesina en la mirada que apuntó hacia la bruja.

—Es su culpa. Es demasiado terco que no le puede ir bien.

Yvette trató de quedarse atrás, porque no quería estar más cerca del atractivo olor a sangre, pero su estómago rugió de nuevo. La bruja lo escuchó y le dio una sonrisa desagradable—. Parece que alguien tiene hambre.

Al instante y al mismo tiempo, la mirada hostil de Wesley y la mirada asustada de Kimberly, llegaron hasta ella. Yvette se retiró a un rincón en la prisión. Todos los progresos que había hecho con Kimberly, confiando en que ella no le haría daño, se habían perdido otra vez.

—La sangre humana no es lo mío. —Suprimió Yvette las ganas de gruñir y mostrar sus colmillos a la puta de mierda. No serviría de nada, aparte de asustar a Kimberly aún más, lo cual era la última cosa que quería hacer—. Prefiero el sabor de la sangre de bruja. ¿Te importaría hacer una donación? —Yvette forzó una mirada indiferente sobre su cara.

La bruja no mordió el anzuelo, veía a través de Yvette como si fuera tan transparente como las promesas de campaña de un político—. La sangre de Haven debe arderte en las fosas nasales ahora. ¿Cómo te sientes?

Yvette no se atrevió a mirar hacia abajo en el suelo, donde Wesley estaba atendiendo a su hermano medio inconsciente. Mantuvo los ojos firmemente en la bruja—. No en realidad. Comí justo antes de que nos capturaras, así que estoy bien por lo menos durante dos días —mintió.

En el mejor de los casos, podría aguantar veinticuatro horas, pero incluso antes ella se pondría de mal humor. Sus colegas siempre la habían molestado al respecto y la evitaban cuando ella no había comido. Podía admitirlo para sí misma: era una real perra cuando tenía hambre. Y estaba hambrienta. La última vez que se alimentó había sido demasiadas horas atrás, y la maldita poción que habían utilizado para capturarla, había mermado aún más su energía.

La bruja se burló, y tal vez por el momento Yvette había sido capaz de engañarla. No es que le importara. Pronto, sus colegas la estarían buscando a ella y a Kimberly. No había realizado su llamada habitual al Control Central. Gabriel sería notificado, y al saberlo, empezaría a barrer la ciudad para encontrarla. De alguna manera la encontrarían y la sacarían de ahí. Era sólo cuestión de tiempo. Ella sólo tenía que tranquilizarse.

—¿Crees que no puedo sentir cómo estás conteniendo la respiración para no oler su sangre? Quieres dejarlo seco, ¿no?

Yvette entrecerró los ojos y apretó la mandíbula—. No.

La bruja giró la cabeza hacia Wesley—. Creo que tendrás que matarla después de todo. ¿O quieres arriesgarte a que mate a tu hermano?

—¡Perra calculadora! No puedes hacer el trabajo sucio por ti misma, ¿verdad? —Silbó Yvette. Tal vez los poderes de las brujas no eran lo suficientemente fuertes en contra de un vampiro. ¿Era esa la razón por la que no había intentado matarla todavía? Era una vía para explorar. Si sus poderes eran sólo lo suficientemente fuertes como para mantener a raya a los humanos, Yvette podría tener una oportunidad de derrotar a la bruja. Si ella pudiera salir de esa habitación. Los conjuros parecían lo suficientemente fuertes como para mantener incluso a un vampiro en cautiverio, pero si de alguna manera pudiera salir del interior de la celda, tal vez podría luchar contra ella. El problema con las brujas era que nunca se sabía lo que tenían bajo la manga. Ella odiaba eso.

Las emociones en conflicto se dibujaban en la cara de Wesley mientras la miraba a ella y luego a la bruja. La desconfianza se impuso. ¿Podría realmente echarle la culpa? Después de lo que le había dicho a Kimberly sobre su madre, era natural que odiara a los vampiros. Lo que significaba que él la odiaba a ella.

—Toma. —Le tiró la bruja una estaca a Wesley. Él la tomó con una mano. Un gemido agonizante de su hermano le hizo volverse.

—¿Hav, no te dije que no lucharas con ella?

—No luché con ella —presionó Haven. Se notaba esfuerzo en su voz, el dolor era evidente. Yvette echó una mirada para evaluar las heridas nuevamente. Los cortes en el abdomen seguían sangrando, y si la pérdida de sangre no se detenía pronto, ella temía lo peor. A pesar de que la había secuestrado a ella y a Kimberly, no podía dejar que se desangrara. Sólo para molestar a la bruja, por supuesto.

—Pequeña, es hora de irnos. —La bruja cruzó el umbral y torció el dedo hacia Kimberly, cuyos ojos se abrieron de golpe.

—¡No! —exclamó Yvette. No podía permitir que su encargo pudiera verse perjudicada. Era responsable de ella. Era su trabajo—. No la toques. —Ella se abalanzó hacia delante, hacia la bruja, pero una explosión de energía la empujó.

—¡Mantente fuera de esto!

—Que alguien me ayude —se lamentó Kimberly mientras era atraída hacia la puerta por una fuerza invisible.

Wesley corrió hacia ella, pero al igual que Yvette, fue empujado por una explosión invisible—. ¡Hagas lo que hagas, no luches contra ella! —le advirtió a Kimberly.

Cuando la bruja agarró el brazo de Kimberly y la tiró por encima del umbral, el campo de fuerza que sostenía a Yvette y a Wesley se disipó. Ambos tropezaron.

Yvette vio a la bruja cerrar la puerta. ¿Sólo podía ejercer su poder dentro de la protección de los conjuros? ¿Podría esto significar que si ellos estuvieran dentro de los conjuros, la bruja tenía que estar dentro de ellos también con el fin de usar sus poderes en ellos? Yvette guardó la suposición en el fondo de su mente. Había cosas más urgentes que hacer en esos momentos.