Capítulo Ocho

Escondido detrás de una hilera de arbustos y apartado de la tranquila calle lateral que habitaba, el lugar parecía sin pretensiones. Zane giró la llave de repuesto en la cerradura y entró a la casa de Yvette. No había sonido. Dejó que sus sentidos remolinearan para inspeccionar todo el lugar, buscando algo que estuviera vivo, pero todo lo que detectaba era el débil olor de Yvette y el perro. Que no era su perro, le había dicho. Cierto.

¿Por qué no admitiría que había recogido al callejero, y lo había adoptado? Todas las pruebas apuntaban a eso: platos con alimento seco y agua, y la puerta para perros hacia el patio trasero. Era ridículo cómo alguien podría estar en tal negación sobre el deseo de entablar una relación a algo o a alguien.

Zane exploró la pequeña casa de dos dormitorios. Su decoración parecía cálida y reconfortante, y contrastaba con la capa exterior que proyectaba Yvette… no era para nada lo que había pensado que iba a encontrar. De alguna manera había esperado una casa moderna con todo blanco y negro, y con pocos muebles. Lo que veía a su alrededor era por excelencia de pueblo y de campo: almohadas, colores cálidos, adornos y un montón de cortinas volantes.

No era de extrañarse que nunca hubiera invitado a ninguno de sus colegas a su casa, a pesar de que todos la habían molestado que hiciera una fiesta de inauguración en ella, después de que había comprado su casa un par de meses antes. Si supiera que estaba merodeando su casa ahora, probablemente le atravesaría una estaca sin ceremonia. No es que la pudiera culpar, él haría lo mismo a cualquier persona que se presentara sin invitación en su casa y asomara la nariz en sus cosas.

—¿Perro? —gritó, pero el animal no respondió. Zane no podía sentirlo en ninguna parte. ¿Yvette se lo había llevado con ella, o el animal había escapado? Justo cuando pensaba que el perro podría ser útil, como tal vez ser capaz de olfatear donde Yvette había desaparecido. Parecía ser capaz de seguirla por toda la ciudad. Tal vez si podía localizar al perro, Yvette no estaría muy lejos.

Zane giró en una esquina y abrió la próxima puerta. El cuarto de baño.

Él encendió el interruptor de luz y miró a su alrededor. No era lo que había esperado tampoco. En lugar de una colección de maquillaje, lápices de labios y cremas, en la cubierta de granito mantenía un cepillo de dientes individuales, pasta de dientes, un par de tijeras y una bolsa de plástico.

Examinó la bolsa de plástico. Decía: Hospital St. Jude, Departamento de Cáncer.

¿Qué demonios? Los vampiros no podían enfermarse, y de seguro no podían contraer cáncer, ¿por qué Yvette tendría una bolsa del departamento de cáncer de un hospital en su cuarto de baño? La abrió y miró adentro. Mechones de cabello negro y largo estaban en su interior. Metió la mano en la bolsa, sacó un poco y lo olió. No era el cabello de cualquiera: era el cabello de Yvette.

Ahora bien, ese era un descubrimiento que no hacía todos los días: ¡Yvette tenía el pelo largo! Maldita sea si no le sorprendió un poco.

Eso significaba que había tenido el pelo largo cuando se había transformado. Siempre había asumido todo lo contrario. Así que por qué iba a darse la molestia de cortarlo tan corto, lo que claramente había hecho cada día desde que la había conocido. ¿No se suponía que las mujeres amaban el pelo largo? ¿Cuál era el punto de cortarlo? Y lo más importante, ¿qué más escondía Yvette de sus colegas?

* * *

Yvette miró nuevamente a Wesley, la postura de su cuerpo apestaba con abierta hostilidad—. Como te dijo tu hermano: no te lastimaré. —Luego sonrió, el pequeño diablo en su hombro hizo que su cabeza se inclinara y haciendo que sus labios se abrieran una vez más—. Todavía no.

El intento de Wesley para ocultar su flaqueza, no tuvo éxito.

Dios, cómo le gustaba molestar al estúpido cachorro. Claro, era casi tan alto como Haven, y el parecido de familia era evidente en el cabello oscuro y ojos azules, pero ahí era donde terminaba. Mientras Haven parecía estar en control, Wesley era todo lo contrario. Un joven fanfarrón. Tendría que observarlo, de lo contrario, haría estragos y destruiría sus posibilidades de escapar. O mejor aún, asustarlo a que se rinda para que no se atreviera a hacer nada estúpido.

—¿Así que tú eres su hermano? —preguntó Kimberly, ahora de pie junto a ella.

En los últimos minutos, la estimación de Yvette sobre la muchacha había ascendido un poco, a pesar de su comentario de que tenía miedo de que los dos hombres podrían violarla si se quedaba a solas con ellos. Dudaba que cualquiera de los dos tuviera esa inclinación. Ellos simplemente no parecían ser de ese tipo… con sus apariencias no tenían necesidad de forzar a una mujer. Encender su encanto era todo lo que necesitaban. Había estado en el extremo receptor de los mismos, cuando Haven había desatado dicho encanto en ella.

A Yvette le gustaba el hecho de que Kimberly la había defendido. Era un paso hacia la dirección correcta. Tal vez la muchacha era mucho más resistente de lo que había supuesto al principio. Después de haber llegado tan lejos en el mundo de la actuación, tenía que significar que tenía resistencia y, con suerte, agallas.

—Sí, soy Wesley. Haven es mi hermano mayor. —Luego inclinó la cabeza y esbozó una sonrisa encantadora hacia ella. Al instante Kimberly se ruborizó—. Me pareces familiar. ¿Nos conocemos?

Yvette caminó hacia el catre y se estiró, apoyó la parte superior del cuerpo contra la pared detrás de ella. No estaba interesada en tener una charla trivial, y por lo visto, Wesley prefería hablar con Kimberly que con ella de todos modos.

—Soy Kimberly Fairfax. Yo soy…

—¡…la actriz! —completó su oración, antes de dar unos pasos para acercarse.

Yvette mantuvo sus ojos en ellos, lista para intervenir si era necesario.

—¡Guau! ¿No es genial?

Yvette levantó una ceja—. Sí, es genial estar encerrado por una bruja, sin saber lo que quiere hacer con nosotros. Pero bueno, al menos encontraste el lado bueno en lo malo. —Tenía un gusto por el sarcasmo, decididamente… era un grato sabor, siempre le había gustado.

Wesley la miró—. Yo no estoy hablando contigo. Eres un vampiro. Odio a los vampiros.

Ella apretó la mano contra su pecho—. Me heriste.

Él dio unos pasos hacia ella—. Las criaturas como tú deberían matarse al verlas. —Su voz estaba llena de veneno.

—¿Quieres probar? —Saltó Yvette, lista para enseñarle al aspirante de asesino, una lección. Hizo un gesto con las manos para que se acercara—. Adelante. Vamos a ver si puedes hacerme algo más que golpearme como una mujer humana.

El destello de ira en los ojos de Wesley, le dijo que estaba haciendo efecto. Hacerle saltar los fusibles era un juego de niños—. ¿Qué, no tienes el coraje después de todo? ¿Sólo lo muestras en frente de tu hermano mayor?

Se dio cuenta que apretaba los puños a los costados, el pecho se le agitaba con cada respiración. Oh, sí, ella estaba entrando en su mente. Sólo otro empujón bien colocado y él se descontrolaría. Y diablos si no se necesitaba un poco de salida a su propia frustración—. ¿Quieres esconderte detrás de las faldas de tu madre?

Un destello de dolor estalló en los ojos de Wesley. Con un rugido, se abalanzó sobre ella mucho más rápido de lo que esperaba. Golpeó su cuerpo contra ella y la llevó contra la pared. La superficie sólida que se conectó con la espalda hubiese dañado la columna vertebral y las costillas de un ser humano, pero el cuerpo de Yvette era más fuerte, indestructible.

—No te atrevas a mencionar a mi madre.

Al parecer, ella había golpeado un punto débil. Aún mejor: encontrar los puntos débiles del enemigo y explotarlos. Eso era lo que le habían enseñado durante todos esos años de entrenamiento en Scanguards. Y ella había sido una buena estudiante. En el trabajo, había perfeccionado todas las habilidades que le habían enseñado—. Voy a mencionar a tu madre todo lo que quiera. —Había una herida, y mientras ella no supiera qué tan profunda era, hurgaría en ella para tener una manera fácil de averiguarlo.

Las manos de Wesley intentaron llegar hasta su garganta, pero Yvette se lo impidió sin ningún esfuerzo con el antebrazo—. Te voy a matar. Tendrás que pagar por haber matado a mi madre. Todos ustedes pagarán.

Por un segundo, ella se quedó inmóvil. No era de extrañarse que el cachorro se agitara tanto. Ella lo miró a los ojos y vio el dolor arraigado en ellos. Podría arriesgarse a adivinar cuál era la causa de su dolor. No era reciente, pero sin embargo parecía grave—. ¿De verdad crees que tienes la fuerza para matarme? —escupió Yvette con un soplo de aire, mostrándole lo mucho que pensaba de su incapacidad para luchar.

—Te voy a matar —susurró entre dientes.

—¿Por qué? ¿Por algo que no hice?

—Todos ustedes son responsables… todos los vampiros —espetó.

Su pelo se erizó. Odiaba ser acusada por algo que uno de sus compañeros vampiros podría o no haber hecho—. Es mejor que empieces a explicar lo que quieres decir con eso. —Yvette se mantuvo firme y no se movió. Sus cuerpos estaban presionados juntos, pero ella no sentía el calor y la excitación que había sentido con Haven. No sentía nada, todo lo que veía era el muchacho en el cuerpo de un hombre que estaba sufriendo.

—Tú la mataste.

—Tu madre. Ni siquiera conozco a tu madre. —La ira en su acusación la hizo levantar su voz. Para calmarse a sí misma, respiró estabilizándose un poco, sabiendo que no iría a ninguna parte si ella perdía el control de la situación—. ¿Qué pasó con ella? —Al igual que le habían enseñado, hizo su voz tranquila y baja. Ella podría haberlo empujado un centenar de veces y librarse de él, pero prefirió no hacerlo. Wesley lo necesitaba para mantener la apariencia de estar a cargo, porque por dentro ella podía verlo desmoronándose.

—Un vampiro. —Sus ojos se volvieron distantes.

—¿Un vampiro mató a tu madre? —Ella ya sabía la respuesta, pero tenía que hacerlo hablar. Si ella conocía las circunstancias, podría reprender sus acusaciones y hacerlo entender que no tenía nada que ver con eso. Pero él no respondió.

—¿Wesley?

Sacudió la cabeza como despojándose de los recuerdos. Entonces sus ojos la miraron, y la dureza los envolvió, el dolor estaba metido en recovecos oscuros, donde no lo podía encontrar—. Es por eso que vas a morir.

Sabiendo que había jugado su mano, lo empujó lejos de ella, lanzándolo en medio de la habitación—. Yo no soy el vampiro que estás buscando.

—No importa: voy a matarlos a todos y cada uno de ustedes hasta encontrar al correcto.

—Eso no te hace mejor que el vampiro que mató a tu madre.

—No me compares con los de tu clase. Son asesinos sedientos de sangre.

Decidió no corregir su suposición de que ella mataba. Ella no lo había hecho… bueno, defensa propia no contaba… pero era mejor si le temía. Podría mantenerlo a raya—. ¿Y tú no lo eres? ¿Qué te hace pensar que cuando tú matas es diferente?

—Yo mato a criaturas despreciables como tú: criaturas sin corazón y sin alma.

Yvette soltó una risa amarga. Si fuera realmente cruel, entonces no sentiría la soledad que la había envuelto desde hace años. Ella no sentiría el anhelo de una familia, un hombre y un hijo que la amaran. Si no tuviera alma, no lloraría la pérdida de sus amigos que habían muerto en los últimos años—. No tienes idea de quién soy.

Se apartó de él, no quería que viera la tormenta en su interior. No lo impidió insultarla más—. Mi hermano tendría que haberte atravesado con una estaca.

Sin volverse, ella respondió—: Tu hermano no me hará daño—. Ella estaba segura de ello, más segura de lo que había estado de cualquier cosa últimamente.

—¿Qué has hecho con él?

Sonrió para sus adentros. No era lo que había hecho con él, sino lo que él quería hacer con ella—. Él me quiere coger.

—Maldita perra. Nunca tocaría a un vampiro de esa forma.

Yvette giró sobre sus talones y lo atacó con una mirada—. No creo que conozcas a tu hermano con respecto a eso.

—Tú…

Lo que quería decir, fue ahogado por un grito de Haven. Un pánico inesperado dio vueltas a través de ella. El grito fue uno de pura agonía, un dolor tan crudo que sentía que se le metía en los huesos, donde se extendió como un escalofrío de un frío viento ártico.

—¿Qué te hizo la bruja? ¿Wesley? ¿Qué te hizo allá afuera?

Wesley corrió hacia la puerta y tiró la manija, pero no se movió—. ¡Tengo que llegar a él! Maldita sea, yo le dije que no se resistiera. ¿Por qué nunca me escucha? —Pasando la mano por su melena oscura, parecía consternado.

Yvette se apoderó de su hombro y lo volvió para mirarla. Su angustia estaba pintada en su rostro—. ¿Qué hizo ella contigo?

Tragó saliva—. Ella entró en mi mente para investigarla. Era como… como una corriente eléctrica que pasaba por mi cabeza, como si estuviera tratando de encontrar algo con ello.

—¿Te torturó?

Él negó con la cabeza—. No, no dolió tanto. Pero fue humillante.

Otro grito atravesó la habitación. Sus miradas se volvieron hacia la puerta.

—Entonces, ¿por qué está gritando? ¿Qué le está haciendo? —Sacudió Yvette a Wesley.

Él empujó las manos de ella como si recién en ese momento se diera cuenta de que lo estaba tocando—. Yo… yo no lo sé. Él puede aguantar más dolor que nadie que yo conozca.

—Entonces, ¿por qué? —se preguntó ella, más para sí que para Wesley.

—Si él está gritando, quiere decir que lo está lastimando porque está poniendo resistencia. Todo es mi culpa.

—¿Por qué es tu culpa?

—Si la bruja no me hubiera atrapado, Haven no estaría en esta situación ahora. No habría tenido que rescatarme.

Haven había evitado la pregunta sobre por qué los había secuestrado, a pesar de que cuando Wesley entró en la habitación, ella había empezado a sospechar que él era la razón por la que Haven se vio obligado a hacer un trato con una bruja.

—Vamos. —Yvette le animó. Tal vez Wesley podría aclarar la situación. Se dijo que no era más que curiosidad natural lo que le hizo incitarle a decirle lo que había ocurrido en realidad y no su deseo irracional de que Haven no fuera más que otro cazador de vampiros insensible. Que tal vez había tenido una razón válida para secuestrarlas, una excusa que haría para ella más fácil el perdonarlo.

—No te diré nada.

Yvette sintió los suaves pasos detrás de ella.

—Entonces dímelo a mí. —Se ofreció Kimberly y dio un paso al lado de ella.

Wesley la miró y de repente su rostro se suavizó. Sin querer destruir cualquier progreso que Kimberly estuviera haciendo para que Wesley se abriera, Yvette dio unos pasos medidos hacia el costado.

—Mi hermano haría cualquier cosa por mí. Siempre lo ha hecho. Es más como un padre para mí que un hermano.

Kimberly asintió y siguió mirándolo. Poniendo su mano en el antebrazo, le dio una sonrisa alentadora. Tal vez la actriz tenía algunas habilidades que Yvette no había notado antes. ¿Era compasión genuina lo que emanaba ahora de ella, o estaba simplemente usando sus dotes de actuación para sacar información de él? ¿Dónde estaba la muchacha que unos minutos antes, había proclamado que no quería estar a solas con Wesley y su hermano por temor a que pudieran hacerle daño físico?

Yvette le dio otra mirada. Kimberly era como un camaleón, cambiando constantemente sus colores para cualquier situación que necesitaba. Si la muchacha no tuviera ya una próspera carrera como actriz, ella le habría pedido a Gabriel que la entrenara como un mediador o negociador de rehenes. A pesar de ser un humano, una persona con su capacidad de cambiar su comportamiento, sería muy útil en muchas situaciones. Y, sorprendentemente, la revelación de que Yvette era un vampiro apenas la había intimidado.

No quería perderse nada de su conversación, Yvette puso sus pensamientos en un segundo plano.

—Hav siempre me rescató cuando me metía en problemas. Al igual que en esta ocasión. La bruja, Bess, me engañó, y yo no sabía lo que era hasta que fue demasiado tarde. Mi madre era una bruja, ya sabes, pero yo no heredé sus poderes.

Yvette puso mucha atención. ¿Su madre era una bruja? Eso hacía que tanto él como Haven fueran brujos también. ¿Podría esto ser peor? No sólo se sentía caliente por un tipo humano que la había secuestrado… oh, no, sino que también tenía que ser el hijo de una bruja, y por lo tanto un brujo. Perfecto. ¡Ella sí que sabía cómo escogerlos!

Sólo, que no había olido el aroma revelador de un brujo en él. Ni en su hermano. ¡Qué extraño!

—¿Tu madre era una bruja? —Kimberly hizo eco.

Wesley levantó la mano—. Una buena, pero no muy poderosa. Sólo unos pocos hechizos y pociones. Ella usó sus poderes más que nada, para curar a la gente, para ayudar, ya sabes. Ella era una buena mujer.

—¿Y tú? ¿Haces hechizos? —Presionó Kimberly, claramente fascinada.

Él negó con la cabeza, e Yvette le pareció ver lamento en su rostro—. Yo no tengo ninguno de sus poderes. Tampoco Haven. Es por eso que yo no podía sentir que esta mujer era una bruja. Es por eso que la trampa funcionó. Ella me atrajo cerca y luego me encarceló.

Yvette arrugó la frente. ¿Cómo era posible que ninguno de los hijos de una bruja heredara sus poderes? Por lo menos con su muerte, sus poderes se tenían que canalizar hacia un depósito o a alguien más. Sabía lo suficiente acerca de la brujería para saber ese pequeño hecho. ¿Wesley estaba ocultando la verdad? Yvette se calmó y acercó su mente para sentir su aura… Ella no sintió nada que pudiera indicar que era un brujo. Ella inhaló, su olor mezclándose con el de Kimberly… era muy diferente de un aroma puramente humano. No era brujo. No era humano. Algo intermedio.

Ella sacudió la cabeza y sintió que su estómago gruñía al mismo tiempo. Tal vez su sed de sangre estaba afectándole. O los efectos de la poción que la había noqueado aún persistía. Cuando ella estuvo en la limusina con Kimberly, la muchacha había olido claramente a humano. Cien por ciento. Y cuando Yvette había estado presionada contra la pared por Wesley antes, ella había sentido su aroma… entonces había sido del todo humano.

Mierda, necesitaba sangre o su mente estaría difusa y poco clara. Ya en ese momento, estaba perdiendo sus sensibles sentidos.

—Ella dijo que sabía dónde podría encontrar a algunos vampiros para matar —continuó Wesley y lanzó una mirada de reojo a Yvette. Ella simplemente se encogió de hombros. ¿Qué más era nuevo? Roma no se construyó en un día. Mostrarle que no todos los vampiros eran malos, tomaría más tiempo que eso.

—¿Por qué matas a los vampiros? —preguntó Kimberly, la voz transmitía la inocencia de sus años.

El desafío y la ira estallaron en los ojos de Wesley—. Porque un vampiro mató a mi madre cuando yo tenía ocho años.

Yvette miró hacia otro lado. Podía entender su odio. Pero ella no podía tolerar la matanza de vampiros inocentes. Sin embargo, no tenía sentido decirle eso: no iba a cambiar su actitud con sus palabras.

—Lo siento mucho —susurró Kimberly.

Por un momento, hubo un silencio en la sala tan espeso que incluso pesaba: un peso que comprimía el aire, por lo que hacía difícil tomar aliento. Pero luego Wesley parecía estar otra vez bajo control—. Cuando Bess me capturó, envió un mensaje a Hav. Ella lo chantajeó para que te secuestrara y le dijo que ella me liberaría si te traía a ella. No tenía otra opción.

Kimberly asintió con la cabeza—. ¿Qué quiere de mí? —Hubo un temblor en su voz ahora. Instintivamente, Yvette dio un paso hacia ella. Con una mirada de reojo, Kimberly hizo un gesto indicando que ella estaba bien.

—No sé. Desearía poder saberlo.