Lo primero que Yvette sintió cuando despertó fue el pelo largo acariciando su cuello y hombros. En el acto le dijo que ella había estado dormida por más de dos horas, el mínimo de horas de sueño reparador necesario para que su pelo vuelva a crecer. La segunda cosa que notó fue el hecho de que su mano estaba sujeta alrededor de la muñeca de alguien.
Todavía un poco descompuesta y mareada, Yvette obligó a sus pesados párpados a abrirse y se levantó desde su posición acostada, liberando la muñeca de Kimberly con su siguiente respiración. Su movimiento brusco hizo que su vista se nublara y se tomó un segundo para mantener el equilibrio. La sangre tronaba por sus venas, el ruido no era menos irritante que el de un tren de carga que pasaba, callando cualquier otro sonido en el cuarto.
Yvette inspiró, llenando sus pulmones con aire, pero su cerebro no podía procesar los olores que la asaltaban… una secuela de lo que la había noqueado, por supuesto.
Yvette miró a Kimberly, quien de inmediato se alejó de ella, asustada e intimidada.
¿Estaban sus ojos brillando de color rojo o se mostraban sus colmillos? Ella deslizó su lengua por los dientes, dándose cuenta para su alivio de que sus colmillos no habían emergido involuntariamente; sin embargo, ¿cómo le explicaría su pelo de repente alargado?—. ¿Estás bien, Kimberly? ¿Te hizo daño?
La muchacha negó con la cabeza—. Tú eres un vampiro. No quería creerlo. —Sus ojos manchados por las lágrimas estaban muy abiertos por el miedo.
¡Mierda! ¿Cómo lo había descubierto? La mente de Yvette trabajó extra, tratando de reconstruir los recuerdos de la lucha con su agresor. ¿Había mostrado sus colmillos durante la lucha? Yvette negó con la cabeza y miró hacia la muñeca de Kimberly donde su mano había dejado una huella roja. Era un mecanismo de supervivencia: un vampiro podría bloquear sus manos alrededor de un objeto para aferrarse, congelándose en su lugar al canalizar toda la energía hacia la misma. Al ser noqueados por una fuerza desconocida, se asegurarían de no ser arrastrados o llevados a otro lugar. En este caso, se había asegurado de que Yvette no pudiera ser separada de su encargo. No sabía muy bien cómo le explicaría esto a Kimberly.
—Lo siento mucho. No era mi intención hacerte daño, pero tenía que protegerte.
Kimberly continuó sacudiendo la cabeza, como si negarlo haría por arte de magia que no fuera cierto o real. La realidad era una mierda, pero Yvette no podía darse el lujo de creer que podría ser deshecho. La muchacha ya había visto demasiado, lo mejor era dejar todo claro en este momento. O tal vez debería borrar su memoria, hacerle olvidar lo que había visto… pero sólo si ella no podía soportar la verdad.
—Escúchame. Todavía estoy aquí para protegerte, sin importar otra cosa. Lo que soy, no importa. No te haré daño.
La muchacha resopló. ¿Dónde se había ido toda su personalidad burbujeante? En ese momento, a Yvette no le importaría su charla interminable, al menos, le diría que su encargo estaba bien. Ella respiró profundamente, tratando de pensar con claridad acerca de cómo asegurarle que ella no era ninguna amenaza, cuando un olor demasiado familiar le hizo cosquillas en la nariz.
Yvette salió disparada de la cama y se abalanzó sobre la persona apoyada contra la pared por encima de su hombro izquierdo: Haven, el pendejo de mierda que les había atacado. Ella lo golpeó contra el concreto, aplastándolo.
—¡Te voy a matar, hijo de puta!
Con los dientes apretados, el susurró.— Estamos en el mismo maldito barco.
Ella obvió sus palabras. Un cobarde y un mentiroso… seguro sabía cómo elegirlos. Los colmillos de Yvette le picaban, y no hizo ningún esfuerzo para disimularlos. A medida que descendían y se abrían paso entre sus labios, ella le gruñó. Pero en lugar de ver miedo en sus ojos, vio desafío, brillante y caliente.
—¡Libéranos, ahora!
—No puedo: Estoy atrapado al igual que ustedes… así que suéltame.
Las cejas de Yvette se juntaron mientras fruncía el ceño. ¿De qué mierdas estaba hablando?
Sin aflojar su agarre, sus ojos recorrieron la habitación. Había estado demasiado aturdida hasta el momento para observar su entorno. Pero no había tiempo como el presente. Había una puerta construida en una pared y una ventana cerrada con tablas en otra. Ninguna ofrecía un obstáculo insuperable para escapar. Otra puerta en el otro extremo de la habitación estaba abierta, vio un inodoro detrás.
¿Podría haber dicho la verdad? Yvette se sacudió el pensamiento. No, él era un mentiroso.
—No te importa si me parece difícil de creer —bufó ella—. La última vez que vi, tú fuiste el que nos atacó.
—Él está diciendo la verdad —dijo la voz de Kimberly detrás de ella.
Yvette miró a su encargo, tratando de evaluar si Kimberly estaba en shock. ¿Qué clase de mierda le había dicho Haven, mientras Yvette estaba inconsciente? Volviendo al hijo de puta, ella entrecerró los ojos.
—Yo debería matarte aquí mismo, ahora mismo. ¿Sabes por qué no lo haré?
—¿Porque todavía quieres mi pene?
Ella le dio una bofetada en la cara. ¿Cómo se atrevía a jugar con ella?— Todavía estás vivo, porque no voy a someter a Kimberly a tal derrame de sangre. Pero en el momento en que esté a salvo, iré tras de ti.
—Me imaginé que guardarías algún rencor contra mí. —Se encogió de hombros, su rostro no mostraba expresión alguna.
Yvette ignoró su comentario—. ¿Dónde estamos?
—En un almacén en las afueras de San Francisco.
—¿Dónde exactamente? —Ella presionó su brazo con más fuerza sobre su pecho, sacando el aire de sus pulmones.
—Al sur de San Francisco, fuera de la 101.
—¿Cómo llegamos aquí?
Haven visiblemente luchaba por aire, y con el interés de obtener una respuesta a su pregunta, ella lo soltó por una fracción de segundo. Cuando obtuvo un par de respiraciones, ella posicionó la rodilla hacia arriba, apuntando hacia sus bolas. Para su sorpresa, la bloqueó al inclinar su cadera hacia un lado para que su rodilla simplemente golpeara en el muslo. Ella estaba más lenta de lo habitual… un hecho que lo atribuía a la sustancia que la había dejado inconsciente. Pero así como su sentido del olfato había regresado, estaba segura que sus otros sentidos regresarían pronto.
La ira surgió dentro de ella—. ¿¡Cómo!?
—Tomé la limusina.
—¿Y el conductor? ¿Dónde está? ¿Lo mataste?
—¡No! Salió corriendo, supongo.
Fue la primera buena noticia en mucho tiempo. Sus colegas lo rastrearían una vez que se dieran cuenta de que ella y Kimberly no estaban. Y con un poco de suerte, él podría decirles lo que había sucedido. Rastrear la limusina no sería demasiado difícil tampoco. Estaba segura de que contaba con un dispositivo antirrobo que llevaría a sus colegas directo a su ubicación.
—¿Dónde está la limusina ahora?
Los músculos de Haven se retorcieron como si estuviera tratando de encogerse de hombros. Pero todavía lo tenía atrapado contra la pared, sin darle espacio para moverse—. La estacioné afuera.
Las cosas estaban mejorando.
—¿Qué hora es?
Haven le dio una mirada de sorpresa—. Las tres.
—¿Noche o día? —Cualquiera que fuera el vapor que había inhalado, había arruinado su sentido del tiempo. Impaciente por su retraso en la respuesta, ella le dio una patada en la espinilla, cuando en realidad quería apuntar a algo un poco más alto, y un poco más suave.
Apretó los dientes—. ¡Perra!
—Te pregunté, de noche…
—Es de noche.
Yvette lo soltó. Otro segundo más, y ella se habría frotado sobre él como una gata en celo. Maldito sea el hombre por la forma en que olía: todo masculino y sexual. ¿Cómo iba una mujer vampiro a mantener su cordura, al estar en un lugar tan cercano con un hombre viril como él? Mientras más rápido ella y Kimberly escaparan de allí, mejor. Por supuesto, sus colegas las rescatarían en cuestión de horas, pero no tenía horas. Tenía que salir de ese lugar antes de que hiciera algo que lamentaría más tarde.
Lo que pasara con Haven, no le importaba. Lo cual todavía dejaba una pregunta abierta.
—¿Por qué estás aquí con nosotros?
Haven enderezó su camisa y chaqueta y la miró—. Porque tenía un trabajo que hacer.
—Eso no es una respuesta. Si estás aquí con nosotros, ¿quién nos mantiene cautivos?
Haven dio un paso hacia ella, poniendo su cuerpo tentador en una proximidad muy cercana a la suya. Como brazas de fuego, el calor de su cuerpo saltó de su piel y aterrizó en la de ella, intentando hacerla arder con su intensidad.
—Aquí está tu respuesta: fui traicionado por la persona que quería secuestrar a Kimberly, ¿de acuerdo? ¿Estás feliz ahora?
Enojado, era incluso más sexy que cuando ella había jugado con él en la fiesta. ¿Qué tan patético era eso?
—Asesino a sueldo. Despreciable.
—Tú no eres mejor que yo.
—¡Yo no secuestro a la gente por dinero! Que te sirva de escarmiento que tu jefe te haya dado la espalda. No esperes que te ayude ahora.
* * *
Haven sentía hervir la sangre. Yvette lo hacía encabronar aún más rápido de lo que su hermano menor podía hacerlo, y eso era todo un logro. Pero no la dejaría meterse en su cabeza.
—Me temo que vamos a fracasar si no trabajamos juntos.
Ella lo miró con desdén en los ojos—. Tu objetivo era secuestrar a Kimberly… supongo que tu trabajo está hecho. Ahora haré el mío… y el mío es liberarla. Y eso es exactamente lo que haré.
—¿Cómo propones hacerlo ya que estamos encerrados aquí?
Ella hizo un gesto hacia la puerta—. ¿Realmente crees que una puerta endeble como esta me va a detener?
Él debía decirle en contra de qué estaban. Era justo—. Mira, no hay manera…
—¡Tonto incompetente! —Dijo entre dientes y se alejó.
Pensándolo bien, tal vez la dejaría que se diera cuenta por sí misma. La mujer claramente necesitaba ablandar su actitud. Nadie lo llamaba incompetente. Tampoco le gustaba ser llamado tonto. Menos por una mujer… más bien una mujer vampiro… que lo ponía duro como una piedra sólo por estar a un par de metros de él—. Adelante.
De repente, se sintió como Harry el Sucio, e Yvette sólo podría alegrarle su día por todo lo que le importaba.
Sin que ella o Kimberly se dieran cuenta, Haven ajustó su pene y deslizó sus ojos sobre la espalda desnuda de Yvette. Oh, hombre, ese vestido le quedaba como una segunda piel, y la abertura al costado exponía su pierna desde el tobillo hasta el muslo para su hambrienta mirada. Sus piernas eran tonificadas y fuertes, no demasiado musculosas, pero de formas perfectas. Perfectas para envolverlas alrededor de sus caderas al…
Dio un gruñido inaudible y agitó la cabeza. Pensar de esa forma no le ayudaría a bajar su erección.
Pero él no podía dejar de mirarla. Estaba fascinado con ella. Y una cosa era totalmente diferente de ella ahora. Mientras había estado inconsciente, literalmente había sido capaz de ver crecer su pelo. Ahora su espesa melena caía en cascada sobre su espalda. Aunque ciertamente había creído que era atractiva con su pelo corto, la forma en que el pelo largo le acariciaba la cara y los hombros era una distracción total. No tenía idea de por qué de repente era largo, seguro, se trataba de algún rasgo extraño de vampiro. Y él no estaba interesado en absoluto en saberlo. Es cierto. No le importaba un comino.
Al igual que Kimberly, ahora observaba a Yvette mientras se acercaba a la puerta, la probó con la mano, la olió quién sabía por qué, y luego dio un paso atrás. Un segundo más tarde, dio una patada de karate alta contra el cerrojo. Pero en lugar de que la puerta se quebrara bajo su contundente movimiento… y nunca había visto una mujer tan fuerte… ella fue impulsada hacia atrás y se estrelló contra el muro de hormigón a seis metros detrás de ella. Haven hizo una mueca instintivamente, preguntándose cuánto dolor podía aguantar.
—¿Qué mierda? —Gruñó.
Pero ella ya se había levantado y se abalanzó hacia la puerta de nuevo. Haven sabía que sería inútil e intercedió en su camino—. No sirve de nada.
—¡Fuera de mi camino!
—La puerta está protegida por hechizos.
—¿Hechizos? —Al saberlo, lentamente se hundió en sus facciones. Entonces ella lo empujó hacia atrás, lejos de su tentador cuerpo y embriagante aroma—. ¿Hiciste un trato con una bruja?
Haven cruzó los brazos sobre su pecho, sintiendo la necesidad de defenderse—. No tuve otra opción. —Tenía que salvar a su hermano, a quien todavía no había visto desde que había sido encarcelado ahí. Se sentía cada vez más inquieto por los acontecimientos. Si sólo pudiera entender lo que la bruja quería de todos ellos, entonces quizá podría elaborar un plan de cómo salir de ese lío. Pero sin eso…
—Siempre hay una elección. Has elegido mezclarte con una bruja. No es de extrañarse por qué fuiste capaz de noquearme. Debería haberlo sabido. Todo lo que eres es un ser humano débil, y mira dónde terminaste.
¿Su sentido del oído le estaba fallando? —¿Me estás diciendo que soy inferior a ti?
—¿Qué pasa si lo dije?
Haven apretó los dientes, dispuesto a estrangular a la mujer.
—¡Basta! —La voz determinada de Kimberly, hizo que su cabeza girara con rapidez hacia su dirección—. ¡Los dos están actuando como niños malcriados!
Él arqueó una ceja. ¿El comal le dijo a la olla? Tal vez la muchacha no era tan inmadura como aparentaba. Dio un paso para alejarse de Yvette—. Puedo entender una indirecta.
—Si es entregada a golpes… —murmuró en voz baja Yvette.
Él la miró por encima del hombro—. Te escuché.
—Se suponía que lo hicieras.
—Maldita sea, ¿no acabo de decirles que paren? —Kimberly lanzó sus manos en señal de derrota—. ¿Qué edad tienen? ¿Doce?
Ella tenía razón.
—Dado que ambos se consideran grandes luchadores, ¿por qué no usan su energía para sacarnos de aquí? Francamente, no tengo ninguna intención de permanecer aquí más tiempo. No me gustan las excursiones, y necesito una ducha. —Suspiró, revisando sus uñas—. Y una manicura.
Antes de que Haven tuviera la oportunidad de hacer un comentario sarcástico acerca de las últimas palabras de Kimberly, la puerta se abrió. Wesley tropezó hacia adentro, o más bien fue empujado por la bruja que permanecía al otro lado del umbral.
—¡Wesley! —Haven se apresuró hacia su hermano y lo abrazó. Él se veía un poco en shock, pero parecía recuperarse rápidamente.
—Oh, mierda, Hav, lo siento. —La murmurada emoción se reflejaba en su mirada hacia el suelo.
—Veo que no has matado al vampiro todavía —murmuró Bess.
Haven giró su cabeza hacia ella y luego a Yvette, que estaba en el centro de la habitación lista para atacar—. No, Yvette. Ella es demasiado fuerte.
—¿Un vampiro? Wesley echó una mirada de enojo a Yvette. —¡Oh, me gustaría tener una estaca!
—¡Ahora, estamos hablando! —Dijo Bess—. Tu hermano tiene una.
Haven llevó una mano contra el pecho de Wesley, tratando de detenerlo de hacer algo estúpido, lo que se dio cuenta era exactamente lo que su hermano estaba a unos dos segundos de hacer—. Ella no nos hará daño.
—Espera hasta que tenga suficiente hambre —respondió la bruja, revolviendo las cosas como una poción en un caldero.
Haven miró a Yvette en ese momento y se dio cuenta cómo se estremecía. Bess había dado en el clavo justo en su cabeza. Mierda, él no había pensado en eso—. ¿Cuánto tiempo planeas mantenernos aquí? —preguntó, sin apartar los ojos de Yvette.
—Lo suficiente. —Su sonrisa malvada era evidente en su voz y confirmó que había entendido su línea de pensamientos. Tarde o temprano, Yvette tendría hambre… de sangre.
La desafiante mirada de Yvette le dijo que era una luchadora, y la forma en que había protegido a Kimberly indicaba que ella era leal. Pero si había aprendido algo sobre vampiros mientras luchaba con ellos en los últimos años, era que cuando su sed de sangre se volvía muy fuerte, perdían el control, y nadie estaba a salvo. Yvette podía controlarse por su comportamiento civilizado ahora, pero ¿qué pasaría cuando su instinto de supervivencia la controlara? ¿Podía él permitir que sus escrúpulos se entrometieran en su pensamiento racional?
—Supongo que tendrás que matarla, después de todo. —La voz de la bruja le crispaba sus nervios. Demonios, sólo para desafiarla, dejaría a Yvette vivir… y sólo por esa razón. No porque su cuerpo se revolviera cada vez que tratara de encontrar un motivo para matarla. ¿Desde cuándo necesitaba incluso una razón para matar a un vampiro? El asesinato de su madre y la desaparición de su hermana pequeña, sería justificación suficiente para atravesarla con la estaca sin pensarlo dos veces.
—Dame la estaca —exigió Wesley—. Lo haré yo si tú no puedes.
—¡No, no lo harás! —El grito determinado de Kimberly lo sorprendió. Ella saltó de su catre y se puso por delante del cuerpo de Yvette, extendiendo sus brazos para proteger a su guardaespaldas—. ¿Creen que quiero estar encerrada con ustedes dos solos? Como que no sé lo que gente como ustedes desean de una muchacha bonita como yo.
Detrás de ella, incluso Yvette no fue capaz de controlar su sonrisa a pesar de la gravedad de la situación. Haven volteó los ojos, ni siquiera le había pasado por la cabeza tocar a la muchacha inapropiadamente. Por alguna razón, si bien ella era sin duda bonita, no sentía nada cuando él la miraba. Ahora, no se podía decir lo mismo de la forma en que su cuerpo reaccionaba a Yvette.
—Gracias, Kimberly. Me alegro de que pensemos lo mismo, porque no tengo intención de dejarte a solas con esos dos. —Yvette lanzó una mirada señalando hacia él. Pero había poco fuego tras sus palabras, no el fuego que había visto en ella cuando se había despertado después de estar inconsciente. El fuego que había disparado de su boca entonces había sido más caliente y más potente que el aliento de un dragón. Y a pesar de la explosiva situación en la que se encontraba cuando lo tenía clavado contra la pared, casi ansiaba ser quemado por sus llamas. Lo que era estúpido y totalmente fuera de lugar para él; él no era el impetuoso de la familia: Wesley lo era.
—Dios, esto es molesto. Debiste haberla matado cuando ella estaba inconsciente —fastidió Bess, dejando escapar un suspiro exasperado—. Bueno, no importa. Estoy segura que entrarás en razón, pero por ahora, tú, Haven, eres el siguiente.
Ella cruzó el umbral y torció el dedo. Como si estuviera tirando por cuerdas, el cuerpo de Haven se acercó a ella—. ¿Qué dem…?
—No luches contra ella, Hav —advirtió Wesley. Entonces se acercó a él—. Y déjame la estaca.
Haven torció el cuerpo y se apoderó de la estaca. No había forma en el infierno que él se fuera sin la estaca.