Capítulo Cuatro

Haven exhaló. La mujer era impresionante. Una actriz con seguridad, a pesar de que nunca la había visto en una película. ¿Qué otra cosa podría ser con esa piel de porcelana y ese pelo corto y negro, que estaba recogido hacia atrás de su cara perfecta? Sus pómulos altos acentuaban sus ojos verdes, y sus labios rojos eran tan gruesos y tan deseables, que sintió que su pene le dolía ante el pensamiento de su boca en él…

Haven trató de sacudirse la visión erótica que caía en su mente. Él no era como su hermano, que caía con cada cara bonita sin pensarlo. Pero a medida que barría la mirada por encima de su cuerpo perfecto, apreciando las curvas exuberantes escondidas bajo su vestido negro, se preguntó por qué siempre había criticado a Wesley por su debilidad. En esos momentos, sentía el mismo tipo de debilidad por la que siempre había reprendido a su hermano.

El pene de Haven creció bajo su traje formal y demasiado apretado que había alquilado en una tienda de esmoquin cerca de ahí. No era que fuera a usar ese tipo de vestuario de nuevo. No tenía sentido comprar dicha prenda tan inútil. Pero por más que trataba de concentrar sus pensamientos en su inusual atuendo, inmediatamente regresaron a la belleza al otro lado de la habitación y a la forma en que ella hacía que su pene palpitara con lujuria.

Claramente, eso era todo: lujuria. Su vida se había vuelto demasiado determinada en los últimos años… sólo se concentraba en cazar vampiros y en la búsqueda de su hermana… y no se había permitido disfrutar de la compañía de las mujeres durante demasiado tiempo. No le gustaba ser distraído por ellas. No tenía tiempo para una familia y el amor cuando lo único que quería, era recuperar la familia que había perdido.

No debería importarle que aquella desconocida, que no se escondía de la intensidad de su mirada, inspiraba toda clase de deseos, ninguno de los cuales eran adecuados para una exhibición en un salón de baile público con cientos de invitados observando. Las imágenes que en ese momento inundaban su mente, eran más adecuadas para un armario oscuro por el pasillo, donde podría presionar a la mujer contra la pared y cogerla hasta haber saciado su sed y se sintiera normal de nuevo. Ya en este momento, sabía que iba a tener algo más que una cogida rápida. Tal vez tendría que tenerla debajo de él por unas cuantas horas para conseguir liberarse de esta sensación. Y si era buena, bueno, podría disponer de toda una noche, pero sólo después de que hubiera tenido el cuidado de hacer lo que había venido a hacer. Sin embargo, eso no quería decir que no pudiera llegar hasta allí y obtener su número de teléfono.

Antes de que pudiera cambiar de opinión, Haven se acercó a ella, sólo se detuvo cuando estuvo a unos treinta centímetros de distancia de ella. Para su sorpresa, ella no retrocedió, pero se mantuvo firme: el signo de que era una mujer segura de sí. ¿Y por qué no iba a estar segura? Con su seductora apariencia, podría tener a cualquiera de los hombres en esa sala jadeando a sus pies. Incluso lamiéndolos.

—Soy Haven. —Encendió su encanto y empezó a contar. Treinta segundos era todo lo que necesitaba para obtener su número. Y no un falso 5-5-5 número cualquiera.

—Raro nombre.

Respiró su olor. Tenía poco perfume. Más bien parecía como si su piel oliera a naranjas. No sabía si había algún perfume comercial con ese olor—. A mi madre le gustaban las cosas raras.

Ella asintió con la cabeza como si supiera lo que significaba—. ¿Estás trabajando en la película?

¿Estaba tratando de averiguar si él era un gran productor que podría ayudarla en su carrera? No le daría esa satisfacción. No, cuando se sometiera a su caricia, lo haría por ser quien era, no lo que era—. Un doble —mintió. Era un trabajo sin ser lo suficientemente importante para una mujer como ella, sin embargo, resaltaría su destreza física. Y ser un cazador de recompensas, no era muy diferente de ser un doble. Sólo que el peligro era más cercano y personal, estaba más que garantizado. Para él, no existían las redes de seguridad. No habría ambulancia esperándolo cuando se lesionara. No habría personal para ayudarlo a salir, si caía muy profundo.

Ella le dio una sonrisa de satisfacción, sus ojos viajaban por encima de su cuerpo. Y vaya si a él no le encantaba la forma en que se humedecía los labios al mismo tiempo—. Me lo imaginé.

¿Estaba haciendo calor allí?— ¿Y tú?

—Yo no soy un doble —dijo ella fingiendo a propósito haber malentendido su pregunta. No importaba. No le importaba lo que fuera. Todo lo que importaba era dónde estaría ella muy pronto: bajo su cuerpo.

—No lo había pensado. —Lanzó una mirada apreciativa sobre su cuerpo, permaneciendo en sus redondos senos más tiempo del necesario. Cuando la miró a los ojos nuevamente, se notó en su rostro que ella era consciente de que él había estado evaluando sus atractivos femeninos, sin embargo, no se apartó ni lo miró con asco.

—¿Crees que tienes lo que se necesita? —Las palabras salieron de sus labios de una forma seductora. Sacó ligeramente su lengua rosada, humedeciendo sus labios—. Muchos lo han intentado. Ninguno ha tenido éxito.

Mierda, la visión de esa lengua creaba cosas en él. Su temperatura corporal se elevó varios grados. Tiró del cuello de la camisa, dándose cuenta de que ya se había quitado la corbata antes. No podía quitarse la camisa.

—Estoy dispuesto a intentarlo.

Ahora era su turno para mirarlo de arriba hacia abajo de su cuerpo. No se le escapó que ella sostuvo su mirada en la ingle, evaluando a su cada vez mayor protuberancia. Y no iba a esconderlo de ella. Debía asegurarse que ella también supiera lo que le esperaba.

—Podría funcionar.

Nunca había conocido a una mujer que estuviera tan abierta a las proposiciones. ¿O estaba simplemente respondiendo a su oferta? No importaba. Todo lo que importaba era que estaban en medio de la negociación de los términos de su encuentro sexual. El , ya había sido confirmado. Ahora era sólo cuestión de averiguar el momento y el lugar. Así como el tiempo.

Haven dio un paso para acercarse más, con lo que hizo ruborizar su cuerpo. Una gota de sudor corrió por la parte posterior de su cuello y desapareció debajo de su camisa. ¿Podía sentir su calor de la forma en que él sentía el de ella? Inclinó la cabeza a su oído—. Oh, funcionará de lo mejor, te lo prometo. —Apenas podía reprimir el impulso de presionarla contra la superficie plana más cercana, levantar su vestido, liberar su pene y penetrarla.

—No hagas promesas que no puedas cumplir. —La voz ronca en su oído, casi lo hizo delirar. Maldita sea, podía encenderlo, como si se tratara de un interruptor de luz.

—Dime la hora y el lugar —dejó salir, apenas aferrándose a su control. Unos segundos más de esto y podía hacer algo que pudiera llevarlos a ambos a ser expulsados y arrestados, por cometer actos indecorosos en público. O como fuera que la policía lo llamara en esos días.

—Por la forma en que jadeas en este momento, yo diría que de inmediato, pero entonces no podrías llegar a imaginar lo que es coger conmigo, ¿verdad? Y yo no llegaría a imaginar lo que estás haciendo mientras lo estás imaginando y esperando por él. Así pues, toma. —Ella le puso una tarjeta de presentación en su bolsillo—. Llámame una vez que te hayas encargado de la erección en tus pantalones, porque así no me durarías más de diez segundos cuando cojamos.

Un momento después, se quedó solo. Ella había desaparecido entre la multitud. Fulminado por sus contundentes palabras, no podía dejar de aplaudirle. Ella se había hecho cargo de la situación, de la forma en que un hombre normalmente lo haría, y mientras él odiaba a las mujeres mandonas, no podía dejar que su pene creciera aún más. Probablemente le patearía en el culo en más de un sentido, pero no daría marcha atrás con el desafío que le había entregado.

Haven llevó la mano al bolsillo de su chaqueta y sacó la tarjeta que le había dado.

Yvette. A continuación, un número local. Eso era todo lo que había. No había ninguna dirección. Nada.

La mujer tenía clase.

* * *

Yvette se abanicaba mientras observaba su encargo desde lejos. Durante todo el intercambio de palabras con Haven, no se había olvidado de su trabajo ni por un solo segundo. Sin embargo, no le había impedido estar toda excitada y mojada. Había tratado de jugar a ser fría, cayendo en su muy gastado traje de seductora, un atuendo que había llevado durante demasiados años. Siempre le había servido muy bien para mantener a raya a los hombres. La mayoría de los hombres habían eludido su personalidad dominante, justo como lo había previsto.

Haven no era así; el hombre estaba preparado para el reto. ¿Lo estaba ella? Sí, ella había tenido sexo hace unos meses… no es que pudiera recordar el nombre del tipo. ¿Para qué estaban los encuentros de una noche? Y eso era exactamente en lo que se convertiría Haven: una aventura de una noche. Probablemente sería mejor si lo cogiera en donde se sintiera más anónima. Ciertamente, no en su casa, y si ella pudiera elegir, ni siquiera sería en una cama.

Una frenética cogida rápida sobre una mesa, funcionaría. Nada más íntimo que eso. Permitirle a un hombre como él acercarse más, podría ser peligroso. Claro, él era un ser humano, y lo podría vencer en un instante. Ni siquiera su actitud de chico doble malo, podría ser un gran reto para ella. No, el reto consistía en esos ojos azules que habían tratado de mirarla profundamente. Y cuando él se había acercado y susurrado al oído, el olfato la había envuelto y cubierto con una ola de deseo que no podía explicar.

Tendría que cuidarse de este hombre… antes de que se acercara demasiado.

Yvette se mostró agradecida cuando su atención fue capturada de pronto, con el hombre con el que Kimberly hablaba. Acababa de colocar su regordeta mano en el brazo de la joven. Mal movimiento. Inhaló mientras se acercaba, Yvette sintió el olor de la transpiración saliendo de ella. Kimberly se sentía incómoda. Tiempo de crear interferencia.

—Kimberly, hay alguien que pregunta por ti —dijo Yvette cuando se acercó y la tomó del brazo. Luego giró hacia el hombre corpulento y le dio una gran sonrisa revoloteando sus pestañas. El rostro del hombre se sonrojó—. ¿Nos disculpa un momento, por favor?

Antes de que el hombre pudiera protestar, había llevado a Kimberly hacia otro rincón del salón de baile—. ¿Quién era? —Yvette necesitaba saber si podía ser la amenaza de la que estaban tratando de proteger a Kimberly.

Kimberly hizo un gesto de indiferencia con la mano—. Oh, ese es Charles. Él es el sobrino del productor… y un total idiota. Si no me hubieras rescatado, me habría muerto de aburrimiento. En realidad… —y afloró nuevamente su ser normal— … apenas podía decir una palabra.

Bienvenida al club—. Sí, totalmente molesto, ¿no? —Yvette tenía dificultades para mantener el tono sarcástico en su voz.

—No tienes ni idea. ¿Qué es lo que piensa esta gente? Ellos no escuchan. Hablan constantemente como si fueran las personas más importantes del mundo. Es tan agotador. ¿Te imaginas tener que soportar a alguien así por más de diez minutos? Pensé que me moría allí mismo.

Pobre niña rica—. Gracias a Dios que me tienes a mí para que te rescate —intervino Yvette, tratando de no voltear los ojos. De ninguna manera Zane habría sido capaz de sufrir una noche como esta, sin matar a alguien. Ella sospechaba que había intimidado a propósito a Kimberly para que lo dejaran fuera del caso. Tal vez incluso había utilizado el control de la mente en ella para sembrar la idea en su mente, que era ella la que quería que se fuera. Y Gabriel había caído en la trampa e inmediatamente se la había asignado a ella. Maldita sea, Zane era demasiado inteligente y un imbécil.

—Necesito otra copa. ¿Quieres un poco?

—Aún estoy en servicio, ¿recuerdas? —Yvette forzó una sonrisa. Podía pensar en mejores cosas que pasar el próximo par de horas cuidando a una pequeña niña mimada, a la que nunca le habían dicho que se callara. Su único consuelo era que podía desconectarse de la estúpida charla de la gente a su alrededor y dejar que sus sentidos de vampiro la alertaran de las cosas que necesitaba saber. Esto ayudaba a mantener el resto de su cerebro libre para proseguir con su propia diversión. Y la única diversión que valía la pena recordar en ese momento era la forma en que Haven se veía, se sentía y olía. E imaginar lo que sentiría cuando estuviese debajo de ella, desnudo, jadeante, y pidiendo acabar.