Capítulo Dos

Yvette se movió hacia atrás de la pantalla de privacidad, en la sala de examen de Maya y se arrancó la bata de papel. Cómo odiaba estos exámenes, pero con el fin de conseguir lo que quería, tenía que lidiar con ellos.

—Es consistente con los resultados del laboratorio —explicó Maya desde atrás de su escritorio—. No hay nada malo con el útero o las trompas.

—¿Y los óvulos? —preguntó Yvette mientras se subía los pantalones de cuero muy ajustados, contuvo el aliento, y subió el cierre. Deslizó sus pies en sus tacones de aguja negros. La mayoría de las otras mujeres, se hubiesen partido el tobillo en dos si tuvieran que caminar en sus delgados tacones del diámetro apenas de un centavo, pero se sentía poderosa en ellos. Además, una patada bien colocada con sus tacones, podrían causar graves daños a cualquier agresor.

—Tan frescos y viables como el día en que te convertiste.

Yvette se puso su top negro sobre su cabeza y caminó alrededor de la pantalla, mirando a Maya, que hojeaba el archivo del laboratorio. Durante los últimos meses, se había sometido a una prueba tras otra, para ayudar a Maya a determinar por qué las mujeres vampiros eran estériles y lo que se necesitaría para cambiar eso. No podía negar la dedicación de Maya para el proyecto, a pesar de que ambas no habían iniciado su relación precisamente con el pie derecho.

Después de que Maya había sido convertida en vampiro contra su voluntad, Gabriel, jefe de Yvette, se había enamorado perdidamente de ella. Yvette tenía sus propios ojos puestos en él en ese momento y el hecho de que Maya se hubiera aparecido y se lo hubiera arrebatado en sólo una semana de conocerlo, había dolido.

Pero ninguno de sus anteriores desacuerdos, eran evidentes ahora. Maya, que era un médico antes de que se transformara, se había convertido en una defensora de su causa: encontrar una manera para que las mujeres vampiro pudieran quedar embarazadas. Pero hasta ahora, todas las pruebas habían terminado en un callejón sin salida, ninguna de ellas indicaba la razón de la infertilidad.

—Entonces no lo entiendo. Siempre había asumido que mis óvulos murieron cuando yo fui convertida. Pero si mis óvulos están intactos, ¿por qué no he quedado embarazada? —Había tenido un montón de relaciones sexuales sin protección durante las últimas décadas, no sólo con hombres vampiro, sino también con seres humanos.

Maya hizo un gesto hacia la silla delante de su escritorio, e Yvette se desplomó en ella—. ¿Quieres decir que tú no has estado con un hombre desde que nos conocimos?

Eso le puso los pelos de punta a Yvette, a pesar de que ella se había mostrado disponible durante los últimos meses. Pero eso no era asunto de Maya. Era fácil para Maya hablar: tenía un hombre que la amaba y que estaba totalmente caliente por ella, sin importar la hora del día o de la noche. Todo lo que ella tenía eran relaciones insatisfactorias de una noche, y ni siquiera se había molestado en hacerlo en los últimos meses.

—Eso no viene al caso. Tuve mucho sexo con hombres viriles, que de hecho sé que han embarazado a otras mujeres. Sólo ha estado un poco lento últimamente. —¿A quién quería engañar? Ella no se había interesado en nadie después de que Gabriel había hecho el vínculo con Maya. No es que ella estuviera celosa ni nada… los dos eran realmente el uno para el otro… pero había evitado a los hombres, temerosa de caer con el tipo equivocado nuevamente.

—Escucha, Yvette, estamos en el principio de todo esto. No quiero que te desanimes. Basta con mirar lo que ya hemos descubierto: el útero está hecho del mismo modo que el de un ser humano, lo que significa que la transformación no ha cambiado eso. Eso es una buena noticia. Las trompas de Falopio están abiertas y sin obstáculos, y tus ovarios están llenos de óvulos viables. El laboratorio lo confirmó.

Echó una mirada de esperanza a Maya—. ¿Qué pasó con el semen donado?

—Una buena noticia en realidad. —Maya buscó a través de sus papeles y sacó una hoja—. Este es el último resultado. Cuando pusimos el esperma donado en contacto con tus óvulos, tuvo como resultado un óvulo fecundado en el tubo de ensayo. Así que hay una…

—Pero mi cuerpo no puede mantener el óvulo fecundado. ¿Es eso? —Al igual que los otros abortos involuntarios. Yvette apartó los recuerdos. Ella no quería que le recordaran aquellos tiempos. Nadie sabía de su pasado. Y ella no iba a traerlos a la luz ahora. Si Maya sabía de los abortos involuntarios que había tenido como un ser humano, nunca hubiera intentado ayudarla. Habría considerado que Yvette era un caso perdido y dejaría de perder su tiempo en esa inútil misión, pero Yvette no podía renunciar a pesar de los obstáculos.

Maya nunca podía saberlo. Pero Yvette recordaba todo: el dolor y la decepción, así como su corazón roto. Ella había estado casada. Robert había querido una familia: ella y los niños, un perro y un gato, una cerca blanca que rodeara su pequeño patio… lo que había conseguido era una mujer que no podía retener la vida que estaba dentro de ella. El primer embarazo había comenzado bastante bien. Él había estado extasiado. Les había contado a todos que ella estaba esperando. Todos los días la había colmado de flores y otras baratijas. Pero un día, en medio de su primer trimestre, había empezado a sangrar. Había perdido al bebé. Robert estaba decepcionado, pero él había dicho que tratarían de nuevo.

Él la había apoyado en ese entonces. Su marido la había consolado. Yvette había quedado embarazada de nuevo seis meses más tarde. Pero todo había terminado de la misma manera. En su tercer mes, había perdido al bebé. Esta vez, su marido no fue comprensivo. Él la había acusado de poner en peligro deliberadamente el embarazo.

Era ridículo. Sin embargo no lo había detenido para que la dejara. Ella no era lo suficientemente importante para él. Todo lo que quería era un hijo. Y ella no podía darle eso, por lo que dejó de amarla. Ella no quería que eso volviera a suceder, no había dejado que un hombre se acercara tanto en mucho tiempo. Con el siguiente hombre, quería estar segura de poder darle todo lo que él quería. Entonces no habría ninguna razón para que la abandonara… y no le importaba un comino si el hombre era un ser humano o un vampiro.

—¿Yvette?

Yvette levantó la vista y vio el rostro preocupado de Maya.

—Vamos a tener que ser pacientes. Gozas de buena salud, y no hay razón aparente por la que no puedas quedar embarazada. Voy a tener que averiguar lo que sucede en el cuerpo de una mujer vampiro durante la concepción.

Yvette se levantó y pasó la mano por su pelo corto, puntiagudo, negro—. Lo sé. Es sólo que… bueno, estoy impaciente. —Y maldita sea si no se sentía un poco culpable por haberle ocultado su historial médico a Maya, pero no podía divulgar esa información… o el dolor y el sufrimiento que estaban tan estrechamente asociados con esos eventos. Nadie necesitaba saber que, como mujer, era un fracaso. Bastaba con que se enfrentara a la cruda realidad todos los días. Y la verdad era que no era lo suficientemente mujer para dar a un hombre todo lo que quería. Ni como un ser humano, y ciertamente no ahora como un vampiro.

—Voy a hacer todo lo posible.

—Gracias. —Asintió con la cabeza a Maya por última vez, se dirigió hacia la puerta y subió las escaleras a la planta principal de la mansión victoriana, aliviada de dejar la sala de examen detrás de ella.

Después de vincularse unos meses antes, Gabriel y Maya habían comprado una antigua casona victoriana en Nob Hill, no demasiado lejos de la casa de Samson. Ah, Samson, fundador de Scanguards. Él era otro que había encontrado el amor y la felicidad… con una mujer humana, una mujer con la que estaba esperando su primer hijo. La envidia la atravesaba como un cuchillo cortándola en pedazos. No era un niño lo que anhelaba, sino el amor de un hombre. ¿Y cómo podría un hombre realmente amarla por toda la eternidad si no podía darle todo lo que quería? ¿Si ni siquiera podía satisfacer todas sus necesidades?

—Justo la persona que quería ver —dijo la voz ronca de Gabriel, saludándola cuando llegó al vestíbulo.

Yvette miró a su jefe. Como era el caso con tanta frecuencia, estaba vestido con unos jeans negros y una camisa blanca. Su largo cabello castaño estaba recogido con una simple cola. Ni siquiera estaba tratando de ocultar la cicatriz en su rostro, que se extendía desde la parte superior de la oreja derecha hasta la barbilla. Le daba una apariencia peligrosa. Sin embargo, debajo de todo, era guapo y más bueno de lo que nadie se pudiese imaginar. No se podía decir lo mismo del hombre que estaba junto a él: Zane.

Al igual que ella, Zane era uno de los guardaespaldas empleados en Scanguards, la empresa de seguridad, propiedad de Samson Woodford. Zane era tan alto como Gabriel, pero su cabeza estaba rapada, y aparte de una sola vez, Yvette nunca lo había visto sonreír o reír. Decir que Zane era brutal y violento sería una descripción modesta, sin embargo, al mismo tiempo, era de la familia, al igual que el resto de los vampiros que trabajaban para Scanguards. Ellos eran la única familia que ella conocía. Los únicos que probablemente alguna vez tendría.

—¿Qué puedo hacer por ti, Gabriel?

—¿Todo bien? —le preguntó e hizo un gesto hacia abajo, que indicaba el consultorio médico de Maya.

La espalda de Yvette se tensó—. Claro, ¿por qué no podría estarlo?

—Bien, bien.

—Mira, Gabriel, no creo que tengamos que involucrar a Yvette —interrumpió Zane, sus pies con impaciencia rozaban en el suelo de madera.

Gabriel le interrumpió con un movimiento impaciente de la mano—. Hemos hablado de esto. Tú no podrás utilizar el control de la mente con nuestro cliente. No lo permitiré. Si ella te tiene miedo, es mejor que le asignemos a alguien más.

Yvette levantó una ceja. ¿Un cliente que Zane estaba protegiendo, tenía miedo de… escuchó correctamente… su guardaespaldas? Bueno, ciertamente no era nada nuevo—. ¿Tienes una misión para mí?

—Sí. El agente de una joven actriz se ha acercado a nosotros para protegerla, mientras ella está en una gira publicitaria aquí en el área de la Bahía. Ella ha tenido algunas amenazas en su contra. Originalmente asigné a Zane, pero resulta ser que la muchacha se siente intimidada por él.

—Quién lo hubiera imaginado —murmuró en voz baja Yvette. Zane le lanzó una mirada furiosa que no presagiaba nada bueno para su futuro inmediato.

—Yo podría fácilmente influenciarla, y ni siquiera se daría cuenta de que ella no me soporta —ofreció Zane. Ella sabía muy bien que a su compañero guardaespaldas no le importaba un comino si le gustaba a alguien o no… más a menudo no… pero su ego estaba herido, porque había sido sacado de un trabajo que le habían asignado. Zane no era un desertor. Podrían decirse muchas cosas malas de él… demonios, Yvette tenía toda una letanía de cosas que podía recitar de un tirón en ese momento… pero ella tenía que reconocer una cosa: era leal y determinado en extremo.

—No usarás tus poderes sobre ella. No hay necesidad; Yvette puede hacerse cargo de tu trabajo, y te asignaré a alguien más.

—Por mí está bien —respondió Yvette—. ¿Qué otras cosas debería saber? —Ella no hizo caso al gruñido de Zane.

—Su nombre es Kimberly. Ella es una joven de veinte años, una actriz en ascenso. Su última película acaba de llegar a los cines, y está haciendo un gran revuelo. Es probable que haya un montón de locos alrededor que se creen estar enamorados de ella. Sólo cuida su espalda de los acosadores y mantén a los paparazzi a raya. Ella no está acostumbrada a toda esa atención todavía.

—No hay problema. ¿Cuándo empiezo?

—Mañana por la noche. Hay una fiesta de estreno en el Fairmont. Te enviaré el informe a tu iPhone. Buena suerte.

—Me parece bien. Me pondré en contacto contigo mañana.

Yvette se dirigió a la puerta, la tensión de hormigueo en la nuca le decía que Zane estaba siguiéndola.

—Me voy de aquí —se quejó Zane.

—Zane —advirtió Gabriel, la palabra sonaba como una reprimenda.

—¿Qué? —Zane no detuvo su paso.

—¿Mis órdenes están claras?

Dando una respuesta que más parecía un gruñido que una palabra, Zane se detuvo a su lado y trató de tomar la perilla. Yvette fue más rápida y abrió la puerta principal. Entonces se detuvo en seco. Había en la escalera, un labrador dorado que estaba agachado. En el momento en que la vio, se levantó y meneó la cola.

—¿Tu perro? —preguntó Zane por encima del hombro.

—No. Me ha estado siguiendo durante cuatro meses. No sé lo que quiere. —No era del todo la verdad. Sí, el perro la había estado siguiendo desde que ella y sus colegas habían rescatado a Maya de las garras de un vampiro granuja, varios meses antes. Lo que Yvette no reveló era que había comenzado a alimentarlo.

—Parece que es tuyo —observó Zane.

Tenía sentido. Desde que había dejado al perro entrar en su casa, en Telegraph Hill, la bestia realmente pensaba que le pertenecía.

—¿Cuál es su nombre? —continuó Zane sin inmutarse, obviamente disfrutando de su malestar.

—Perro. —Al oírla decir su nombre, las orejas del perro se animaron y su cola se fue a toda marcha. Maldita sea, él incluso le hacía caso.

—Sí, definitivamente es tuyo. Disfrútalo. —Y Zane se fue, caminando por la calle oscura y desierta, desapareciendo en las sombras.

Yvette miró al perro, cuyos ojos inteligentes parecían hacerle una pregunta. Él inclinó la cabeza y parecía como si le había sonreído. ¿Podrían los perros sonreír?

Ella cedió—. Está bien, vamos a casa.