Kalona
Kalona no podría decir cuánto tiempo llevaba en el reino de Nyx.
Al principio había sido tan maravilloso verse arrancado de su cuerpo por la Oscuridad que utilizaba Neferet que, física y espiritualmente, no se había dado cuenta de nada excepto del sobrecogimiento y del miedo que sentía por haber regresado a su reino.
No había olvidado la belleza de aquel lugar… el puro deleite del Otro Mundo, la magia que desprendía. Especialmente para él.
Él era diferente cuando perteneció a aquel lugar.
Él había sido una fuerza de la Luz que protegía a Nyx contra cualquier cosa que la Oscuridad pudiese conjurar para intentar romper la balanza del equilibrio del mundo hacia el mal, el dolor, el egoísmo y la desesperación de los que se alimentaba.
Durante incontables siglos, Kalona había protegido a su Diosa contra todo excepto contra él mismo.
Era irónico que hubiese sido el amor lo que había usado la Oscuridad para derrotarlo.
Y aún más irónico era que, después de caer, la Luz hubiese usado también el amor para atraparlo. Se preguntó por un momento si el amor podría hacerle algo peor de lo que ya le había hecho. ¿Era siquiera capaz de amar aún?
Él no amaba a Neferet. La había utilizado para escapar de su prisión en la tierra y después ella, a cambio, lo había usado a él para sus propósitos.
¿Amaba a Zoey?
Él no quería ser la causa de la destrucción de Zoey, pero la culpa no era amor. El arrepentimiento tampoco era amor. Tampoco eran emociones lo suficientemente fuertes para hacerle querer sacrificar la libertad de su cuerpo a cambio de salvarla.
Moviéndose por el reino de la Diosa, el inmortal caído apartó de su cabeza todas las preguntas sobre el amor y sus dolorosas trampas y se concentró en su tarea.
El primer paso era encontrar a Zoey.
El segundo sería asegurarse de que ella no volvía al reino de la tierra a reclamar su cuerpo de nuevo. Así Kalona cumpliría con el juramento que le había hecho a Neferet.
Encontrar a Zoey no había sido difícil. Le bastó con concentrar su voluntad en ella para que su espíritu se subiera a la marea de la Oscuridad y lo llevara directamente hasta ella… hasta los pedazos fragmentados de su alma.
El humano que él aniquiló estaba allí con ella, o más bien estaba con la esencia de Zoey en esta vida.
Resultaba extraño verlo consolándola, tranquilizándola y, después, de alguna manera, por instinto, guiándola hacia la arboleda sagrada de la Diosa. Un lugar hecho de la pura esencia de Nyx en el que, mientras el equilibrio entre la Luz y de la Oscuridad se mantuviese en el mundo, ningún mal podría entrar.
Kalona recordaba bien la arboleda. Había sido en su interior cuando se había dado cuenta por primera vez de su amor por Nyx. En aquellos horribles momentos antes de elegir fallarle, aquel había sido el único lugar donde pudo encontrar al menos una mínima paz.
Intentó entrar de nuevo; seguir a Zoey y a Heath y acabar con la carga que las maquinaciones de Neferet habían echado sobre sus hombros, pero Kalona no había sido capaz de romper la barrera de la arboleda sagrada. El intento lo había dejado débil y sin aliento, recordándole demasiado bien lo que había sentido cuando estuvo atrapado por la tierra.
Esta vez el remanso de paz y de magia de la tierra de la Diosa lo había rechazado, y no encerrado.
La Oscuridad pesaba demasiado dentro de él como para que la arboleda de Nyx lo aceptase.
Kalona había medio esperado que la Diosa apareciese ante él en cualquier momento, acusándolo de ser el intruso que obviamente era… y, que de nuevo, lo expulsara de su reino.
Pero no apareció. Parecía que Neferet tenía razón: si Nyx hubiese desterrado su cuerpo y su alma, el mismo Erebo habría ido a su encuentro para cumplir los deseos de su Diosa y, haciendo uso de sus poderes de consorte divino, habría expulsado su espíritu del Otro Mundo.
Así que Kalona tenía esta libertad, esta maldita posibilidad que le otorgaba la Diosa para poder observar lo que más deseaba y nunca podría tener.
La ira, familiar y reconfortante, hirvió en el interior del inmortal.
Persiguió a Zoey y al chico. No le llevó mucho tiempo darse cuenta de que con solo forzarlos a quedarse en la arboleda, podría cumplir por fin su tarea.
Zoey se estaba desvaneciendo. Se convertía progresivamente en un inquieto caoinic shi’ y, como tal, jamás volvería a su cuerpo.
Pensar en Zoey convertida en un ser ni vivo ni muerto, eternamente condenado a no descansar, le causó a Kalona un curioso sentimiento de dolor.
¡Sentimientos de nuevo! ¿Es que nunca se iba a librar de ellos? Sí, tenía que haber una manera. Quizás Neferet tenía razón. Quizás era tan fácil como librarse de Zoey. Entonces se desembarazaría de la culpa, del deseo y de la pérdida que le recordaba.
Mientras lo pensaba, Kalona supo que no se libraría de ella si la dejaba allí y permitía que se convirtiera en un espectro, en una mera sombra de sí misma. Conocer su estado lo perseguiría durante toda la eternidad.
Kalona lo reconsideró mientras observaba desde fuera de la arboleda a Heath al lado de Zoey, intentando consolarla cuando el consuelo era imposible.
Sí que la ama, y ella a él. A Kalona le sorprendió no sentir ira o celos ante aquella idea. Era un simple hecho. Si la vida de Zoey no hubiese dado tal giro, ella podría haber llevado una vida inocente, mundana y feliz con ese humano.
Y con una claridad repentina, Kalona entendió cómo podía librase de Zoey y cumplir el juramento que le había hecho a Neferet.
Ella sería feliz aquí con el chico y su felicidad sería suficiente para aliviar la culpa que Kalona podría sentir por ser el impulsor de su muerte. Allí estaría bien, en la arboleda de Nyx, con su amor de la infancia, y Kalona volvería al reino terrenal libre de su deuda con ella. Sería bueno que se quedase, se justificó Kalona. Así nunca volvería a conocerlas preocupaciones y los dolores terrenales. Parecía una solución satisfactoria.
Kalona no se permitió pensar en cómo se sentiría al verse privado de la única persona que, en dos vidas, le había recordado a su Diosa pérdida y que le había hecho sentir de verdad.
En lugar de eso, se concentró en el chico. Heath era la clave. Había sido su muerte lo que había causado que el alma de Zoey se rompiera, y sentirse responsable de ello era lo que impedía que ella volviese a estar entera.
¡Estúpido humano! ¿No sabe que solo él puede mitigar su culpa y permitir la curación de su alma?
No, por supuesto que no. Era solo un chiquillo y no era muy intuitivo. Habría que ayudarle para que se diera cuenta.
Pero el chico estaba en la arboleda y a Kalona no se le permitía entrar allí. Por eso, Kalona la sobrevoló y se dedicó a observarlo. Y cuando el enfado del chico se convirtió en rabia y sangre, usó esas emociones básicas para susurrarle la solución, para guiarlo y enseñarle el camino.
Casi satisfecho, Kalona se retiró a un extremo de la arboleda a esperar. El chico ayudaría a Zoey a recomponer su alma, pero ella no lo iba a abandonar… no si él lograba que ella volviera a estar entera. Así que solo era cuestión de tiempo, muy poco, que su cuerpo terrenal pereciera sin su espíritu.
Entonces él podría volver a su propio cuerpo y su juramento a Neferet se habría cumplido. Entonces, pensó Kalona con gravedad, me aseguraré de que la tsi sgili nunca consiga controlarme.
Concentrado en aquellos razonamientos y en su engaño interno, el inmortal no vio a Stark entrando en la arboleda, así que no fue testigo de cómo el mundo de Zoey se volvía a poner patas arriba.
Stark
Stark observó a Heath pasar a través de la cortina de un reino al siguiente. Durante un momento, no fue capaz de moverse, ni siquiera para ir junto a Zoey.
Tenía razón: Heath era más valiente que él. Stark inclinó la cabeza.
—Quédate con Heath, Nyx, y ayúdalo de alguna manera a encontrar a Zoey de nuevo en esta vida. —Sonrió de medio lado—. Aunque eso sea una putada para mí más adelante.
Después Stark levantó la barbilla, se secó los ojos y abandonó la roca que lo escondía, caminando rápidamente y en silencio hacia Zoey.
Tenía una pinta aterradora, horrible. Su pelo enmarañado se elevaba por una extraña brisa que parecía susurrar mientras ella caminaba, como moviéndose al ritmo de un viento espectral. Justo antes de ver a Stark, levantó la mano para apartarlo un poco de su cara y él vio que la mano e incluso su brazo, parecían transparentes de repente.
Estaba desvaneciéndose, literalmente.
—Zoey, eh, soy yo.
El sonido de su voz fue como una descarga eléctrica para ella. Su cuerpo se agitó y Zoey se volvió rápidamente para mirarlo.
—¡Heath!
—No. Soy Stark. Yo… yo siento lo de Heath —le espetó, sintiéndose estúpido pero sin saber qué otra cosa decir.
—Se ha ido.
Miró inexpresivamente hacia el lugar donde había estado Heath antes de desaparecer y después retomó su caminata circular; apartando su angustiada mirada de Stark.
Él supo perfectamente en qué momento Zoey lo reconoció porque se tambaleó hasta pararse, abrazándose a sí misma, como protegiéndose de un golpe.
—¡Stark! —dijo sacudiendo la cabeza de un lado a otro—. No, ¡tú también no!
Él sabía lo que debía de estar pensando y corrió hasta ella, envolviendo su rígido y frío cuerpo entre sus brazos y sosteniéndola cerca.
—No estoy muerto —dijo lenta y cuidadosamente, mirándola a la cara—. ¿Lo entiendes, Zoey? Estoy aquí, pero mi cuerpo está bien. Está en el mundo real, con el tuyo. Ninguno de los dos está muerto.
Por un momento, ella casi sonrió. Incluso, brevemente, se dejó abrazar por completo y le permitió sujetarla.
—Te he echado tanto de menos… —murmuró. Después se separo y estudió su cara con cuidado—. Tú eres mi guerrero.
—Sí. Soy tu guerrero. Siempre seré tu guerrero.
Con un pequeño suspiro, ella empezó a recorrer su camino nuevamente.
—El siempre ya se ha acabado.
Él caminó con ella, inseguro de cómo podía llegar al interior de aquella extraña y fantasmagórica versión de su Zoey. Recordaba que Heath le había hablado prácticamente como solía hacerlo, así que, ignorando sus confusas palabras y el hecho de que no pudiese quedarse quieta, la cogió de la mano, actuando como si estuviesen solo caminando juntos por la arboleda.
—Este es un lugar bastante guay.
—Se supone que es un remanso de paz.
—Yo creo que lo es.
—No. Para mí no. Nada volverá a ser tranquilo para mí. Perdí esa parte de mí.
Él le apretó la mano.
—Por eso estoy yo aquí. Voy a protegerte para que puedas reunir los pedazos de tu alma y después nos iremos a casa.
Ella ni lo miró.
—No puedo. Vuelve sin mí. Yo tengo que quedarme y esperar a Heath.
—Zoey, Heath no va a volver. Avanzó, está en otra vida. Volverá a nacer. Volverá a estar en el mundo real.
—No puede. Está muerto.
—Vale, yo tampoco sé muy bien cómo funciona esto del Otro Mundo pero, por lo que puedo entender, Heath se fue para poder renacer y vivir otra vida.
Y así te encontrará de nuevo.
Z se detuvo, lo miró, inexpresiva, sacudió la cabeza y volvió a su interminable caminata.
Stark apretó fuertemente los labios para evitar decir lo que le estaba desgarrando por dentro: que ella se recobraría por lo mucho que amaba a Heath, pero no por él. Ella no lo amaba lo suficiente.
Stark sacudió la cabeza mentalmente. No se trataba solo de amor. Lo supo desde que Seoras se había encarado con él preguntándole si arriesgaría su vida por Zoey, aunque la perdiera. Me quedaré con ella, le había dicho Stark. Aye, muchacho, como su guerrero seguro, pero quizás no como su amante.
Quizás no como su amante.
Stark miró a Zoey y la vio realmente. Estaba completamente rota. Sus tatuajes habían desaparecido. Su espíritu estaba hecho trizas. Se estaba perdiendo a sí misma. Y aun así, pudo ver la bondad y la fortaleza en su interior. Stark seguía sintiéndose atraído por ella. Ya no era lo que había sido… no era lo que podría llegar a ser… pero incluso destrozada, ella era su As, su bann ri shi’, su reina.
Pero has de saber que no hay marcha atrás, pues esta es tanto la obligación como el destino del guardián: ser puro, sin rencor, sin malicia, sin prejuicios ni venganza. Con tu férrea fe en el honor como única recompensa. Sin promesas de amor, felicidad o lucro.
Stark era el guardián de Zoey, no importaba lo que pasase. Estaba vinculado a ella por algo más fuerte que el amor: el honor.
—Zoey, tienes que volver. Y no por ti y por Heath, ni por nosotros dos. Tienes que volver porque es lo correcto, lo que debes hacer.
—No puedo. No me queda suficiente de mí misma.
—Ahora tienes ayuda. Tu guardián está aquí.
Stark levantó la mano hasta sus labios y se la besó. Después sonrió al acordarse:
—Aphrodite me hizo memorizar un poema para ti. Es uno de los de Kramisha. Ella y Stevie Rae piensan que puede ser una especie de guía que quizás puedas utilizar para recomponerte.
—Aphrodite… Kramisha… Stevie Rae… —murmuró Zoey dudosa, como si estuviese aprendiendo las palabras de nuevo—. Son mis amigas.
—Sí, eso son.
Stark le apretó la mano de nuevo. Como parecía estar llegando a ella, continuó.
—A ver, escucha el poema. Ahí va:
Una espada de doble filo:
un lado destruye el otro libera.
Yo soy tu nudo gordiano.
¿Me liberarás o me destruirás?
Sigue la verdad y
me encontrarás en el agua.
Me purificarás a través del fuego,
nunca más atrapado por la tierra.
El aire te susurrará
lo que el espíritu ya sabe:
que, incluso destrozado,
todo es posible
si crees.
Entonces ambos seremos libres.
Cuando acabó de recitar el poema, Zoey se permaneció quieta el tiempo suficiente para mirarlo a los ojos.
—No significa nada.
Empezó a caminar de nuevo pero agarrándole la mano con fuerza, manteniéndolo cerca de ella.
—Sí que significa algo. Habla de ti y de Kalona. Él tiene algo que ver con que tú consigas salir de aquí. —Stark hizo una pausa—. Te acuerdas de que estáis unidos, ¿no?
—Ya no, ahora ya no —dijo ella rápidamente—. Rompió ese vínculo cuando le rompió el cuello a Heath.
Te aseguro que espero que sea así pensó Stark, aunque no dijo eso.
—Sí, aun así, parte del poema ya se ha hecho realidad. Tú seguiste lo que creías que era la verdad acerca de él para encontrarlo sobre el agua. El siguiente verso dice: «Me purificarás a través del fuego». ¿Qué crees que puede significar?
—¡No lo sé! —le gritó Zoey.
Aunque no había duda de que estaba enfadándose, Stark se alegró al ver en su cara, que hasta entonces estaba tan inexpresiva y muerta, algún tipo de expresión.
—Kalona no está aquí. El fuego no está aquí. ¡No lo sé!
La agarró fuerte de la mano y dejó que se calmara antes de seguir hablando.
—Kalona está aquí. Ha venido tras de ti. Pero no puede entrar en la arboleda. —A continuación, sin pensarlas racionalmente, las siguientes palabras le salieron del corazón y no de la cabeza—: Y el fuego me hizo venir a mí. O, al menos, algo que parecía fuego.
Zoey lo miró y, con voz despreocupada, dijo algo que cambió el curso de su vida:
—Entonces parece que el poema es sobre Kalona y tú, no se refiere a mi vínculo con Kalona.
Las palabras cayeron sobre Stark como una malla de acero.
—¿A qué te refieres con Kalona y yo?
—Tú fuiste conmigo a Venecia y también sabías lo monstruoso que es Kalona antes de que yo lo averiguara. El fuego te trajo hasta aquí. El resto probablemente signifique algo para ti si lo piensas de nuevo.
—Una espada de doble filo… —dijo Stark en voz baja.
El claymore era de doble filo. Y le había destrozado a la par que lo liberaba. Sí que sabía la verdad, sabía que Kalona resultaba peligroso cuando lo siguió con Zoey a Venecia… el dolor de fuego de los cortes de Seoras lo había traído hasta aquí, a un lugar que le recordaba a la tierra, aunque estaba en el Otro Mundo.
Y Zoey estaba aquí atrapada y necesitaba ser liberada. Y ahora tenía que seguir lo que su espíritu sabía del honor para acabar con todo esto.
—¡Oh, mierda! —dijo mirando a Zoey, en constante movimiento a su lado, mientras las piezas del rompecabezas encajaban por fin—. Tienes razón. El poema es para mí.
—Bien, entonces te muestra cómo ser libre —dijo Zoey.
—No, Z. Me muestra cómo liberarnos a los dos —dijo él—. A Kalona y a mí.
Sus ojos preocupados e inquietos lo miraron antes de apartar la vista rápidamente.
—¿Liberar a Kalona? No lo entiendo.
—Yo sí —dijo él con gravedad, recordando el golpe asesino que había liberado a su reflejo—. Hay un montón de maneras diferentes de ser libre.
Le tiró de la mano, haciendo que disminuyese el ritmo y lo mirara.
—Y yo creo en ti, Zoey. Aunque estés rota, mi juramento sigue en pie. Te protegeré y, mientras siga fiel al honor y no te falle nunca más, creo que todo es posible. De eso trata el ser un guardián: es una cuestión de honor.
Levantó su mano y la besó de nuevo antes de empezar a andar. No dejó que su caminata circular lo controlase. Esta vez Stark la llevó en línea recta, directamente hacia un lateral de la arboleda.
—No. No. No podemos ir por ahí —dijo Zoey.
—Por ahí es por donde tenemos que ir, Z. Todo va a ir bien. Yo confío en ti.
Stark siguió caminando hacia los puntos cada vez más brillantes de los arbustos que marcaban el límite de la arboleda.
—¿Confías en mí? No. Esto no tiene nada que ver con la confianza. Stark, no podemos dejar este lugar. Nunca. Hay cosas malas ahí fuera. Él está ahí fuera.
Ella tiraba de su mano con fuerza, intentado que cambiase de dirección.
—Zoey, te voy a decir unas cuantas cosas muy rápidamente y sé que tu mente está confusa ahora mismo, pero tienes que escucharme —dijo Stark casi arrastrando a Zoey con él, avanzando sin tregua, hacia el borde de la arboleda—. Yo ya no soy tu guerrero. Soy tu guardián. Y eso va a conllevar unos cuantos cambios tanto para ti como para mí. El mayor de ellos es que estoy unido a ti por el honor aún más de lo que lo estoy por el amor. Nunca te volveré a fallar. No sé decirte cuál va a ser tu cambio.
El final de la arboleda brilló ante ellos. Stark se detuvo y, siguiendo su instinto, se arrodilló ante su reina rota.
—Pero estoy seguro al cien por cien de que vas a estar a la altura. Zoey, tú eres mi As, mo bann ri, mi reina, y tienes que juntar tus pedazos o ninguno de los dos podremos salir de aquí.
—Stark, me estás asustando.
Él se levantó, le besó ambas manos y después la frente.
—Bueno, Z, pues no desconectes porque solo acabo de empezar —dijo mirándola con su vieja mueca arrogante—. No importa lo que pase, al menos he llegado hasta aquí. Si volvemos, ¡podremos refregarles a las estiradas del Alto Consejo de los vampiros un «ya os lo dijimos»!
Después apartó las hojas de dos serbales y traspasó la frontera rocosa de la arboleda.
Zoey se quedó dentro, pero sostuvo las ramas separadas para poder ver a Stark mientras se mecía hacia delante y hacia atrás, haciendo que las hojas susurraran como si fueran el murmullo de un público.
—¡Stark, vuelve!
—No puedo hacer eso, Z. Tengo que ocuparme de algo.
—¿De qué? ¡No lo entiendo!
—Voy a darle un par de patadas a un culo inmortal. Por ti, por mí y por Heath.
—¡Pero no puedes! No puedes vencer a Kalona.
—Seguramente tengas razón, Z. Yo no puedo. Pero tú sí.
Stark extendió los brazos hacia arriba y gritó al cielo de Nyx.
—¡Vamos, Kalona! ¡Sé que estás ahí! Ven a por mí. Es la única manera de asegurarte de que Zoey no vuelva, porque mientras yo esté vivo, ¡lucharé por ella!
El cielo sobre Stark se onduló y el azul prístino empezó a volverse grisáceo. Hilos de Oscuridad, como el humo de un fuego tóxico, se extendieron, se hicieron más densos y tomaron forma. Sus alas aparecieron primero. Inmensas, blancas y desplegadas, surgieron de entre la luz dorada del sol de la Diosa. Después se materializó el cuerpo de Kalona… más grande, más fuerte y más peligroso de lo que Stark recordaba.
Todavía flotando sobre Stark, Kalona sonrió.
—Ah, eres tú, chico. Te has sacrificado para seguirla hasta aquí. Mi trabajo se ha terminado. Tu muerte la atrapará aquí con mayor facilidad de lo que yo pudiera haber imaginado nunca.
—Te equivocas, imbécil. No estoy muerto. Estoy vivo y voy a seguir así. Y Zoey también.
Kalona entrecerró los ojos.
—Zoey no abandonará el Otro Mundo.
—Sí, bueno, yo estoy aquí para asegurarme de que vuelves a estar equivocado.
—¡Stark! ¡Vuelve aquí! —gritó Zoey desde el interior de la arboleda.
Kalona la miró. Pareció triste, como si tuviese el corazón roto cuando dijo:
—Habría sido más fácil para ella si hubieses permitido que el humano hiciese mi voluntad.
—Ese es el problema contigo, Kalona. Tienes esa especie de complejo de dios. O no, supongo que debería llamarlo complejo de diosa. Mira, que seas inmortal no te permite controlarlo todo. De hecho, en tu caso, parece que solo te ha permitido cometer un error tras otro.
Despacio, Kalona apartó la vista de Zoey para mirar a Stark. Los ojos color ámbar del inmortal se habían vuelto duros y fríos por la cólera que sentía.
—Te estás equivocando, niñato.
—Ya no soy ningún niñato —respondió Stark con el mismo tono que Kalona.
—Siempre vas a serlo para mí. Insignificante, débil y mortal.
—Tercera vez seguida que te equivocas. Ser mortal no significa ser débil. Baja hasta aquí y deja que te lo demuestre.
—Muy bien, chico. Que el dolor que esto le va a causar a Zoey permanezca en tu alma, no en la mía.
—¡Sí, porque no estaría nada bien que tú, por una vez, asumieses la jodida responsabilidad que te corresponde por todo lo que tú mismo has causado!
Tal como Stark pensó que pasaría, su burla hizo que la ira que se había ido formando en el interior de Kalona estallase.
—¡¿Te atreves a hablar de mi pasado?! —rugió.
El inmortal extendió un brazo y cogió una lanza de la Oscuridad que se retorcía en el aire. La punta estaba hecha de un metal que brillaba perversamente, negra como un cielo sin luna. Después Kalona descendió de los cielos.
En lugar de aterrizar delante de Stark, sus inmensas alas lo llevaron hacia abajo y hacia delante, ayudándole a cortar el suelo formando un círculo perfecto alrededor de Stark. La tierra tembló y después se desintegró. Como si el infierno se hubiese abierto a sus pies, Stark empezó a caer… y siguió cayendo…
Golpeó el fondo con tanta fuerza que perdió el aliento y la vista se le ensombreció. Luchó para ponerse en pie mientras oía la risa burlona a su alrededor.
—Eres solo un crío debilucho tratando de jugar conmigo. Esto no va a ser ni divertido —dijo Kalona.
Arrogante. Es más arrogante de lo que yo fui nunca.
Con el pensamiento de lo que había sido y de lo que ya había derrotado, el pecho de Stark se liberó y pudo respirar. La vista se le aclaró a tiempo de vislumbrar un destello de luz rasgar la Oscuridad que había entre él y Kalona. Su claymore de guardián estaba allí, clavado en la tierra, a sus pies.
Stark agarró la empuñadura y sintió instantáneamente la calidez y el pulso de sus latidos mientras el claymore, su claymore entonaba un cántico que seguía el ritmo de su sangre.
Miró a Kalona y vio la sorpresa en los ojos ámbar del inmortal.
—Ya te dije antes que ya no era ningún niñato.
Sin dudarlo, Stark avanzó, agarró el claymore con ambas manos, teniéndolo perfectamente centrado sobre las líneas de ataque geométricas que se fusionaban sobre el cuerpo de Kalona.