Heath
Zoey estaba empeorando. No era justo. ¿No había tenido suficiente ya? Y ahora tenía que lidiar con esto… lo de tener el alma rota; y se iba desvaneciendo, alejándose de él, de todo. Al principio fue poco a poco. Ahora ya era más parecido a un tremendo cataclismo en el que se le iban desprendiendo pedacitos poco a poco. Cuanto más se adentraban en el corazón de la arboleda, alejándose de los bordes de los árboles y de lo que probablemente era Kalona, que los acechaba desde fuera, con mayor rapidez cambiaba ella. No parecía haber nada que él pudiese hacer. No lo escuchaba. No podía razonar con ella. Ni siquiera podía estarse quieta. Literalmente.
La veía pasear inquieta delante de él. Aunque estaba casi corriendo por la orilla musgosa de un pequeño arroyo musical, no se movía lo suficientemente rápido para ella. Ella deambulaba delante de él, a veces susurrándole cosas al aire que la rodeaba, a veces llorando quedamente, pero siempre llena de desazón… siempre en movimiento.
Era como si pudiese ver cómo se iba evaporando.
Heath tenía que hacer algo. Se daba cuenta de que lo que le estaba pasando era porque su alma no estaba entera. Eso tenía sentido. Trató de razonarlo con ella, trató de hacer que llamara a los pedazos que se habían ido y de que regresaran a su cuerpo. No entendía mucho de todo eso del Otro Mundo, aunque cuanto más tiempo pasaba allí, más cosas parecía saber, seguramente porque estaba tan muerto como una piedra.
Jesús, seguía haciéndosele raro pensar que estaba muerto. No raro de miedo, raro de extraño porque no se sentía muerto. Se sentía como siempre… pero en otro lugar. Heath se rascó la cabeza. Maldita sea, era difícil de entender, pero lo que no era difícil de entender era que Zo no estaba muerta y, por lo tanto, en realidad no pertenecía a aquel lugar.
Heath suspiró. A veces él también sentía que tampoco él pertenecía a aquel lugar. Y no porque el sitio no fuese genial. Vale, sí, Zo estaba hecha una mierda y no podían salir de la arboleda sin que Kalona o quién coño fuera se les abalanzase encima y lo matase a él de nuevo. Si eso era posible. Aparte de eso, se podría estar bien allí.
Pero solo bien.
Era como si su espíritu buscase algo diferente… algo que no pudiese encontrar allí.
—Te moriste demasiado pronto. Eso es lo que te pasa.
Heath pegó un salto, sorprendido. Zoey estaba de pie delante de él, meciéndose hacia delante y hacia atrás, apoyándose en un pie y después en el otro, mirándolo con ojos que parecían angustiados y tristes.
—Zo, preciosa, me asustas cuando haces eso de aparecer de repente —dijo tratando de reírse—. Es como si tú, y no yo, fueses el fantasma.
—Lo siento… lo siento… —murmuró y empezó a caminar en círculos a su alrededor—. Es solo que me dijeron que no eras feliz aquí porque habías muerto demasiado pronto.
Heath se quedó en el sitio, pero giraba para verle cara mientras ella lo rodeaba.
—¿Quiénes?
Zoey movió la mano con un gesto vago, señalando la arboleda.
—Los que son un poco como yo.
Heath se acercó para caminar a su lado mientras ella continuaba con su incesante movimiento.
—Nena, ¿no te acuerdas de que hemos hablado de ellos? Son pedazos de ti. Por eso te sientes tan confusa ahora mismo. La próxima vez que te hablen, quiero que les pidas que vuelvan a tu interior. Eso te hará sentir mucho mejor.
Lo miró con ojos grandes y perdidos.
—No, no puedo.
—¿Por qué no, nena?
Zoey rompió a llorar.
—No puedo, Heath. Hace tiempo que no están. No puedo reunir los pedazos de mi alma. No puedo recordar cosas… no puedo concentrarme… Lo único que sé seguro es que me merezco esto.
—¡Tú no te mereces esto! —dijo Heath acercándose a Zoey.
Estaba a punto de levantar las manos para colocárselas firmemente sobre los hombros y hacer así que lo escuchara, de una vez por todas, cuando una cinta dorada captó su atención y la apartó de ella por un momento.
Un momento era todo lo que la angustiada Zoey necesitaba.
—¡Tengo que irme! —dijo con un grito amargo—. Tengo que seguir, Heath. Parece que eso es lo único que puedo hacer.
Y antes de que pudiera detenerla, se alejó de él con un movimiento extraño, casi flotando, transportando su cuerpo como una pluma en un viento fuerte, mientras se adentraba en la arboleda.
Empezó a seguir a Zoey. Tenía que hacer que lo escuchase. Tenía que ayudarla. Después acabó por titubear, disminuyendo el ritmo hasta quedarse inmóvil. El problema era que él no sabía cómo ayudarla.
—¡No sé qué hacer! —gritó, golpeando con el puño uno de los árboles cubiertos de musgo de la arboleda—. ¡No sé qué hacer!
Heath siguió golpeando el árbol, ignorando el dolor de su mano.
—¡¡No… sé… qué… cojones… hacer!!
Marcó cada palabra con un puñetazo hasta que se le abrieron los nudillos y el olor de su sangre se extendió a su alrededor.
Fue entonces cuando una sombra cubrió el sol. Se limpió su dolorida mano con el musgo y miró hacia arriba.
Oscuridad. Alas. Ocultando la luz de la Diosa.
Con el corazón saliéndosele del pecho, Heath se agazapó y apretó los puños, a la defensiva. Pero el ataque no llegó.
Lo que llegó en su lugar fue una revelación en forma de pensamientos susurrados que parecían filtrarse desde las sombras de arriba y sumergirse a través del aroma de su sangre en sus venas.
Ella podría quedarse aquí contigo, para siempre, pero tiene que estar entera.
Heath parpadeó, sorprendido.
—¿Eh? ¿Quién eres?
¡Usa tu mente, mortal insignificante!
—Sí, vale —dijo Heath, entrecerrando los ojos para mirar las sombras que se cernían sobre él.
¿Era Kalona? No alcanzaba a ver bien a esa cosa.
Debes hacer que reúna los pedazos de su alma y así podrá descansar aquí, en la arboleda sagrada, contigo.
—Eso lo entiendo. Lo que no sé es cómo conseguir que lo haga. Si es que eso tiene sentido.
La respuesta está en tu vínculo con ella.
—En mi vínculo con ella, pero no sé…
Y entonces Heath se dio cuenta de que sí que sabía cómo usar su vínculo. Lo único que tenía que hacer era conseguir que Zo lo escuchase y eso siempre lo había logrado, incluso cuando se comportaba como un gilipollas y bebía y la montaba en la escuela y ella había tratado de romper con él. Él siempre fue capaz de volverlos a unir, de mantenerlos juntos.
Entonces Heath sonrió. ¡Eso era! Olvidándose de la Oscuridad alada, corrió hacia Zoey. La luz de la Diosa, sin más impedimentos, volvió a brillar en la arboleda. Su vínculo era la clave. Se trataba de ellos, de los dos juntos, eso siempre había funcionado, sin importar nada más de sus vidas. El vínculo seguía existiendo allí. Había traído a Zo a su lado, incluso después de su muerte. Eso era lo que iba a utilizar. En cuanto Zo supiese que a él le parecía genial estar lo que llegase después, juntos… para siempre. Demonios, no podía ser tan difícil. No había duda de que su Zo podría darle una paliza a cualquiera.
Con una nueva determinación, Heath corrió detrás de Zoey, aunque se paró de golpe cuando oyó un susurro.
—¡Heath!
—¿Qué demonios…?
—¡Aquí atrás!
Heath se volvió hacia donde la cinta dorada se había enganchado en las ramas de un serbal. Parpadeó asombrado cuando un conocido salió de detrás de un árbol.
—¿Stark? ¿Qué de…? —preguntó Heath caminando hasta el árbol—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Sin embargo, no le dio oportunidad a Stark para que contestara.
—¡Ah, mierda! ¿Tú también estás muerto? ¡Zo no va a poder superar esto!
—Baja el maldito tono. No, no estoy muerto. He venido a proteger a Zoey para que pueda volver a su cuerpo, adonde pertenece. —Stark hizo una pausa antes de continuar—. Tú sabes que estás muerto, ¿no?
—Colega, ¿en serio? ¿Estoy muerto? —dijo Heath sarcásticamente—. Menos mal que estás tú aquí para iluminarme. No sé qué demonios haría sin ti.
—Bueno, y a ver esto: ¿sabes que el alma de Zoey está rota?
Antes de que Heath pudiese decir nada, ambos vieron a Zoey, y Stark se volvió a meter detrás del árbol, escondiéndose en su sombra. Heath se movió rápidamente para interceptarla e impedir así que pudiese ver a su guerrero.
—No has venido detrás de mí. Tú siempre vienes, siempre me sigues.
Su cuerpo se meció hacia delante y hacia atrás mientras trataba de permanecer quieta en un solo lugar.
—Ya voy, Zo. Ya sabes que no te voy a dejar nunca. Solo que ahora tú eres más rápida que yo.
—¿Entonces no me vas a dejar?
Heath le tocó la mejilla, odiando lo débil e insegura que parecía, lo lejana de su Zoey que estaba.
—No. No te voy a dejar. Sigue corriendo. Te alcanzaré.
Vio que dudaba y parecía claro que iba a empezar a trazar ese maníaco círculo de nuevo a su alrededor. Eso la acercaría demasiado al escondite de Stark.
—Eh, quizás te sentirías mejor si te movieses realmente rápido. ¿Por qué no tratas de correr, o flotar, o lo que sea durante un rato y después vuelves? Si te parece bien, yo esperaré aquí un ratito. Necesito descansar un poco.
—Lo siento… lo siento… Olvidé que tú necesitas descansar… lo olvidé…
Empezó a alejarse flotando y Heath le gritó a sus espaldas.
—¡Pero no te vayas muy lejos! Y no te olvides de moverte en círculos y volver aquí.
—No lo olvidaré… no puedo olvidarte —dijo ella.
Sin mirarlo, desapareció entre las sombras.
Stark salió de detrás del árbol. Su voz estaba ronca por la sorpresa.
—¡Oh, mierda! Es bastante peor de lo que pensaba.
Heath asintió con gravedad.
—Sí. Lo sé. Eso de tener el alma rota la tiene totalmente confundida. No puede descansar, así que no puede pensar y eso le va a causar algo realmente terrible…
—El Alto Consejo dijo que esto ocurriría —dijo Stark todavía mirando hacia el lugar por donde se había marchado Zoey—. Se está transformando en una caoinic shi’. No está ni muerta ni viva y está aquí, en el reino de los espíritus, sin su propia alma. Por eso está así. Y va a empeorar. Nunca podrá descansar… jamás.
—Entonces tenemos que hacer que se recomponga. Creo que yo podría hacerlo. Colega, no quiero ser borde, pero no es algo en lo que tú puedas ayudarnos. Si quieres echarme una mano, sal de aquí y dale una paliza a esa cosa chunga que nos tiene atrapados aquí dentro. Tú te ocupas de eso. Yo me ocupo de Zo.
Heath empezó a caminar, siguiendo a Zoey, pero las palabras de Stark hicieron que frenase en seco.
—Sí, puedes conseguir que su espíritu esté completo de nuevo diciéndole que te vas a quedar aquí con ella… Pero si haces eso, fastidiarás todo lo que Zoey ama en el mundo real.
Heath se giró para mirar a Stark.
—No está bien que digas esas cosas. Déjala ir, colega. Sé que la quieres y todo eso, pero en serio, solo la conoces desde hace un tiempo. Yo llevo años con ella. Entiendo que la eches de menos, pero ella estará bien aquí conmigo… será feliz.
—No es una cuestión de amor. Se trata de hacer lo correcto. Te doy mi palabra de guardián de que te estoy diciendo la verdad. Si Zoey no vuelve a su cuerpo, el mundo tal y como ella lo conocía, como tú lo conocías, será destruido.
—¿De qué va eso del guardián?
Stark respiró profundamente.
—Tiene que ver con el honor.
Algo en la voz de Stark hizo que Heath lo mirara con nuevos ojos. El guerrero había cambiado. De alguna manera parecía más alto, más viejo… diferente a su arrogante yo normal. Parecía triste. Muy triste.
—Me estás diciendo la verdad.
Stark asintió.
—Aphrodite tuvo una visión. Lo que vio es que tú consigues que Zoey reúna los pedazos de su espíritu. Lo consigues prometiéndole que vas a quedarte con ella. Entonces ella no se convierte en una caoinic shi’. Vuelve a ser ella misma. Y se queda aquí contigo… para siempre. Pero sin Zoey, no habrá forma de detener a Neferet y a Kalona.
—Y dominarán el mundo —acabó Heath por él.
—Y dominarán el mundo —confirmó Stark.
Heath lo miró a los ojos.
—Tengo que dejar a Zoey.
—No estará sola —le dijo Stark—. Yo soy su guerrero, su guardián. Te juro que me aseguraré de que esté siempre a salvo.
Heath asintió, apartando los ojos de Stark, tratando controlar sus emociones. Quería correr… encontrar a Zo y asegurarse de que se quedaría con él, aquí o en cualquier lugar, para siempre. Pero cuando volvió a mirar a Stark, supo la verdad absoluta: Zoey odiaría que destruyesen a sus amigos. Odiaría eso más de lo que lo amaba a él, más de lo que amaba a nadie. Así que si él la amaba de verdad, tendría que renunciar a ella.
Aunque se sentía como si fuese a vomitar, Heath se alegró de que su voz sonase tranquila y normal.
—¿Cómo vas a hacer que reúna su alma después de que yo me vaya?
—¿No puedes decirle que te vas a quedar, recomponerla y después irte?
Heath soltó una carcajada.
—Colega, no voy a ser muy duro contigo porque eso de no estar muerto parece que te hace un poco ignorante sobre estas cosas del espíritu, pero has de saber que no existe ninguna manera de conseguir que Zo reúna todos los pedazos de su alma contándole una mentira. Venga, vamos, si ni siquiera suena bien.
—Sí, vale. Supongo que tienes razón —dijo Stark pasándose la mano por el pelo—. Entonces no sé cómo voy a hacerlo, pero lo haré. Tengo que hacerlo. Si tú eres lo suficientemente hombre como para dejarla, yo soy lo suficientemente hombre como para averiguar cómo salvarla.
—Bueno, recuerda esto: a Zo no le gusta ese rollo de que nadie la vaya rescatando. Le gusta cuidar de sí misma. Normalmente tienes que apartarte y dejar que haga lo que tenga que hacer.
Stark asintió solemnemente.
—Lo recordaré.
—Vale, de acuerdo. Vamos junto a ella.
Los dos echaron a caminar hacia la parte de la arboleda donde habían visto a Zoey por última vez.
—Me mantendré alejado mientras te despides. No voy a dejar que me vea hasta que te vayas —dijo Stark.
Heath no confiaba en su voz, así que solo asintió.
—Háblame de esa otra cosa que decías… de eso que os tiene atrapados aquí.
Heath se aclaró la garganta.
—Al principio pensé que era Kalona, pero hoy me paso algo raro que me hace pensar que probablemente no sea él. Me refiero a que lo que sea que hay ahí afuera me estaba ayudando a encontrar la manera de salvar a Zoey.
—Pero quedándoos aquí, ¿no?
—Sí, justo. Esa era un poco la idea general.
—Así que Kalona te ha contado cómo asegurarte de que Zoey no abandona el Otro Mundo… de que no vuelve a su cuerpo —dijo Stark—. Y eso es exactamente lo que se le ha encargado que haga.
—Y casi lo consigue hoy utilizándome. Será hijo de puta. ¡Como si no le bastase con haberme matado! —Heath miró a Stark—. ¿Por eso estás tú aquí? O sea, sé que me tenías que decir que debía avanzar, pero básicamente estás aquí para luchar contra Kalona para que Zoey pueda volver de verdad contigo a casa.
—Sí, cada vez comprendo mejor que es por eso para lo que estoy aquí.
Heath soltó otra carcajada.
—Buena suerte con tu enfrentamiento contra un inmortal, colega.
—Ya lo he pensado, y en realidad lo único que tengo que hacer es mantenerlo alejado de Z el tiempo suficiente para que vuelva a ser ella. Después podrá salir de aquí y regresar a su cuerpo, donde Kalona no puede hacerle daño… al menos por ahora.
—No. Siento fastidiarte el plan, pero si eso fuese así, Zo no te necesitaría para protegerla.
Stark lo miró, interrogante.
—Esto funciona así: Zo está a salvo en la arboleda —dijo Heath señalando la vegetación que los rodeaba—. Esas cosas chungas no pueden entrar aquí. Hay algo especial en este lugar. Es como si toda la magia de la tierra proviniese de esta arboleda. Es una especie de oasis, un lugar lleno de una completa paz. ¿No puedes sentirlo?
—Sí, oasis es un buen nombre —dijo Stark—. Y también siento esa paz. Desde el principio. Por eso sabía que se quedaría aquí contigo.
—Sí, lo habría hecho. Por eso te necesita. Porque mientras esté a salvo aquí, no volverá al mundo real. Por eso, de nuevo, te deseo buena suerte protegiéndola de Kalona. Ese pedazo de mierda acabó conmigo. Espero que tú lo hagas mejor que yo. Y si lo haces, dale fuerte por mí… y también por Zoey.
—Lo haré. Eh, Heath, quiero que sepas algo —dijo Stark—. Yo no sería lo suficientemente valiente para hacer lo que tú estás haciendo. Yo no sería capaz de dejarla.
Heath lo miró y se encogió de hombros.
—Sí, bueno, yo la amo más que tú.
—Pero estás haciendo lo correcto. Lo honorable.
—¿Sabes? Desde mi posición ahora mismo, el honor me importa una mierda.
Caminaron en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, mientras seguían a Zoey. Las palabras de Heath se repetían en la cabeza de Stark, una y otra vez: «El amor es lo que funciona entre Zo y yo. Siempre lo ha hecho, y siempre lo hará», hasta que de repente lo entendió, sorprendido. Lo tenía. No le iba a facilitar lo que tenía que hacer, pero lo haría más soportable.
La encontraron en un pequeño claro, dentro de la arboleda. Caminaba incesantemente dando vueltas alrededor de un árbol perenne magnífico, pero que estaba un poco fuera de lugar entre los serbales, los espinos y el musgo. El aroma del árbol llenaba el lugar. Se acercaron sigilosamente, tratando de mantener algún arbusto entre ellos y la línea de visión de Zoey. Cuando Stark asintió y señaló un grupo de rocas cubiertas de musgo del tamaño de un hombre que estaban lo suficientemente cerca de Zoey, pero aun así a cubierto, Heath se detuvo a su lado y respiró profundamente, saboreando el aire.
—Esto es raro —dijo Heath en voz queda, para que ella no lo escuchase—. Me pregunto qué está haciendo aquí un cedro.
—¿Cedro? ¿Es eso lo que es? —dijo Stark.
—Sí. Hay uno enorme entre la vieja casa de Zo y la mía que es casi exactamente igual a este… y huele de la misma forma, también.
—Es lo que la abuela de Zoey dijo que quemáramos mientras yo estaba aquí, en el Otro Mundo. Aphrodite trajo una bolsa enorme. Lo encendieron antes de que saliese de mi cuerpo. —Miró a Heath—. El árbol es una buena señal. Significa que estamos en el camino correcto.
Heath miró durante un rato largo a los ojos de Stark antes de hablar.
—Espero que sea una buena señal, pero que sepas que eso no me lo va a hacer más fácil.
—Sí, lo entiendo.
—¿Sí? Porque estoy preparándome para dejarte a la única mujer que he amado nunca, aunque me necesite terriblemente.
—¿Qué quieres que te diga, Heath? ¿Que desearía que no tuviese que ser así? Ojalá. ¿Que desearía que no estuvieses muerto y que el alma de Zoey no estuviese rota y que así mi mayor preocupación serían mis celos y ese gilipollas de Erik? Ojalá.
—No estés celoso de Erik. Zo nunca duraría mucho con un chico que es un mamón posesivo. No dejes que te pongan nervioso los tíos de esa clase.
—Si consigo llevarla de vuelta a su cuerpo, entera, nunca más me voy a preocupar por ningún otro tío —dijo Stark.
—Cuando —dijo Heath solemnemente.
Stark frunció el ceño. Heath suspiró y se lo explicó:
—Cuando la lleves de vuelta, no «si». No voy a dejarla si no estás seguro de lo que estás haciendo.
Stark asintió.
—Vale, tienes razón. Cuando la lleve de vuelta. Estoy seguro de que estoy haciendo lo correcto… de que lo estamos haciendo. Solo que sea como sea, esto le va a hacer daño a Zoey.
—Sí, lo sé —dijo Heath señalando después con la barbilla a Zoey—. Pero nada puede ser peor que lo que le está pasando ahora mismo.
Heath inclinó la cabeza un momento y después se golpeó los hombros, como si se golpeara las hombreras de su uniforme de rugbi. Movió los brazos, respiró profundamente y después levantó la vista para mirar a Stark por última vez.
—Asegúrate de que sabe que no quiero que se quede aquí llorando y moqueando, asustada por mí. Recuérdale de mi parte que no está nada guapa cuando lo hace.
—Lo haré.
—Oh, a propósito… Deberías irte acostumbrado a llevar pañuelos de papel en los bolsillos, porque no exagero: cuando Zo moquea, es asqueroso.
—Vale, sí, lo haré.
Heath le dio la mano a Stark.
—Cuídala por mí.
Stark le agarró del antebrazo.
—De guerrero a guerrero, te doy mi juramento.
—Bien, porque te recordaré tu juramento la próxima vez que te vea.
Heath soltó el brazo de Stark, respiró profundamente de nuevo y salió de su escondite. Trató de no pensar en lo que estaba a punto de suceder.
Para no hacerlo, miró a Zoey y pudo ver a través de la especie de sombra en la que se estaba convirtiendo y pensó en la niña a la que amaba desde que era un crío. Podía hasta ver el flequillo trasquilado que se había dejado en cuarto. Sonrió, pensando en lo marimacho que era en primaria, con las rodillas machacadas y llenas de costras que no desaparecían en meses. Después llegó el verano antes de su primer año de instituto, cuando él se había ido de vacaciones con su familia durante un mes y la había dejado siendo una niña desgarbada y torpe, solo para volver y descubrir que se había convertido en una joven diosa. En su joven diosa.
—Eh, Zo —dijo cuando la alcanzó y se enganchó al paso de su interminable caminata circular.
—¡Heath! Ya me estaba preguntando dónde estabas. Yo, eh, me paré aquí para que pudieses alcanzarme. Te he echado de menos.
—Eres rápida Zo. Te alcancé en cuanto pude. —La cogió del brazo y notó su piel aterradoramente fría—. ¿Qué tal estás, nena?
—No lo sé. Me siento un poco rara. Mareada pero pesada a la vez. ¿Sabes lo que me está pasando Heath?
—Sí, nena, lo sé.
Dejo de caminar, pero continuó con su brazo enganchado a ella, forzándola a pararse también.
—Tu alma está rota, Zo. Estamos en el Otro Mundo, ¿te acuerdas?
Sus grandes ojos oscuros lo miraron y por un momento pareció ser la de siempre.
—Sí, ahora me acuerdo… ¡y eso es caca de la vaca!
Sus lágrimas hicieron que la imagen de ella se diluyera, pero parpadeó con fuerza y sonrió.
—Tienes toda la razón, pero sé cómo arreglarlo.
—¿Sí? Genial, pero… eh… ¿no puedes arreglarlo mientras caminamos? Porque esto de estar quieta no va ahora conmigo.
En lugar de dejarla ir, Heath le puso las manos firmemente sobre los hombros y la obligó a quedarse allí y a mirarlo a los ojos.
—Tienes que reunir los pedazos de tu alma y después volver a tu cuerpo, en el mundo real. Tienes que hacerlo por tus amigos, por Stark, por tu abuela. Zo, tienes que hacerlo incluso por mí.
El cuerpo de Zoey se retorció, pero Heath notó que hacía un esfuerzo por mantenerse quieta.
—No sin ti, Heath. No quiero volver al mundo real sin ti.
—Lo sé, nena —le dijo suavemente—. Pero a veces hay que hacer cosas que no nos gustan, como me pasa a mí ahora mismo… No quiero dejarte, pero es hora de que avance.
Sus ojos se abrieron y sus manos cubrieron las de Heath, que le agarraban los hombros.
—¡No puedes dejarme, Heath! Me moriré si me dejas.
—No, nena. Todo lo contrario. Te recompondrás y vivirás.
—¡No, no, no! No puedes dejarme. —Zoey empezó a llorar—. ¡No puedo estar aquí sin ti!
—Eso es lo que estoy intentado que entiendas, Zo. Si yo no estoy aquí, volverás adonde perteneces y dejarás de ser esta cosa patética y fantasmal en la que te estás convirtiendo.
—Vale, no. No. Me recompondré. Pero quédate. Quédate conmigo. Estaré bien, ya lo verás. Te lo prometo, Heath.
Él sabía que ella diría algo así, así que tenía la respuesta preparada. Pero eso no impedía que su corazón se fuese desgarrando mientras hablaba.
—No solo se trata de ti, Zo. También se trata de lo que es bueno para mí. Es hora de que me vaya a otro reino.
—¿De qué estás hablando? Heath, no lo entiendo —sollozó.
—Ya sé que no, nena. Yo tampoco lo entiendo muy bien, pero puedo sentirlo —le dijo con sinceridad.
Mientras hablaba, las palabras adecuadas llegaron hasta él y, cuando lo hicieron, la paz lo invadió, aliviando el dolor de su corazón y haciéndole ver, más allá de cualquier duda, que estaba haciendo lo correcto.
—Tenías razón en eso de que perdí la vida demasiado pronto. Quiero mí vida, Zo. Quiero mi oportunidad.
—Yo… yo lo siento, Heath. Es culpa mía y yo no puedo devolvértela.
—Nadie puede, Zo. Pero puedo tener otra oportunidad de vivir. Pero no si me quedo aquí contigo. Si me quedo aquí, yo nunca habré vivido, y tú tampoco.
Zoey había parado de sollozar, pero las lágrimas seguían rebosando sus ojos, resbalando por sus mejillas y cayendo desde su cara como si estuviese al aire libre en un lluvioso día de verano.
—No puedo. No puedo continuar sin ti.
Heath la sacudió con suavidad y se obligó a sonreír.
—Sí, sí que puedes. Si yo puedo hacerlo, tú también. Porque ya sabes que tú eres más inteligente y más fuerte que yo, Zo. Siempre lo has sido.
—No, Heath —susurró Zoey.
—Quiero que recuerdes algo, Zo. Es importante y tendrá más sentido cuando vuelvas a ser tú. Voy a irme de aquí y tendré otra oportunidad de vivir. Tú vas a ser una importante y famosa alta sacerdotisa. Eso significa que vas a durar como tropecientos años. Te encontraré de nuevo. Aunque tarde en hacerlo cien de esos años. Te lo prometo, Zoey Redbird, volveremos a estar juntos.
Heath la abrazó y la besó, intentando transmitirle que su amor era eterno. Cuando se obligó por fin a soltarla, pensó que podía ver comprensión en su mirada angustiada y sorprendida.
—Te amaré para siempre, Zo.
Después Heath se giró y se alejó de su amor verdadero. El aire se abrió como una cortina delante de él y pasó de un reino a otro, desapareciendo por completo.
Completamente rota, Zoey se tambaleó hacia atrás hasta llegar al cedro. En silencio, como un cadáver, con las lágrimas cayéndole sin parar de la cara, empezó a caminar de nuevo en círculos.