25

Aphrodite

—Sí, la luz está encendida, pero está claro que no hay nadie en casa.

Aphrodite movió la mano delante de los ojos abiertos pero ciegos de Stark. Después tuvo que apartarse del camino de Seoras que, ignorando que había estado a punto de cortarla a ella también, infligió otra herida en el lateral ya ensangrentado de Stark.

—Ya parece un montón de carne picada. ¿Tienes que seguir con esto? —le preguntó Aphrodite al guardián.

No existía ni rastro de cariño entre ella y Stark, pero eso no quería decir que disfrutase viendo cómo lo cortaban en pedacitos.

Seoras pareció no oírla. Estaba completamente concentrado en el cuerpo que yacía ante él.

—Están vinculados por esta búsqueda —dijo Sgiach, que había dejado su trono para ponerse al lado de Aphrodite.

—Pero tu guardián está consciente y presente en su cuerpo —dijo Darius, estudiando a Seoras.

—Sí. Su consciencia está aquí. Pero también está tan conectado al chico que puede oír sus latidos, sentir su respiración. Seoras sabe exactamente lo cerca que está Stark de la muerte física. Es en esa cúspide entre la vida y la muerte donde debe mantenerlo mi guardián. Si se inclina mucho hacia un lado, su alma volverá a su cuerpo y se despertará; si va hacia el otro, su alma nunca jamás regresará.

—¿Cómo sabrá cuándo debe acabar con esto? —le preguntó Aphrodite, estremeciéndose involuntariamente mientras el estilete de Stark rasgaba de nuevo la carne de Stark.

—Stark se despertará… o morirá. Sea como sea, dependerá de Stark y no de mi guardián. Lo que está haciendo Seoras ahora le permite al chico tomar sus propias decisiones —dijo Sgiach hablándole a Aphrodite, pero sin que sus ojos abandonaran a Seoras—. Tú deberías hacer lo mismo.

—¿Herirlo?

Aphrodite frunció el ceño mirando a la reina. Ella sonrió, pero siguió observando al guardián.

—Has dicho que eras una profetisa de Nyx, ¿no?

—Soy su profetisa.

—Entonces deberías pensar en ejercer tu don para ayudar tú también al chico.

—Lo haría si tuviese una maldita pista de cómo hacerlo.

—Aphrodite, quizás deberías… —empezó Darius, tomando a Aphrodite del brazo y alejándola de Sgiach, obviamente preocupado porque Aphrodite se hubiese pasado de la raya con la reina.

—No, guerrero. No hace falta que la apartes. Una cosa que aprenderás al estar unido a una mujer fuerte es que a menudo sus palabras la van a meter en problemas de los que no la vas a poder sacar. Pero son sus propias palabras y, por tanto, tienen sus propias consecuencias —dijo Sgiach mirando por fin a Aphrodite—. Usa parte de esa fuerza que hace que tus palabras sean como dagas y busca tus propias respuestas. Una profetisa de verdad recibe muy poca guía en este mundo, aparte de su don; pero la fuerza, suavizada por la sabiduría y la paciencia, debe enseñarte cómo usarlo correctamente.

La reina levantó una mano e hizo un gesto elegante hacia uno de los vampiros en las sombras.

—Muestra a la profetisa y a su guardián su habitación. Dales privacidad y algo de comer.

Sin más palabras, Sgiach volvió a su trono, con su mirada fija únicamente en su guardián.

Aphrodite apretó los labios con fuerza y siguió al gigante pelirrojo cuyos tatuajes eran una serie de enrevesadas espirales que parecían estar hechas de minúsculos puntos de color zafiro. Desandaron el camino hasta la escalera doble y después subieron hasta un pasillo cuyas paredes estaban decoradas con espadas ricamente adornadas con joyas que brillaban a la luz de las antorchas. Una escalera sencilla más pequeña los llevó finalmente hasta una puerta de madera arqueada que el guerrero abrió, haciendo un gesto para que entraran en la habitación.

—¿Te asegurarás de que alguien venga a buscarme si Stark sufre algún cambio? —le preguntó Aphrodite antes de que cerrase la puerta.

Aye —dijo el guerrero con una voz sorprendentemente dulce antes de dejarlos solos.

Aphrodite se volvió hacia Darius.

—¿Tú crees que mi boca me mete en líos?

Su guerrero levantó las cejas.

—Por supuesto que sí.

Ella frunció el ceño.

—Vale, mira, no estoy bromeando.

—Ni yo.

—¿Por qué? ¿Porque digo lo que pienso?

—No, belleza, porque usas tus palabras como si fuesen dagas, y una daga desenfundada a menudo causa problemas.

Ella resopló y se sentó en la enorme cama con dosel.

—Si sueno como si mi lengua fuese una daga, ¿entonces por qué te gusto?

Darius se sentó a su lado y la cogió de la mano.

—¿Te has olvidado de que la daga arrojadiza es mi arma favorita?

Aphrodite lo miró a los ojos, sintiéndose vulnerable de repente, a pesar de su tono dulce.

—En serio. Soy una cabrona. No debería gustarte. No creo que le guste a la mayoría de la gente.

—Le gustas a la gente que te conoce. Les gusta tu yo verdadero. Y lo que yo siento por ti sobrepasa el concepto de gustar. Te amo, Aphrodite. Amo tu fuerza, tu sentido del humor, la profunda preocupación que muestras por tus amigos. Y amo lo que se rompió en tu interior y que está todavía empezando a curarse.

Aphrodite siguió mirándolo a los ojos, aunque parpadeaba para contener las lágrimas.

—Todo eso me hace ser una terrible cabrona.

—Todo eso te hace ser lo que eres —dijo levantándole la mano hasta sus labios y besándosela suavemente—. Y eso te hace también lo suficientemente fuerte para averiguar cómo ayudar a Stark.

—¡Pero no sé cómo!

—Usaste tu don para sentir la ausencia de Zoey, igual que la de Kalona. ¿No puedes usar el mismo camino que seguiste en esas ocasiones para sentir ahora a Stark?

—Lo único que hice con ellos fue sentir si sus almas estaban dentro de sus cuerpos o no. Ya sabemos que Stark se ha ido.

—Entonces no hará falta que lo toques como hiciste en los otros casos.

Aphrodite suspiró.

—El mismo camino, ¿eh?

—Sí.

Ella levantó la vista, apretándole la mano con más fuerza.

—¿De verdad crees que puedo hacerlo?

—Creo que hay poco que tú no puedas hacer cuando te lo propones, belleza.

Aphrodite asintió y le volvió a apretar la mano antes de soltársela. Bajó la cremallera de sus botas de tacón de cuero negro y se dejó caer en la cama, recostándose sobre el montículo de almohadas de plumón.

—¿Me protegerás mientras esté fuera? —le preguntó a su guerrero.

—Siempre —dijo Darius.

Él se colocó de pie al lado de la cama, recordándole a Aphrodite la manera en que Seoras se posicionaba al lado del trono de su reina. Ella extrajo fuerza de la certidumbre de saber que su corazón y su cuerpo siempre estarían a salvo con Darius, luego cerró los ojos y deseó relajarse. Después respiró tres veces profundamente, purificándose, y se concentró en su diosa.

Nyx, soy yo. Aphrodite. Tu profetisa. Casi añadió un «al menos es así como todo el mundo me llama», pero consiguió evitarlo. Respiró profundamente y continuó: Solicito tu ayuda. Ya sabes que no sé muy bien cómo funciona esto de ser profetisa, así que no te sorprenderá oír que no sé cómo usar el don que me has dado para ayudar a Stark… pero él necesita mi ayuda. Al chico lo están fileteando en un mundo y anda por ahí revoloteando, tratando de usar poesías y palabras confusas de un viejo para ayudar a Z, en el Otro Mundo. Entre nosotras; yo a veces pienso que Stark es más una mezcla de músculo y buen pelo, eso hay que reconocerlo, que un cerebrito. Está claro que necesita ayuda y, por el bien de Zoey, yo querría dársela. Así que, por favor, Nyx, muéstrame cómo hacerlo.

Entrégate a mí, hija.

La voz de Nyx en su cabeza fue como el aleteo de una cortina de seda diáfana, transparente, etérea e increíblemente bella.

¡Sí!, respondió Aphrodite instantáneamente. Se abrió de corazón, alma y mente a su Diosa.

Y de repente ella era la brisa deslizándose por la delicada línea de la voz de Nyx, elevándose y alejándose.

Contempla mi reino.

El espíritu de Aphrodite voló sobre el Otro Mundo de Nyx. Era indescriptiblemente encantador, con infinitas variaciones de verde, flores brillantes que ondeaban como al son de la música y lagos resplandecientes.

Aphrodite pensó que había visto caballos salvajes y destellos multicolores de pavos reales volando.

Y por todo el reino, los espíritus entraban y salían de su campo de visión bailando, riendo y amando.

¿Aquí es donde venimos cuando morimos?, preguntó Aphrodite, fascinada.

A veces.

¿Cómo que a veces? ¿Quieres decir si somos buenos?

Aphrodite tuvo la terrible sensación de que si ser bueno era el criterio para llegar a este lugar, probablemente ella nunca podría hacerlo.

La risa de la diosa fue como magia.

Yo soy tu Diosa, hija, no un juez. El bien es una idea muy compleja. Por ejemplo, contempla una faceta del bien.

El viaje del espíritu de Aphrodite ralentizó su ritmo y la hizo pararse sobre una arboleda impresionante. Parpadeó sorprendida cuando la estudió y entendió que le recordaba a la que había cerca del castillo de Sgiach. Mientras la comparaba, Aphrodite cayo suavemente a través del dosel de hojas estrechamente entretejidas para descansar en la gruesa alfombra de musgo que cubría el suelo.

—¡Escúchame, Zo! Puedes hacerlo.

Cuando oyó la voz de Heath, Aphrodite se volvió rápidamente para ver a Zoey, tan pálida que parecía traslúcida, y a Heath. Z caminaba sin parar en círculos, daba miedo, mientras que Heath estaba de pie, inmóvil, mirándola con una expresión profundamente triste.

¡Zoey! ¡Por fin! Vale, escúchame. Tienes que juntar tus pedazos y volver a tu cuerpo.

Ignorándola por completo, Zoey rompió a llorar, aunque no paró de caminar.

—No puedo, Heath. Hace tiempo que no están. No puedo reunir los pedazos de mi alma. No puedo recordar cosas… no puedo concentrarme… Lo único que sé seguro es que me merezco esto.

Oh, por todos los demonios. ¡Zoey! ¡Deja de lloriquear y préstame atención!

—¡Tú no te mereces esto! —exclamó Heath acercándose a Zoey y colocándole las manos sobre los hombros, obligándola así a quedarse quieta—. Y puedes hacerlo, Zo. Tienes que hacerlo. Si lo consigues, podremos estar juntos.

Genial. Estoy cantando villancicos como los malditos fantasmas de las Navidades pasadas; presentes y lo que sea. ¡No pueden oír ni una maldita palabra de lo que les digo!

Entonces quizás, hija, para variar, deberías escuchar.

Aphrodite ahogó un suspiro de frustración e hizo lo que le aconsejaba su Diosa, aunque se sentía como una mirona espiando a través de la ventana de alguien.

—¿Lo dices de verdad, Heath?

Zoey miró a Heath, pareciendo por un momento más ella misma que la cosa fantasmagórica y aterradora que no podía quedarse quieta.

—¿De verdad te gustaría que me quedase? —le dijo a Heath con una sonrisa vacilante mientras su cuerpo se agitaba continuamente bajo sus manos.

Él la besó.

—Nena, yo quiero estar donde tú estés, siempre.

Con un gemido de dolor, Zoey se alejó de los brazos de Heath.

—Lo siento. Lo siento —dijo caminando y llorando de nuevo—. No puedo quedarme quieta. No puedo descansar.

—Por eso tienes que llamar a los pedazos de tu alma. No puedes estar conmigo si no lo haces. Zo, no puedes ser nada si no lo haces. Seguirás moviéndote sin descanso, y perdiendo pedacitos de ti hasta que te desvanezcas por completo.

—Fue culpa mía que te murieses; es culpa mía que estés ahora donde no perteneces. ¿Cómo puedes amarme a pesar de ello?

Se apartó el pelo grasiento de la cara mientras rodeaba una y otra vez a Heath, sin detenerse, sin descansar.

—¡No es culpa tuya! Kalona me mató. Y eso es todo. Además, ¿qué importa el lugar donde estemos, o si estamos vivos o muertos, mientras estemos juntos?

—¿Lo dices en serio? ¿De verdad?

—Te quiero, Zoey. Lo he hecho desde el primer día en que te conocí, y te amaré para siempre. Te lo prometo. Si vuelves a estar completa, estaremos juntos para siempre.

—Para siempre —dijo Zoey en un susurro—. ¿Y me perdonas de verdad?

—Nena, no hay nada que perdonar.

Con lo que fue obviamente un enorme esfuerzo, Zoey se detuvo.

—Entonces lo intentaré, por ti —dijo.

Abrió los brazos y echó la cabeza hacia atrás. Su cuerpo pálido empezó a resplandecer primero con una lucecita vacilante en su interior. Zoey comenzó a decir nombres y… Aphrodite fue apartada de la visión y elevada de la arboleda con tanta rapidez que su estómago se retorció en una náusea.

¡Oh, ahhhhhh! Demasiado alto, demasiado rápido, voy a vomitar.

Un viento cálido la acarició, calmando su mareo. Cuando fue capaz de volver a moverse ya habían desaparecido las náuseas, pero no su confusión.

Vale, no lo entiendo. ¿Z reúne sus pedazos pero se queda con Heath en lugar de volver a su cuerpo?

En esta versión del futuro, sí.

Aphrodite dudó antes de hacer otra pregunta, a regañadientes.

¿Pero es feliz?

Sí. Zoey y Heath están contentos juntos en el Otro Mundo para toda la eternidad.

Aphrodite sintió que la invadía la tristeza, pesada y densa, pero tenía que continuar.

Entonces Z quizás debería quedarse donde está. La echaremos de menos. Yo la echaré de menos. Aphrodite dudó, sofocando unas ganas inesperadas de echarse llorar. Será una mierda para Stark, pero si aquí es donde debe estar, Zoey debería quedarse.

Lo que debe ser para una persona cambia con sus decisiones. Esta es solo una versión del futuro de Zoey y, como muchas elecciones que se hacen en el Otro Mundo, la suya tira de unos hilos que cambiarán el tapiz del futuro en la tierra. Si Zoey eligiera quedarse, contempla el nuevo futuro de la tierra.

Aphrodite se sumergió en una escena que le era muy familiar. Estaba en medio del campo en el que había estado en su última visión. Como antes, ella estaba con la gente que se quemaba: humanos, vampiros e iniciados. Volvió a experimentar el dolor del fuego y la agonía abstracta que la habían invadido durante su visión original. Como en ella, Aphrodite miró hacia arriba y vio a Kalona ante ellos, aunque aquella vez Zoey no estaba con él… no hacía ni decía nada de lo que le había dicho en la segunda parte de la visión que lo había destruido. En lugar de ello, apareció Neferet en escena. Caminó dejando a un lado a Kalona, mirando a los seres que ardían. Después empezó a trazar complicados dibujos en el aire que la rodeaba y cuando lo hizo, la Oscuridad surgió a su alrededor. Partiendo de ella, tiñó el campo, apagando el fuego, pero no el dolor.

—¡No, no los voy a matar! —Hizo un gesto con un dedo y un grupo de hilos se enredaron en el cuerpo de Kalona—. Ayúdame a hacerlos míos.

Kalona los absorbió. Aphrodite se concentró en él y, como un espejismo tomando forma corpórea, los hilos de Oscuridad que recubrían el cuerpo del inmortal se hicieron visibles. Se agitaron, haciendo que la piel del inmortal temblara y se estremeciese. Kalona jadeó y Aphrodite no pudo decir si sentía placer o dolor, pero le sonrió forzadamente a Neferet y abrió los brazos para aceptar la Oscuridad.

—Como desees, mi Diosa.

Cubierto de hilos, Kalona subió hasta situarse a su lado. Después el inmortal se agachó y despejó su cuello. Aphrodite vio que Neferet se inclinaba, le lamía la piel a Kalona y con una ferocidad codiciosa que asustaba, le clavaba los dientes y se alimentaba de él. Los hilos de Oscuridad se retorcieron, vibraron y se multiplicaron.

Completamente asqueada, Aphrodite apartó la vista y vio a Stevie Rae entrando en el campo.

¿Stevie Rae?

Había una cosa oscura a su lado. Aphrodite descubrió que Stevie Rae tenía al lado a un cuervo del escarnio, a su derecha… tan cerca que parecían estar juntos.

¡¿Qué demonios?!

El ala del cuervo del escarnio se desplegó y después se cerró alrededor de Stevie Rae, como si la estuviese abrazando. Stevie Rae suspiró y se acercó más a la criatura de tal manera que el ala la envolvía por completo. Aphrodite estaba tan sorprendida por aquella visión que no vio de dónde había salido el chico indio… De repente, estaba allí, justo delante del cuervo del escarnio.

A pesar del dolor y la conmoción que le causaba su visión, Aphrodite pudo apreciar lo increíblemente guapo que era aquel desconocido. Poseía un cuerpo impresionante y estaba casi desnudo, mostrando mucha piel. Su cabellera era densa, larga, tan negra como las plumas de cuervo que llevaba trenzadas en toda su longitud. Era alto, musculoso y, en resumen, estaba buenísimo.

Ignoró al cuervo del escarnio y le alargó la mano a Stevie Rae.

—Acéptame y él se irá.

Stevie Rae se apartó del abrazo de la criatura alada, pero no le dio la mano al chico.

—No es tan simple —dijo, en lugar de eso.

Todavía arrodillado, delante de Neferet, Kalona grito.

—¡Rephaim! ¡No me vuelvas a traicionar, hijo mío!

Las palabras del inmortal incitaron al cuervo del escarnio, que atacó al chico indio. Los dos empezaron a luchar el uno contra el otro, brutalmente, mientras Stevie Rae se quedaba allí de pie, sin hacer otra cosa que mirar al ser oscuro y llorar, destrozada. A través de sus sollozos, Aphrodite la escuchó hablar.

—No me dejes, Rephaim. Por favor, por favor, no me dejes.

En el distante horizonte, detrás de todos ellos, Aphrodite vio lo que pensó que era el sol brillante del amanecer, pero entrecerrando los ojos a través de aquel resplandor vio que no era el astro rey, sino un enorme toro blanco trepando por encima del cuerpo asesinado de un toro negro que había intentado, sin conseguirlo, proteger los vestigios de lo que en su día fue el mundo que conocía.

Aphrodite se vio apartada de su visión. Nyx la sostuvo con una brisa delicada mientras su alma temblaba.

Oh, Diosa, susurró. No, por favor, no. ¿Una elección tomada por una chica adolescente es suficiente para fastidiar el equilibrio entre la Luz y la Oscuridad en todo el mundo? ¿Cómo es posible?

Considera que tú, al elegir el bien, abriste el camino para que existiese toda una nueva raza de vampiros.

¿Los iniciados rojos? Pero ellos ya existían antes de que yo hiciese nada.

Sí, pero el camino para recuperar su humanidad estaba cerrado hasta que tu sacrificio, tu elección, lo abrió. ¿Y no eres tú una simple chica adolescente?

Oh, demonios, Zoey tiene que volver.

Entonces Heath tiene que irse de mi reino del Otro Mundo. Esa es la única manera de que Zoey decida volver a su cuerpo, si su alma vuelve a estar entera.

¿Cómo me aseguro de que eso suceda?

Lo único que puedes hacer es transmitir lo que sabes, hija. La elección debe quedar en manos de Heath, Zoey y Stark.

Con un brusco tirón, Aphrodite se vio empujada hacia atrás… Buscando algo de aire, abrió los ojos y parpadeó; entre el dolor y la nube de lágrimas rojas vio a Darius inclinado sobre ella.

—¿Has vuelto a mí?

Aphrodite se sentó. Estaba mareada y le dolía la cabeza detrás de los ojos. Era un dolor que conocía demasiado bien. Se apartó el pelo de la cara y se sorprendió de lo mucho que le temblaba la mano.

—Bebe esto, belleza. Tienes que reponerte tras el viaje de tu espíritu.

Le acercó una copa y le ayudó a sostenerla cerca de sus labios.

Aphrodite tragó el vino.

—Ayúdame a ir junto a Stark —dijo después.

—Pero tus ojos… ¡debes descansar!

—Si descanso, existe la posibilidad de que todo el jodido mundo se vaya al carajo. Literalmente.

—Entonces te llevaré con Stark.

Se sentía débil y a punto de caerse, pero Aphrodite se apoyó en su guerrero mientras volvían al Fianna Foil, donde casi nada había cambiado. Sgiach seguí observando a su guardián mientras él, despacio y metódicamente, seguía cortando el cuerpo de Stark.

Aphrodite no perdió el tiempo. Se dirigió directamente a Sgiach.

—Tengo que hablar con Stark. Ahora.

Sgiach la miró y notó su cuerpo tembloroso y sus ojos inyectados en sangre.

—¿Has usado tu don?

—Sí y tengo que decirle algo a Stark o algo terrible podría ocurrir. Para todos. Terrible.

La reina asintió y le hizo un gesto a Aphrodite para que la siguiese hasta la Seol ne Gigh.

—Solo tendrás un momento. Háblale rápida y claramente. Si lo retienes aquí demasiado tiempo, no podrá volver a encontrar su camino al Otro Mundo hasta que se recupere del viaje de hoy. Y debes entender que le podría llevar semanas recuperarse.

—Lo pillo. Solo tengo una oportunidad. Estoy lista —dijo Aphrodite.

Sgiach tocó el antebrazo de su guardián. Fue la más ligera de las caricias, pero causó un estremecimiento en el cuerpo de Seoras. Se detuvo antes de asestar otro corte.

Siguió con los ojos puestos en Stark pero habló con una voz ronca que sonó como si tuviese gravilla en la boca.

—¿Mo bann ri? ¿Mi reina?

—Tráelo de vuelta. La profetisa debe hablar con él.

Los ojos de Seoras se cerraron como si aquellas palabras le hubiesen hecho daño, pero cuando los abrió respondió con un gruñido bajo.

Aye, mujer… como desees.

Colocó la mano que no sostenía el estilete en la frente de Stark.

—Escúchame, chico. Tienes que volver.