23

Rephaim

Rephaim sintió la ira de Stevie Rae se preguntó si sería capaz de distinguir si iba dirigida a él o no. Concentró sus pensamientos a propósito en ella, dejando que la unión de sangre que los conectaba se reforzara. Más ira. Se coló a través de su vínculo y su fuerza le sorprendió, aunque sintió que ella intentaba controlarse.

No. Su furia no iba dirigida a él. Había otra cosa que la estaba provocando… otra persona era el objetivo de aquella agresión.

Se compadeció del pobre ingenuo. Si fuese un ser inferior, se reiría sardónicamente y le desearía lo mejor al indefenso pobrecillo.

Era hora de sacar a Stevie Rae de su mente.

Rephaim siguió volando hacia el este, saboreando la noche con sus poderosas alas, deleitándose en su libertad.

Ahora ya no la necesitaba. Estaba completo. Volvía a ser él mismo.

Rephaim no necesitaba a la Roja. Ella era solo el navío que le había salvado.

La verdad era que su reacción al verlo entero de nuevo había demostrado que la suya era una unión que se debía cortar.

Rephaim frenó, sintiéndose aplastado bajo esos pensamientos, inesperadamente. Aterrizó en una leve elevación del terreno cubierto por viejos robles de los pantanos. De pie en la pequeña loma, miró hacia atrás, al camino por el que había venido, pensando…

¿Por qué me rechazó?

¿La había asustado? Eso no parecía posible. Ya lo había visto recuperado cuando había entrado en el círculo. Estaba completamente repuesto cuando se enfrentó a la Oscuridad.

¡Se había enfrentado a la Oscuridad por ella!

Ausente, Rephaim extendió una mano y se frotó la base de las alas. Notó la piel lisa bajo sus dedos. No quedaba ninguna herida física. Stevie Rae lo había curado por completo del ataque de la Oscuridad.

Y después se había alejado de él como si de repente le hubiese parecido un monstruo, en lugar de un hombre.

¡Pero yo no soy un hombre! Chorros de pensamientos se cruzaron por la cabeza de Rephaim. ¡Ella ya sabía lo que era! ¿Por qué alejarse de mí después de todo lo que hemos pasado juntos?

Su comportamiento lo desconcertaba por completo. Lo había llamado cuando había sentido pánico por su vida… Cuando estuvo asustada más allá de lo imaginable, Stevie Rae me llamó.

Él había respondido a su llamada, la había salvado.

La reclamé como mía.

Y después, llorando, ella había huido de él. Sí, él había visto sus lágrimas, pero no sabía lo que las había causado.

Con un grito profundo de frustración, lanzó las manos al aire, como para librarse hasta de su pensamiento y la luz de la luna se reflejó en sus palmas. Rephaim se quedó quieto. Con los brazos extendidos, las miró como si fuese la primera vez que las veía. Hasta la había acunado en sus brazos, aunque solo hubiera sido brevemente, mientras escapaban de la muerte en el tejado. Su piel en realidad no era diferente de la de ella. La de Rephaim era más oscura, quizás, pero solo un poco. Y sus brazos eran fuertes… bien formados… Por todos los dioses, ¿qué le estaba pasando? No importaba cómo fuesen sus brazos. Ella nunca sería suya de verdad. ¿Cómo podía ni siquiera pensar en eso? Estaba más allá de su imaginación… más allá incluso del más salvaje de sus sueños.

Sin pedirlo, las palabras de la Oscuridad resonaron en su cabeza: Eres el hijo de tu padre. Como él, has decidido proteger a un ser que nunca te podrá dar aquello que más deseas.

—Padre protegía a Nyx —le dijo Rephaim a la noche—. Ella lo rechazó. Y yo, ahora, también he protegido a alguien que me rechaza.

Rephaim se lanzó al cielo. Sus alas lo elevaron más y más arriba. Quería tocar la luna, aquel satélite creciente que simbolizaba a la Diosa que había roto el corazón de su padre y desencadenado la secuencia de sucesos que lo habían creado a él. Quizás si alcanzaba la luna, su Diosa le proporcionaría una explicación que tuviese sentido, que le sirviera de consuelo a su corazón, porque la Oscuridad tenía razón. Lo que más deseo, Stevie Rae nunca podrá dármelo.

Lo que más deseo es amor…

Rephaim no podía decir la palabra en voz alta, pero hasta pensarla lo quemaba por dentro. Había sido concebido mediante la violencia, a través de una mezcla de lujuria, miedo y odio. Sobre todo odio, siempre el odio.

Golpeó el cielo con sus alas, subiendo más.

El amor era imposible para él. Ni siquiera debería desearlo… no debería ni pensar en ello.

Pero lo hacía. Desde que Stevie Rae había aparecido en su vida, Rephaim había empezado a pensar en el amor.

Ella le había mostrado amabilidad, algo que él nunca antes había experimentado.

Había sido tierna con él, vendándole las heridas y cuidando de su cuerpo Nunca antes nadie había cuidado de él hasta aquella noche en que ella lo había ayudado a salir de la gélida y sangrienta oscuridad.

Compasión… había llevado la compasión a su vida.

Y él no sabía lo que era la risa antes de conocerla.

Mirando la luna allá arriba, batiendo sus alas contra el viento, pensó en su parloteo incesante y en el modo en que sus ojos lo miraban chispeando de risa, aunque él no entendiera qué había hecho para divertirla y se tragara una inesperada carcajada.

Stevie Rae le hacía reír.

A ella no parecía importarle que él fuese el poderoso hijo de un inmortal indestructible. Stevie Rae le había mangoneado como si fuese cualquier persona que formase parte de su vida, cualquiera normal, mortal, capaz de amar, de reírse y de tener emociones reales.

¡Porque él sí que tenía emociones reales! Porque Stevie Rae se las había hecho sentir.

¿Había sido ese su plan todo este tiempo? Cuando lo había liberado en la abadía, le había dicho que tenía elección. ¿Se refería a esto, a que podía elegir una vida donde existieran de verdad la risa, la compasión y quizás incluso el amor?

¿Y entonces qué pasaría con su padre? ¿Qué pasaría si Rephaim escogía una nueva vida y Kalona volvía a este mundo?

Quizás aquello fuera algo de lo que preocuparse cuando sucediera. Si sucedía.

Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, Rephaim disminuyó el ritmo. No podía alcanzar la luna, era tan imposible como lo era que una criatura como él fuese amada. Y entonces Rephaim se dio cuenta de que ya no estaba volando hacia el este. Había dado media vuelta y estaba deshaciendo su camino. Rephaim estaba volviendo a Tulsa.

Intentó no pensar mientras volaba. Intentó mantener su cabeza completamente en blanco. Solo quería sentir la noche bajo sus alas, dejar que el fresco y dulce aire le acariciase el cuerpo.

Pero Stevie Rae se entrometió de nuevo.

Su tristeza lo alcanzó. De repente, Rephaim supo que ella estaba llorando. Pudo sentir sus sollozos como si estuviesen en su propio cuerpo.

Voló más rápido. ¿Qué la había hecho llorar? ¿Estaba llorando por su culpa de nuevo?

Rephaim pasó volando por encima de Gilcrease sin dudarlo. Ella no estaba allí. Sentía que estaba más lejos, hacia el sur.

Mientras sus alas se movían en la noche, la tristeza de Stevie Rae cambio, transformándose en algo que al principio lo hizo sentirse confuso. Cuando Rephaim comprendió lo que era, su sangre hirvió.

¡Deseo! Stevie Rae estaba en brazos de otro.

Rephaim no se paró a pensar como una criatura de dos mundos que no era ni hombre ni animal. No se acordó de que había nacido de una violación y que había sido sentenciado a no disfrutar de nada distinto a la Oscuridad, la violencia y el servicio a su padre, movido por el odio. Rephaim no pensó en absoluto. Solo lo sintió: si Stevie Rae se entregaba a otro, la perdería para siempre.

Y si la perdía para siempre, su mundo volvería ser el lugar oscuro, solitario y sombrío que había sido antes de conocerla.

Rephaim no podría soportarlo.

No apeló a la sangre de su padre para que lo condujera a Stevie Rae. Rephaim hizo lo contrario: desde lo más profundo de su ser, convocó la imagen de una dulce doncella cheroqui que no se había merecido morir envuelta en una marea de sangre y dolor. Con aquella muchacha que soñaba, su madre, en mente, voló por instinto, siguiendo su corazón.

Y este lo condujo hasta la estación.

Divisar aquel lugar lo puso enfermo. No solo porque se acordaba del tejado y de lo cerca que Stevie Rae había estado de la muerte. Odiaba aquel lugar porque podía sentirla allí, dentro, bajo la tierra… y sabía que estaba en los brazos de otro.

Rephaim arrancó la verja de la entrada. Sin dudar un instante, se internó en el sótano. Siguiendo el vínculo que lo unía a ella, entró en los familiares túneles. Su respiración se hizo fuerte y agitada. La sangre latía con fuerza en su cuerpo, alimentando su rabia y su desesperación.

Cuando por fin la encontró, el chico estaba encima de Stevie Rae, apretándose contra ella, ignorando al mundo. Era imbécil. Rephaim debería haberlo apartado de ella. Quería hacerlo. El cuervo del escarnio que había en él quería aplastar al iniciado contra la pared una y otra vez hasta que estuviese machacado por completo, cubierto de sangre, y no fuese una amenaza nunca más.

El hombre en su interior quería llorar.

Inundado de sentimientos encontrados que no podía ni comprender ni controlar, se quedó allí paralizado, mirándolos, horrorizado y lleno de odio, pero también de deseo y desesperación. Mientras observaba, Stevie Rae se preparó para beber la sangre del chico y Rephaim tuvo dos cosas completamente claras: primero, que lo que iba a hacer rompería su conexión; y segundo, que él no quería que aquello ocurriese.

Le salió la voz sin pensarlo.

—¡No nos hagas esto, Stevie Rae! —gritó Rephaim.

La respuesta del chico fue más rápida que la de Stevie Rae. Saltó, poniéndose delante del cuerpo desnudo de ella.

—¡Sal de aquí, jodido engendro!

El chico se interponía entre Rephaim y Stevie Rae.

Ver al iniciado escudándola, protegiendo a su Stevie Rae de él, hizo que una oleada de furia posesiva invadiera a Rephaim.

—¡Márchate, chico! ¡No eres bienvenido aquí!

Rephaim se encogió defensivamente y comenzó a avanzar hacia él.

—¿Qué dem…? —dijo Stevie Rae, sacudiendo la cabeza como si tratase de aclararse mientras cogía la camisa de Dallas del suelo y se la ponía rápidamente para cubrirse.

—Quédate detrás de mí, Stevie Rae. No dejaré que llegue hasta ti.

Rephaim acechó al chico, siguiéndolo mientras retrocedía, empujando a Stevie Rae con él. Rephaim vio sus ojos abrirse cuando ella miró desde detrás del chico y por fin lo vio.

—¡No! —gritó—. ¡No, tú no puedes estar aquí!

Sus palabras lo apuñalaron.

—¡Pero estoy aquí!

Su cólera estaba en su punto álgido. El chico seguía retrocediendo, manteniendo a Stevie Rae a sus espaldas. Avanzando hacia él, Rephaim entró en la cocina. Cuando lo hizo, un movimiento rápido captó su atención y miró hada arriba.

La Oscuridad se retorcía en un charco de un negro enfermizo que colgaba del techo.

Rephaim volvió a centrar su atención en Stevie Rae y en el iniciado. No era momento de pensar en la Oscuridad. Ni siquiera podía considerar la posibilidad de que el toro blanco hubiese retornado para reclamar el resto de su deuda.

—¡Quieto! —gritó el chico.

Increíblemente, el iniciado hizo un movimiento como para espantarlo, como si fuese un molesto pájaro que hubiera entrado en casa de alguien.

—¡Sssal de ahí! ¡Me estás alejando de lo que es mío!

Rephaim odiaba escuchar aquel silbido animal en su voz, pero no podía evitarlo. El maldito chico lo estaba empujando hasta el límite de su paciencia.

—Rephaim, vete. Estoy bien. Dallas no me estaba haciendo nada malo.

—¿«Vete»? ¿Dejarte? —Las palabras salieron en tropel de la boca de Rephaim—. ¿Cómo podría?

—¡No deberías estar aquí! —le gritó Stevie Rae, que parecía estar a punto de llorar.

—¿Cómo no iba a estarlo? ¿Cómo pudiste creer que no iba a saber lo que estabas a punto de hacer?

—¡Sal de aquí!

—¿Te refieres a que huya? ¿Cómo hiciste tú? No. No lo voy a hacer, Stevie Rae. Elijo no hacerlo.

El chico negó a la pared. Mientras paseaba su mirada de Rephaim a Stevie Rae, tanteaba con una mano los cables que salían de un agujero que había sido hecho allí.

—Os conocéis. De verdad —se asombró el chico.

—¡Por ssssssupuesto que sí, idiota! —dijo Rephaim siseando de nuevo, odiando aquella bestia incontrolable de su voz.

—¿Cómo? —interrogó a Stevie Rae.

—Dallas, puedo explicarlo.

—¡Bien! —gritó Rephaim como si Stevie Rae le hubiese hablado a él y no al iniciado—. Quiero que me expliques lo que ha pasado hoy.

—Rephaim —dijo Stevie Rae mirándolo desde detrás de Dallas y sacudiendo la cabeza como si estuviese muy confundida—. Este no es el mejor momento.

—Os conocéis.

Rephaim se dio cuenta del cambio en la voz del chico antes que Stevie Rae. El tono del iniciado se había hecho más duro, se había enfriado y hecho malvado. La Oscuridad que los sobrevolaba se estremeció en feliz anticipación.

—Sí, vale, sí. Pero puedo explicarlo. Mira, él…

—Has estado con él todo este tiempo.

Stevie Rae frunció el ceño.

—¿Todo el tiempo? No. Es que lo encontré cuando estaba muy malherido, no sabía qué…

—Todo este tiempo te he tratado como si fueses algún tipo de reina o algo, como si fueses una alta sacerdotisa de verdad —interrumpió de nuevo a Stevie Rae.

Ella parecía sorprendida y herida.

—Soy una alta sacerdotisa de verdad. Pero como intentaba decirte, encontré a Rephaim cuando estaba malherido y simplemente, no pude dejarlo morir.

Aprovechándose de que la atención del chico estaba completamente puesta en Stevie Rae, Rephaim se acercó unos centímetros.

La Oscuridad sobre ellos se hizo más densa.

—¡Él formaba parte de lo que casi te mata en el círculo!

—¡Él fue quien me salvó en el círculo! —le gritó Stevie Rae a Dallas—. Si no hubiese aparecido, ese toro blanco me habría succionado toda la sangre.

Aquellas palabras no desconcertaron al chico.

—Lo has mantenido en secreto. ¡Le has estado mintiendo a todo el mundo!

—¡Bueno, demonios, Dallas! ¡No sabía qué otra cosa hacer!

—¡Me mentiste, puta!

—¡No te atrevas a hablarme así! —Stevie Rae lo abofeteó, con fuerza.

Dallas retrocedió medio paso.

—¿Qué cojones te ha hecho?

—¿Te refieres a además de salvarme la vida dos veces? ¡Nada! —gritó.

—¡Te ha sorbido los sesos por completo! —le gritó Dallas.

La oscuridad empezó a caer del techo, como si hubiese encontrado de repente un punto débil en una presa. Se deslizó alrededor de Dallas, cubriéndole la cabeza y los hombros, rodeando su cintura con una familiaridad enfermiza que le recordó a Rephaim a las serpientes con piel de cuchilla. Pero la Oscuridad no seccionó a Dallas. Al contrario, él parecía ignorar las tinieblas resplandecientes que lo cubrían.

—Tengo completo control de mi mente. Él no me ha hecho nada —dijo Stevie Rae.

Sus ojos se agrandaron cuando por fin percibió a la Oscuridad. Se alejó un paso del chico, como si no quisiera ser tocada por lo que lo rodeaba.

—Dallas, escúchame. Piensa. Me conoces. Esto no es lo que parece.

Rephaim pudo ver venir el cambio de Dallas. Fue aquel paso atrás lo que lo causó, junto con la influencia de la Oscuridad que lo rodeaba.

—¡Te ha convertido en una maldita puta y en una mentirosa! —gritó el iniciado totalmente fuera de sí.

Dallas levantó la mano en un amago de pegarle a Stevie Rae.

Rephaim no dudó. Dio una zancada, cubriendo el espacio entre él y el chico, apartándolo de un manotazo del lado de Stevie Rae y ocupando su lugar delante de ella.

—¡No le hagas nada! —dijo Stevie Rae al tiempo que agarraba el brazo de Rephaim y evitaba que golpease de nuevo al chico—. Solo está asustado. Él no me haría daño.

Rephaim dejó que le retirase el brazo. Se giró hacia ella.

—Creo que subestimas al chico.

—Sí, que no te quepa la más jodida duda —dijo Dallas con gravedad.

Rephaim no supo de dónde provenía aquel dolor. Solo notó su refulgente calor. Su cuerpo convulsionó, la espalda se le arqueó con un calambre. Pudo ver los ojos de Dallas tenuemente, a través de un velo grisáceo. Resplandecían de un color escarlata insoportablemente brillante, sosteniendo uno de los cables que sobresalían del muro.

—¡Rephaim! —gritó Stevie Rae.

Dio un paso hacia él, pero entonces Rephaim vio que retrocedía y corría hacia Dallas.

—¡Para! Suéltalo —le ordenó al chico, tirándole del brazo.

Sus ojos rojos la atravesaron.

—Voy a freírlo. Y así ese control extraño que tiene sobre ti desaparecerá. Tú y yo podremos estar juntos para siempre y no le contaré nunca una mierda a nadie de lo que ha pasado aquí mientras tú seas mi chica.

Con un distante sentimiento de comprensión, Rephaim notó que la Oscuridad ya no estaba presente en el cuerpo del chico, sino que lo había impregnado por completo… lo había reclamado. Había aumentado cualquiera que fuese la fuerza que poseía el iniciado.

Rephaim estaba seguro de que Dallas iba a matarlo.

—Tierra, ven, te necesito.

Escuchó las palabras de Stevie Rae entre los últimos destellos de su consciencia, como si su voz fuese la luz de una vela tratando de llegar a él a través de un viento huracanado. Con un tremendo esfuerzo, Rephaim centró su mirada en ella. Sus ojos se encontraron y sus palabras le alcanzaron, de repente claras, firmes y seguras.

—Protégelo de Dallas porque Rephaim me pertenece.

Hizo un movimiento hacia Rephaim, como si le estuviese lanzando algo… y sí lo estaba haciendo. Un resplandor verde golpeó su cuerpo, echándolo hacia atrás y rompiendo el flujo de lo que fuese que Dallas canalizaba hacia él. Respirando con fuerza, se quedó tumbado en el suelo, hecho un ovillo, mientras absorbía lo que se estaba convirtiendo en el contacto dulce y familiar de la tierra curativa.

Dallas se giró hacia Stevie Rae.

—Acabas de decir que esa cosa te pertenece.

La voz del iniciado era como la muerte. Rephaim se apretó contra el suelo, abriéndole su sorprendido cuerpo a la tierra, deseando que entrase en él, que lo curase lo suficiente como para poder llegar al lado de Stevie Rae.

—Sí. Es verdad. Es difícil de explicar y entiendo que estés cabreado. Pero Rephaim me pertenece. —Sus ojos eludieron a Dallas y después volvió a mirarlo—. Y supongo que yo le pertenezco, por muy extraño que te resulte.

Antes de que Rephaim pudiese levantarse, Dallas la señaló con un dedo. Hubo un crujido ensordecedor y Stevie Rae se vio de repente rodeada de un circular resplandor verde. Tenía el ceño fruncido y sacudía la cabeza lentamente, de un lado a otro.

—¿Has intentado atacarme? ¿De verdad quieres hacerme daño, Dallas?

—¡Has elegido a esa cosa antes que a mí! —le gritó.

—¡Hice lo que pensaba que era correcto!

—¿Sabes qué? Si eso es lo correcto, ¡yo ya no quiero tener nada que ver con ello! ¡Quiero justo lo contrario!

En cuanto Dallas pronunció esas palabras, gritó y, dejando caer el cable que apretaba en su puño, el iniciado cayó de rodillas y se desplomó, de bruces.

—¿Dallas? ¿Estás bien? —dijo Stevie Rae dudando si tocarlo.

—No te acerques a él —dijo Rephaim con voz rasposa mientras se ponía de pie laboriosamente.

Stevie Rae se detuvo y después, en lugar de seguir andando hacia Dallas, corrió hacia Rephaim, pasándole el brazo por los hombros.

—¿Estás bien? Pareces un poco frito.

—¿Frito? —A pesar de todo, casi consigue que se ría—. ¿Qué significa eso?

—Esto —dijo Stevie Rae tocando una de las plumas de su pecho.

Rephaim se sorprendió al ver que parecía chamuscado.

—Estás un poco crujiente por los lados.

—Lo tocas. ¡Seguramente también te lo follas! Demonios, me alegro de que me interrumpiera antes de que acabáramos de hacerlo. ¡No voy a ser el segundo plato, después de un engendro!

—Dallas, hay tanto que… —empezó Stevie Rae, pero cuando miró a Dallas, sus palabras se diluyeron.

—Sí, es verdad. Ya no soy un estúpido iniciado —aclaró.

Tatuajes nuevos en forma de látigo enmarcaban la cara de Dallas. Rephaim pensó que se parecían preocupantemente a los hilos de Oscuridad que los habían atrapado a Stevie Rae y a él dentro del círculo. Los ojos le brillaban de un rojo más intenso y su cuerpo parecía más grande, henchido de su recién obtenido poder.

—¡Oh, Diosa! —dijo Stevie Rae—. ¡Has superado el cambio!

—¡Y he cambiado en muchos aspectos!

—Dallas, tienes que escucharme. ¿Te acuerdas de la Oscuridad? La vi agarrándote. Por favor, piensa. Por favor, no dejes que te atrape.

—¿Que me atrape? ¿Y me dices eso estando al lado de esa cosa? ¡Ah, demonios, no! Nunca más voy a escuchar tus mentiras. ¡Y me voy a asegurar de que nadie más lo haga!

Le soltó esas palabras con aire desdeñoso, con una voz llena de ira y odio.

Cuando se levantó y empezó a buscar los cables que había usado antes para canalizar su poder, Stevie Rae se movió. Tirando de Rephaim hacia ella, Stevie Rae salió de la cocina andando de espaldas. Fuera de la entrada, levantó una mano y respiró profundamente.

—Tierra, cierra esta habitación para mí, por favor.

—¡No! —gritó Dallas.

Rephaim alcanzó a verlo agarrando el cable y apuntando hacia ellos. Después, con un sonido como el susurro del viento entre las ramas de los árboles, la tierra se derramó ante ellos, cerrando la entrada del túnel de la cocina y protegiéndolos de la ira de la Oscuridad.

—¿Puedes caminar bien? —le preguntó Stevie Rae.

—Sí. No estoy malherido. O, por lo menos, ya no lo estoy. Tu tierra se aseguró de ello —dijo, mirando hacia abajo, hacia donde ella estaba de pie/ pequeña pero orgullosa y poderosa.

—Vale, entonces. Tenemos que salir de aquí —dijo Stevie Rae separándose de él y empezando a correr por el túnel—. La cocina tiene otra salida. Estará fuera enseguida y tenemos que estar lejos para entonces.

—¿Por qué no cierras la otra salida también? —le preguntó mientras la seguía.

La mirada que le lanzó era visiblemente molesta.

—¿Cómo? ¿Y matarlo? Eh… no. Realmente no es tan malo, Rephaim. Solo se ha vuelto loco porque la Oscuridad estaba invadiéndole y porque descubrió lo nuestro.

Lo nuestro…

Rephaim quería aferrarse a las palabras que los unían, pero no podía. No había tiempo para eso. Rephaim sacudió la cabeza.

—No, Stevie Rae. La Oscuridad no solo intentó invadirlo. Dallas escogió someterse a ella.

Él pensó que se lo iba a rebatir. En lugar de eso, los hombros se le cayeron a los lados. No lo miró.

—Sí, ya lo sé —admitió.

Subieron la escalera en silencio y estaban atravesando ya el sótano cuando Rephaim escuchó un sonido a través de la puerta arrancada. Pensó que se le hacía familiar…

—¡Está arrancando el Escarabajo! —gritó Stevie Rae, corriendo fuera con Rephaim a sus talones.

Salieron justo a tiempo de ver el cochecito azul saliendo del aparcamiento.

—¡Bueno, hay que joderse! —dijo Stevie Rae.

Los ojos agudos de Rephaim miraron hacia el horizonte oriental, que estaba empezando a pasar de negro a un gris que anunciaba el amanecer.

—Tienes que volver a los túneles —le dijo.

—No puedo. Lenobia y los demás se volverán locos si no vuelvo antes del alba.

—Yo me voy a ir —dijo—. Vuelvo a Gilcrease. Así podrás descansar bajo tierra y tus amigos te encontrarán. Estarás a salvo.

—¿Y si Dallas está yendo a toda prisa hacia la Casa de la Noche? Les hablará de nosotros.

Rephaim solo dudó un momento.

—Entonces haz lo que debas. Ya sabes dónde estaré.

Se volvió para irse.

—Llévame contigo.

Esas palabras lo paralizaron. No la miró.

—Se acerca el amanecer.

—Te has curado, ¿verdad?

—Sí.

—¿Estás lo suficientemente fuerte como para volar y llevarme?

—Sí.

—Pues entonces llévame de vuelta a Gilcrease contigo. Seguro que ese viejo lugar tiene un sótano.

—¿Y qué hay de tus amigos… de los otros iniciados rojos? —le preguntó.

—Llamaré a Kramisha y le diré que Dallas ha perdido la cabeza y que estoy a salvo, pero que no estoy en los túneles y que se lo explicaré todo mañana.

—Cuando descubran que existo, les parecerá que me estás escogiendo a mí antes que a ellos.

—Lo que estoy eligiendo es tomarme algún tiempo para poder lidiar con el tremendo follón que Dallas va a montar —dijo. Continuó con una voz mucho más dulce—. A no ser que no quieras que vaya contigo. Puedes despegar… alejarte de aquí… entonces no tendrías que enfrentarte a todo lo que se avecina.

—¿Soy o no soy tu consorte? —preguntó Rephaim antes de poder contenerse.

—Sí, eres mi consorte.

No supo que estaba aguantando la respiración hasta que la soltó con un largo suspiro de alivio. Rephaim abrió los brazos.

—Entonces deberías venir conmigo. Me aseguraré de que hoy descanses sin que nadie te moleste.

—Gracias —dijo ella.

Entonces la alta sacerdotisa de Rephaim acudió a sus brazos. Él la sostuvo con fuerza mientras sus poderosas alas los elevaban en el cielo.

Rephaim

Stevie Rae tenía razón. Había un sótano en la vieja mansión. Tenía paredes de piedra y un suelo sucio de tierra compactada, pero era sorprendentemente seco y cómodo. Con un suspiro de alivio, Stevie Rae se acomodó, con las piernas cruzadas, apoyada contra la pared de cemento. Sacó su teléfono móvil. Rephaim se quedó allí de pie, inseguro sobre qué hacer mientras ella telefoneaba a la iniciada llamada Kramisha y empezaba un diálogo lleno de explicaciones apresuradas y superficiales sobre por qué no iba a volver a la escuela.

—Dallas ha perdido la maldita cabeza… la electricidad debe de haber fastidiado su sentido común… me sacó a patadas del coche de Z de vuelta a la Casa de la Noche… no, estoy bien… seguramente vuelva mañana por la noche…

Sintiéndose un intruso, Rephaim la dejó hablar con su iniciada en privado. Volvió al ático y caminó ante la puerta del armario que había convertido en un nido.

Estaba cansado. Aunque se había recuperado por completo, echarle una carrera al sol cargando con Stevie Rae había agotado sus reservas de fuerza. Debería retirarse al armario y dormir durante el día. Stevie Rae no dejaría el sótano hasta la puesta de sol.

Stevie Rae no podía salir del sótano.

Podían herirla durante las horas de luz. Era verdad que los iniciados rojos eran todos vulnerables entre el alba y el anochecer, así que Dallas no era ninguna amenaza para ella hasta la noche. ¿Pero y si un humano se tropezaba con ella?

Despacio, Rephaim cogió las mantas y los productos alimenticios que había acumulado y empezó a bajarlos hasta el sótano. Ya era de día cuando acabó su último viaje por las escaleras.

Stevie Rae había terminado de hablar por teléfono y estaba hecha un ovillo en la esquina. Casi ni se movió cuando Rephaim la cubrió con una manta. Después se acomodó a su lado. No tan cerca como para tocarla, pero no demasiado lejos como para que no lo viese nada más despertar. Y se aseguró de estar colocado entre ella y la puerta. Si alguien intentaba entrar, pasaría por encima de él para poder llegar hasta ella.

El último pensamiento de Rephaim antes de ceder al sueño fue que por fin había entendido el sentimiento omnipresente de ira y agitación que rodeaba a su padre. Si Stevie Rae lo hubiese rechazado hoy por completo y lo hubiera alejado de ella, su mundo habría estado teñido siempre por su pérdida. Y comprender aquello le causó más terror que la posibilidad de tener que enfrentarse de nuevo a la Oscuridad.

No quiero vivir en un mundo donde no esté ella. Completamente exhausto por unos sentimientos que casi no podía comprender, el cuervo del escarnio se durmió.