Stevie Rae
—Ese tío está loquito por ti —dijo Kramisha mientras Stevie Rae salía del aparcamiento de la escuela, dejando a Dallas atrás con un aspecto más que lastimero—. ¿Ya sabes qué vas a hacer con el otro?
Stevie Rae frenó en medio de la pista que llevaba hacia Utica Street.
—Estoy demasiado estresada como para andar pensando en tíos ahora mismo. Así que si lo único que quieres hacer es hablar de eso, puedes quedarte aquí.
—No hablar de tíos causa más estrés.
—Adiós, Kramisha.
—Si te vas a poner así, no pienso abrir la boca. Por ahora. De todas maneras, hay cosas más importantes de las que tienes que ocuparte.
Stevie Rae metió la marcha y se dispuso a salir del campus, aunque le habría gustado que Kramisha la hubiese presionado con lo de los chicos y así tener una excusa para dejarla atrás.
—¿Te acuerdas de cuando me dijiste que pensara más en mis poemas para tratar de encontrar a alguien que pudiese ayudar a Zoey?
—Claro que sí.
—Bueno, pues lo hice. Y saqué algo en limpio.
Se puso a rebuscar en su enorme bolso hasta que sacó una libreta muy gastada con las páginas que constituían su firma, de color violeta.
—Creo que todo el mundo, incluida yo hasta que me centré, se está olvidando de esto.
Abrió la libreta y le enseñó una página escrita con su letra cursiva.
—Kramisha, ya sabes que no puedo leer mientras conduzco. Dime de qué te has acordado.
—Es el poema que escribí justo antes de que Zoey y el resto de los chicos se fuesen a Venecia. El que parece que es de Kalona para Zoey. Este, te lo leo:
Una espada de doble filo:
Un lado destruye, el otro libera.
Yo soy tu nudo gordiano.
¿Me liberarás o me destruirás?
Sigue la verdad y
me encontrarás en el agua.
Me purificarás a través del fuego,
nunca más atrapado por la tierra.
El aire te susurrará
lo que el espíritu ya sabe:
que incluso destrozado
todo es posible
si crees.
Entonces ambos seremos libres.
—¡Oh, Diosa! ¡Lo había olvidado por completo! Vale, vale, léelo de nuevo, pero más despacio.
Stevie Rae escuchó atentamente mientras Kramisha volvía a recitar el poema.
—Tiene que ser de Kalona, ¿no? La parte de estar atrapado por la tierra habla de él, sin duda.
—Estoy casi segura de que se lo dice él a ella.
—Debe de ser así, aunque es un poco aterrador, con ese principio de la espada de doble filo, pero el final parece bueno.
—Dice: «Entonces ambos seremos libres» —citó Kramisha.
—Me suena a que Z va a conseguir salir del Otro Mundo.
—Y también Kalona —añadió Kramisha.
—Nos ocuparemos de eso cuando llegue. Liberar a Z es lo más importante. ¡Espera! ¡Creo que algo ya se ha hecho realidad! ¿Qué dice la parte del agua? —Dice: «Me encontrarás en el agua».
—Y lo hizo. La isla de San Clemente está definitivamente sobre el agua. —También dice: «Sigue la verdad». ¿Qué crees que significa?
—No estoy segura al cien por cien, pero quizás tenga una idea. La última vez que hablé con Z, le dije que siguiera a su corazón, aunque a los demás les pareciese que la estaba liando por completo, que siguiese lo que su interior le dictase que era lo correcto. —Stevie Rae hizo una pausa, parpadeando para contener las ganas de llorar que le habían entrado de repente—. Yo me… me he sentido bastante culpable por haberle dicho eso, teniendo en cuenta todo lo que pasó después.
—Pero quizás tenías razón. Quizás todo lo que le está pasando a Z se suponía que le tenía que pasar. Creo que seguir a tu corazón y tus valores es lo correcto, aunque todos los demás te digan que estás completamente equivocada. Es una poderosa verdad.
Stevie Rae se emocionó.
—Y si sigue haciéndolo, si sigue aferrándose a la verdad que tiene en su corazón, el final del poema se hará realidad y será libre.
—A mí me suena bien, Stevie Rae. Muy bien, hasta en las vísceras.
—A mí también —le dijo ella, sonriéndole.
—Vale, pero Z tiene que saber todo esto. Este poema es como un mapa para encontrar la salida. El primer paso, encontrarlo en el agua, ya ha sucedido. Después tiene que…
—«Me purificarás a través del fuego» —la interrumpió Stevie Rae, recordando el verso—. ¿Y después no dice algo de la tierra y del aire?
—Sí, y del espíritu. Están todos, los cinco elementos.
—Todas las afinidades de Z, acabando con el espíritu, que es su afinidad más poderosa.
—Y la que está al mando al reino en el que está ahora —dijo Kramisha—. Vale, lo que te voy a decir no te lo digo solo porque haya escrito un poema cojonudo, así que escúchame con atención: Zoey tiene que saber esto, porque esto marcará la diferencia entre volver o morirse por lo que sea que le esté pasando allí.
—Oh, te creo.
—¿Y cómo lo vas a conseguir?
—¿Yo? Yo no. No puedo. Lo mío es la tierra. No hay manera de que mi espíritu pueda despegar e ir al Otro Mundo.
Stevie Rae se estremeció. Solo pensar en ello le daba yuyu.
—Pero Stark tiene que mover su culo hasta allí. Tiene que hacerlo… aquella asquerosa vaca lo dijo.
—Toro —corrigió Kramisha.
—Lo que sea.
—¿Quieres que llame a Stark y le lea el poema? ¿Tienes su número?
Stevie Rae lo sopesó.
—No. Aphrodite dice que Stark tiene la cabeza hecha un lío ahora mismo. Puede que ignore tu poema pensando que tiene cosas más importantes que hacer.
—Bueno, pues se equivocaría.
—Sí, estoy de acuerdo. Entonces lo que tenemos que hacer es hacerle llegar el poema a Aphrodite. Es odiosa y todo lo que tú quieras, pero entenderá su importancia.
—Y como es tan odiosa, Stark no podrá ignorarla si es ella la que le habla del poema.
—Exactamente. Envíaselo en un mensaje de texto ahora mismo y dile que te he dicho que Stark tiene que memorizarlo para Zoey. Y que recuerde que es una profecía, no solo un poema.
—¿Sabes? No sé yo si dudar de su sentido común… ¡si no le gusta la poesía!
—Tía, ¿me lo dices o me lo cuentas? —le dijo Stevie Rae.
—Bueno, tenía que decirlo.
Y mientras Stevie Rae entraba en el aparcamiento recién delimitado de la abadía benedictina, Kramisha inclinó la cabeza sobre el teléfono y comenzó a escribir un mensaje.
Stevie Rae
Nada más verla, Stevie Rae notó que la abuela Redbird estaba mejorando. Los terribles moratones de su cara habían desaparecido y, en lugar de en la cama, la encontró sentada en una mecedora al lado de la chimenea, en la sala principal de la abadía, tan concentrada en el libro que estaba leyendo que al principio ni vio a Stevie Rae.
¿El diablo tiene ojos azules? Aunque estaba allí para darle a la abuela de Z una horrible noticia, Stevie Rae no pudo evitar sonreír cuando leyó el título.
—Abuela, eso parece una novela romántica.
La abuela Redbird se llevó una mano a la garganta.
—¡Stevie Rae! Niña, me has asustado. Y sí que es una novela romántica… una excelente, por cierto. Hardy Cate es un héroe muy rumboso.
—¿Rumboso?
La abuela miró a Stevie Rae levantando sus cejas plateadas.
—Soy vieja, niña, pero no estoy muerta. Todavía puedo apreciar a un hombre rumboso. —Señaló una de las sillas de madera acolchadas—. Coge una, cielo, y charlemos un poco. Supongo que traes noticias de Zoey desde Venecia. Imagínate… ¡Venecia, Italia! Me encantaría visitar…
La voz de la anciana se fue apagando cuando miró más atentamente a Stevie Rae.
—Lo sabía. Sabía que ocurría algo malo, pero mi mente ha estado tan confusa desde el accidente…
Sylvia Redbird se quedó muy quieta. Después, habló con la voz enronquecida por el temor:
—Cuéntame, rápido.
Con un suspiro triste, Stevie Rae se sentó en la silla que había acercado a un lado de la mecedora y tomó la mano de la abuela.
—No está muerta, pero eso no es bueno.
—Todo. Quiero saberlo todo. Cuéntamelo de un tirón y no te dejes nada.
La abuela se agarró a la mano de Stevie Rae como si fuese un salvavidas mientras la amiga de Zoey le contaba todo, desde la muerte de Heath, pasando por los toros, hasta llegar al poema profético de Kramisha y dejando fuera solo una cosa: a Rephaim. Cuando acabó, la cara de la abuela había palidecido hasta mostrar el color de después del accidente, cuando había estado en coma y cerca de la muerte.
—Rota. El alma de mi nieta está rota —dijo lentamente, como si las mismas palabras transportaran densas capas de tristeza.
—Stark conseguirá llegar hasta ella, abuela —advirtió Stevie Rae, mirándola con firmeza a los ojos—. Y una vez allí la protegerá para que pueda reunir sus pedazos.
—Cedro —dijo la abuela, asintiendo como si acabase de responder a una pregunta y Stevie Rae tuviera que estar de acuerdo con ella.
—¿Cedro? —le preguntó Stevie Rae, deseando que las noticias sobre Zoey no hubiesen hecho que la abuela perdiera la cabeza.
—Agujas de cedro. Dile a Stark que haga que cualquiera que esté velando su cuerpo mientras esté en estado de trance las queme constantemente.
—Me acabo de perder, abuela.
—Las agujas de cedro son una medicina poderosa. Repelen a los asgina, que son considerados los espíritus más malignos. El cedro se usa solo en situaciones desesperadas.
—Bueno, esta es una situación verdaderamente desesperada —dijo Stevie Rae con alivio al ver que el color volvía a las mejillas de la abuela.
—Dile a Stark que respire profundamente el humo y que piense en que lo va a transportar consigo al Otro Mundo… que se convenza de que el humo seguirá a su espíritu hasta allí. La mente puede ser un poderoso aliado del espíritu. En ocasiones, nuestras mentes pueden alterar incluso la estructura de nuestras almas. Si Stark realmente cree que el humo de cedro puede acompañar a su espíritu, es posible que lo haga y añada así una capa extra de protección en su viaje.
—Se lo diré.
La abuela le apretó la mano con más fuerza aún.
—A veces, cosas que parecen pequeñas o insignificantes pueden ayudarnos, incluso en los momentos más difíciles. No descartes nada y no dejes que Stark lo haga, tampoco.
—No lo haré, abuela. Ninguno lo haremos. Me aseguraré de ello.
—Sylvia, acabo de hablar con Kramisha fuera —dijo la hermana Mary Angela entrando apresuradamente en la habitación.
Se frenó en seco cuando vio a Stevie Rae sosteniendo la mano de la anciana.
—¡Oh, virgen María! Entonces es verdad.
La monja inclinó la cabeza, visiblemente intentando contener las lágrimas, pero cuando volvió a levantarla, sus ojos estaban secos y su rostro mostraba firmeza y determinación.
—Bueno, entonces, algo habrá que hacer.
Bruscamente, se giró y se dispuso a dejar la habitación.
—Hermana, ¿adónde vas? —le preguntó la abuela Redbird.
—A llamar a toda la abadía para que vaya a la capilla. Vamos a rezar.
—¿A María? —preguntó Stevie Rae, incapaz de evitar el escepticismo de su voz.
La monja asintió y habló con su voz firme y sabia.
—Sí, Stevie Rae, a María… a Nuestra Señora, a la que consideramos la madre en espíritu de todos nosotros. Quizás no sea la misma deidad que tu Nyx, o quizás sí. ¿Pero de verdad importa eso ahora? Dime, alta sacerdotisa de los iniciados rojos, ¿de verdad crees que pedir ayuda en el nombre del amor es un error, sea cual sea el nombre que tenga esa ayuda?
Stevie Rae recordó la cara de Rephaim, con sus ojos humanos, mientras se enfrentaba a la Oscuridad y hacía suya la deuda que ella había contraído y la boca se le secó de repente.
—Lo siento, hermana. Estaba equivocada. Pedid la ayuda de María, porque a veces el amor nos llega de sitios inesperados.
La hermana Mary Angela miró a Stevie Rae a los ojos durante lo que pareció mucho tiempo.
—Puedes unirte a nosotros en la oración, niña.
Stevie Rae le sonrió.
—Gracias, pero yo tengo mi propia especie de oración que hacer.
Stevie Rae
—¡Maldita sea, no, no voy a mentir por ti! —exclamó Kramisha.
—No te estoy pidiendo que mientas —dijo Stevie Rae.
—Sí lo estás haciendo. Quieres que diga que estás comprobando el túnel con la hermana Mary Angela cuando todo el mundo sabe ya que lo sellaste la última vez que estuviste aquí.
—No todo el mundo lo sabe —replicó Stevie Rae.
—Sí que lo saben. Además, todas las monjas están rezando por Zoey y no me parece correcto en absoluto que uses a una monja orando para mentir y cubrirte.
—Vale, bajaré al túnel y lo comprobaré, si eso te hace sentir mejor.
Stevie Rae no podía creerse que Kramisha estuviese armando tanto jaleo por contar una mentirijilla. Estaban malgastando mucho tiempo… tiempo que pasaba alejada de Rephaim, cuando solo la diosa sabía lo herido que estaba por aquella asquerosa vaca blanca. Recordaba el tremendo dolor que había sentido cuando la Oscuridad se había alimentado de ella y sabía que había sido el doble de malo para Rephaim. Esta vez iba a tener que hacer algo más que vendarlo y alimentarlo para ayudarlo a sentirse mejor. ¿Estaría muy herido? Todavía podía ver a la criatura amenazante sobre él, la lengua roja de su sangre mientras…
Sobresaltada, se dio cuenta de que Kramisha estaba allí de pie, mirándola sin decir nada.
Stevie Rae se espabiló mentalmente y dijo la primera excusa que le vino a la mente.
—Mira, simplemente no quiero tener que aguantar el pollo que se va a montar si todo el mundo en la Casa de la Noche se entera de que me he pasado como uno coma dos segundos sola. Eso es todo.
—Eres una mentirosa.
—¡Soy tu alta sacerdotisa!
—Pues entonces deberías actuar como tal —le dijo Kramisha—. Dime la verdad de lo que andas haciendo.
—¡Voy a ver al otro tío y no quiero que nadie lo sepa! —soltó Stevie Rae.
Kramisha inclinó la cabeza hacia un lado.
—Eso ya me gusta más. No es ni iniciado, ni vampiro, ¿no?
—No —dijo Stevie Rae con total honestidad—. Es alguien que no le iba a caer bien a nadie.
—No estará maltratándote, ¿no? Porque eso es una mierda y está fatal y conozco a unas cuantas tías que se vieron atrapadas en eso y que no fueron capaces de salir.
—Kramisha, puedo hacer que la tierra se eleve y le dé una paliza a cualquiera. Ningún tío me pegaría nunca. Jamás.
—Entonces es humano y está casado.
—Te prometo que no está casado —dijo Stevie Rae, evitando la otra afirmación.
—Uh. —Kramisha bufó por la nariz—. ¿Es gilipollas?
—No creo que lo sea.
—El amor apesta.
—Sí. Pero no estoy diciendo que esté enamorada de él —añadió rápidamente—. Lo único que digo es que…
—Te está confundiendo y eso es justo lo que no necesitas ahora mismo. —Kramisha puso morritos, pensando—. Vale, ¿qué te parece si hago que una de las monjas me lleve a la Casa de la Noche y cuando todo el mundo se ponga de los nervios porque estás fuera y sola, le digo que has tenido que visitar a una persona, así que no estás técnicamente sola? Así yo no estaría mintiendo, tampoco.
Stevie Rae se lo pensó.
—¿Tienes que decirles que es un tío?
—Solo diré que es una persona y que se ocupen de sus propios asuntos. Diré que es un tío solo si alguien me lo pregunta específicamente.
—Trato hecho —dijo Stevie Rae.
—Ya sabes que vas a tener que aclarar las cosas con él tarde o temprano. Y si no está casado, entonces no hay problema. Eres una alta sacerdotisa. Puedes tener un compañero humano y un vampiro consorte al mismo tiempo.
Fue el turno de Stevie Rae para resoplar.
—¿Y tú crees que a Dallas le va a parecer bien eso?
—Sí, si quiere estar con una alta sacerdotisa. Todos los vampiros lo saben.
—Bueno, Dallas todavía no es un vampiro, así que quizás pedirle eso sea un poco excesivo. Y la verdad es que sé que eso heriría sus sentimientos y no quiero hacerle daño.
Kramisha asintió.
—No te puedo decir que no, pero creo que le estás dando demasiada importancia a esto. Dallas aprenderá a sobrellevarlo. Lo que tienes que averiguar es si ese chico humano merece la pena o no.
—Lo sé, Kramisha. Eso es lo que estoy intentando hacer. Así que adiós. Te veo en la Casa de la Noche dentro de un ratito.
Stevie Rae echó a andar rápidamente hacia el Escarabajo.
—¡Eh! —le gritó Kramisha desde atrás—. No es negro, ¿no?
Pensando en las alas del color de la noche de Rephaim, Stevie Rae se detuvo y la miró por encima de su hombro.
—¿Qué importa de qué color sea?
—Mucho, si te avergüenzas de él —le replicó Kramisha.
—Kramisha, eso es una tontería. No. No es negro. Y no, no me avergonzaría de él si lo fuese. Jesús. Adiós. De nuevo.
—Solo me aseguraba…
—Solo decías estupideces —susurró Stevie Rae mientras se dirigía hacia el aparcamiento.
—Te he oído —dijo Kramisha.
—¡Bien! —contestó.
Se metió en el coche de Zoey y se dirigió al museo Gilcrease, hablando en voz alta consigo misma.
—No, Kramisha, no es que sea negro. Es que un pájaro asesino cuyo padre es malvado… Y no es que tanto blancos como negros se vayan a enfadar conmigo porque esté con él… ¡se va a cabrear todo el mundo!
Después, sorprendiéndose a sí misma, Stevie Rae se echó a reír.