15

Stark

Cuando Stark se despertó, por un segundo no recordó nada. Lo único que sabía era que Zoey estaba ahí, en la cama, a su lado. Sonrió medio dormido y se giró, estirando un brazo para acercarla más a él.

La sensación helada y sin vida de su carne insensible lo despertó por completo y la realidad lo golpeó y destrozó el último de sus sueños.

—Por fin. ¿Sabes? Los vampiros rojos seréis muy fuertes y todo eso de noche, pero durante el día dormís como si estuvieseis muertos. Es espeluznante. Que sepas que cumples con todos los estereotipos…

Stark se incorporó, frunciéndole el ceño a Aphrodite, que estaba sentada en una de las sillas de terciopelo color crema con las largas piernas cruzadas elegantemente, bebiendo a sorbitos de una taza de té humeante.

—Aphrodite, ¿qué haces tú aquí?

En lugar de responderle, Aphrodite miró a Zoey.

—No se ha movido ni un ápice desde que sucedió, ¿verdad?

Stark salió de la cama y volvió a colocar suavemente la manta sobre Zoey. Le tocó la mejilla con la punta de los dedos y la besó en la única marca que quedaba en su cuerpo, el tatuaje habitual de una luna creciente en medio de su frente. No pasa nada si vuelves como una iniciada normal. Tú solo vuelve; pensó mientras sus labios rozaban su marca. Después se estiró y miró a Aphrodite.

—No. No se ha movido. No puede. No está aquí. Y tenemos siete días para averiguar cómo hacer que vuelva.

—Seis —lo corrigió Aphrodite.

Stark tragó con fuerza.

—Sí, tienes razón. Ahora ya son seis.

—Vale, entonces vamos. Está claro que no hay tiempo que perder.

Aphrodite se levantó y se dispuso a salir de la habitación.

—¿Adónde vamos? —dijo Stark siguiéndola, pero sin dejar de mirar a Zoey por encima del hombro.

—Eh, tienes que reaccionar. Tú mismo lo has dicho: Zoey no está aquí. Así que deja de mirarla como si fueses un perrito abandonado.

—¡La amo! ¿Tienes la más mínima idea de lo que eso significa?

Aphrodite se detuvo y se giró para estar cara a cara con él.

—El amor no tiene una mierda que ver con esto. Tú eres su guerrero, lo cual significa más que la frase «Amo a Zoey» —le dijo sarcásticamente, poniendo comillas en el aire—. Yo tengo mi propio guerrero, así que sé lo que eso significa, y esta es la verdad: si mi alma se rompiera y yo estuviese atrapada en el Otro Mundo, no me gustaría que Darius se pusiese a lloriquear y andar por ahí con el corazón roto. Me gustaría que se pusiese a trabajar como un poseso para averiguar cómo hacer su trabajo, ¡que es seguir vivo y protegerme para que pueda encontrar la manera de volver a casa! Y ahora, ¿vienes o no?

Hizo un movimiento de cabeza, sacudiendo el pelo, le dio la espalda y empezó a bajar hacia el vestíbulo.

Stark cerró la boca y la siguió. Caminaron en silencio durante un rato mientras Aphrodite lo conducía escaleras abajo, a través de pasillos cada vez más estrechos y más abajo.

—¿Adónde vamos? —preguntó Stark de nuevo.

—Bueno, es como una mazmorra. Huele a moho y a humanidad, la decoración institucional sería válida para una prisión o un ala de psiquiatría en un hospital, y hace que Damien piense que está muerto y ha llegado al paraíso de los empollones. A ver si lo adivinas…

—¿Volvemos a un instituto humano?

—Casi —le dijo ella, casi sonriendo—. Vamos a una biblioteca realmente antigua que está ocupada por la panda de lerdos, que busca respuestas frenéticamente.

Stark respiró profundamente y dejó escapar un largo suspiro para evitar reírse. A veces hasta le gustaba Aphrodite… aunque nunca lo admitiría.

Stark

Aphrodite tenía razón: el sótano del palacio sí que le recordaba a una vulgar biblioteca de una escuela pública, menos por el tipo de ventanas y las persianillas baratas raídas, que resaltaban comparadas con el resto de la isla de San Clemente, extremadamente opulento. Allí abajo, en el sótano, sin embargo, únicamente había un montón de mesas de madera gastada, bancos rígidos, paredes de piedra blanca vacías y toneladas de estanterías llenas con millones de libros de diferentes tamaños, formas y estilos.

Los amigos de Zoey se reunían alrededor de una mesa grande desbordada de libros, latas de refresco, bolsas de patatas arrugadas y un bote monumental lleno de regalices rojos. Stark pensó que parecían cansados pero totalmente enganchados al azúcar y a la cafeína. Mientras Aphrodite y él se acercaban, Jack sostenía un gran libro de cuero y señalaba una ilustración.

—Mirad esto… es una copia de una pintura de una alta sacerdotisa griega llamada Calíope. Dice que fue la musa de la poesía quien iluminó a Safo. ¿No es igualita a Cher?

—Uau, parece coña. Es igualita a Cher de joven —coincidió Erin.

—Sí, antes de que empezara a ponerse aquellas pelucas blancas. ¿Cómo demonios se le pudo ocurrir? —dijo Shaunee.

Damien miró con mala cara a las gemelas.

—A Cher no le pasa nada. Absolutamente nada.

—Oh, oh… —dijo Shaunee.

—Hemos pinchado en hueso gay… —agregó Erin.

—Yo tuve una muñeca Barbie de Cher. Me encantaba esa muñeca —dijo Jack.

—¿Barbies, panda de lerdos? ¿Habláis en serio? Se supone que deberíais estar salvando a Z, ¿os acordáis? —dijo Aphrodite, sacudiendo la cabeza del disgusto y haciendo una mueca hacia los regalices.

—Hemos estado en ello todo el día. Solo nos estamos tomando un descanso. Tánatos y Darius han salido a buscar comida —dijo Damien—. Hemos hecho algún progreso, pero esperaré a que vuelvan para contároslo todo.

Saludó a Stark y su bienvenida fue repetida por los otros chicos.

—Sí, no seas tan criticona, Aphrodite. Hemos estado trabajando duro, ¿sabes?

—Estabais hablando de muñecas —dijo Aphrodite.

—De Barbies —la corrigió Jack—. Y solo durante un segundo. Además, las Barbies son guays y una parte importante de la cultura estadounidense. —Asintió para enfatizar sus palabras y apretó el retrato de Calíope-Cher contra su pecho—. Especialmente las Barbies de famosas.

—Las Barbies de famosas solo serían importantes si tuviesen aditamentos interesantes que pudieses comprarles —indicó Aphrodite.

—¿Aditaqué? —dijo Shaunee.

—Parece que te hayas tragado un francés y estés tratando de escupirlo —dijo Erin.

Las gemelas se rieron.

—Mitad derecha y mitad izquierda del cerebro… escuchad. Los aditamentos interesantes vienen siendo cosas guays, como accesorios fuera de lo común —dijo Aphrodite, cogiendo delicadamente una patata.

—Vale, no sabes nada sobre Barbies, así que tu madre tenía que odiarte mucho —dijo Erin.

—No es que eso nos sorprenda… —añadió Shaunee.

—Porque cualquiera que haya tenido una Barbie sabe que puedes comprarles cosas —acabó Erin.

—Sí, cosas guays —dijo Jack, de acuerdo con ellas.

—No tan guays, según mi definición —dijo Aphrodite con una sonrisita de autosuficiencia.

—¿Cuál es tu definición de guay? —preguntó Jack, haciendo que Shaunee y Erin refunfuñaran.

—Bueno, ya que lo preguntas… Para mí sería guay que Barbie hiciese una muñeca de Barbra Streisand, pero habría que comprarle las uñas y la nariz por separado. Y las uñas postizas tendrían que venir en un montón de colores diferentes.

Hubo un silencio asombrado.

—Eso… sería… genial —dijo Jack, y sonó un poco aturdido.

Aphrodite se creció.

—¿Y qué os parece una muñeca de Britney Spears calva que tuviese extras como un paraguas, un traje de gorda, pelucas raras y, por supuesto, bragas opcionales?

—¡Puaj! —dijo Jack, riéndose—. Sí, y una muñeca de Paris Hilton con cerebro opcional.

Aphrodite lo miró, levantando una ceja.

—Tampoco te vuelvas loca. Hay algunas cosas que ni siquiera Paris Hilton puede comprar.

Stark estaba allí de pie, estupefacto. Cuando todos rompieron a reír, pensó que le iba a estallar el cerebro.

—¡¿Pero qué demonios os pasa?! —les gritó—. ¿Cómo podéis reíros y gastar bromas de esta manera? ¡Estáis ocupados hablando de juguetitos mientras a Zoey le quedan días para morirse!

En el incómodo silencio que siguió a sus palabras, la voz de Tánatos sonó anormalmente elevada.

—No, guerrero. No están ocupados hablando de juguetes. Están ocupados concentrándose en la vida y en cómo permanecer entre los vivos.

La vampira traspasó la entrada de la habitación desde donde ella y Darius habían estado observando a los chicos en silencio. Darius la siguió, colocando una bandeja llena de bocadillos y fruta en el medio de la mesa. Después se sentó al lado de Aphrodite en el banco de madera.

—Y prestadle atención a alguien que sabe bastante acerca de la muerte: lo que debéis hacer es centraros en la vida si queréis seguir respirando en este mundo.

Damien se aclaró la voz, atrayendo la mirada de Stark. Serenamente, el iniciado lo miró.

—Sí, esa es una de las cosas que hemos aprendido en la investigación que hemos estado realizando.

—Mientras tú dormías —murmuró Shaunee.

—Y nosotros no —añadió Erin.

—Bueno, pues lo que hemos averiguado gracias a nuestra investigación —dijo Damien antes de que Stark pudiese decirles nada a las gemelas— es que en todos los casos en que una alta sacerdotisa sufrió una conmoción tan grande que su alma se rompió, su guerrero pareció incapaz de seguir con vida.

Olvidadas las Barbies y las discusiones de las gemelas, la expresión de Stark era un interrogante mientras miraba a Damien y trataba de encontrarle sentido a lo que le había dicho.

—¿Dices que todos los guerreros cayeron muertos?

—En cierta manera, sí —respondió Damien.

—Algunos se mataron para asegurarse de poder seguir a su alta sacerdotisa al Otro Mundo y seguir protegiéndola allí —dijo Tánatos, continuando con la explicación.

—Pero aquello no funcionó porque ninguna de las altas sacerdotisas volvió, ¿no? —dijo Stark.

—Correcto. Lo que sabemos de las sacerdotisas que, a través de su afinidad con el espíritu, viajaron al Otro Mundo, es que esas altas sacerdotisas perdidas no pudieron soportar la muerte de sus guerreros. Algunas fueron capaces de curar sus almas en el Otro Mundo, pero eligieron quedarse con sus guerreros.

—Algunas se curaron —dijo Stark lentamente—. ¿Qué les pasó a las altas sacerdotisas que no lo hicieron?

Los amigos de Zoey se agitaron, incómodos, pero la voz de Tánatos permaneció firme.

—Como escuchaste ayer, si un alma sigue rota, la persona se convierte en un caoinic shi’, en un ser que nunca descansará.

—Es como un zombi, pero que no se come a la gente —dijo Jack suavemente y después se estremeció.

—Eso no puede sucederle a Zoey —dijo Stark.

Él había jurado proteger a Zoey y tenía que hacerlo, iba a seguir cumpliendo su juramento en el Otro Mundo para asegurarse de que no se convertía en ningún tipo de horrible zombi.

—Pero aunque el resultado final fuera el mismo, no todos los guerreros se mataron para seguir a sus altas sacerdotisas —dijo Damien.

—Habladme de los otros —pidió Stark.

Incapaz de sentarse, se puso a caminar de un lado a otro, por delante de la mesa.

—Bueno, estaba bastante claro que ningún guerrero ni ninguna alta sacerdotisa había conseguido volver después de que el guerrero se matase, así que encontramos información sobre guerreros que hicieron montones de cosas diferentes para intentar llegar al Otro Mundo —dijo Damien.

—Algunos estaban locos… como uno que se mató de hambre hasta que empezó a tener delirios y, de alguna manera, abandonó su cuerpo —dijo Jack.

—Se murió —dijo Shaunee.

—Sí, la historia es repulsiva. Se ve que gritó mucho y que alucinó y dijo cosas sobre su alta sacerdotisa y lo que le estaba pasando antes de estirar la pata —aclaró Erin.

—Eso no ayuda —intervino Aphrodite.

—Algunos de los guerreros consumieron drogas para entrar en un estado de trance y consiguieron así que sus espíritus abandonasen este mundo —continuó Damien mientras las gemelas le ponían los ojos en blanco a Aphrodite—. Pero no pudieron entrar en el Otro Mundo. Lo sabemos porque volvieron a sus cuerpos durante el tiempo suficiente para contarles a sus testigos que no lo habían conseguido.

Damien hizo entonces una pausa, mirando a Tánatos. Ella retomó la historia.

—Entonces los guerreros murieron. Todos y cada uno de ellos.

—Los mató no ser capaces de proteger a sus altas sacerdotisas —dijo Stark con voz totalmente inexpresiva.

—No, fue darle la espalda a la vida lo que los mató —lo corrigió Darius.

Stark se giró hacia él.

—¿Y tú no lo harías? Si Aphrodite muriera porque tú no pudieses protegerla, ¿no escogerías morir antes que vivir sin ella?

Aphrodite no le dio a Darius oportunidad de contestar.

—¡Me cabrearía mucho si mi guerrero muriese de esa manera! Eso es lo que estaba tratando de decirte arriba. No puedes seguir mirando hacia atrás… a Zoey, al pasado, ni siquiera a tu juramento. Tienes que avanzar para encontrar una nueva manera de vivir, una nueva manera de protegerla.

—Entonces decidme algo, cualquier cosa que hayáis encontrado en esos malditos libros que me pueda ayudar, en lugar de contarme cómo fracasaron otros guerreros.

—Te contaré algo que no he leído en un libro. Stevie Rae convocó por accidente al toro blanco ayer por la noche.

—¡La Oscuridad! ¿Una iniciada convocó a la Oscuridad en este mundo?

Tánatos reaccionó como si Aphrodite acabase de hacer explotar una bomba en medio de la habitación.

—Ella no es una iniciada. Es como Stark, una vampira roja. Pero sí, lo hizo. En Tulsa. Fue un accidente.

Ignorando la mirada estupefacta de Tánatos, Aphrodite sacó un papelito de su bolsillo y lo leyó.

—«El guerrero debe mirar en su sangre para descubrir el puente que le permitirá entrar en la isla de las Mujeres y después debe derrotarse a sí mismo en la arena. Solo reconociéndose a sí mismo ante el otro se reunirá con su sacerdotisa. Después de reunirse con ella, será su elección, y no la de él, el regresar o no». —Aphrodite levantó la vista—. ¿Alguien tiene alguna idea de lo que esto puede significar?

Movió el papelito en el aire y Damien lo cogió, releyéndolo mientras Jack lo ojeaba por encima de su hombro.

—¿Qué precio exigió la Oscuridad por ese conocimiento? —preguntó Tánatos. Tenía la cara totalmente pálida—. ¿Y cómo sobrevivió a ese pago sin perder la mente o el alma?

—Eso me pregunté yo también, sobre todo después de que Stevie Rae me contase lo malvado que era el toro blanco. Dijo que no creía que nadie excepto el toro negro lo pudiese derrotar. Así fue como escapó de él.

—¿También convocó al toro negro? —dijo Tánatos—. Eso es casi increíble. Stevie Rae tiene algunas habilidades increíbles, gracias a la tierra.

—Sí, fue así como dijo que había conseguido que el toro bueno fuese a Tulsa. Extrajo el poder de la tierra para convocarlo —dijo Aphrodite.

—¿Y tú confías en esa vampira, en Stevie Rae?

Aphrodite dudó.

—La mayoría de las veces.

Stark esperaba que alguno de los chicos saltase y corrigiese a Aphrodite, pero todos permanecieron en silencio hasta que habló Damien.

—¿Por qué nos preguntas si confiamos en Stevie Rae?

—Porque una de las pocas cosas que sé de las antiguas creencias sobre la Luz y la Oscuridad, simbolizada por los toros, es que siempre exigen un pago por sus favores. Siempre. La respuesta a la pregunta de Stevie Rae fue un favor de la Oscuridad que exigía un tributo.

—Pero llamó al toro bueno y le dio una patada en el culo al toro malo. Igual eso la libró de pagarle al malo —dijo Jack.

—Entonces tendría una deuda con el toro negro —adujo Tánatos.

Aphrodite entrecerró los ojos.

—A eso se refería cuando decía que nunca jamás iba a volver a convocar a los toros porque el precio era demasiado alto.

—Creo que deberías hablar con tu amiga y descubrir cómo pagó al toro negro —dijo Tánatos.

—Y por qué no me lo ha contado —añadió Aphrodite.

Los ojos de Tánatos parecían viejos y tristes.

—Tú recuerda que todo tiene consecuencias, buenas o malas.

—¿Podemos dejar de mirar al pasado y a lo que le ha sucedido a Stevie Rae? —dijo Stark—. Necesitamos avanzar. Hacía Skye y un puente de sangre. Así que vamos.

—Eh, chicarrón —le dijo Aphrodite—, tranquilízate un segundo. No puedes aparecer sin más en la isla de las Mujeres y ponerte a dar tumbos buscando un puente sangriento. El hechizo protector de Sgiach te daría una patada en el culo… como para matarte.

—No creo que Stark deba buscar algo literal —dijo Damien, estudiando la nota de Aphrodite de nuevo—. Dice que debe buscar en su sangre para descubrir el puente, no que debe buscar un puente de sangre.

—Puaj, metáforas. Una razón más por la que odio a muerte la poesía —dijo Aphrodite.

—Yo soy bueno con las metáforas —se ofreció Jack—. Déjame verlo.

Damien le alargó el papel. Jack se mordió el labio mientras volvía a leer las líneas.

—Mmm, si estuvieses conectado con alguien, quizás querría decir que deberíamos hablar con esa persona. Quizás así averiguaríamos algo.

—Yo no estoy conectado con nadie —dijo Stark, empezando a caminar de nuevo.

—Entonces puede significar que necesitas mirar en tu interior… que hay algo en ti que es la clave para entrar en la isla de Sgiach —aventuró Damien.

—¡Yo no sé nada! ¡Ese es el problema!

—Vale… vale, ¿y si miramos las notas que hemos tomado sobre Sgiach para ver si hay algo en ella que te encienda la lucecita? —dijo Jack, intentando consolar a Stark.

—Sí, relájate —dijo Shaunee.

—Siéntate y cómete un bocata —dijo Erin señalando el extremo de su banco con el bocadillo que había empezado ya a masticar.

—Come —dijo Tánatos, tomando un bocadillo y sentándose al lado de Jack—. Céntrate en la vida.

Stark sofocó un gruñido de frustración, cogió un bocadillo y se sentó.

—Oh, saca el esquema que hicimos —dijo Jack, mirando por encima del hombro a Damien mientras él rebuscaba entre las notas que habían ido tomando—. Algunas cosas son confusas y la ayuda visual siempre viene bien.

—Buena idea… aquí está.

Damien arrancó una hoja del bloc de notas que había casi llenado de anotaciones. Arriba del todo había dibujado un gran paraguas abierto. En un lado había escrito «Luz» y en el otro «Oscuridad».

—El paraguas de Luz y Oscuridad es una buena imagen —dijo Tánatos—. Muestra que las dos fuerzas se complementan.

—Fue idea mía —dijo Jack, sonrojándose un poco.

Damien le sonrió.

—Buen trabajo —dijo. Después señaló la columna escrita bajo la Luz—. A ver, bajo la fuerza de la Luz he anotado: el bien, el toro negro, Nyx, Zoey y nosotros.

Hizo una pausa y todos asintieron.

—Y bajo la Oscuridad tengo: el mal, el toro blanco, Neferet/ tsi sgili, Kalona y los cuervos del escarnio.

—Veo que has puesto a Sgiach en el medio —dijo Tánatos.

—Sí, junto con los aros de cebolla, los pastelitos Ding Dong y mi nombre —dijo Aphrodite—. ¿Qué demonios significa eso?

—Bueno, no hemos conseguido decidir si Sgiach es una fuerza de la Luz o de la Oscuridad —dijo Damien.

—Yo añadí los aros de cebolla y los Ding Dongs —dijo Jack. Como todo el mundo se le quedó mirando, se encogió de hombros y se explicó—. Los aros de cebolla son fritos y engordan, pero la cebolla es una verdura. ¿Y no se supone que son buenas para la salud? ¿Quizás? Y, bueno, los Ding Dongs son pastelitos de chocolate, pero tienen nata en medio. ¿No se supone que es un producto lácteo y, por tanto, saludable?

—Creo que tienes algún daño cerebral —dijo Aphrodite.

—Nosotras añadimos tu nombre —dijo Erin.

—Sí, porque pensamos que eres como Rachel en Glee —dijo Shaunee—. Alguien supermolesto, pero que debe seguir en la serie porque a veces tiene buenas salidas y puede acabar arreglándote el día.

—Pero pensamos que sigue siendo una bruja del infierno. Como tú —acabó Erin, sonriéndole a Aphrodite almibaradamente.

—Bueno… —dijo Damien borrando rápidamente los aros de cebolla, los Ding Dongs y el nombre de Aphrodite, colocando el cuadro en el medio de la mesa y después volviendo a su bloc de notas amarillo— aquí está la información que hemos encontrado sobre Sgiach.

Damien empezó a leer rápidamente las notas que había tomado.

—Se la considera reina de los guerreros. Muchos guerreros solían entrenarse en su isla, así que había muchas idas y venidas de los Hijos de Érebo, pero los guerreros que se quedaron con ella, los que estaban comprometidos a su servicio…

—Espera, ¿a Sgiach le prestó juramento más de un guerrero? —lo interrumpió Stark.

Damien asintió.

—Parece ser que tenía un clan entero de ellos. Solo que no se llamaban Hijos de Erebo. Su nombre era… —Damien hizo una pausa, pasando páginas—. Aquí está. Se les llamaba Guardianes del As.

—¿Por qué del As? —preguntó Stark.

—Es una metáfora —aclaró Aphrodite, poniendo los ojos en blanco—. Otra más. Así llamaban a Sgiach. Simboliza a la reina de su clan.

—Creo que eso de los clanes escoceses es genial —dijo Jack.

—Claro que sí —replicó Aphrodite—. Chicos en faldas… es tu sueño húmedo.

Kilts, no faldas —dijo Stark—. O tartán. Si te refieres a los que son realmente antiguos y más largos, esos se llaman feileadh mor.

Aphrodite le miró enarcando una ceja rubia.

—¿Y todo esto lo sabes porque te gusta ponértelas?

Él se encogió de hombros.

—Yo no, pero mi abuelo sí solía hacerlo.

—¿Eres escocés? —La voz de Damien estaba llena de incredulidad—. ¿Y nos lo dices ahora?

Stark se encogió de hombros de nuevo.

—¿Qué tiene que ver mi familia humana con algo de esto? Ni siquiera he hablado con ellos en casi cuatro años.

—No es solo la familia.

La voz de Damien subió de tono por la emoción mientras revolvía las páginas de sus notas de nuevo.

—Oh, por todos los demonios. Tu familia es tu sangre, estúpido —le dijo Aphrodite—. ¿Cuál era el apellido de tu abuelo?

Stark le frunció el ceño a Aphrodite.

—MacUallis —dijeron Stark y Damien a la vez.

—¿Cómo lo sabías? —preguntó Stark.

—Los del clan MacUallis eran los Guardianes del As —sonrió Damien victoriosamente, sosteniendo una página de sus notas donde se podían leer las palabras «Clan MacUallis = Guardianes del As» para que todo el mundo lo viera.

—Parece que hemos encontrado nuestro puente de sangre —dijo Jack, abrazando a Damien.