13

Rephaim

Rephaim supo en qué momento se materializó la Oscuridad. Estaba sentado en el balcón, mientras comía una manzana y miraba el claro cielo nocturno, tratando de ignorar la molesta presencia de un fantasma humano que había desarrollado una desafortunada fascinación por él.

—¡Vamos, cuéntamelo! ¿Resulta divertido volar? —le preguntó el joven espíritu por lo que Rephaim creía que debía de ser la centésima vez—. Parece divertido. Yo no llegué a hacerlo, pero apuesto a que volar con tus propias alas tiene que ser mucho mejor que volar en un avión.

Rephaim suspiró. La niña hablaba más que Stevie Rae, y eso era algo extraordinario. Irritante, pero extraordinario. Intentaba decidir si debía seguir ignorándola y esperar a que se fuese de una vez, o si debía pensar en un plan alternativo, porque hacer caso omiso de la niña no parecía funcionar. Se le había ocurrido que igual podría preguntarle a Stevie Rae qué hacer con el fantasma y aquello hizo que pensara en la Roja. Aunque, para ser sincero, sus pensamientos nunca estaban muy lejos de ella.

—¿Es peligroso volar? Quiero decir, con tus alas… Supongo que sí porque tú estás herido y apuesto a que te lo hiciste por andar flotando por ahí…

La niña seguía parloteando cuando la textura del mundo cambió. En aquel primer momento de sorpresa, Rephaim sintió algo familiar y creyó, durante un latido, que su padre había vuelto.

—¡Silencio! —le rugió al fantasma.

Se puso de pie y empezó a dar vueltas, fulminando con sus ojos brillantes los terrenos oscuros que lo rodeaban, esperando con toda su alma poder ver un destello de las negras alas de cuervo de su padre.

La niña fantasma chilló asustada, se alejó de él y desapareció.

Rephaim no le dedicó ni un pensamiento. Estaba muy ocupado soportando el aluvión de certezas y de emociones.

Primero llegaron las certezas: supo casi inmediatamente que no era a su padre a quien había sentido. Sí, Kalona era poderoso y hacía tiempo que se había aliado con la Oscuridad, pero la alteración que estaba causando aquel inmortal en el mundo era diferente, era mucho más fuerte. Rephaim podía sentirla en la respuesta excitada de las cosas oscuras ocultas en la tierra, en los seres que este mundo moderno de luz artificial y magia electrónica había olvidado. Pero Rephaim no los había olvidado y en lo más profundo de las sombras de la noche, vio que formaban ondas y se estremecían, reacción que desconcertó a Rephaim.

¿Qué podía ser lo suficientemente poderoso como para que surgieran aquellos seres ocultos?

Entonces el miedo que sentía Stevie Rae lo golpeó. Fue la dureza de todo su terror unido a la emoción de aquellos seres y a ese momento de familiaridad lo que le dio la respuesta a Rephaim.

—¡Por todos los dioses, la mismísima Oscuridad ha entrado en este reino!

Rephaim se movió antes de tomar la decisión consciente de hacerlo. Salió reventando las puertas delanteras de la maltrecha mansión, apartándolas a un lado con su brazo bueno como si estuviesen hechas de cartón… y se detuvo en el amplio porche de entrada.

No tenía ni idea de adónde ir.

Otra oleada de terror lo envolvió. Lo experimentó a la misma vez que ella: Rephaim sabía que Stevie Rae estaba paralizada por el miedo. Un pensamiento horrible invadió su mente: ¿Stevie Rae ha convocado a la Oscuridad? ¿Cómo iba a ser capaz? ¿Por qué lo iba a hacer?

La respuesta a la más importante de las tres preguntas le llegó tan rápido como lo pensó. Stevie Rae haría casi cualquier cosa si creía que eso traería de vuelta a Zoey.

El corazón de Rephaim se puso a latir rápidamente y su sangre bombeó con fuerza, aceleradamente. ¿Dónde estaba? ¿En la Casa de la Noche?

No, seguro que no. Si planeara conjurar a la Oscuridad, no lo haría en una escuela dedicada a la Luz.

—¿Por qué no viniste a mí? —gritó frustrado a la noche—. ¡Yo conozco a la Oscuridad; tú no!

Pero mientras hablaba, admitió que se equivocaba. Stevie Rae había sido tocada por la Oscuridad cuando murió. Entonces él no la conocía pero sí conocía a Stark y había sido testigo de la Oscuridad que rodeaba la muerte y la resurrección de un iniciado.

—Pero ella eligió la Luz —dijo él suavemente—. Y la Luz siempre infravalora la crueldad de la Oscuridad.

Que yo esté vivo es un ejemplo de ello.

Stevie Rae lo necesitaba, mucho. Aquello también era un hecho.

—Stevie Rae, ¿dónde estás? —murmuró Rephaim.

Solo los movimientos inquietos de los seres de la noche le respondieron.

¿Podría persuadir a uno de ellos para que lo condujera hasta la Oscuridad? No… Descartó esa idea rápidamente. Ellos solo irían hasta la Oscuridad si ella los llamaba. Si no, preferirían alimentarse de los vestigios de su poder desde lejos. Y no podía permitirse perder tiempo esperando a que la Oscuridad los llamase. Necesitaba pensar…

¡¡¡Rephaim!!!

El grito de Stevie Rae resonó inquietantemente a su alrededor. Su voz estaba llena de dolor y desesperación. El sonido rasgó su corazón. Sabía que tenía los ojos de color rojo brillante. Quería romper, desgarrar y destrozar. La neblina de ira escarlata que empezó a abrumarlo era una escapatoria seductora. Si se dejaba invadir por la ira se convertiría, sin duda, más en una bestia que en un hombre. Aquel miedo inusual e incómodo que había empezado a sentir por ella se vería sustituido por el instinto y la violencia ciega, que podría aplacar atacando a humanos indefensos de cualquiera de las casas oscuras que rodeaban el museo inerte. Durante un momento, estaría saciado. Durante un momento, no sentiría nada.

¿Y por qué no rendirse a la rabia que había consumido tan a menudo su vida? Sería más fácil, era familiar, se sentiría seguro.

Si me rindo ante la furia, será el fin de la conexión que tengo con ella. Aquel pensamiento le hizo sentir escalofríos de sorpresa en su cuerpo. Los escalofríos se volvieron motitas brillantes de luz que rasgaron la neblina roja que cubría su vista como un velo.

—¡No! —gritó, dejando que la humanidad de su voz hiciera retroceder a la bestia de su interior—. Si la abandono ante la Oscuridad, morirá.

Rephaim respiró con inspiraciones largas y lentas. Tenía que calmarse. Necesitaba pensar. La neblina roja siguió disipándose y su mente comenzó a razonar.

¡Tengo que usar nuestra conexión y nuestra sangre!

Rephaim se forzó a quedarse quieto y respirar en la noche. Sabía lo que tenía que hacer. Inspiró de nuevo profundamente y empezó:

—Convoco al poder del espíritu de los antiguos inmortales, mío por derecho de nacimiento.

Rephaim se preparó para las consecuencias que la invocación tendría en su cuerpo sin curar, pero mientras extraía el poder de las sombras de la noche, se sorprendió al sentir un aumento de energía. La noche a su alrededor parecía que vibraba con un poder salvaje y antiguo. Le hizo sentir un poco enfermo, como un presagio, pero lo utilizó de todas maneras, canalizando el poder a través de él, preparándose para cargarlo de la inmortalidad que transportaba en su sangre; en la sangre que él y Stevie Rae ahora compartían. Pero mientras lo llenaba, su cuerpo se vio dominado por una fuerza tan feroz, tan salvaje, que hizo que Rephaim cayese sobre sus rodillas. El primer indicio de que algo milagroso estaba sucediendo fue que extendió ambas manos automáticamente para frenar su caída… y los dos brazos le respondieron, incluso el que había tenido roto y sujeto al pecho con un cabestrillo.

Rephaim se quedó allí, arrodillado, temblando y con los brazos extendidos sosteniéndole. Respiraba rápidamente mientras cerraba los puños.

—¡Más! —dijo entre dientes—. ¡Ven a mí!

La energía oscura entró en él de nuevo, como una corriente viva de violencia fría que él luchó por contener. Rephaim sabía que aquella plenitud era diferente a cualquiera que hubiese sentido antes, cuando convocaba a los poderes a los que le daba acceso la sangre de su padre, pero él no era un jovenzuelo inexperto. No era la primera vez que tenía tratos con las sombras y con lo más vil de este mundo que habitaba la noche. Buscando en su interior, el cuervo del escarnio inhaló la energía, como si fuese el aire de una madrugada de pleno invierno, después abrió los brazos al mismo tiempo que desplegaba sus alas.

Ambas le respondieron.

Su grito de satisfacción hizo que las sombras se retorcieran y agitaran en éxtasis. ¡Estaba completo de nuevo! ¡El ala estaba perfectamente curada!

Rephaim se puso en pie de un salto. Con las alas completamente extendidas, de repente parecía una magnífica escultura de un joven dios en vida. Con el cuerpo vibrando de poder, el cuervo del escarnio continuó su invocación. El aire lanzó destellos escarlata como si una neblina de sangre lo rodease. Henchido de la Oscuridad adquirida, la voz de Rephaim resonó en la noche:

—Mediante el poder inmortal de mi padre, Kalona, que sembró mi sangre y mi espíritu con su legado, le ordeno a este poder que ejerzo en su nombre que me conduzca a la Roja… que ha probado mi sangre, y con quien estoy conectado y he intercambiado deudas de vida. ¡Llévame con Stevie Rae! ¡Te lo ordeno!

La bruma flotó en el aire durante un momento y después se movió rápidamente. Como si fuese un lazo de seda escarlata, formó un delgado camino brillante en el aire, ante él. Raudo y seguro, Rephaim despegó y agitó sus alas en la dirección que le indicaba que estaba la Oscuridad.

La encontró no lejos del museo, en un parque envuelto de humo y muerte. Mientras descendía en silencio del cielo, Rephaim se preguntó cómo los humanos de las casas que rodeaban el lugar podían ignorar lo que se había liberado justo fuera de la engañosa seguridad de sus puertas.

El origen del humo negro se situaba en el corazón del parque. Rephaim solo alcanzaba a ver las ramas más elevadas de un fuerte y viejo roble bajo el que reinaba el caos. Disminuyó el paso cuando se acercó, aunque sus alas seguían extendidas a su alrededor, saboreando el aire y permitiéndole moverse silenciosa y rápidamente, incluso en tierra.

El iniciado no se dio cuenta de su presencia, pero Rephaim supo que el chico seguramente no habría notado ni la llegada de un ejército. Toda su atención estaba centrada en tratar de apuñalar con una navaja larga y de aspecto letal lo que parecía ser un círculo de oscuridad que se había materializado formando un muro sólido… o al menos así es como se manifestaba ante el iniciado.

Rephaim no era un iniciado; él entendía la Oscuridad mucho mejor.

Sorteó al chico y, sin ser visto, se encaró ante el círculo en su punto más al norte. No estaba seguro de si era el instinto o la influencia de Stevie Rae lo que lo había llevado hasta allí y reconoció, aunque brevemente, que los dos podrían estar convirtiéndose en uno.

Se detuvo y, con un solo movimiento, reacio, cerró las alas, doblándolas cuidadosamente a su espalda. Después levantó la mano y le habló en voz baja a la bruma escarlata que seguía a sus órdenes.

—Protégeme. Permíteme cruzar la barrera.

Rephaim apretó su puño alrededor de la energía latente que se concentraba allí y después, con un movimiento de sus dedos, repartió la bruma por su cuerpo.

Esperaba el dolor. Aunque había aspectos del poder inmortal que lo obedecían, la obediencia nunca era gratuita. Muchas veces aquella sumisión se pagaba con dolor. Esta vez se extendió por su cuerpo recién curado como lava, pero le dio la bienvenida porque significaba que su petición le había sido concedida.

No había forma de prepararse para lo que se iba a encontrar en el interior del círculo.

Rephaim simplemente cogió aire y, cubierto por la fuerza heredada de la sangre de su padre, dio un paso adelante. El muro de oscuridad se abrió ante él.

Dentro del círculo Rephaim se vio asaltado por el aroma de la sangre de Stevie Rae y por un perfume abrumador de muerte y decadencia.

—¡Por favor, para! ¡No puedo soportarlo más! Mátame si eso es lo que quieres, ¡pero no me toques de nuevo!

No podía verla, pero por su voz Stevie Rae parecía completamente derrotada. Actuando rápidamente, Rephaim tomó un poco de la bruma escarlata que se ceñía a su cuerpo.

—Ve a su lado… fortalécela —le ordenó en un murmullo.

Escuchó el jadeo de Stevie Rae y estuvo casi seguro de que ella había gritado su nombre. Entonces la oscuridad se marchó y desveló una imagen que Rephaim nunca olvidaría, aunque llegase a ser tan anciano como su padre.

Stevie Rae estaba en medio del círculo. Hilos de un negro pegajoso se enroscaban alrededor de sus piernas. Allí donde la tocaban, le laceraban la piel. Tenía los vaqueros rotos y le colgaban de su cuerpo como harapos. La sangre manaba de sus heridas abiertas. Mientras la contemplaba, otro hilo salió de la oscuridad viscosa que lo rodeaba y fustigó su cintura como un látigo, haciendo brotar un reguero de sangre. Stevie Rae gimió de dolor y su cabeza se cayó hacia un lado. Rephaim vio que se le habían puesto los ojos en blanco.

Fue entonces cuando la Bestia se dejo ver. En cuanto la vio, Rephaim supo sin lugar a dudas que estaba cara a cara con la Oscuridad materializada. Resopló con un terrible y ensordecedor bramido.

Vomitando sangre, mucosidad y humo, el toro desgarró la tierra con sus pezuñas. La criatura caminó a zancadas hacia Stevie Rae desde la parte más densa de humo negro. Como una luna llena en una cripta, la piel blanca del toro parecía la muerte mientras se cernía sobre la chica. La criatura era tan inmensa que tuvo que inclinar su enorme cabeza para dejar que su lengua lamiera su cintura sangrante.

El grito de Stevie Rae fue repetido por el de Rephaim.

—¡No!

El gigantesco toro se quedó quieto. Su cabeza se giró hacia el cuervo del escarnio y su mirada sin fondo atrapó la de Rephaim.

La noche se hace más y más interesante. La voz retumbó en su mente. Rephaim se obligó a vencer su miedo cuando el toro dio dos pasos hacia él, haciendo temblar la tierra mientras olfateaba el aire.

Huelo Oscuridad en ti.

—Sí —dijo Rephaim por encima del sonido de los aterrados latidos de su corazón—. Convivo con la Oscuridad desde hace tiempo.

Es raro, entonces, que no te conozca. El toro olfateó de nuevo el aire que lo rodeaba. Aunque conocí a tu padre.

—Gracias al poder de la sangre de mi padre pude atravesar la cortina oscura y presentarme ante ti.

Siguió mirando fijamente al toro, pero no se olvidaba ni por un instante de que Stevie Rae estaba solo a unos centímetros de él, sangrando e indefensa.

¿Sí? Creo que mientes, hombre pájaro.

Aunque el tono de la voz en su mente no varió, Rephaim pudo sentir la ira del toro. Manteniendo la calma, Rephaim cogió un poco de bruma con un dedo de su pecho y dibujó una línea roja desde su cuerpo. Levantó la mano, como si fuese una ofrenda al toro.

—Esto me permitió atravesar la cortina oscura del círculo, y este poder es mío por derecho, por la sangre inmortal de mi padre.

Que fluye sangre inmortal por tus venas es verdad. Pero el poder que llena tu cuerpo y que le ordenó a mi barrera que se abriera lo tomaste de mí.

El miedo recorrió la médula espinal de Rephaim. Con mucho cuidado, inclinó la cabeza respetuosamente, reconociéndolo.

—Entonces te lo agradezco, aunque no pedí tu poder. Yo solo invoqué el de mi padre, el único que tengo derecho a convocar.

Escucho la verdad en tus palabras, hijo de Kalona, ¿pero por qué convocar el poder de los inmortales para venir aquí y poder entrar en mi círculo? ¿Qué asuntos os traéis tú o tu padre esta noche con la Oscuridad?

El cuerpo de Rephaim se tensó, pero su cerebro comenzó a pensar a toda velocidad. Hasta ese momento de su vida, siempre había sacado fuerzas del legado de la inmortalidad de su sangre y de la astucia del cuervo al que había sido unido para ser creado. Pero aquella noche, frente a frente con la Oscuridad, henchido de una fuerza que no era suya, se dio cuenta de repente de que, aunque había sido gracias al poder de aquella criatura que había podido acceder a Stevie Rae, no iba a poder salvarla usando la Oscuridad, ya proviniese del toro o de su padre; tampoco los instintos de un cuervo podrían luchar contra la bestia que tenía enfrente. Las fuerzas que se aliaban con él no podrían derrotar a aquel toro… a aquella personificación de la Oscuridad.

Así que Rephaim recurrió a lo único que le quedaba… a los vestigios de humanidad que le había transmitido el cuerpo sin vida de su madre. Le contestó al toro como un humano, con una honestidad tan salvaje que pensó que le iba a partir el corazón en dos.

—Estoy aquí porque ella está aquí, y porque me pertenece.

Los ojos de Rephaim no se apartaron de los del toro ni un instante, pero movió la cabeza en dirección a Stevie Rae.

La huelo en ti. El toro dio otro paso hacia Rephaim, obligando al suelo a temblar a su paso. Puede que te pertenezca, pero ha cometido la insolencia de invocarme. Esta vampira me pidió ayuda y se la di. Como sabes; debe pagar un precio por ello. Vete ahora, hombre pájaro, y permitiré que vivas.

—Vete, Rephaim. —La voz de Stevie Rae era débil, pero cuando Rephaim la miró por fin, vio que su mirada era firme y lúcida—. Esto no es como en el tejado. No puedes salvarme de esto. Vete.

Rephaim tenía que irse. Sabía que debía hacerlo. Un par de días antes ni siquiera se habría imaginado un mundo donde él se enfrentara a la Oscuridad para intentar salvar a una vampira… para intentar salvar a cualquiera que no fuese su padre. Pero mientras miraba los dulces ojos azules de Stevie Rae, lo que vio fue un mundo completamente nuevo… un mundo en el que aquella extraña y pequeña vampira roja simbolizaba el corazón, el alma y la verdad.

—Por favor. No dejes que también te haga daño a ti —le dijo.

Fueron esas palabras… aquellas palabras tan carentes de egoísmo, desde el corazón, aquellas palabras tan honestas, las que tomaron la decisión por él.

—Dije que me pertenecía. La has olido en mí; sabes que es verdad. Así que puedo saldar yo su deuda —dijo Rephaim.

—¡No! —gritó Stevie Rae.

Piénsalo cuidadosamente antes de hacer una oferta así, hijo de Kalona. No la voy a matar. Es una deuda de sangre, no una deuda de vida. Te devolveré a tu vampira… en algún momento, cuando termine de saborearla.

Las palabras del toro hicieron que Rephaim se sintiese enfermo. Como una sanguijuela hinchada, la Oscuridad iba a alimentarse de Stevie Rae. Iba a lamer su piel rasgada y a degustar la salinidad cobriza de su elemento vital… del elemento vital de los dos, unidos para siempre por su conexión.

—Toma mi sangre en su lugar. Yo pagaré su deuda —dijo Rephaim.

Eres el hijo de tu padre. Como él, has decidido proteger a un ser que nunca te podrá dar aquello que más deseas. Que así sea. Acepto que pagues la deuda de la vampira. ¡Libérala!, ordenó el toro.

Los hilos, las cuchillas de oscuridad, soltaron el cuerpo de Stevie Rae y como aquello era lo único que la sostenía en pie, se desplomó sobre la hierba empapada de sangre.

Antes de poder moverse para ayudarla, un hilo oscuro, como una cobra, surgió del humo y de las sombras que rodeaban al toro. Con una velocidad sobrenatural, salió disparado y atrapó el tobillo de Rephaim.

El cuervo del escarnio no gritó, aunque quiso hacerlo. En lugar de eso, concentrándose para superar aquel dolor cegador, le gritó a Stevie Rae:

—¡Vuelve a la Casa de la Noche!

Vio a Stevie Rae tratando de levantarse, pero resbaló en su propia sangre y se quedó tumbada en el suelo, llorando quedamente. Sus ojos se encontraron y Rephaim se arrastró hacia ella, extendiendo las alas, dispuesto a romper el hilo pegajoso y poder al menos sacarla del círculo.

Otro hilo salió disparado y se enroscó alrededor del ancho bíceps del brazo recién curado de Rephaim, hundiéndose más de un centímetro en el músculo. Otro más salió de las sombras de detrás de él y Rephaim no pudo evitar gritar de dolor mientras aquella cosa se retorcía en el lugar donde se juntaban sus alas en la espalda, rasgándolas, destrozándolas y empujándolo contra el suelo.

—¡Rephaim! —sollozó Stevie Rae.

Él no podía ver al toro, pero sintió temblar la tierra cuando la criatura se le acercó. Giró la cabeza y, mientras sufría, vio a Stevie Rae intentando reptar hacia él. Él quería decirle que parara… decirle algo que la hiciese escapar. Entonces, mientras el dolor abrasador de la lengua del toro atravesaba la herida de su tobillo, Rephaim se dio cuenta de que Stevie Rae no estaba en realidad tratando de deslizarse hacia él. Sus brazos temblaban y su cuerpo seguía sangrando, pero su cara estaba recuperando el color. Extrae poder de la tierra, comprendió Rephaim con una increíble sensación de alivio. Tal cosa, la fortalecerá lo suficiente como para salir del círculo y ponerse a salvo.

Había olvidado la dulzura de la sangre inmortal. El aliento podrido del toro golpeó a Rephaim. La sangre dé la vampira solo tenía una pizca. Creo que voy a beber sin parar de ti, hijo de Kalona. Tú sí que has tomado poder de la Oscuridad hoy, así que tienes una deuda pendiente aún mayor que la suya.

Rephaim se negó a mirar a la criatura. Atrapado por los lacerantes hilos, su cuerpo fue izado y girado de tal modo que su mejilla quedó apoyada contra la tierra. Mantuvo la vista fija en Stevie Rae mientras el toro se colocaba encima de él y empezaba a beber de la herida abierta en la base de sus alas sangrantes.

Un sufrimiento como nunca había sentido invadió su cuerpo, No quería gritar. No quería retorcerse de dolor. Pero no podía evitarlo. Los ojos de Stevie Rae eran lo único que lo mantenían consciente mientras la Oscuridad se alimentaba de él, profanando su cuerpo una y otra vez.

Cuando Stevie Rae se puso de pie, elevando los brazos, Rephaim pensó que estaba alucinando porque parecía tan fuerte y poderosa y tan furiosa… Sostenía algo en su mano… una trenza larga que humeaba.

—Lo hice antes y lo voy a hacer de nuevo.

La voz de Stevie Rae le llegó como si estuviese muy lejos, pero resonaba con fuerza. Rephaim se preguntó por qué el toro no la había escuchado ni intentaba detenerla, pero los gemidos de placer de la criatura y el dolor punzante que sentía en la espalda le dieron la respuesta a Rephaim. El toro no consideraba a Stevie Rae una amenaza y se concentraba en consumir la embriagadora sangre de la inmortalidad.

Deja que tome la sangre de mí; permite que ella escape, rezó Rephaim silenciosamente para el dios que se dignara a escucharlo.

—Mi círculo está intacto. —Stevie Rae hablaba rápida y claramente—. Rephaim y este asqueroso toro vinieron por orden mía. Así que volveré a lanzar una orden… A través del poder de la tierra, llamo al otro toro. Al toro que lucha contra este, ¡y pagaré el precio que sea necesario para apartar esta cosa de mi cuervo del escarnio!

Rephaim sintió que la criatura que estaba sobre él dejaba de alimentarse cuando un rayo de luz cruzó como una lanza las tinieblas humeantes que había ante Stevie Rae. Vio que ella abría los ojos como platos y, sorprendentemente, sonrió y luego se rio.

—¡Sí! —dijo con júbilo—. Pagaré el precio. ¡Maldición! Eres tan negro y bonito.

Todavía encima de Rephaim, el toro blanco gruñó. Los hilos que envolvían a aquel salieron disparados y se deslizaron hacia Stevie Rae. Rephaim movió la boca para gritarle una advertencia, pero ella entró directamente en el rayo de luz.

Se oyó un trueno y después hubo otro relámpago. De en medio de la brillante explosión salió un enorme toro, tan negro como blanco era el primero. Pero la negrura de esta criatura no era como la de las siluetas oscuras y pegajosas que se alejaban de ella. La piel de este toro era del negro de un cielo de verano refulgente por el resplandor de estrellas y diamantes… profundo, misterioso y maravilloso a la vista.

Durante un momento, la mirada del toro negro se encontró con la de Rephaim y el cuervo del escarnio jadeó. Nunca en su vida había visto tanta bondad; nunca habría imaginado que esa bondad pudiera existir.

No dejes que ella tome la decisión equivocada. La nueva voz en su mente era tan profunda como la del primer toro, pero estaba llena de compasión. Porque merezcas o no la pena, ella ha pagado el precio.

El toro negro bajo la cabeza y embistió al toro blanco, separándolo de un golpe del cuerpo de Rephaim. Hubo un ruido ensordecedor cuando los dos se encontraron y después un silencio tan profundo que casi se hizo insoportable.

Los hilos se desvanecieron como el rocío bajo el sol estival. Stevie Rae estaba arrodillada, intentando llegar a él, cuando el humo se disipó y el iniciado entró en el círculo con el cuchillo en la mano y listo para atacar.

—¡Apártate, Stevie Rae! ¡Voy a matar a esa jodida bestia!

Stevie Rae tocó la tierra.

—Tierra, hazle tropezar. Con ímpetu —murmuró.

Por encima del hombro de Stevie Rae, Rephaim vio cómo la tierra se elevaba justo delante de los pies del chico y el robusto iniciado se cayó de bruces… con ímpetu.

—¿Puedes volar? —le susurró.

—Eso creo —le contestó Rephaim con otro susurro.

—Entonces vuelve a Gilcrease —dijo ella apresuradamente—. Iré a verte más tarde.

Rephaim dudó. No quería dejarla tan pronto, después de todo lo que acababan de pasar juntos. ¿De verdad estaba bien o la Oscuridad había tomado demasiado de ella?

—Estoy bien. Lo prometo —le dijo Stevie Rae suavemente, como si le leyese la mente—. Vete.

Rephaim se puso en pie. Lanzándole una última mirada a Stevie Rae, desplegó sus alas y obligó a su maltrecho cuerpo a elevarlo en el aire.