Stevie Rae
—¿Skye? ¿En serio? ¿Dónde está eso? ¿En Irlanda? —se sorprendió Stevie Rae.
—En Escocia, no en Irlanda, retrasada —dijo Aphrodite.
—¿No son lo mismo? Y no me llames retrasada. No está bien.
—¿Y si te digo que me chupes un dedo del pie? ¿Te parece mejor? Tú escucha y no seas tan gilimema, paleta. Necesito que vuelvas a conseguir información de tu extraña comunión con la tierra o como sea que te lo montes, algo sobre la Luz y la Oscuridad, ya sabes, con «l» y «o» mayúsculas. También presta atención por si algún árbol o lo que sea te cuenta algo sobre dos toros.
—¿Toros? ¿Como las vacas?
—¿Pero tú no eras de campo? ¿No sabes lo que es un toro?
—Mira, Aphrodite, ese es un estereotipo propio de ignorantes. Que no sea de una gran ciudad no significa automáticamente que tenga que entender de vacas y todo eso. Caray, si ni siquiera me gustan los caballos.
—Te juro que pareces una mutante —dijo Aphrodite—. El toro es el macho de la vaca. Hasta el esquizofrénico bichón frisé de mi madre lo sabe. Concéntrate, ¿vale?, esto es importante. Tienes que preguntarle a la jodida hierba sobre mitología o una religión antigua y excesivamente primitiva y, por tanto, poco sexi, que hable de dos toros luchando, el uno blanco y el otro negro, en una lucha interminable muy de machitos y muy violenta entre el bien y el mal.
—¿Qué tiene eso que ver con traer de vuelta a Zoey?
—Creo que podría, de algún modo, abrirle una puerta a Stark para entrar en el Otro Mundo sin morirse, porque parece ser que eso es lo que les pasa a los guerreros que entran allí intentando proteger a sus altas sacerdotisas.
—¿Las vacas pueden hacer eso? ¿Cómo? Si las vacas no saben ni hablar…
—Toros, retrasada al cuadrado. Presta atención. No hablo de simples animales, sino del salvajismo del poder que los rodea. Los toros representan ese poder.
—¿Así que no van a hablar?
—¡Oh, por todos los demonios! Igual sí, igual no… ¡Son magia antiquísima! ¿Quién diablos sabe lo que pueden hacer? Mira, para poder llegar al Otro Mundo, Stark no puede ser ni civilizado, ni moderno, ni educadito. Va a tener que averiguar cómo ser más que eso para llegar hasta Zoey y protegerla sin que mueran los dos en el intento, y esa antigua religión puede ser la clave para lograrlo.
—Supongo que tiene sentido. Me refiero a que cuando pienso en Kalona, no pienso exactamente en un tío moderno. —Stevie Rae hizo una pausa, reconociéndose solo a sí misma que en realidad estaba pensando en Rephaim y no en su padre—. Y sin duda tiene un poder salvaje.
—Y no hay duda de que está en el Otro Mundo y no ha muerto.
—Y allí es donde Stark necesita llegar.
—Así que vete a hablar con las flores sobre toros y todo eso —dijo Aphrodite.
—Hablaré con las flores —accedió Stevie Rae.
—Llámame cuando te digan algo.
—Sí, vale. Lo haré lo mejor que pueda.
—Eh, ten cuidado —se preocupó Aphrodite.
—¿Ves? Hasta puedes ser agradable —dijo Stevie Rae.
—Antes de que te pongas a aplaudirme, respóndeme a una pregunta: ¿con quién estableciste una conexión después de que la nuestra se rompiese?
La sangre de Stevie Rae se le heló en las venas.
—¡Con nadie!
—Eso significa que con alguien totalmente inapropiado. ¿Quién es? ¿Uno de esos iniciados perdedores?
—Aphrodite, he dicho que con nadie.
—Sí, eso es lo que me imaginaba. Mira, una de las cosas que estoy aprendiendo de esto de ser profetisa, que es normalmente un coñazo, por cierto, es que si escucho sin usar los oídos, averiguo más cosas.
—Pues lo que yo sé es que estás perdiendo la maldita cabeza.
—Así que, de nuevo, ten cuidado. Recibo extrañas vibraciones de ti… y me están diciendo que igual te vas a meter en un lío.
—Creo que acabas de montarte una historia para tratar de darle sentido a toda esa locura que se te amontona en la cabeza.
—Y yo creo que tú estás escondiendo algo. Así que admitamos estar en desacuerdo.
—Me voy a hablar con las flores y las vacas. Adiós, Aphrodite.
—Toros. Adiós, ignorante.
Stevie Rae abrió la puerta para salir de la habitación, todavía con el ceño fruncido por los comentarios de Aphrodite, y casi se choca con la mano de Kramisha, levantada para llamar a la puerta. Ambas dieron un salto y Kramisha sacudió la cabeza.
—No hagas cosas raras como esas. Me hacen pensar que ya no eres normal.
—Kramisha, si hubiera sabido que estabas aquí fuera, no habría saltado al abrir la puerta. Y ninguna de nosotras es normal… por lo menos ya no.
—Habla por ti. Yo sigo siendo la misma. Y eso significa que no me pasa nada. Tú, por otra parte, estás como si te hubiese pasado un camión por encima.
—Casi ardo por completo en un tejado hace dos días. Creo que eso me da permiso para estar hecha una mierda.
—No me refería a que tengas mala pinta.
Kramisha inclinó la cabeza hacia un lado. Llevaba puesta su peluca rubia brillante, a juego con una sombra de ojos amarillo fluorescente.
—De hecho, tienes buena pinta… estás del color de los blancos de aspecto saludable. Casi me recuerdas a los preciosos cerditos con su aspecto sonrosado.
—Kramisha, te juro que me estás levantando dolor la cabeza. ¿De qué estás hablando?
—Digo que tienes buena pinta, pero que algo no anda bien. Ni aquí, ni aquí.
Kramisha señaló el corazón y la cabeza de Stevie Rae.
—Tengo un montón de cosas en la cabeza —respondió Stevie Rae con una evasiva.
—Sí, ya lo sé; Zoey está destrozada, pero tienes que seguir sacando tu mierda adelante.
—Lo intento.
—Pues esfuérzate más. Zoey te necesita. Sé que no estás allí con ella, pero tengo la sensación de que puedes ayudarla. Tienes que usar tu sentido común.
Kramisha la miraba con una intensidad que hizo que Stevie Rae quisiese ocultarse.
—Como ya te he dicho, lo estoy intentando.
—¿Estás haciendo alguna locura?
—¡No!
—¿Estás segura? Porque esto es para ti.
Kramisha le entregó una hoja arrancada de una libreta violeta con algo escrito con su particular letra que mezclaba cursiva y letra de imprenta. Continuó:
—Y a mí me parece que esto es una completa locura.
Stevie Rae le arrancó el papel de la mano.
—Demonios, ¿por qué no me has dicho que traías uno de tus poemas?
—Estaba a punto de decirlo —dijo Kramisha cruzándose de brazos y apoyándose en el umbral, obviamente esperando a que Stevie Rae leyese el poema.
—¿No tienes nada que hacer?
—No. Los demás chicos están comiendo. Oh, excepto Dallas. Él está trabajando con Dragón en algo de espadas, aunque las clases todavía no han empezado oficialmente y no veo la necesidad de acelerar las cosas, así que no entiendo por qué tiene tanta prisa por volver a clase. Sea como sea, tú lee el poema, alta sacerdotisa. No me voy a ir a ningún lado.
Stevie Rae ahogó un suspiro. Los poemas de Kramisha solían ser confusos y abstractos, pero también solían ser proféticos y pensar que uno de ellos iba dirigido obviamente a ella hizo que Stevie Rae sintiese su estómago como si hubiese comido huevos crudos. A regañadientes, sus ojos se dirigieron hacia las líneas y empezó a leer.
La Roja camina hacía la Luz
blandiendo sus armas para tomar parte
en la lucha apocalíptica.
La Oscuridad se esconde tras diferentes aspectos.
Mira más allá de la forma, del color, de las mentiras
y de las tormentas emocionales.
Alíate con él; págale con tu corazón
aunque no puedas depositar en él tu confianza
si no se aleja de la Oscuridad.
Mira con tu alma y no con tus ojos
porque para bailar con bestias
debes penetrar en su disfraz.
Stevie Rae sacudió la cabeza, miró a Kramisha y después volvió a leer el poema de nuevo, lentamente, deseando que su corazón dejase de latir con tal fuerza que podría delatar el terror culpable que sintió al momento. Porque Kramisha tenía razón; obviamente se refería a ella. Y además, a Rephaim. Stevie Rae suponía que debía agradecer que el maldito poema no dijera nada sobre alas y ojos humanos en una maldita cabeza de pájaro. ¡Rayos!
—¿Ves por qué decía que tenía que ver contigo?
Stevie Rae levantó la vista del poema y escrutó los inteligentes ojos de Kramisha.
—Bueno, demonios, Kramisha. Claro que es sobre mí. Lo dice la primera línea.
—Sí, bueno, estaba claro aunque no te nombrase, y eso que nunca había oído a nadie llamarte así.
—Tiene sentido —dijo Stevie Rae rápidamente, intentando ahogar el recuerdo de Rephaim llamándola «la Roja»—. Soy la única vampira roja, así que tiene que referirse a mí.
—Eso es lo que pensé, aunque hay un montón de cosas raras sobre bestias y eso. Tuve que releer la parte de «blandir las armas» porque sonaba asquerosamente sexual, pero acabé por entender que solo es una manera de decir que tienes que estar lista para la batalla.
—Sí, bueno, ya llevamos unas cuantas últimamente —dijo Stevie Rae, volviendo a centrarse en las líneas.
—Pues parece que vas a tener alguna más… y que va a ser una auténtica mierda, también; tienes que estar lista para ello.
Después se aclaró la garganta forzadamente y Stevie Rae volvió a mirarla de mala gana.
—¿Quién es él?
—¿Él?
Kramisha se cruzó de brazos.
—No me hables como si fuese estúpida. Él. El chico al que el poema dice que le tienes que dar tu corazón.
—¡No lo voy a hacer!
—Oh, entonces sabes quién es. —Kramisha comenzó a dar golpecitos en el suelo con la puntera de sus botas de leopardo—. Y no hay duda de que no es Dallas porque a él no te asustaría entregarle tu corazón. Todo el mundo sabe que hay algo entre vosotros dos. Entonces, ¿quién es él?
—No tengo ni idea. No estoy viendo a nadie más que no sea Dallas. Además, me preocupan más las partes que hablan de la Oscuridad y los disfraces y eso —mintió Stevie Rae.
—Ya… —bufó Kramisha.
—Mira, voy a quedarme con esto y a pensar en ello —dijo Stevie Rae, guardando el poema en el bolsillo de sus vaqueros.
—Déjame adivinarlo… quieres que mantenga la boca cerrada —aventuró Kramisha, repitiendo los toquecitos de puntera.
—Sí, porque quiero intentar…
La excusa se extinguió ante la mirada de complicidad de Kramisha. Stevie Rae respiró profundamente, decidida a contarle tanta verdad a Kramisha como pudiera, y volvió a empezar.
—No quiero que cuentes nada sobre el poema porque tengo la cabeza hecha un lío con respecto a otra persona y si esto saliera ahora a la luz nos perjudicaría a Dallas y a mí, sobre todo porque no estoy muy segura de lo que está pasando entre este chico y yo.
—Eso ya me lo creo más. Los líos de chicos pueden ser un coñazo y, como dice siempre mi madre, no está bien andar aireando los problemas personales de la gente para que los sepa todo el mundo.
—Gracias, Kramisha, te lo agradezco.
Kramisha levantó una mano.
—Espera. Nadie dijo que hubiese acabado. Mis poemas son importantes. Este es más sobre ti que sobre tu lío amoroso. Así que como dije antes, aclara todo este berenjenal que tienes montado en tu cabeza y acuérdate de usar tu sentido común. Y también has de saber que cada vez que escribía la palabra «Oscuridad», algo en mi interior se retorcía.
Stevie Rae le dedicó una larga mirada a Kramisha y tomó una decisión.
—Ven conmigo hasta el aparcamiento, ¿vale? Tengo que hacer algo fuera del campus, pero quiero hablarte de camino.
—No hay problema —dijo Kramisha—. Además, es hora de que le cuentes a alguien lo que te está pasando por esa cabecita. Últimamente te has portado de forma bastante atolondrada, y me refiero a desde antes de que Zoey se rompiera.
—Sí, ya lo sé —murmuró Stevie Rae.
Ninguna de las dos dijo nada más mientras bajaban las escaleras y cruzaban la concurrida residencia. Stevie Rae pensó que era como si el deshielo también: hubiese derretido a los iniciados.
Durante los últimos dos días, los chicos habían comenzado a salir y comportarse cada vez con más normalidad. Bueno, Kramisha y ella seguían acaparando muchas miradas, pero las que antes eran hostiles y temerosas, reflejaban ahora en su mayoría curiosidad.
—¿Crees que podríamos de verdad volver e ir a clase de nuevo como si este siguiera siendo nuestro hogar? —le soltó Kramisha en cuanto llegaron a la acera, fuera de la residencia.
Stevie Rae la miró con sorpresa.
—De hecho, eso es justo lo que pensaba. ¿Sería tan malo volver?
Kramisha se encogió de hombros.
—No estoy segura. Lo único de lo que estoy segura es de que me siento bien cuando duermo bajo tierra durante el día.
—Sí, eso aquí es un problema.
—La Oscuridad de mi poema me hace sentir mal… ¿no creerás que habla de nosotros, no?
—¡No! —exclamó Stevie Rae sacudiendo su cabeza enfáticamente—. No hay nada malo en nosotros. Nosotras, Dallas y el resto de los iniciados rojos que vinimos aquí, tomamos una decisión. Nyx nos dio una oportunidad y elegimos el bien sobre el mal… la Luz sobre la Oscuridad. El poema no habla de nosotros. Estoy segura de ello.
—Son los otros, ¿eh?
Aunque estaban solas, Kramisha bajó la voz.
Stevie Rae lo pensó y se dio cuenta de que Kramisha podría tener razón. Había estado tan preocupada con la culpa que sentía por lo de Rephaim que no se le había ocurrido. ¡Demonios! Tenía que aclarar su mente.
—Bueno, sí, supongo que podría referirse a ellos; pero si fuera así, sería realmente malo.
—Por favor. Todos sabemos que son malos.
—Sí, bueno, Aphrodite acaba de contarme algunas cosas que le dan a la Oscuridad con «o» mayúscula una nueva dimensión. Y si están implicados en ello, han alcanzado un nivel profesional de maldad. Tipo maldad de Neferet.
—¡Mierda!
—Sí. Así que puede que tu poema hable de una batalla con ellos. Pero también quería que supieses esto: Aphrodite y yo hemos empezado a descubrir algunas cosas sobre la antigüedad. Ya sabes, cosas de hace mucho tiempo. Tanto tiempo que hasta los vampiros las han olvidado.
—Eso debe de ser jodidamente antiguo.
—Bueno, nosotros… me refiero a mí, a Aphrodite, a Stark y al resto de los chicos de Zoey, vamos a intentar usar esa información tan antigua para ayudar a Stark a entrar en el Otro Mundo y pueda así proteger a Z mientras ella trata de reparar su alma.
—¿Hablas de hacer que Stark entre en el Otro Mundo sin que su cuerpo muera?
—Sí, parece ser que aparecer muerto en el Otro Mundo no le haría ningún favor a Zoey.
—¿Entonces vais a usar esa mierda de información antigua para averiguar la manera de hacerlo bien?
Stevie Rae le sonrió.
—Lo vamos a intentar. Y tú puedes ayudarnos.
—Dime cómo y allí estaré.
—Vale, ahí va: Aphrodite ha descubierto nuevos poderes de profetisa desde que se ha concentrado más en ellos —dijo Stevie Rae añadiendo una sonrisa irónica a sus palabras—. Aunque está tan contenta con esto como un gato bajo una tormenta eléctrica.
Kramisha se rio y Stevie Rae continuó hablando:
—Bueno, se me ha ocurrido que aunque yo no tengo un círculo aquí como el que tiene Z allí, sí que tengo una profetisa.
Kramisha parpadeó, confusa, y concentró su mirada en Stevie Rae hasta que acabó por abrir los ojos como platos al entenderlo.
—¿Yo?
—Tú. Bueno, tú y tu poesía. Ya lo hiciste antes y ayudaste a Z a averiguar cómo expulsar a Kalona de aquí.
—Pero…
—Pero míralo de esta manera —la interrumpió Stevie Rae—: Aphrodite lo consiguió. ¿Estás diciendo que ella es más inteligente que tú?
Kramisha entrecerró de nuevo los ojos.
—Soy un mundo más inteligente que esa blanca rica que no tiene ni idea de la vida.
—Vale, pues entonces, coge el toro por los cuernos.
—Sabes que me asustas cuando hablas con esa jerga de campo.
—Lo sé —le sonrió—. Vale, voy a conjurar un poco de tierra y ver si puedo averiguar algo por mi cuenta. Eh, busca a Dallas e infórmale de todo menos del poema.
—Ya te dije que no te delataría.
—Gracias, Kramisha. Estás hecha toda una poeta laureada.
—Y tú no eres tan chunga para ser una chica de campo.
—Hasta luego.
Stevie Rae se despidió con un gesto de la mano y empezó a corretear hacia el coche de Z.
—¡Cuenta conmigo, alta sacerdotisa!
Las palabras de despedida de Kramisha hicieron que el estómago de Stevie Rae se aflojase, pero también la hicieron reír mientras encendía el coche de Z. Estaba a punto de meter la marcha cuando se dio cuenta de dos cosas: a) no tenía ni idea de adónde iba y b) todo eso de «conjurar un poco de tierra» funcionaría mucho mejor si al menos se hubiese preocupado de coger una vela verde o incluso algo de hierba santa para extraer energía positiva. Totalmente molesta consigo misma, puso el motor en punto muerto. ¿Adónde diablos iba?
Junto a Rephaim de nuevo. El pensamiento le llegó tan fácilmente como el oxígeno, de forma instantánea y natural. Stevie Rae buscó el cambio de marchas pero su mano se detuvo a medio camino. ¿De verdad volver a junto de Rephaim en ese mismo instante era lo más inteligente que podía hacer?
Por una parte, había obtenido un montón de información a través de él sobre Kalona y la Oscuridad y todo el tema; por otra, en realidad no confiaba en él. No podía hacerlo.
Además, por su culpa tenía la cabeza hecha un lío. Después de leer el poema de Kramisha, se había obsesionado tanto con él que no había podido considerar nada más, como que el poema pudiera ser una advertencia sobre los iniciados rojos malvados y no solo algo sobre ella y el cuervo del escarnio.
¿Entonces qué demonios debía hacer?
Le había dicho a Rephaim que volvería para ver cómo estaba, pero además ella quería volver por otra razón. Stevie Rae necesitaba verlo. ¿Lo necesito? Sí, admitió de mala gana. Necesitaba ver al cuervo del escarnio. Reconocerlo le crispó los nervios.
—Estoy conectada con él. Eso significa que compartimos un vínculo y no hay mucho que yo pueda hacer para evitarlo —murmuró para sí misma mientras apretaba el volante del Escarabajo—. Voy a tener que acostumbrarme y lidiar con ello.
Y voy a tener que recordar que es el hijo de su padre.
Bien. Vale. Iría a ver qué tal estaba. También le haría algunas preguntas sobre la Luz y la Oscuridad y sobre dos vacas. Torció el gesto. Bueno, toros. Pero también intentaría averiguar algo por su parte, sin Rephaim. Tenía que convocar a su elemento y ver si le contaba algo sobre las vacas o los toros. Estaba usando su sentido común. Entonces Stevie Rae sonrió y golpeó el volante.
—¡Eso es! Haré una parada en ese precioso parque antiguo que queda de camino a Gilcrease. Haré un poco de magia en la tierra y después iré a ver cómo está Rephaim. ¡Chupado!
Por su puesto, antes tendría que colarse a hurtadillas en el templo de Nyx y coger una vela verde, algunas cerillas y un poco de hierba santa. Sintiéndose mejor al tener un plan, ya estaba preparándose para arrancar el motor del coche cuando oyó pasos de botas contra el asfalto del aparcamiento y a Dallas hablando con una despreocupación exagerada.
—Solo he salido aquí para ver el coche de Zoey. No estoy acercándome sigilosamente a Stevie Rae para hacerla saltar.
Ella bajó la ventanilla y le sonrió.
—Eh, Dallas. Kramisha me dijo que estabas trabajando con Dragón.
—Y estaba. Mira, Dragón me ha dado este cuchillo tan guay. Dice que es un estilete. También dice que puedo llegar a ser bueno con él.
Stevie Rae miró dubitativamente a Dallas mientras sacaba una navaja puntiaguda de doble filo de una vaina de cuero que llevaba atada alrededor de la cintura y la sostenía de forma insegura, como si tuviese miedo de cortar a alguien, o de cortarse él mismo.
—Parece muy afilado —dijo Stevie Rae, tratando de sonar positiva.
—Sí, por eso no lo uso todavía para practicar, pero Dragón dijo que podía llevarlo encima. Algún tiempo. Si tenía cuidado.
—Oh, vale. Guay.
Aunque viviese un millón de años, Stevie Rae no estaba segura de que pudiera llegar a entender a los hombres.
—Sí, así que acabé mis clases de estilete y me tropecé con Kramisha cuando iba a la casa de campo —dijo Dallas mientras guardaba el cuchillo—. Dijo que te había dejado aquí porque ibas a prepararte para hacer algo con la tierra. Se me ocurrió tratar de alcanzarte antes de que te fueras, y acompañarte.
—Oh, bueno. Eso es agradable, Dallas, pero estoy bien sola. De hecho, me ayudarías más si fueses a buscar una vela verde y unas cerillas al templo de Nyx y me las trajeras corriendo, ¿lo harías? No sé dónde tengo la cabeza, pero conjurar la tierra es mucho más fácil si tengo una vela de tierra y se me olvidó por completo coger una… y también estaría bien algo de hierba santa para atraer la energía positiva.
Se sorprendió al ver que Dallas no decía nada ni salía corriendo a buscar las cosas. En lugar de eso, se quedó allí de pie, mirándola, con las manos dentro de los bolsillos y aspecto enfadado.
—¿Qué? —le preguntó ella.
—¡Siento no ser un guerrero! —le soltó—. Lo estoy haciendo lo mejor que puedo para aprender algo de Dragón, pero me va a llevar algún tiempo ser mínimamente decente. ¡Nunca le he dado mucha importancia a lo de los combates, lo siento! —repitió Dallas, disgustándose cada vez más.
—Dallas, ¿de qué narices me estás hablando?
Levantó las manos, frustrado.
—Hablo de que no soy lo suficientemente bueno para ti. Sé que necesitas más… necesitas un guerrero. Demonios, Stevie Rae, si yo fuese tu guerrero, podría haber estado contigo cuando los otros chicos te atacaron y casi te matan. Si fuese tu guerrero, no me mandarías a hacer recados estúpidos. Me mantendrías cerca de ti para que te pudiese proteger mientras haces todo lo que estás haciendo.
—Ya me ocupo yo de protegerme a mí misma y no creo que traerme una vela de tierra y otras cosas sea ningún recado estúpido.
—Sí, vale, pero te mereces algo más que alguien que no tiene ni puta idea de cómo proteger a su chica.
Stevie Rae levantó las cejas hasta casi el lugar donde empezaba a crecerle el pelo rubio.
—¿Acabas de decir que soy tu chica?
—Bueno, sí. —Se revolvió, incómodo—. Pero de buen rollo.
—Dallas, tú no podrías haber evitado lo que pasó en el tejado —le dijo honestamente—. Ya sabes cómo son esos tíos.
—Tendría que haber estado contigo, debería ser tu guerrero.
—¡Yo no necesito ningún guerrero! —le gritó, exasperada por su tozudez y porque estuviese tan molesto.
—Bueno, lo que está tan claro como el agua es que no me necesitas más.
Le dio la espalda al Escarabajo y volvió a meter las manos en los bolsillos del vaquero.
Stevie Rae miró sus hombros encorvados y se sintió fatal. Ella era la culpable. Lo había herido porque se había ido distanciando de él y de todos para mantener en secreto lo de Rephaim. Sintiéndose tan culpable como un conejo pillado en medio de un campo de zanahorias, salió del coche y le tocó el hombro suavemente. Él no la miró.
—Eh, eso no es verdad. Sí que te necesito.
—Seguro, por eso me has estado evitando.
—No, solo he estado ocupada. Lo siento si te he tratado mal.
Él se giró hacia ella.
—No me has tratado mal. Es solo que no te importo.
—¡Sí que me importas! —replicó ella rápidamente, acercándose y abrazándolo tan fuerte como él a ella.
Dallas le habló bajito en la oreja.
—Entonces déjame ir contigo.
Stevie Rae se apartó para poder mirarlo y el «no puedes» que empezaba a formársele en los labios se quedó allí. Era como si pudiese ver su corazón a través de sus ojos. Estaba claro que se lo estaba rompiendo… en pedazos. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Le estaba haciendo daño a este chico por culpa de Rephaim? Ella había salvado al cuervo del escarnio. No se arrepentía de eso. Pero sí de que eso estuviese afectando a la gente de su alrededor. Bueno, pues ya está, no voy a hacerle daño a la gente que más me importa.
—Vale, sí, puedes venir conmigo —accedió.
Sus ojos se iluminaron inmediatamente.
—¿En serio?
—Claro que sí. Pero sigo necesitando esa vela. Bueno, y la hierba santa también. Y sigue sin ser un recado estúpido.
—Demonios, ¡te traeré una bolsa llena de velas y de la hierba que quieras!
Dallas se rio, la besó y después, gritando que enseguida volvía, salió corriendo.
Lentamente, Stevie Rae volvió a entrar en el Escarabajo. Agarró el volante y miró hacia delante, recitando mentalmente la lista de cosas que tenía por hacer como si fuese un mantra.
—Convocar la tierra con Dallas. Averiguar lo que pueda sobre las vacas. Traer de vuelta a Dallas a la escuela. Inventar una excusa, una buena, para salir de nuevo, pero esta vez sola. Ir a Gilcrease y comprobar cómo está Rephaim. Averiguar si sabe algo que pueda ayudar a Stark y a Z. Volver aquí. No hacer daño a mis amigos dejándolos de lado. Comprobar qué tal están los iniciados rojos. Informar a Lenobia y los demás de lo que está pasando con Z. Volver a llamar a Aphrodite. Pensar en lo que voy a hacer con los iniciados malvados de los túneles. Y después intentar, con todas mis fuerzas, que no me hieran en la parte más alta del edificio más cercano…
Sintiéndose como si se estuviese ahogando en una charca de estrés enorme llena de apestosa agua estancada, Stevie Rae bajó la cabeza hasta que su frente se apoyó en el volante.
¿Cómo se las arreglaba Z para lidiar con toda esta mierda y tensión?
No pudo, pensó espontáneamente, eso la rompió.