Stark
Cuanto más tiempo pasaba en la misma habitación que Neferet, más ardía la ira de Stark. Y aquello era bueno. Era capaz de pensar a través de la ira. Sin embargo, no podía pensar a través de la tristeza. ¡Diosa! La insoportable pena de perder a su sacerdotisa… su Zoey…
—Así que estamos de acuerdo, entonces —dijo Neferet—. Me llevaré el cuerpo de mi consorte a Capri. Allí podré vigilarlo hasta el momento en que…
Finalmente Stark asimiló lo que esa zorra estaba diciendo y se volvió hacia ella, deteniéndose poco antes de lanzarse contra la maldita bruja gracias a la mano de hierro con que Darius le agarraba el brazo.
—¡No podéis dejar que se escape con él! —le gritó Stark a Duantia, la líder del Alto Consejo—. Kalona mató a Heath; yo lo vi. Zoey lo vio. Y por eso está así.
Señaló el cuerpo sin alma de Zoey bajando los ojos. No era capaz de mirarla.
—¿Escapar? —se burló Neferet—. Ya he aceptado ser escoltada por un grupo de guerreros Hijos de Erebo y debo informar con regularidad al Consejo sobre el estado de consciencia de Érebo. Después de todo, mi consorte no es ningún criminal. No va contra nuestras leyes que un guerrero elimine a un humano si es al servicio de la Diosa.
Stark ignoró a Neferet y se concentró en Duantia.
—No dejéis que se vaya. No permitáis que se lo lleve. Han hecho algo más que matar a un humano y no están al servicio de Nyx.
—¡Eso son mentiras propagadas por una adolescente celosa que tenía tan poco control sobre sí misma que su alma eterna se ha hecho pedazos! —soltó Neferet.
—¡Eres una jodida zorra! —Stark le gritó a Neferet con todas sus fuerzas.
Ella ni se movió. En lugar de eso, levantó elegantemente una mano que usó para señalar a Stark con la palma hacia arriba. Mientras este intentaba que Darius lo soltase, creyó ver un humo negro empezando a materializarse alrededor de los dedos de Neferet.
—¡Ya está bien, Stark, tonto del culo!
De repente, Aphrodite estaba ahí, delante de él. Stark sabía que era amiga de Zoey, pero si Darius no lo estuviese agarrando como con unas tenazas, no habría dudado en apartarla para llegar a Neferet.
—¡Stark! —le gritó Aphrodite—. ¡No estás ayudando a Zoey!
Después la rubia hizo algo que lo sorprendió totalmente y, por el modo de inspirar de Darius, también a su guerrero. Le cogió la cara con sus suaves palmas e hizo que la mirara a los ojos, susurrando las palabras que le cambiaron la vida.
—Sé cómo ayudar a Zoey.
—¡Ya veis que no hay quien lo controle! Si el cuerpo de mi consorte permanece aquí, ¿quién sabe lo que este niño indisciplinado puede hacer?
Neferet escupió su veneno a Stark mientras este mantenía los ojos fijos en Aphrodite.
—¿Lo juras? —le susurró Stark solemnemente—. ¿No estás diciendo tonterías?
Aphrodite levantó una de sus rubias cejas.
—Si me conocieses mejor, sabrías que yo nunca digo tonterías, pero sí. Juro por mi nuevo y fastidioso título de profetisa que sé cómo ayudar a Zoey, pero necesitamos alejarla de Neferet. ¿Lo pillas?
Stark asintió y dejó de luchar contra Darius. Aphrodite apartó las manos de su cara. Comportándose y sonando como toda una profetisa de Nyx, se giró para enfrentarse a Neferet y al Alto Consejo.
—¿Por qué estáis tan seguras de que Zoey morirá?
Duantia fue la primera en responder.
—Su alma ha abandonado su cuerpo y no solamente para realizar una visita al Otro Mundo, o en comunión temporal con la Diosa. Zoey está destrozada.
Una de las vampiras miembro del Consejo, que había permanecido prácticamente callada hasta entonces, habló.
—Debes entender lo que significa eso, profetisa. El espíritu de Zoey está en el Otro Mundo, hecho pedazos. Las vidas pasadas han sido arrancadas de ella, igual que sus recuerdos y diferentes aspectos de su personalidad. Se está convirtiendo en una caoinic shi’, algo ni muerto ni vivo… Un ser atrapado en el reino de los espíritus, pero sin el sosiego que le debería proporcionar contar con su propia alma.
—No. A ver. Hablemos en un idioma que yo pueda entender y no en esa antigua y jodidamente confusa lengua de las épocas doradas europeas.
Aphrodite colocó una mano en la curva de su cintura y con la otra señaló al Alto Consejo de los vampiros en general.
—Sin las confusas referencias de ocultismo, explicadme por qué descartáis que Zoey pueda volver.
Stark escuchó a algunos de los miembros del Consejo sorprenderse por las descaradas palabras de Aphrodite y notó la arrogante mirada de Neferet de «Ya os dije que estaban fuera de control», compartida por la mayoría de las vampiras, pero Tánatos respondió suavemente.
—Lo que Aether está diciendo es que las capas de espíritu que convierten a Zoey en lo que es actualmente (sus vidas anteriores, sus experiencias pasadas, su personalidad…) le han sido arrancadas, y si esas capas no están intactas, es imposible que pueda descansar en el Otro Mundo o que su espíritu vuelva a su cuerpo aquí, en el nuestro. Imagínate que has tenido un terrible accidente y que se te han desprendido las capas de piel, músculo y hueso que protegen tu corazón, dejando ese órgano vital desnudo e indefenso. ¿Qué te sucedería entonces?
Aphrodite se quedó callada y Stark pensó que dudaba porque no quería reconocer lo que era obvio, pero ella lo miró y, cuando sus ojos se encontraron, le sorprendió ver el triunfo y la excitación en ellos.
—Si mi corazón no contase con ninguna protección, no podría seguir latiendo. ¿Así que por qué motivo no le ofrecemos a Zoey alguna protección?
¡Protección! ¡Yo soy la protección de Zoey! Un pequeño estremecimiento de esperanza atravesó su cuerpo.
—¡Yo soy su protección! —dijo rápidamente—. No me importa si es en este mundo o en el siguiente. Solo mostradme cómo llegar hasta donde está y yo iré.
—Eso, sin duda, suena lógico, Stark —dijo Tánatos—. Pero tus dones son los de un guerrero, lo que significa que tus habilidades son corpóreas y no pertenecen al reino de los espíritus.
—La protección es la protección —insistió Stark—. Indicadme cómo llegar adonde está y ya me las apañaré.
—Zoey debe conseguir que su espíritu vuelva a estar completo de nuevo y esa es una batalla que tú no puedes librar por ella —dijo Aether.
—Pero puedo estar allí con ella mientras se repone. Puedo protegerla —insistió Stark.
—Un guerrero vivo no puede entrar en el Otro Mundo. Ni siquiera para seguir a su alta sacerdotisa —adujo Aether.
—Si lo intentases, tú también estarías perdido —intervino Duantia.
—Eso no lo sabes seguro —replicó Stark.
—En nuestra historia escrita, no existe ningún guerrero que se haya recuperado después de intentar seguir al espíritu roto de su alta sacerdotisa al Otro Mundo. Todos ellos perecieron… cada uno de los guerreros y cada una de las altas sacerdotisas —dijo Tánatos.
Stark se sorprendió. No había pensado en eso… en que él también moriría. Con una indiferente curiosidad, se dio cuenta de que en realidad no le molestaba la idea de morirse, no si podía cumplir con el juramento que le había hecho a Zoey; pero antes de que pudiese responder, la fría voz de Neferet se entrometió de nuevo.
—Y todos esos guerreros y altas sacerdotisas eran más mayores y tenían más experiencia que tú.
—Quizás ese fuera el problema. —Aphrodite bajó el tono de su voz lo suficiente como para que solo Stark escuchase su murmullo—. Eran demasiado viejos y tenían demasiada experiencia.
La esperanza volvió a Stark. Se volvió hacia Duantia.
—Me equivoqué antes. Neferet debería llevarse a Kalona adonde quiera, pero yo quiero disponer del mismo derecho y llevarme a Zoey conmigo.
Se detuvo e hizo un gesto que incluía a Aphrodite, a Darius y al grupo de chicos que estaba no muy lejos de ellos.
—Queremos llevarnos a Zoey con nosotros.
—Stark, no puedo acceder a algo que sería el equivalente a una sentencia de muerte también para ti. —La voz de Duantia era compasiva pero firme—. En esta semana, Zoey morirá. El mejor lugar para ella es este, nuestra enfermería, aquí estará cómoda durante el tiempo que le queda. Lo mejor que puedes hacer tú es prepararte para ese final y no sacrificarte en un vano intento de salvarla.
—Eres muy joven —dijo Tánatos—. Tienes una larga y productiva vida por delante. No cortes los hilos que el destino te ha preparado.
—Zoey se quedará aquí hasta el final —asintió Duantia, de acuerdo con ella—. Por supuesto, puedes quedarte a su lado.
—Disculpen. No quiero sonar irrespetuoso ni nada parecido.
Toda la atención se centró en el grupo de amigos de Zoey que, hasta entonces, había estado en su mayoría callado a causa de la tristeza y la conmoción. La mano de Damien estaba levantada como si estuviese en un aula esperando a que el profesor le diese permiso para hablar.
—¿Quién eres, iniciado? —preguntó Duantia.
—Mi nombre es Damien y soy uno de los amigos de Zoey.
—También tiene afinidad con el aire —añadió Jack, enjugándose las lágrimas con una mano.
—Ah, me han hablado de ti —dijo Duantia—. ¿Quieres dirigirte al Consejo?
—Es un iniciado. Debe ser visto pero no escuchado en las reuniones del Consejo —soltó Neferet.
—No sabía que tú hablaras en nombre del Alto Consejo de los vampiros, Neferet —dijo Aphrodite.
—No lo hace —replicó Tánatos mirando duramente a Neferet antes de girarse hacia Damien—. Iniciado, ¿quieres dirigirte al Consejo?
Damien se sentó más recto y tragó con fuerza.
—Afirmativo.
Los labios de Tánatos se movieron en un intento de formar una sonrisa.
—Entonces puedes hablar. También puedes bajar la mano, Damien.
—Oh, gracias. —Damien bajo rápidamente el brazo—. Bueno, lo que quería decir, con todo mi respeto, es que las leyes de los vampiros dicen que, como guerrero vinculado por juramento a Zoey, Stark tiene derecho a decidir dónde y cómo debe ser protegida. Al menos eso es lo que recuerdo de mis apuntes del último semestre de la clase de sociología vampírica.
—Zoey se está muriendo —dijo Duantia con palabras duras pero tono amable—. Debes comprender que su guerrero pronto se verá liberado de su juramento.
—Lo entiendo. Pero ella aún no está muerta y lo único que digo es que su guerrero tiene derecho a ser su protector de la manera que él crea más conveniente para ella, mientras esté viva.
—Debo coincidir con el iniciado —dijo Tánatos, premiando con un respetuoso gesto de asentimiento a Damien—. Su principio es totalmente correcto. Es la ley, así como una responsabilidad otorgada al guerrero por su juramento, que él decida lo que es mejor para la seguridad de su alta sacerdotisa. Zoey Redbird está viva; por lo tanto, sigue estando bajo la protección de su guerrero.
—¿Y el resto de mi Consejo? ¿Estáis de acuerdo con Tánatos? —preguntó Duantia.
Stark contuvo la respiración mientras las otras altas sacerdotisas o bien pronunciaban solemnes síes o bien asentían con pequeños movimientos de cabeza.
—Bien hecho, iniciado Damien —le felicitó Tánatos.
Damien se puso colorado.
—Gracias, sacerdotisa.
Duantia sacudió la cabeza.
—Por mi parte, yo no estoy tan contenta como Tánatos ante la perspectiva de la muerte de un prometedor y joven guerrero. —Se encogió de hombros, dando su consentimiento—. Pero el Consejo está de acuerdo. Aunque me entristece, me inclino ante el deseo de mi Consejo y ante nuestras leyes. Stark, ¿dónde te gustaría llevar a tu alta sacerdotisa para que pase sus últimos días?
Antes de que pudiese responder, la voz de Neferet volvió a interrumpirlos.
—¿Debo asumir que este pequeño quorum implica que yo también puedo marcharme y llevarme a mi consorte conmigo?
—Eso ya está decidido, Neferet —le contestó Tánatos con un tono que igualaba el suyo—. Bajo las condiciones acordadas, puedes volver a Capri con el cuerpo de tu consorte.
—Gracias —dijo Neferet brevemente.
Les hizo un gesto brusco a los Hijos de Érebo que habían transportado a Kalona hasta la sala del Consejo en la camilla.
—Traed a Érebo. Nos vamos de aquí.
Con una inclinación mínima ante el Consejo, Neferet salió imperiosamente de la habitación dando zancadas.
Todo el mundo la observó mientras se marchaba. Aphrodite aprovecho ese momento para agarrar del brazo a Stark y decirle algo rápidamente.
—Dales una evasiva. No les cuentes adónde quieres llevarte a Zoey.
—Ahora que se ha acabado la interrupción, ya eres libre de decirle al Consejo adónde quieres llevar a tu alta sacerdotisa, Stark —continuó Tánatos.
—Ahora mismo quiero llevarla a nuestra habitación, en el palacio. Eso, si os parece bien. Necesito algún tiempo para pensar en lo mejor para Zoey. Aún no he podido hacerlo.
—Joven pero sabio —sonrió Tánatos, aprobando la decisión.
—Me alegro de ver que parece que has sido capaz de dominar tu ira, guerrero —dijo Duantia—. Ojalá sigas pensando con claridad y sabiduría.
Stark apretó fuertemente los dientes e inclinó su cabeza respetuosamente, cuidándose de no mirar a los ojos a ninguno de los miembros del Consejo, por miedo a que viesen la verdadera furia desatada en su mirada.
—El Consejo te da permiso para retirarte al palacio con tu alta sacerdotisa herida y tus amigos. Te preguntaremos si has decidido adónde quieres llevarla en el día de mañana. Por favor, ten en cuenta que todavía puedes considerar que se quede aquí. Si así lo solicitas, os daremos asilo a todos vosotros, durante tanto tiempo como sea necesario.
—Gracias —respondió Stark.
Se inclinó formalmente ante el grupo de poderosas altas sacerdotisas.
—Se levanta la sesión. Se os convocará de nuevo el día de mañana. Hasta entonces, os bendigo desde el fondo de mi corazón.
Antes de que Darius pudiese evitarlo, Stark se acercó a Zoey, levantó su cuerpo en sus brazos y, manteniéndola cerca de él, la sacó de la sala del Consejo.
Stark
—Cuéntame todo lo que sabes.
Apenas había posado Stark el cuerpo de Zoey sobre la cama de la habitación que les habían asignado cuando se dirigió a Aphrodite.
—Bueno, no es mucho, pero es suficiente como para hacerme pensar que las vampiras se equivocan —le adelantó Aphrodite, acomodándose en una enorme silla de terciopelo al lado de Darius.
—¿Quieres decir que conoces un caso en que un guerrero sí que consiguió traer de vuelta a su alta sacerdotisa desde el Otro Mundo? —preguntó Damien mientras él y Jack traían unas sillas del salón de la suite hasta el dormitorio.
—No. No exactamente.
—¿A qué te refieres, Aphrodite? —inquirió Stark sin dejar de caminar de un lado para otro ante la cama de Zoey.
—Me refiero a que me importa una mierda la historia antigua. Zoey no es ninguna alta sacerdotisa del año de la polca que se cree divina de la muerte.
—Los pueblos que ignoran su historia acaban por repetirla —aportó Damien suavemente.
—No digo que la ignore, chico gay. Digo que me importa una mierda.
La dura mirada de Aphrodite se dirigió de Damien a las gemelas, que seguían de pie en la entrada de la habitación.
—Gemelas lelas, ¿se puede saber qué hacéis ahí, espiando?
—No estamos espiando, odiosa. —La voz de Shaunee era poco más que un murmullo.
—Eso, estamos… respetuando —añadió Erin con otro susurro idéntico.
—Oh, demonios. ¿Pero de qué estáis hablando vosotras dos? —dijo Aphrodite.
—No es respetuoso para… mmm… el cuerpo de Zoey que estemos hablando de todo esto mientras ella se halla…
Shaunee enmudeció, mirando a su gemela en busca de ayuda.
Antes de que Erin pudiese, como de costumbre, acabar su frase, habló Stark.
—No. No la vamos a tratar como si estuviese muerta. Simplemente no está aquí; eso es todo.
—Esto es más una sala de espera que una habitación de hospital —dijo Jack, estirándose desde su silla para tocar la mano de Zoey.
—Sí —convino Stark—. Solo que estamos esperando que pase algo realmente bueno.
—¿Como cuando acabas de aprobar el examen de conducir, te han sacado una foto horrible y estás esperando a que te traigan tu carné? —preguntó Jack.
—Exacto, solo que aquí no está todo sucio y lleno de pueblerinos —dijo Aphrodite—. Así que coged unas sillas, cerebros compartidos, y dejad de actuar como si Zoey fuese un cadáver.
Las gemelas dudaron, se miraron, se encogieron de hombros y después llevaron unas sillas a la habitación y se unieron al pequeño círculo del grupo.
—Vale, ahora que estamos todos juntos en esto, tienes que contarnos lo que te dijo Stevie Rae —dijo Darius.
Aphrodite sonrió a su guerrero.
—¿Cómo sabes que obtuve la información de Stevie Rae?
Darius le tocó la cara con cariño.
—Te conozco.
Stark apretó los puños y apartó la vista del evidente vínculo entre Aphrodite y Darius. Quería golpear algo. Necesitaba golpear algo. Iba a explotar si no se liberaba de algunos de los sentimientos que lo ahogaban desde dentro. Las palabras de Aphrodite penetraron en su mente confusa y se giró para mirarla.
—¡Repite eso!
—He dicho que Kalona está en realidad en el Otro Mundo. Neferet lo ha enviado allí para asegurarse de que Zoey no se recupera y vuelva.
—Espera, no, recuerdo haber escuchado a Kalona hablando con Rephaim una vez. Estaba realmente enfadado porque el cuervo del escarnio había dicho algo de volver al Otro Mundo. Estoy seguro de que Kalona dijo que no podía volver porque Nyx lo había echado de allí a patadas —replicó Stark.
—Echó de una patada a su cuerpo. Su cuerpo no está allí —explicó Aphrodite—. Es su alma la que se ha colado de nuevo.
—¡Oh, Diosa! —exclamó Damien.
—Zoey está metida en un lío más grande de lo que pensábamos —dijo Erin con tristeza.
—Y ya era un lío bastante grande —asintió Shaunee.
—Aún es peor —dijo Aphrodite—. Neferet está detrás de todo esto.
Suspiró y miró a Stark a los ojos.
—Vale, no te va a gustar oír esto, pero necesitas escucharlo y superarlo. Kalona solía ser el guerrero de Nyx.
El color desapareció de la cara de Stark.
—Eso fue lo que Zoey me dijo justo antes de… —Se pasó una mano por el pelo—. Yo no la creí. Me enfadé, me puse celoso y fui un estúpido. Por eso no estaba con ella cuando vio cómo Kalona mataba a Heath.
—Vas a tener que encontrar la manera de perdonarte por ese error —le dijo Darius a Stark—. Si no lo haces, no vas a poder concentrarte en el presente.
—Y necesitaremos una caja entera de concentración para salvar a Zoey —añadió Aphrodite.
—Porque Stark va a tener que ir al Otro Mundo a luchar contra Kalona por Zoey —murmuró Jack, casi como si estuviese hablando durante una misa.
—Y tiene que encontrar la manera de ayudarla a reunir los pedazos de su alma —dijo Damien.
—Pues eso es lo que voy a hacer.
Stark se alegró de sonar tan confiado porque tenía el estómago como si alguien le hubiese pegado un puñetazo.
—Si lo intentas sin la preparación necesaria, no tendrás ninguna oportunidad de conseguirlo, joven guerrero.
Los ojos de Stark se desviaron hacia el origen de la voz, en la entrada de la habitación, donde estaba Tánatos, alta y lúgubre, como si fuese la muerte personificada.
—¡Entonces dime cómo prepararme!
Stark quería gritar su frustración desde todos los tejados del mundo.
—Para luchar en el Otro Mundo, el guerrero que hay en ti debe morir para que nazca el chamán.
Stark no lo dudó.
—¿Lo único que debo hacer es matarme? ¿Quieres decir que entonces mi alma puede ir al Otro Mundo y ayudar a Zoey?
—NO puede ser una muerte literal, guerrero. Piensa en el daño que le causaría al espíritu ya herido de Zoey el tener que soportar tu muerte, además de la de su consorte.
—Entonces ya no habría forma de que abandonase el Otro Mundo —agregó Damien solemnemente—. Ni aunque pudiese reunir hasta el último de los pedazos de su alma.
—Exactamente. Y creo que eso fue lo que les pasó a las otras altas sacerdotisas cuyos guerreros las siguieron al Otro Mundo —continuó Tánatos, entrando en la habitación y caminando hasta la cama de Zoey.
—¿Así que los otros guerreros se quitaron de verdad la vida para proteger a sus sacerdotisas?
Aphrodite se acercó aún más a Darius y entrelazó los dedos con los suyos.
—La mayoría sí, y los guerreros que no murieron antes de que sus almas dejaran sus cuerpos, lo hicieron poco después. Debes entender que los guerreros no son altas sacerdotisas. No tienen los dones que se necesitan para moverse con libertad en el reino de los espíritus.
—Kalona está allí, y está claro que no es ninguna alta sacerdotisa —replicó Stark.
—Incluso los que no nos creemos que sea Érebo venido a la tierra sabemos que ese ser que vosotros llamáis Kalona es un inmortal que ha llegado aquí de alguna manera desde el Otro Mundo. Las normas por las que se rige un guerrero, o incluso cualquier vampiro masculino que no sea un guerrero, no se le aplican a él.
—Pero está atrapado, de todas maneras —intervino Aphrodite inclinándose hacia delante con urgencia—. Yo puedo ver sus cadenas. Su cuerpo está cubierto por ellas.
—Cuéntame lo que has visto, profetisa —pidió Tánatos.
Aphrodite dudó.
—Cuéntaselo todo —dijo Damien. Aphrodite lo miró—. Tenemos que confiar en alguien o esto no acabará de manera diferente para Stark y Zoey de lo que pasó con los otros guerreros y las otras altas sacerdotisas.
—Bien podemos confiar en la muerte —se sumó Stark—. Porque, de una manera u otra, me voy a tener que enfrentar a ella para llegar a Zoey.
Aphrodite miró la cara pálida de Stark y después a Darius.
—Estoy de acuerdo.
—Yo también —dijo Jack.
—Cuéntaselo todo —añadió Erin.
—De acuerdo —se rindió Aphrodite. Miró a Tánatos con una sonrisa irónica—. Bueno, mejor empiezo por Neferet. Deberías sentarte.