Stevie Rae
—Dallas me dijo que Neferet había arrojado el cuerpo sin espíritu de Kalona ante el Alto Consejo.
—¿Quién es Dallas? —preguntó Rephaim.
—Un tío que conozco. Parece que Neferet ha traicionado a Kalona, aunque se supone que están juntos.
—Neferet ha seducido a mi padre y pretende ser su compañera, pero lo único que le preocupa es ella misma. Él está lleno de ira y ella está llena de odio. El odio es un aliado más peligroso.
—¿Entonces estás seguro de que Neferet traicionaría a Kalona para salvarse a sí misma? —le preguntó Stevie Rae.
—Estoy seguro de que Neferet traicionaría a cualquiera para salvarse a sí misma.
—¿Y qué gana traicionando a Kalona, especialmente si está sin alma?
—Entregándolo al Alto Consejo, diluye todas las sospechas que pudieran pesar sobre ella —contestó él.
—Sí, lo que planteas tiene bastante sentido. Para mí resulta evidente que desea a Zoey muerta. Y obviamente, no le importa Heath en absoluto. Es más, seguro que a Neferet le encantó que Zoey viese a Kalona a punto de matar a Heath, que lanzara el poder del espíritu contra él y que, al no haber sido capaz de detenerlo, su alma se rompiese. Por lo visto, eso la deja a medio paso de la muerte.
Los ojos de Rephaim la miraron duramente.
—¿Zoey atacó a mi padre con el elemento del espíritu?
—Sí, eso fue lo que nos dijeron Lenobia y Dragón.
—Entonces ha sido gravemente herido.
Rephaim apartó la vista y no dijo nada más.
—Tienes que contarme lo que sabes —dijo Stevie Rae seriamente. Como él no habló, suspiró antes de continuar—: Vale, esta es la verdad: Hoy he venido aquí preparada para forzarte a hablar sobre tu padre, el Otro Mundo y todas estas cosas; pero ahora que estoy aquí y que estamos charlando, no quiero forzarte.
Le toco el brazo, dudosa. Su cuerpo se agito cuando sus dedos le tocaron la piel, pero no se apartó.
—¿No podemos trabajar juntos en esto? ¿De verdad quieres que Zoey muera?
Volvió a fijar sus ojos en ella.
—No tengo ningún motivo para desear la muerte de tu amiga, pero tú sí que deseas que algo malo le suceda a mi padre.
Stevie Rae dejó escapar un suspiro de frustración.
—A ver qué te parece esto… a ver si llegamos a un acuerdo. ¿Y si te digo que lo que lo único que yo quiero es que Kalona nos deje en paz a todos?
—No sé eso si eso será posible algún día —dijo Rephaim.
—Pero para mí es posible desearlo. Ahora mismo, tanto Zoey como Kalona están sin alma. Y ya sé que tu padre es inmortal, pero no creo que a su cuerpo le vaya a sentar bien ser una especie de caparazón vacío.
—No, no le va a sentar nada bien.
—Pues trabajemos juntos para ver si podemos conseguir que vuelvan y después ya nos ocuparemos de lo que vaya surgiendo.
—Creo que puedo estar de acuerdo con eso —dijo él.
—¡Bien! —dijo apretándole el brazo antes de apartar la mano—. Has dicho que Kalona está herido. ¿A qué te referías?
—Su cuerpo no puede resultar herido, pero si su espíritu se halla dañado, se encontrará debilitado físicamente. De ahí que pudieran usar a A-ya para atraparlo. Su espíritu permaneció nublado por las emociones que sentía por ella. Eso lo confundió y lo debilitó tanto que su cuerpo se volvió vulnerable.
—Y así fue como Neferet pudo arrojarlo delante del Alto Consejo —dijo Stevie Rae—. Zoey hirió su espíritu, así que su cuerpo se volvió vulnerable.
—Tiene que haber algo más. Si no lo mantienen cautivo, como hizo A-ya en la tierra, Padre se empezaría a recuperar casi instantáneamente. Mientras esté libre, puede curar su espíritu.
—Bueno, obviamente Neferet lo encontró antes de que sanase. Es tan malditamente malvada que seguro que lo enredó en esa mierda de espeluznante oscuridad que la rodea y entonces…
—¡Justo! —Se incorporó por la emoción y después hizo una mueca debido al dolor de su ala. Frotando su brazo herido, se volvió a sentar, manteniéndolo cerca de su cuerpo—. Ella siguió atacando su espíritu. Neferet es una tsi sgili. Usando las fuerzas oscuras del reino del espíritu es como consigue su poder.
—Ella mató a Shekinah sin ni siquiera tocarla —recordó Stevie Rae.
—Neferet tocó a la alta sacerdotisa, pero no con sus manos. Manipuló los hilos de las muertes de las que es responsable, de los sacrificios que había hecho y de las oscuras promesas que pretende mantener. Ese poder fue lo que mató a Shekinah y lo que blandió contra el espíritu ya debilitado de mi padre.
—¿Pero qué está haciendo con él?
—Mantener su cuerpo cautivo y usando su espíritu en su propio interés.
—Lo que la hace parecer de los buenos ante el Alto Consejo. Apuesto a que está actuando en plan «Oh, pobre Zoey» y «No sé en qué estaría pensando Kalona» delante de sus narices.
—La tsi sgili es muy poderosa. ¿Por qué iba a fingir de tal manera ante vuestro Consejo?
—Neferet no quiere que sepan lo malvada que es porque quiere dominar el maldito mundo. No debe de estar preparada para tomar el Alto Consejo de los vampiros y el mundo humano. Todavía. Así que no puede dejar que el Consejo sepa que está encantada de que Zoey esté casi muerta, aunque en verdad se alegre.
—Padre no quiere a Zoey muerta. Simplemente quiere poseerla.
Stevie Rae lo miró con dureza.
—Algunos de nosotros pensamos que estar poseída contra tu voluntad es algo peor que la muerte.
Rephaim bufó.
—¿Te refieres a estar conectados por accidente?
Stevie Rae frunció el ceño.
—No, no me refería a eso en absoluto.
Él volvió a bufar y siguió frotándose el brazo.
Todavía con el ceño fruncido, Stevie Rae continuó hablando.
—¿Entonces lo que estás diciendo es que Kalona no deseaba que la muerte de Heath le rompiese el alma a Zoey?
—No, porque eso implicaría su muerte casi con toda seguridad.
—¿Casi con toda seguridad? —Stevie Rae sopesó esas palabras—. Eso significa que no es cien por cien seguro que Z se vaya a morir. Porque eso es lo que andan diciendo los vampiros.
—Los vampiros no piensan con la mente de un inmortal. Ninguna muerte es tan segura como creen los mortales. Zoey se morirá si su espíritu no retorna a su cuerpo, pero no es imposible que su espíritu vuelva entero de nuevo. Puede ser difícil, sí, y necesitaría un guía y un protector en el Otro Mundo, pero…
Interrumpió sus palabras y Stevie Rae vio sorpresa en sus ojos.
—¿Qué?
—Neferet está utilizando a mi padre para asegurarse de que el espíritu de Zoey no vuelva. Ella ha atrapado el cuerpo de mi padre mientras estaba herido y le ha ordenado a su alma que haga lo que le pide en el Otro Mundo.
—Pero tú dijiste que Kalona fue expulsado de allí por Nyx. ¿Cómo ha podido volver?
Los ojos de Rephaim se abrieron.
—Su cuerpo fue desterrado.
—¡Y su cuerpo sigue en este reino! Es su espíritu el que ha vuelto —acabó Stevie Rae por él.
—¡Sí! Neferet le ha obligado a volver. Conozco bien a mi padre. Nunca volvería a merodear por el Otro Mundo de Nyx. Tiene demasiado orgullo. Solo volvería si la misma Diosa le pidiese que lo hiciera.
—¿Cómo puedes estar seguro de eso? Quizás haya seguido a Zoey porque finalmente ha entendido que ella nunca va a estar con él y, cual horrible acosador psicópata, prefiere verla antes muerta que con otro. Eso puede haberlo cabreado tanto como para que su orgullo pueda soportar un pequeño viajecito.
Rephaim sacudió la cabeza.
—Padre nunca admitiría la posibilidad de que Zoey eligiera no estar con él. A-ya lo hizo y parte de esa doncella sigue viva en el alma de Zoey. —Se detuvo y antes de que Stevie Rae pudiese hacer otra pregunta, añadió—: Pero sé cómo puedes asegurarte. Si Neferet lo está usando, tendrá el cuerpo de Padre atado por la Oscuridad.
—¿La Oscuridad? ¿Te refieres a lo opuesto a la luz?
—En cierto modo es eso. Es difícil definirlo porque ese tipo de pura maldad está siempre en constante cambio, evolucionando. La Oscuridad de la que hablo es un ser sensorial. Encuentra a alguien que pueda percibir a los seres del reino de los espíritus y podrá ver las cadenas de la tsi sgili atando a Padre, si es que existen.
—¿Tú puedes sentir el mundo de los espíritus?
—Sí —dijo, sosteniendo su mirada sin dudar—. ¿Me harías entregarme al Alto Consejo de los vampiros?
Stevie Rae se mordió el labio inferior. ¿Lo haría? Sería dar la vida de Rephaim por la de Zoey e incluso quizás la suya, porque tendrían que ir juntos y no habría manera de que el megapoderoso Alto Consejo de los vampiros se imaginase siquiera que estaban conectados. Ella moriría por Zoey… por supuesto que sí. Pero estaría mejor si no tuviese que hacerlo. Además, seguro que Zoey tampoco querría que perdiera la vida. Bueno, Zoey tampoco habría deseado que se salvara y después estableciera una conexión con un cuervo del escarnio. Demonios, nadie querría eso. La Diosa sabe que ella tampoco. Bueno, al menos casi nunca.
—¿Stevie Rae?
Dejó su discusión interna y vio que Rephaim la estudiaba.
—¿Me harías entregarme al Alto Consejo de los vampiros? —repitió solemnemente.
—Solo como última opción y, si fueras allí, yo también iría. Demonios, el Alto Consejo probablemente no se creería nada de lo que le contases. Pero has afirmado que lo único que necesitamos es a alguien a quien se le dé bien el reino de los espíritus, alguien lo suficientemente bueno que pueda sentir la Oscuridad y ese rollo de los espíritus, ¿no?
—Sí.
—Bueno, hay una pandilla entera de poderosos vampiros en el Alto Consejo. Alguno de ellos tiene que ser capaz de hacerlo.
Él inclinó la cabeza hacia un lado.
—Sería raro que un vampiro tuviese la habilidad de sentir las fuerzas oscuras que está blandiendo la tsi sgili. Esa es una de las razones por las que Neferet ha podido mantener su charada durante tanto tiempo. Ser capaz de verdad de identificar la Oscuridad oculta es una habilidad singular. Sentir esa maldad es difícil, a no ser que estés familiarizado con ella.
—Sí, bueno, se supone que el Alto Consejo de los vampiros puede hacer todo eso. Alguien tiene que poder.
Habló con mucha más confianza de la que sentía. Todos sabían que las vampiras del Alto Consejo eran elegidas por su honor, su integridad y básicamente por su bondad, lo que no casaba mucho con estar familiarizado con la Oscuridad. Se aclaró la garganta.
—Vale, bueno, tengo que volver a la Casa de la Noche y hacer una llamada a Venecia —dijo con firmeza. Después le miró el brazo y el ala que colgaba inerte entre vendas manchadas, a su espalda—. Te duele bastante, ¿no?
Asintió brevemente.
—Vale, bueno, ¿has acabado de comer?
Volvió a asentir.
Ella tragó con fuerza y recordó el dolor compartido que había sentido la última vez que había vendado esa ala rota.
—Tengo que ir a buscar los medicamentos. Desgraciadamente, probablemente estén en esa oficina de seguridad a la que mandé al incauto del guarda, lo que significa que voy a tener que meterme de nuevo en su cerebro de guisante.
—¿Pudiste sentir que su cerebro era tan pequeño?
—¿No viste lo altos que llevaba los pantalones? Nadie mayor de ocho años con un cerebro de tamaño normal se pondría unos pantalones de viejo subidos hasta los sobacos. Un cerebro de guisante, eso es lo que tiene.
Entonces, para sorpresa de ambos, Rephaim se rio.
Me gusta el sonido de su risa. Y antes de que su propio cerebro pudiese hacer callar a su boca, sonrió.
—Deberías reírte más. Es agradable.
Rephaim no dijo nada, pero Stevie Rae no pudo descifrar la extraña mirada que le lanzó. Sintiéndose un poco incómoda, se bajó de un salto del taburete de la cocina.
—Bueno, voy a buscar el material de primeros auxilios para colocarte esa ala lo mejor que pueda, cogeré comida y algunas cosas para ti y después volveré para empezar a hacer importantes llamadas a larga distancia. Espera aquí. Volveré enseguida.
—Preferiría ir contigo —dijo, poniéndose de pie con cuidado y sosteniendo su brazo contra su costado.
—Sería más fácil para ti que te quedases aquí —argumentó ella.
—Sí, pero preferiría estar contigo —pronunció despacio.
Stevie Rae sintió un pequeño sobresalto en su interior al oírlo, pero se encogió de hombros despreocupadamente.
—Vale, como quieras. Pero no gimotees si te duele al andar.
—¡Yo no gimoteo!
La miró con unos ojos tan llenos de orgullo masculino que le tocó a ella reírse mientras abandonaban la cocina, uno al lado del otro.
Stevie Rae
Conduciendo de vuelta a casa, Stevie Rae debería haber estado pensando en Zoey y planeando los pasos de su próximo plan. Pero eso era fácil: tenía que llamar a Aphrodite. Daba igual qué tragedias estuviesen sucediendo en el mundo: seguro que Aphrodite tenía su pequeña naricita puntiaguda en medio, y ahora especialmente porque todo aquello tenía que ver con Zoey.
Así que el próximo paso de Stevie Rae en su «Plan para salvar a Zoey» ya estaba decidido y eso le daba libertad a su mente para pensar en Rephaim.
Recolocarle esa maldita ala había sido horrible. Todavía sentía el dolor fantasma en todo su hombro derecho y su espalda. Aunque encontró un tarro de lidocaína anestésica, y se la había extendido por todo el ala y el brazo que tenía destrozados, no pudo evitar sentir el profundo y terrible sufrimiento que le causó. Rephaim no había dicho ni una palabra durante todo el suplicio. Había girado la cabeza para no mirarla y le había dicho algo justo antes de que ella le tocase la zona afectada.
—¿Vas a ponerte a parlotear como siempre mientras la vendas?
—¿A qué te refieres con ese «como siempre»? —preguntó ella.
Él la miró por encima de su hombro y ella habría jurado que había una sonrisa en sus ojos.
—Tú parloteas. Mucho. Así que adelante, hazlo. Así estaré ocupado con algo más molesto que el dolor.
Ella carraspeó, pero su comentario le había hecho sonreír. Así que habló todo el rato, mientras limpiaba, vendaba y recolocaba su ala destrozada. De hecho, parloteó sin sentido, vomitando las palabras, charlando de nada y de todo mientras intentaba remontar la ola del dolor con él. Al acabar, él la siguió lentamente, en silencio, de vuelta a la mansión abandonada. Una vez allí, ella intentó hacer que el armario fuese más confortable colocando unas mantas que había cogido de la sala de personal del museo.
—Tienes que irte. No te preocupes por eso.
Rephaim recogió la última manta de sus manos y se dejó caer en el armario.
—Mira, he puesto la bolsa con comida ahí. Es comida que no se pondrá mala.
—Y acuérdate de beber mucha agua y zumos. Hidratarse es bueno —le dijo, sintiéndose preocupada de repente por dejarlo tan débil y cansado allí.
—Lo haré. Vete.
—Vale. Sí. Me voy. Pero intentaré venir mañana.
Asintió, cansadísimo.
—Bueno. Vale. Me voy.
Se giró para irse.
—Deberías hablar con tu madre —le dijo Rephaim.
Stevie Rae se paró en seco, como si hubiese tropezado de golpe con un tractor John Deere.
—¿A qué demonios viene eso de hablar de mi madre?
Antes de responderle, Rephaim parpadeó un par de veces, como si ella le hubiese confundido.
—Hablaste de ella mientras me vendabas el brazo. ¿No te acuerdas?
—No. Sí. Supongo que no estaba prestando mucha atención a lo que decía. —Automáticamente se frotó su propio brazo derecho—. Más bien me dediqué a mover los labios mientras me concentraba en acabar lo que estaba haciendo.
—Yo te presté atención a ti, en lugar de al dolor.
—Oh —Stevie Rae no supo qué contestar.
—Dijiste que creía que estabas muerta. Yo solo… —Se interrumpió, confuso, como si tratase de descifrar un lenguaje que no le era familiar—. Yo solo pensé que deberías decirle que estás viva. Le gustaría saberlo, ¿no?
—Sí.
Se miraron fijamente hasta que ella fue capaz de hacer que le saliese la voz.
—Adiós, y no te olvides de comer.
Después prácticamente salió corriendo del museo.
—¿Por qué demonios me ha sorprendido tanto que mencionase a mi madre? —se preguntó Stevie Rae en voz alta.
Ella sabía la respuesta y no, no quería decirla en voz alta: a él le importaba lo que le había contado; le preocupaba que echase de menos a su madre. Cuando aparcó en la Casa de la Noche y salió del coche de Zoey, tuvo que admitir que no había sido su preocupación lo que la había sorprendido. Había sido la forma en que su interés la había hecho sentir. Su preocupación la había confortado y sabía que era peligroso alegrarse de que un monstruo se preocupase por ella.
—¡Ahí estás! Ya era hora de que volvieses.
Dallas prácticamente saltó desde los arbustos hacia ella.
—¡Dallas! Juro por la misma Diosa que te voy a dar de leches hasta en el carné de identidad si no dejas de darme sustos.
—Dame más tarde. Ahora mismo tienes que subir a la sala del Consejo porque Lenobia no está nada contenta con tu desaparición.
Stevie Rae suspiró y siguió a Dallas escaleras arriba hasta la habitación situada enfrente de la biblioteca y que la escuela usaba como su sala del Consejo. Entró rápidamente y después dudó ante el umbral. La tensión en el aire era tan densa que casi se podía palpar. La mesa era grande y redonda y debería haber reunido a todo los presentes a su alrededor. Pero aquel día no. Aquel día la mesa parecía más una cafetería de colegio llena de odiosos corrillos excluyentes.
En uno de los extremos redondeados se sentaban Lenobia, Dragón, Erik y Kramisha. Al otro lado estaban los profesores Pentesilea, Garmy y Vento. Los encontró en medio de lo que parecía una peligrosa guerra de miradas cuando Dallas se aclaró la garganta y Lenobia levantó la vista hacia ellos.
—¡Stevie Rae! Por fin. Soy consciente de que estos son tiempos extraños y de que todos estamos bajo un estrés increíble, pero me gustaría que controlases tu próxima necesidad imperiosa de salir corriendo a un parque, o adonde hayas ido, si hay convocada una reunión del Consejo de la escuela. Eres una alta sacerdotisa, así que deberías recordar comportarte como tal.
La voz de Lenobia era tan dura que el vello de Stevie Rae se erizó automáticamente. Abrió la boca para contestar a la profesora de equitación que ella no era su jefa para poder así dejar la maldita habitación y llamar a Venecia, pero ya no era una cría iniciada y salir dando portazos de una habitación donde había vampiros que se preocupaban por Zoey (bueno, al menos algunos) no mejoraría la situación.
Empieza como te gustaría acabar casi podía oír la voz de su madre en su cabeza.
Así que en lugar de dar un puñetazo sobre la mesa y marcharse, Stevie Rae entró en la habitación y se sentó en una de las sillas colocadas entre los dos grupos. Cuando habló, no dejó que su voz trasluciera que se sentía molesta. De hecho hizo todo lo posible por imitar la manera en que su madre hablaba cuando se sentía decepcionada por su actitud.
—Lenobia, mi afinidad es con la tierra. Eso significa que a veces necesitaré alejarme de todo el mundo y estar a solas con ella. Eso me ayuda a pensar y creo que ahora mismo es algo que todos precisamos. Así que a veces desapareceré con el permiso de alguien o sin él y se haya o no convocado una reunión. Y no actúo como alta sacerdotisa, sino que soy la primera y única vampira roja alta sacerdotisa del mundo entero. Esto es algo nuevo y va a conllevar nuevas características laborales. Hasta puede que tenga que ir rehaciendo las normas sobre la marcha.
Se giró hacia el otro lado de la habitación.
—Hola, profesoras P, Garmy y Vento —saludó rápidamente—. Hacía mucho tiempo que no os veía.
Las tres profesoras murmuraron unos saludos y ella ignoró el hecho de que no pudieran apartar la vista de sus tatuajes, como si ella se tratase de un proyecto de ciencias que hubiera salido mal en una feria escolar.
—A ver, Dallas me dijo que Neferet había arrojado el cuerpo de Kalona ante el Alto Consejo y que, al parecer, su alma también estaba rota —dijo Stevie Rae.
—Sí, aunque algunos no quieren creérselo —aclaró la profesora P, mirando mal a Lenobia.
—¡Kalona no es Érebo! —prácticamente estalló Lenobia—. ¡Como también todos sabemos que Neferet no es la encarnación terrenal de Nyx! Todo este asunto es ridículo.
—El Consejo informó de que la profetisa Aphrodite anunció que el espíritu del inmortal alado se había roto, igual que el de Zoey —intervino la profesora Garmy.
—Espera —Stevie Rae levantó la mano para detener la bronca que estaba a punto de explotar ante Kramisha—. ¿Has pronunciado juntas las palabras Aphrodite y profetisa?
—Así la ha nombrado el Alto Consejo —dijo Erik secamente—. Aunque la mayoría de nosotros no la llamaríamos así.
Stevie Rae levantó las cejas mirándolo.
—¿En serio? Yo sí. Zoey también. Y hasta tú lo has hecho. Quizás no en voz alta, pero has seguido sus visiones más de una vez. Yo he estado conectada con ella y no es que aquello me gustase, pero puedo deciros que no hay duda de que Aphrodite ha sido tocada por Nyx y que sabe cosas. Muchas cosas, de hecho. —Miró a la profesora Garmy—. ¿Aphrodite puede sentir cosas sobre el espíritu de Kalona?
—Eso es lo que cree el Alto Consejo.
Stevie Rae soltó un largo suspiro de alivio.
—Esa es la mejor noticia que he escuchado en días.
Miró el reloj y le añadió siete horas para calcular la hora que era en Venecia. Eran cerca de las diez y media de la noche en Tulsa, lo que significaba que probablemente aún no habría amanecido allí.
—Necesito un teléfono. Tengo que llamar a Aphrodite. ¡Demonios! Me he dejado el móvil en la habitación.
Empezó a levantarse.
—Stevie Rae, ¿qué estás haciendo? —le preguntó Dragón mientras todos la miraban.
Ella dudó el tiempo suficiente para valorar con la mirada el ambiente, evaluando a cada uno de los alterados vampiros que la observaban con odio.
—¿Qué tal si os cuento lo que no voy a hacer? No me voy a sentar aquí para ponerme a discutir sobre quién es Kalona o quién es Neferet cuando Zoey necesita mi ayuda. No voy a perder la fe en ella y no voy a permitir que me hagáis entrar en una extraña guerra entre profesores. —Miró a una sorprendida Kramisha—. ¿Tú me consideras tu alta sacerdotisa?
—Sí —dijo sin dudarlo.
—Bien. Entonces ven conmigo. Aquí estás perdiendo el tiempo. ¿Dallas?
—Como siempre, estoy contigo, niña —dijo.
Stevie Rae miró a un vampiro tras otro.
—Tenéis que arreglar vuestra mierda. Esta es una noticia de última hora de la única alta sacerdotisa que queda en esta maldita escuela: Zoey no está muerta. Y creedme que sé de lo que hablo. He conocido lo que es estar muerta y hasta me he traído una maldita camiseta de recuerdo.
Stevie Rae le dio la espalda a la habitación y, con sus iniciados, salió de aquel horrible lugar.