6

Stevie Rae

—Stevie Rae, esto no es buena idea —dijo Dallas mientras apretaba el paso para intentar alcanzarla.

—No tardaré mucho, te lo prometo —contestó ella deteniéndose en el aparcamiento y buscando el pequeño coche azul de Zoey—. ¡Ja! Ahí está y ella siempre deja las llaves dentro porque, total, las puertas no se cierran…

Stevie Rae correteó hasta el Escarabajo, abrió la puerta chirriante y soltó un gritito de victoria cuando descubrió las llaves del colgando del contacto.

—En serio, me gustaría que vinieses a la sala del Consejo conmigo y les contases a los vampiros lo que andas haciendo, aunque a mí no me lo quieras decir. Escucha su opinión sobre lo que sea que se te pasa por esa cabecita tuya, niña.

Stevie Rae se giró hacia Dallas.

—Bueno, ese es el problema. No tengo muy claro lo que estoy haciendo. Y Dallas, nunca le contaría a un montón de vampiros nada que no te contase a ti antes, que lo sepas.

Dallas se pasó una mano por la cara.

—Solía confiar en ello, pero han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo y te comportas de una forma muy extraña.

Ella le puso una mano en el hombro.

—Es que tengo la sensación de que hay algo que puedo hacer para ayudar a Zoey, pero no voy a conseguir averiguar qué es sentándome en una habitación con un montón de vampiros altaneros. Necesito estar fuera —dijo Stevie Rae estirando los brazos, abarcando la tierra a su alrededor—. Necesito usar mi elemento para pensar. Me da la impresión de que se me está escapando algo, algo que no consigo entender. Tengo que usar la tierra para que me ayude a comprenderlo.

—¿Y no lo puedes hacer desde aquí? Hay un montón de buena tierra por la escuela.

Stevie Rae se obligó a sonreírle. Odiaba mentirle a Dallas aunque, en realidad, no le estaba mintiendo. Era verdad que iba a intentar buscar una manera de ayudar a Zoey y que no lo podía hacer en la Casa de la Noche.

—Aquí hay muchas distracciones.

—Vale, mira, sé que no puedo conseguir que no te vayas, pero tienes que prometerme algo o voy a tener que hacer el ridículo intentando retenerte.

Stevie Rae abrió mucho los ojos y esta vez no tuvo que forzar la sonrisa.

—¿De verdad vas a tratar de detenerme, Dallas?

—Bueno, tú y yo sabemos que solo podría intentarlo, y sin éxito, por eso lo de hacer el ridículo.

—¿Qué quieres que te prometa? —dijo, todavía sonriéndole.

—Que no vas a volver ahora a los túneles. Ellas casi acaban contigo. Aunque parezcas estar recuperada, casi te matan. Ayer. Por eso tienes que prometerme que no vas a bajar de nuevo hoy para enfrentarte con ellos.

—Te lo prometo —dijo, de todo corazón—. No voy a bajar hasta allí. Te lo he dicho: quiero encontrar la manera de ayudar a Z. Y estoy segura de que ponerme a pelear con ellos no es algo que le vaya a ayudar.

—¿Prometido?

—Prometido.

Soltó un suspiro de alivio.

—Bueno. Y ahora… ¿qué se supone que le tengo que contar a los vampiros para explicarles por qué te has ido?

—Pues lo que te he dicho… que necesito estar rodeada de tierra y a solas. Que estoy tratando de comprender algo y que no lo puedo hacer aquí.

—Vale. Eso les diré. Se van a cabrear.

—Sí, bueno, volveré pronto —dijo, entrando en el coche de Zoey—. Y no te preocupes. Tendré cuidado.

Acababa de encender el motor cuando Dallas golpeó la ventanilla. Sofocando un suspiro molesto, la bajó.

—Casi me olvido de decírtelo… Oí a unos tíos hablando mientras te esperaba. En internet se anda diciendo que la de Z no fue la única alma que se hizo pedazos en Venecia.

—¿Qué demonios significa eso, Dallas?

—Se rumorea que Neferet arrojó el cuerpo de Kalona ante el Alto Consejo… literalmente. Su cuerpo está allí, pero su alma se ha ido.

—Gracias, Dallas. ¡Tengo que irme!

Sin esperar su respuesta, Stevie Rae arrancó el Escarabajo y salió del aparcamiento y de los terrenos de la escuela. Giró con rapidez hacia la derecha, por Utica Street, condujo hacia el centro, en dirección nordeste, hacia los terrenos ondulados de las afueras de Tulsa, camino del museo Gilcrease.

El alma de Kalona también había desaparecido.

Stevie Rae no se creyó ni por un momento que se hubiese sentido tan destrozado por la pena de perder a Zoey como para que su alma se rompiera.

—Va a ser que no… —murmuró para sí misma mientras circulaba por las oscuras y silenciosas calles de Tulsa—. La está persiguiendo.

En cuanto Stevie Rae dijo las palabras en voz alta, supo que tenía razón.

¿Y qué podía hacer ella?

No tenía ni idea. No sabía nada de inmortales, ni de almas rotas ni del mundo de los espíritus. Es verdad que ella había muerto, pero también había no muerto. Y no recordaba que su alma se hubiese ido a ninguna parte. Atrapada… Sentí frío, no se oía ningún sonido y quería gritar; y gritar y… Stevie Rae se estremeció, tratando de controlar sus pensamientos. No recordaba mucho de aquellos terribles momentos, de aquellos momentos sin vida… no quería hacerlo. Pero sí que conocía a alguien que sabía un montón sobre inmortales, especialmente sobre Kalona, y sobre el mundo de los espíritus. Según la abuela de Z, Rephaim no era más que un espíritu hasta que Neferet había liberado al asqueroso de su papá.

—Rephaim sabrá algo. Y lo que él sepa, lo averiguaré —dijo con decisión, apretando los dedos con fuerza alrededor del volante.

Si tuviera que hacerlo, Stevie Rae usaría la fuerza de su conexión, la intensidad de su elemento y cada pedacito de su poder interno para sacarle esa información. Ignorando la terrible y enfermiza sensación de culpabilidad que le causaba pensar en luchar con Rephaim, aceleró y giró para entrar en la Gilcrease Road.

Stevie Rae

No tuvo que preguntarse dónde estaba Rephaim. Stevie Rae lo sabía. La puerta delantera de la antigua mansión ya había sido forzada y se deslizó dentro de la oscura y fría casa siguiendo su rastro invisible hacia arriba. No necesitó ver la puerta de la terraza entornada para saber que estaba fuera. Sabía que estaba allí. Siempre sabré dónde está, pensó tristemente.

Él no se giró para mirarla inmediatamente y ella se alegró. Stevie Rae necesitaba tiempo para acostumbrarse a verlo de nuevo.

—Así que has venido —dijo, aún sin dirigirle la mirada.

Esa voz… esa voz humana. La sorprendió de nuevo, como la primera noche que la había escuchado.

—Tú me llamaste —le contestó, tratando de mantener la voz tranquila, de contener toda la rabia que sentía por lo que su horrible padre había hecho.

Él se giró para mirarla y sus ojos se encontraron.

Parece agotado, fue lo primero que pensó Stevie Rae. Su brazo está sangrando de nuevo.

Sigue sufriendo, fue el primer pensamiento de Rephaim. Y está llena de ira. Se miraron fijamente sin hablar, ninguno quería poner en palabras sus pensamientos.

—¿Qué ha pasado? —preguntó finalmente él.

—¿Cómo sabes que ha pasado algo? —le replicó ella.

Dudó un poco antes de hablar, obviamente escogiendo sus palabras con cuidado.

—Lo sé por ti.

—Lo que dices no tiene ningún sentido, Rephaim.

El sonido de su voz pronunciando su nombre pareció restallar en el aire que los rodeaba y la noche se tiñó de repente del recuerdo de la neblina rojiza brillante que le había enviado el inmortal para acariciar su piel y llamarla para que fuese junto a él.

—Eso es porque tampoco tiene mucho sentido para mí —dijo con voz profunda, suave y dubitativa—. No sé nada de cómo funciona esto de las conexiones, vas a tener que enseñarme.

Stevie Rae sintió que sus mejillas se ponían coloradas. Me está diciendo la verdad descubrió. ¡Nuestra conexión le permite saber cosas sobre mí! ¿Y cómo puede entenderlo? Si yo casi no soy capaz.

Se aclaró la garganta.

—Entonces, ¿dices que sabes que algo ha pasado porque lo puedes adivinar a través de mí?

—Sentir, no adivinar —la corrigió—. Sentí tu dolor. No como antes, justo después de que bebieses de mí. Entonces tu cuerpo te dolía. El dolor de esta noche era emocional, no físico.

Ella no podía apartar la mirada de él ni evitar mostrar su sorpresa.

—Sí que lo fue. Y lo sigue siendo.

—Cuéntame qué ha pasado.

—¿Por qué me has llamado? —le preguntó en lugar de responderle.

—Estabas sintiendo dolor. Yo también podía sentirlo. —Hizo una pausa, obviamente desconcertado por lo que estaba diciendo, y después continuó—: Quería que parase. Así que te envié mi fuerza y te llamé.

—¿Cómo lo hiciste? ¿Qué era esa bruma rojiza?

—Responde a mi pregunta y yo responderé a la tuya.

—Vale. Lo que ha pasado es que tu padre ha matado a Heath, el chico humano consorte de Zoey. Ella le vio hacerlo, no pudo detenerlo y eso hizo añicos su alma.

Rephaim siguió mirándola fijamente hasta que a ella le pareció que estaba penetrando en su cuerpo, llegando directamente hasta su alma. Sin embargo, no conseguía apartar la vista y cuanto más tiempo permanecían así, más le costaba a ella aferrarse a su rabia. Sus ojos eran tan humanos… Solo su color desentonaba y, para Stevie Rae, el escarlata de su interior no era tan extraño como para cualquier otra persona. En realidad, se le hacía alarmante familiar porque ese mismo color había teñido sus propios ojos en su día.

—¿No tienes nada que decir? —le soltó, apartando la vista para contemplar la noche desierta.

—Hay algo más ¿Qué es lo que no me estas contando?

Recuperando su ira, Stevie Rae lo volvió a mirar.

—Se dice que el alma de tu padre también se rompió.

Rephaim parpadeó, mostrando claramente sorpresa en sus ojos del color de la sangre.

—No me lo puedo creer —dijo.

—Ni yo, pero Neferet arrojó su cuerpo sin espíritu ante el Alto Consejo y se ve que ellos sí se creen la historia. ¿Sabes lo que pienso yo? —No esperó a que le contestase sino que continuó, subiendo el tono de voz debido a la frustración, ira y miedo que sentía—. Creo que Kalona ha seguido a Zoey al Otro Mundo porque está totalmente obsesionado con ella.

Stevie Rae se limpió las lágrimas que pensaba que ya no le recorrían las mejillas.

—Eso es imposible —Rephaim sonaba casi tan molesto como ella—. Mi padre no puede volver al Otro Mundo. La entrada a ese reino le está totalmente prohibida.

—Bueno, obviamente ha encontrado una manera de evitar esa prohibición.

—¿Una manera de evitar el haber sido desterrado por toda la eternidad por la mismísima Diosa de la Noche? ¿Cómo iba a hacer eso?

—¿Nyx lo expulsó del Otro Mundo? —preguntó Stevie Rae.

—Mi padre lo eligió así. En su día fue el guerrero de Nyx. Su juramento se rompió cuando cayó.

—Oh, Diosa, ¿Kalona solía estar del lado de Nyx?

Sin ser consciente de ello, Stevie Rae se acercó a Rephaim.

—Sí. La protegía de la Oscuridad.

Rephaim miró a la noche.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué cayó?

—Padre nunca habla de su caída. Sé que fuese lo que fuese, lo llenó de una furia que ardió durante siglos.

—Y así fue como tú fuiste creado. A partir de esa furia.

La volvió a mirar.

—Sí.

—¿También la sientes dentro? ¿Esa furia y oscuridad? —no pudo evitar preguntarle Stevie Rae.

—¿No lo sabrías si así fuera? ¿Igual que yo siento tu dolor? ¿No es así como funciona la conexión que tenemos?

—Bueno, es complicado. Mira, tú te has visto obligado a desempeñar el papel de consorte porque yo soy la vampira. Y es más fácil para el consorte sentir cosas sobre su vampiro que al revés. Lo que yo recibo de ti es…

—Mi poder —la interrumpió él. A ella no le pareció que sonase enfadado, solo cansado y casi desalentado—. Tú recibes mi fuerza inmortal.

—¡Demonios! Por eso me curé tan malditamente rápido.

—Sí, y por eso yo no.

Stevie Rae parpadeó de la sorpresa.

—Bueno, caray. Debes de sentirte fatal… tienes bastante mala pinta.

Rephaim emitió un sonido medio risa, medio gruñido.

—Y tú pareces llena de vitalidad y sana de nuevo.

—Estoy sana, pero no estaré bien del todo hasta que encuentre una manera de ayudar a Zoey. Ella es mi mejor amiga, Rephaim. No puede morirse.

—Él es mi padre. Tampoco puede morirse.

Se quedaron mirándose, luchando por buscarle sentido a aquello que había entre ellos y que los atraía, incluso a pesar de todo el dolor y de la ira que flotaba a su alrededor, definiendo y separando sus mundos.

—A ver qué te parece este plan: vamos a buscarte algo de comer. Te voy a volver a colocar esa ala, algo que no nos va a gustar a ninguno de los dos, y después vamos a intentar averiguar qué está pasando con Zoey y con tu padre. Pero antes hay algo que debes comprender: yo no puedo sentir tus emociones como tú sientes las mías, pero sí que puedo sentir si intentas mentirme. Y también tengo la certeza de que podría encontrarte, sin importar dónde estuvieras. Así que si me mientes y le tiendes una trampa a Zoey, te doy mi palabra de que usaré todo el poder de mi elemento contra ti y contra tu sangre.

—No te voy a mentir —dijo él.

—Bien. Vamos al museo, a ver si encontramos la cocina.

Stevie Rae dejó la terraza y el cuervo del escarnio la siguió como si estuviese atado a la alta sacerdotisa por una cadena invisible pero irrompible.

Stevie Rae

—Podrías tener todo lo que deseases en este mundo con ese poder —dijo Rephaim entre los mordiscos que le daba a un enorme bocadillo que Stevie Rae le había preparado con todo lo que no se había estropeado en las neveras industriales del restaurante del museo.

—No, en realidad no. O sea, a ver, puedo hacer que un guardia de seguridad nocturno cansado, con demasiado trabajo y algo incauto nos deje entrar en el museo y después se olvide de que nos ha visto; pero no puedo, digamos, dominar el mundo ni ninguna locura por el estilo.

—Es un poder excelente.

—No, es una responsabilidad que no he pedido y que realmente no deseo. Mira, no me interesa conseguir que los humanos hagan todo lo que me dé la gana que hagan. No está bien… no si estoy del lado de Nyx.

—¿Porque tu Diosa no cree que sus súbditos deban obtener lo que desean?

Stevie Rae lo miró durante un momento, retorciéndose un rizo una y otra vez antes de contestarle, pensando que igual estaba jugando con ella. Pero los ojos rojos que le devolvieron la mirada hablaban complemente en serio, así que respiró profundamente antes de contestar.

—No por eso, sino porque Nyx cree en que todo el mundo debe tener voluntad propia y cuando yo me introduzco en la mente de un humano e implanto cosas que él no puede controlar, estoy robándole su poder de decisión, estoy robándole su voluntad. Eso no es justo.

—¿De verdad crees que todo el mundo debería tener elección?

—Sí. Por eso estoy aquí hoy, hablando contigo. Zoey me devolvió la mía. Y después, en una especie de pago por adelantado, yo hice lo mismo contigo.

—Me dejaste vivir esperando que eligiera mi propio camino y no el de mi padre.

Stevie Rae se sorprendió al oírselo decir tan abiertamente; pero no cuestionó lo que le había hecho hablar con tanta honestidad, sino que siguió con la conversación.

—Sí. Te lo dije cuando cerré el túnel tras de ti y te dejé ir en lugar de entregarte a mis amigos. Ahora estás a cargo de tu vida. No estás en deuda ni con tu padre ni con nadie. —Hizo una pausa durante un segundo y después soltó el resto de golpe—: Y ya empezaste tu nuevo camino al salvarme en aquel tejado.

—Una deuda de vida no pagada es algo peligroso. Era lógico que quisiera saldarla.

—Sí, eso lo entiendo, ¿pero qué hay de esta noche?

—¿Esta noche?

—Me enviaste tu fuerza y me llamaste. Si tienes ese tipo de poder, ¿por qué no rompiste directamente nuestra conexión? Eso también habría acabado con tu dolor.

Él paró de comer y sus ojos escarlata se engancharon a los suyos.

—No me describas como algo que no soy. He pasado siglos en la oscuridad. Viví con el demonio como compañero de habitación. Estoy unido a mi padre. Él está lleno de una cólera que podría consumir este mundo y, si vuelve, mi destino es estar a su lado. Tienes que verme tal y como soy, Stevie Rae. Soy una criatura de pesadilla creada a través de la furia y la violación. Camino entre los vivos, pero siempre estoy a un lado, siempre soy diferente. Ni inmortal, ni hombre, ni bestia.

Stevie Rae dejó que sus palabras se hundieran en sus venas. Sabía que estaba siendo totalmente honesto con ella. Pero en realidad él era algo más que un ser concebido como máquina de ira y maldad. Stevie Rae lo sabía porque lo había visto.

—Bueno, Rephaim, quizás deberías pensar que es posible que tengas razón.

Ella vio que entendía lo que quería decirle en sus ojos de color sangre.

—¿Lo que significa que también podría estar equivocado?

Ella se encogió de hombros.

—Nunca se sabe.

Sin hablar, Rephaim sacudió la cabeza y siguió comiendo. Ella sonrió y continuó preparándose un bocadillo de pavo.

—Entonces —dijo untando mostaza en el pan blanco— ¿cuál es tu teoría para explicar que el alma de tu padre esté rota y desaparecida?

Mirándola fijamente, pronunció una única palabra que hizo que la sangre de Stevie Rae se congelara.

—Neferet.