Capítulo Treinta y nueve

Pasaron todo el día en la casa de seguridad en Seattle, atendiendo sus heridas, vigilando a los presos, y haciendo los arreglos para el traslado al Consejo, el Tribunal Superior de vampiros que castigaba las infracciones dentro de su sociedad.

La casa de Müller que había sido utilizada como cuartel general, se había quemado hasta los cimientos, a pesar de la pronta llegada de los camiones de bomberos. Cualquier conocimiento de la existencia de vampiros se había logrado contener, y de acuerdo con fuentes locales de Samson, el departamento de bomberos sospechaba un incendio premeditado, pero no tenían pistas. Ningún cuerpo había sido encontrado en los escombros, lo que confirmaba que sólo vampiros habían muerto, sus cuerpos se disolvían en cenizas sin dejar rastros de ADN.

Zane no había tenido tiempo en privado con Portia, la casa estaba demasiado llena y la gente como Samson se aseguraba de que tanto él como Portia, se recuperaran de la dura prueba, al menos físicamente.

Las lesiones de Thomas se estaban curando bajo el cuidado de Eddie y Oliver.

Cuando Samson finalmente dio el aval para que todo el mundo se regresara a San Francisco, Zane se sintió aliviado. Necesitaba estar a solas con Portia, hablar de su futuro y no quería una audiencia para esa conversación.

Apretó la mano de Portia, mientras bajaban por la escalerilla del avión.

—Zane —Samson lo llamó.

Se dio la vuelta, no con deseos de un adiós interminable, cuando lo único que quería era llevar Portia a casa, en sus brazos y a su cama.

—¿Sí?

—Se me olvidó mencionarte que la ceremonia de bautizo de Isabella es el próximo sábado. Como su padrino, te esperamos después del atardecer.

Él asintió con la cabeza. Durante ese evento, sería oficialmente reconocido como su padrino, su mentor de por vida, y él elegiría un segundo nombre para ella—. Será un honor.

—Ah, y otra cosa: hice arreglos para que tu perro permaneciera esta noche en casa de Yvette. Me imaginé que querías estar solo.

Zane se quedó atónito ante la previsión de su jefe y casi se ahogó. ¡Mierda, se estaba convirtiendo en un monstruo emocional!

Echó un vistazo a Portia a su lado y vio que ella también estaba ansiosa por estar a solas con él. Todavía había cosas que no habían hablado—. Sí, tenemos mucho que discutir.

Apresurando el paso, se dirigió a casa, sin soltar la mano de Portia.

Cuando la puerta de entrada se cerró detrás de él, sus ojos buscaron los suyos. Por primera vez en su vida, él no sabía por dónde empezar. Ellos apenas habían tenido la oportunidad de hablar desde que el fuego había matado a su padre, y con excepción de las pocas palabras que le había dicho después de haber saltado por la ventana, él no había mencionado la muerte de su padre. Pero era un tema que tenía que resolver.

—Yo sé —susurró.

¿Podría Portia realmente interpretarlo tan bien?—. ¿Sabes qué?

—Que esto es difícil para ti. Yo soy su hija. Nada va a cambiar eso. Cuando me miras, debes pensar en él, en las cosas que te hizo a ti y a tu familia. No sé cómo hacer para que desaparezca.

Él la hizo callar presionando con el dedo sus labios—. No tienes nada que probarme. Yo sé quién eres. —Él le apretó la mano contra su pecho—. Lo siento aquí. Tú no eres en absoluto como él. Cuando te miro, sólo te veo a ti. Pero te hice daño. Las cosas que te dije, la forma en que te amenacé…

Zane cerró los ojos, deseando poder deshacerlo todo.

—¿Cómo puedes confiar en mí después de cómo te trate?

—Estuviste dispuesto a dar tu vida a cambio de la mía. —Ella contuvo una rápida respiración—. Nunca lo habría aceptado, por supuesto, pero saber que estabas dispuesto a hacer eso… me mostró lo que hay en tu corazón.

—Yo te lo ofrecería otra vez.

—Espero que nunca tengas que volver a hacerlo.

Zane bajó los párpados y estudió sus botas por un momento—. Hay algo más que necesitas saber. —Cuando levantó la vista, ella lo miró con curiosidad—. Sin tu padre vivo, y teniendo en cuenta tu edad, automáticamente se considera que eres madura y mayor de edad. Esto significa que puedes tomar tus propias decisiones.

Una sonrisa se pegó en sus labios—. ¿Qué tipo de decisiones?

—Cualquiera. —Él cambió su peso al otro pie, de repente nervioso.

Portia se acercó un paso, luego otro, pegándose a su cuerpo—. ¿Hay algo que quieras preguntarme?

Sus pestañas revolotearon ligeramente, y de repente se escuchó un temblor en su voz.

—No tengo derecho a preguntar.

Sus cejas se torcieron—. No entiendo.

—Eres joven, y yo soy el primero. Sería un error de mi parte ofrecerte una… una unión.

Sorprendida, Portia se echó hacia atrás—. ¿Tú no me amas?

Se tragó el nudo en la garganta—. Yo no he dicho eso. Pero no puedo pedirte que tomes una decisión que afectará toda tu vida. Necesitas tiempo para averiguar por ti misma lo que quieres. Yo puedo esperar.

Había pensado en ello largo y tendido en el vuelo de regreso. Si él le pedía vincularse de sangre ahora, estaría explotando su vulnerabilidad. Todavía estaba de duelo por su padre, aunque ella no quisiera admitirlo. Y estaba sola. No quería que lo eligiera simplemente porque no tenía a nadie más a quien recurrir.

—¿Esperar?

—Sí, niñita. Esperaré hasta que estés lista, hasta que sepas con seguridad que me quieres. Porque una vez que digas que sí, nunca te dejaré ir.

Sus ojos se suavizaron—. ¿Y mientras tanto?

—Podrías vivir conmigo… —Zane buscó sus ojos para su aprobación.

—¿En pecado? —Portia bromeó, sus pestañas hacia arriba, balanceándose con gracia.

—Muchos pecados, te puedo prometer eso.

Su mano se acercó y acarició por encima de su labio inferior, el toque electrizante, su mirada hambrienta—. ¿Puedo tener una muestra de eso ahora? No quiero comprar a ciegas, si sabes lo que quiero decir.

Sus labios mordisquearon su dedo—. Pensé que nunca lo pedirías.

Sin dar tiempo a Portia para pensar, él la levantó en sus brazos y la llevó a su dormitorio, donde la puso sobre sus pies. Segundos más tarde, sus ropas cubrían el suelo, arrancadas a toda prisa de sus cuerpos y con impaciencia. Había pasado demasiado tiempo.

Sólo cuando sintió su piel desnuda bajo sus manos y sus labios cálidos presionando los suyos, la tensión de los últimos días, abandonó su cuerpo y se desvaneció en la distancia.

No había ninguna delicadeza en la forma en que él la dejó caer sobre las sábanas, su cuerpo simplemente exigía lo que le debía. Había prometido no vincularse con ella esa noche, para darle tiempo a adaptarse a su nueva situación, pero ahora con una flexible Portia en sus brazos, él sabía que tenía que luchar con cada célula de su cuerpo para mantener su promesa.

Zane besó el camino de su cuello y llenó sus manos con sus pechos, amasando la firme carne y tocando sus pezones con los pulgares. Tenía una pierna encajada entre las suyas, con su erección presionando contra su muslo, impaciente por encontrar su hogar. Contuvo la necesidad de entrar en ella sin ningún tipo de juego previo, pero su pierna la instó a abrirse más, sin importarle que se estuviera comportando como un salvaje.

El cuerpo arqueado de Portia se apretaba con su tacto. Su voz era ronca al hablar—. No seas cruel, no me hagas esperar. Sabes lo que quiero.

Levantó la cabeza para mirar su sonrojada cara—. Dime entonces.

Ella deslizó su mano en la parte posterior de su cuello y tiró de él hacia ella—. Quiero tu pene dentro de mí. Y tus colmillos en mi cuello.

Su contundente demanda fue todo lo que necesitó para liberar a la bestia apenas contenida dentro de él. Sus colmillos descendieron y se extendieron en toda su longitud, sus puntas se asomaban por sus labios. Y su pene nunca había estado más duro.

Cumpliendo con sus deseos, Zane la cubrió con su cuerpo. El olor de su excitación llenaba la habitación, y lo drogó, haciéndolo incapaz de contenerse. Con un gruñido de triunfo, se metió en ella con un movimiento continuo. Sus músculos se apoderaron de él como un puño apretado, robándole su cordura una vez más. Si alguna vez se acostumbraría a la forma en que lo recibía en su hermoso cuerpo, no tenía ni idea.

Una ligera capa de sudor se formó en su cuerpo, y con cada golpe que daba, con cada impacto de piel contra piel, se acumulaba más sudor. Trató de retrasar el morderla, para no perder la cabeza y ahogarse en su esencia con demasiada rapidez. Pero fue sólo cuestión de tiempo. Él no podía ignorar los suaves gemidos de Portia, su respiración jadeante, y su aroma que sólo se intensificaba a medida que el sudor cubría su propia piel.

La elegante curva de su cuello lo llamaba, y la vena debajo de ella latía a un ritmo frenético, haciéndole señas para que se acercara.

Sus caderas ondulaban debajo de él, instándole a impulsarse con más fuerza dentro de ella. Por debajo de sus párpados entrecerrados, sus ojos brillaban con pasión y amor, en silencio repitiendo su petición.

—¡Zane! —Suplicó.

El sonido de su voz lo deshizo. Con un gemido, deslizó sus labios en el lugar donde el cuello se reunía con su hombro. Temblando, le rozó la piel con las puntas de sus colmillos, el contacto disparó una llama de fuego líquido a través de su cuerpo. Portia gimió en respuesta. Luego le atravesó la piel y la penetró.

Su dulce sangre tocó su lengua, su esencia tan potente y tan rica, el efecto golpeándolo instantáneamente. Un estímulo cubrió a través de su cuerpo, que estaba tarareando con una placentera electricidad. Él llevó más de su sangre en su cuerpo, y la sensación sólo se intensificó.

—Te amo, Zane —le oyó susurrar.

Quería responder y decirle cómo se sentía, pero no pudo dejar de lado su cuello. Necesitaba de esto, él la necesitaba.

Su pene trabajaba frenéticamente, conduciéndolos a ambos más y más alto, y los sonidos de su acto sexual se hicieron eco en su casa.

—He tomado mi decisión, Zane.

Sus palabras se abrieron paso a través del capullo de felicidad que lo arropaba. Su cerebro no funcionaba lo suficientemente rápido como para entender lo que quería decir, cuando de repente sintió sus labios sobre su hombro, sus dientes raspando contra su piel.

—Yo no quiero esperar.

De repente Zane entendió. Su corazón se detuvo sólo para reiniciar el instante en que sintió que sus colmillos se conducían en su piel.

Al beber de él mientras tomaba su sangre en su cuerpo al mismo tiempo que estaban unidos en el amor, ella lo aceptaba como su compañero de sangre.

Para siempre juntos.

Para siempre unidos.

Mientras su sangre se mezclaba y sus cuerpos estallaban en éxtasis carnal, el corazón de Zane se abría. Nunca volvería a tener un muro alrededor de él o cadenas encerrándolo.

Él era libre. Libre para amar.

Su mente se acercó a ella. Niñita, te amo.

Y entonces, por primera vez, sintió su presencia dentro de él, el calor y el amor se extendían en su corazón y en su mente. Cuando su voz sonó dentro de su cuerpo, mientras sus colmillos estaban todavía alojados en su piel, él sabía que nunca había escuchado un sonido más dulce.

Eres mío, Zane, por siempre mío