Capítulo Treinta y seis

El bien engrasado engranaje de Scanguards estaba de nuevo en funcionamiento. Dentro de dos escasas horas, todo estaba organizado. Todos los vampiros disponibles de Scanguards se habían movilizado y ahora estaban sentados en el avión especialmente equipado. Incluso Haven, el ex cazador de recompensas, estaba listo para unirse a la lucha.

Maya, la compañera de Gabriel, se había quedado cuidando a Delilah y al bebé, muy a su pesar. Ella hubiera preferido estar al lado de su marido, pero Samson había aprendido por experiencia a no volver a dejar a su esposa sin protección.

Zane entendía muy bien ahora. Sabía qué se sentía perder a la persona que lo era todo para él. Se prometió no dejar sin vigilancia a Portia después de esto, no importaba si ella lo quería de regreso o no. Si no lo hacía, él simplemente contrataría un guardaespaldas para protegerla de lejos, para cuidarla siempre y para que no sufriera daño alguno.

Había tenido una larga conversación con Samson, mientras esperaban a que se preparara el avión. Le había dicho a su jefe acerca de los hombres que había perseguido, el asesino que había matado recientemente, y su búsqueda de toda la vida para llevar a los monstruos de Buchenwald a la justicia. Samson lo había entendido, y Zane se sintió aliviado al saber que tenía el pleno apoyo de su jefe.

Zane se puso el cinturón de seguridad cuando Oliver se sentó a su lado.

—Me debes una, hermano —dijo en voz baja.

Zane volvió la cabeza hacia él—. Escucha, Oliver, por si te sirve de algo, lo siento. —Él tragó saliva—. Pero lo haría de nuevo si tuviera que hacerlo.

Oliver lo miró—. Podrías por lo menos haberme dicho sobre eso. ¡Maldita sea! ¡Te hubiera encubierto si hubiera sabido!

—¿Qué? —¿Había oído bien? ¿Oliver lo hubiera encubierto?

Su colega se acercó más—. Tú sabes que yo te respetaba. ¿Por qué no confiaste en mí? Entre los dos nos hubiéramos asegurado de que nadie supiera lo que estaba sucediendo. Pero no, tuviste que engañarme con esa estúpida llamada telefónica.

Oliver señaló con el dedo el pecho de Zane, la decepción brillaba en sus ojos.

—Yo no sabía…

Oliver dio la vuelta y miró hacia adelante—. ¿Realmente eran ciertas las cosas que me dijiste?

—¿Qué cosas?

—Lo que me dijiste por teléfono acerca de ser un vampiro. Que si yo quería, me ayudarías.

Zane pasó la mano por su cabeza calva y suspiró—. Dios, soy tan idiota.

—No podría estar más de acuerdo.

—Entonces, ¿por qué razón posible quieres ser como yo? Llevo una vida miserable. —Y sólo empeoraría.

Oliver giró su rostro hacia él—. ¿Miserable? ¿Tienes alguna idea de lo que estás diciendo? Se te ha dado un regalo. ¿Sabes cuántas personas están ahí afuera, que darían cualquier cosa para tener unos años extra de vida? ¿La oportunidad de ser inmortales? ¿Una vida sin enfermedades?

Zane sacudió la cabeza—. No significa nada cuando se tiene que vivir esa vida en soledad.

—¿De qué estás hablando? Tienes a Portia. Quinn me contó, cómo ella te miraba.

Zane de repente sintió que su ira regresaba—. Eh, sí, Quinn. Todavía tengo que ajustar cuentas con él. Él fue quien me delató con Samson en primer lugar.

La sorpresa revoloteó sobre los rasgos faciales de Oliver—. Quinn no te delató. Por el contrario, mantuvo su boca cerrada acerca de ti y de Portia, incluso después de que Samson ya lo sabía.

—Pero entonces, ¿quién…?

—Yo no dije nada, ni siquiera que estuvo en tu casa ese día —dijo Oliver a la defensiva.

Zane alzó las manos—. Oye, yo no te estaba acusando. Sólo quiero saber.

—Yo no soy nadie para delat…

—¿Quién? —Interrumpió Zane.

Oliver dudó—. Samson le preguntó a Thomas, y al parecer se había dado cuenta de algo.

Una maldición salió de sus labios. Tal vez sacar el tema de la atracción de Thomas hacia Eddie no había sido un buen movimiento, sobre todo porque todo el mundo sabía que Thomas nunca haría nada al respecto. Él era el mentor de Eddie, y Eddie era heterosexual. No era de extrañarse que Thomas hubiera sentido la necesidad de devolverle esa bofetada en la cara—. Supongo que me lo merecía.

Oliver le dio una mirada confusa.

—No preguntes. —Él le debía una disculpa a Thomas. Mierda, no había pedido disculpas a nadie en décadas, y ahora estaba a punto de pedir disculpas dos veces en una hora. Su vida estaba cambiando definitivamente.

—Listos para despegar —se oyó la voz del piloto a través del intercomunicador.

Zane se quedó en silencio hasta que estuvieron en el aire. Sin embargo, la oportunidad de hablar con Thomas, en privado, no se presentó debido a que había llegado el momento de elaborar su plan de acción.

***

Las conexiones de Samson le aseguraron que podía operar desde una casa segura que estaba a su disposición a su llegada en Seattle.

Encontrar la ubicación en la que Müller estaba encerrado, no sería una tarea fácil. A pesar de que el parcial número de teléfono redujo la búsqueda a un determinado barrio, todavía había una gran superficie por cubrir. Mientras Thomas trabajaba con su magia en la computadora para determinar la sede de Müller por medio de la eliminación, Amaury usó su experiencia para indagar los registros de título para buscar evidencia de que Müller había comprado una propiedad, en lugar de simplemente alquilar una. Zane se aseguró de que analizaran en busca de todos los nombres que Müller o cualquiera de sus asociados conocidos, habían utilizado en el pasado.

Durante el día, los seres humanos que habían llegado a la misión con él… Oliver, Nina, y dos guardaespaldas revisarían la zona, pero Nina planteó una cuestión válida—: Necesitamos una imagen de Müller.

—Había una foto en la cartera de Portia —recordó Zane—. Mierda, no pensé en eso. —No había tenido una idea clara desde el momento que Portia se había ido. ¡Vaya, qué guardaespaldas era!

La mano de Gabriel cayó sobre su hombro, haciéndole sacudir su cabeza—. No te preocupes, sé cómo es Müller. Transferiré mis recuerdos en la mente de Samson, y él nos podrá hacer un dibujo.

Gabriel miró por encima del hombro a su jefe—. ¿No es cierto?

Samson asintió con la cabeza—. No hay problema.

—Te envidio por tus dones, a veces —admitió Zane. El don de Gabriel de poder acceder a los recuerdos de alguien y transferirlos a otra persona, era probablemente la mejor habilidad que él había visto en acción. Y el hecho de que Samson tuviera una memoria fotográfica y fuese un experto en pintar y dibujar, no estaba nada mal tampoco.

—No deberías estarlo —dijo Amaury detrás de él—. Ciertos dones pueden ser una maldición también.

Zane asintió con la cabeza. El don de Amaury, que era detectar las emociones de todos los demás, había sido literalmente un dolor de cabeza hasta que conoció a Nina y lo sanó.

Cuando la noche se convirtió en día una vez más, los seres humanos se aventuraron a salir y continuaron su búsqueda, revisando los objetivos que Thomas había escogido para ellos. Mientras tanto, Zane estaba relegado a pasearse de un lado para otro. Sus pies lo llevaron a la habitación en la que Thomas había puesto sus equipos de computadora y estaba pirateando todos los sistemas imaginables.

Después de un breve golpe, Zane abrió la puerta y entró.

—Oye —le saludó Thomas.

—Hola. —Zane cambió de posición de un pie a otro mientras cerraba la puerta detrás de él.

—¿Qué pasa? —preguntó Thomas, sin quitar los ojos de la pantalla.

—¿Podemos hablar?

Su colega giró en su silla—. ¿Qué pasa?

—Acerca de lo que te dije.

—¿Qué dijiste? —Había una tensión inusual en la voz de Thomas.

—Sobre ti y Eddie.

Thomas se puso rígido y cruzó los brazos sobre el pecho—. No hay nada de qué hablar.

—Lo hay. Quiero pedir disculpas.

La boca de Thomas se abrió.

—Has oído bien. No es de mi incumbencia, y no era apropiado.

Thomas asintió lentamente—. Creo que ninguno de nosotros puede elegir hacia quién nos sentimos atraídos.

—No. Es por eso que no debí haberlo dicho. Debe ser lo suficientemente duro para ti, como lo está.

Thomas le dio una risa amarga—. Maldigo el día en que lo conocí… Sin embargo, si pudiera volver atrás en el tiempo, todavía me ofrecería a ser su mentor. Jodido, ¿eh?

Zane sacudió la cabeza—. Eres un buen hombre, Thomas. Deseo que consigas lo que quieres, porque sé cuánto duele no hacerlo. —Él dio un paso torpe hacia adelante, no sabía si abrazar a Thomas o simplemente apartarse e irse.

Su amigo le dio una sonrisa cansada—. Sabes que fui yo el que le dijo a Samson, ¿no?

—No importa. Hiciste lo que tenías que hacer. Si las cosas fueran al revés, habría hecho lo mismo. Sin rencores.

—Sin rencores.

Thomas giró de nuevo para ponerse frente a la pantalla y Zane se volvió hacia la puerta. Cuando giró la perilla de la puerta, Thomas se aclaró la garganta.

—Espero que la recuperes, Zane. Creo que es buena para ti.