Portia trató de mover su brazo para aliviar el dolor en su hombro, pero se dio cuenta de que no podía moverse. Sus ojos se abrieron de golpe. Presa del pánico, se quedó en la penumbra. A medida que sus ojos se acostumbraron, fue capaz de distinguir sus alrededores.
Yacía sobre una cama grande en una habitación de tamaño medio, con dos ventanas, que estaban oscurecidas por cortinas pesadas y persianas gruesas. Había una vieja chimenea a gas, encendida. Un tocador estaba contra la pared cerca del pie de la cama, y había tres puertas. Una de ellas asumía, llevaba hacia un vestidor, la otra probablemente al pasillo, y la tercera que estaba entreabierta, parecía conducir a otra habitación.
Portia estiró el cuello para ver mejor y logró echar un vistazo a la habitación, que parecía ser un estudio. Sin embargo, sus movimientos fueron restringidos. Trató de mover sus brazos, pero estaban atados alrededor de una pesada barra.
Torciendo el cuello una vez más, ella miró a lo que la tenía aprisionada. ¡Mierda! Su padre la había esposado con esposas de plata. Sin embargo, él había protegido sus muñecas del efecto de la plata envolviendo vendas alrededor de ellas para que la plata no quemara su piel. Y lo que ella había pensado que era un bar, era en realidad una viga de acero que parecía haber sido utilizada para equipar la vieja casa de seguridad contra terremotos.
Portia maldijo. No podía salirse de las esposas. A pesar de que la plata no le hacía ningún daño, no podía romperla, ni siquiera con su fuerza híbrida superior.
Frustrada, dejó caer la cabeza sobre la almohada y prestó atención para ver si escuchaba algún sonido. En el piso debajo de ella, un murmullo de voces le indicaba la presencia de otras personas en la casa. Ella estaba en una casa, sin duda, una antigua, tal vez eduardiana o victoriana, evidenciada por el moldeado de la corona que veía entre la pared y el techo. Pero, dónde estaba, no tenía ni idea.
Había estado fuera de combate después de que su padre la había dejado sin sentido por los golpes, y ella había dado la bienvenida al escape en la oscuridad en el que no había sentido nada. Ahora que estaba despierta, el recuerdo de la paliza de su padre y el rechazo de Zane regresaron con todas sus fuerzas, a pesar de que sus heridas físicas ya se habían curado.
Su estómago gruñó, recordándole que no había llegado a comer la pizza que Zane había pedido para ella. Un sollozo se le escapó al pensar en él, y se lo tragó rápidamente, no quería desmoronarse una vez más. Tenía que ser fuerte ahora. Ella tenía que ayudarse a sí misma, nadie más vendría a rescatarla.
Su padre era el malvado Dr. Franz Müller, un hombre tan vil y sin corazón que no podía creer que él la hubiera amado a ella o a su madre. Y quería obligarla a hacer el vínculo de sangre con un vampiro que había elegido para ella, algo que no podía aceptar. Si no podía tener a Zane, no quería a nadie más.
Un sonido desde la otra habitación, le hizo girar la cabeza hacia ella. Una puerta se abrió, y se sintieron pasos que entraban en el estudio. Eran dos hombres, por lo que pudo intuir.
—Debiste haberme dicho de inmediato —susurró su padre, su voz sonaba baja y peligrosa.
—Con todo respeto, yo sólo estaba buscando a Brandt. Cuando él no regresó, como se suponía que debía hacerlo, seguí su rastro —respondió una segunda voz masculina.
—¿Respeto? ¡Te voy a enseñar respeto! ¡Tenías que haberme advertido sobre Eisenberg!
Eisenberg… ese era el nombre de Zane.
—¡No he visto a Eisenberg! El hombre que llegó al casillero de Brandt no se veía como el hombre que describes. Él no era calvo. Yo no sabía quién era.
—Debiste haberme llamado en el minuto que el casillero de Brandt explotó. Podríamos habernos asegurado de destruir cualquier rastro que condujera a nosotros.
Portia recordaba esa noche muy bien.
—Confía en mí, el casillero fue volado en pedazos. Brandt lo había preparado como se le enseñó, para que en caso de que alguien lo encontrara, todas las pruebas fueran destruidas. Él no nos comprometería.
—¡Él era un tonto!
—Él simplemente quería probarse a sí mismo —el extraño lo contradecía—. Cuando se enteró de que tú estabas buscando un compañero para tu hija, quiso…
—¡Basta! Brandt quería vengar a su padre, eso era todo. Me gustaría que me hubiera hablado antes. Eisenberg no puede ser subestimado. Ha crecido demasiado fuerte y demasiado inteligente. A pesar de todos nuestros esfuerzos, ha encontrado a mis seguidores más fieles. Los ha erradicado.
—Es una lástima, pero ahora que sabemos quién es y dónde está, enviaremos un contingente tras él —sugirió el hombre.
—Daré las órdenes aquí. Nadie hará nada hasta después de la ceremonia —gritó su padre.
¿Ceremonia? Portia sintió la bilis elevarse en su estómago.
—Una vez que esto termine, iremos por él. Y entonces ese capítulo, estará cerrado para siempre. No puedo permitir que un asqueroso judío interfiera con mis planes por más tiempo.
De repente, unos pesados pasos se acercaban a la puerta. Portia rápidamente cerró los ojos y fingió dormir.
—¡Déjame!
Oyó al otro hombre escabullirse de la habitación y cerrar la puerta detrás de él.
—¿Has oído eso, Portia? Mataré a tu amante y lamentará alguna vez haber puesto sus sucias manos sobre ti.
La puerta se abrió por completo, y Portia abrió los ojos, mirando a su padre, que estaba en el umbral de la puerta—. Eres un monstruo, como lo dijo él.
Su padre cruzó la distancia a la cama con varias zancadas—. No me confundas con él. Yo soy un creador. Estoy creando un mundo nuevo aquí, una nueva raza, una dinastía que gobernará para siempre.
Portia sacudió la cabeza—. No.
—Oh, sí, y tú me ayudarás con eso. —Se sentó en el borde de la cama.
—No lo haré.
Él le dio una dura bofetada con el dorso de la mano, pero ella no se inmutó.
—No puedes obligarme a hacer ningún vínculo de sangre con nadie.
—Oh, sí puedo. —Sus colmillos brillaban, sus ojos rojos la miraban con ira.
—¿Qué vas a hacer? ¿Sostenerme mientras me coge y me clava sus colmillos? —Gritó—. No puedes obligarme a tomar de su sangre. Yo nunca lo haré.
—Hundirás tus colmillos en cualquier cosa o en cualquiera que yo desee, una vez que llegue el momento.
—¡No!
—No tendrás opción. En dos días estarás tan muerta de hambre por comida humana o sangre, que todo lo que venga como fuente de alimento, lo tomarás. —Él soltó una siniestra carcajada.
Un shock corrió por sus venas—. No puedes hacer eso.
—Ya lo verás. —Él se levantó.
—Soy tu hija. Pensé que me querías. —Una sola lágrima amenazó con escapar de sus ojos, pero ella la contuvo para no mostrar su debilidad. Lo había admirado toda su vida. ¿Cómo podía traicionarla así?
—Es por eso que te estoy dando esta oportunidad. Si no te amara, hubiera elegido a alguien más para convertirse en jefe de esta nueva raza. ¿No lo ves? Serás una reina.
Portia apretó los labios, tratando de evitar que le temblaran. Fue en vano. Ella no quería ser reina, princesa o líder de nada. Quería ser la mujer de Zane, su compañera de vida. Por siempre.
—No… no —susurró y cerró los ojos, tratando de aislarse del mundo.
—Descansa. Dentro de dos noches a partir de hoy, tu pareja estará aquí y verás las cosas de manera diferente.
Salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él. Cuando oyó sus pasos desaparecer por el pasillo, permitió que las lágrimas fluyeran por sus mejillas. Ella había despertado en una pesadilla, y era sólo el principio.