Quinn le pagó al taxista y se bajó, esperando verlo desaparecer por la colina antes de que él se regresara dos cuadras y doblara en la siguiente calle, mezclándose en las sombras de los grandes árboles que lo bordeaban. La paranoia era difícil de quitar, y sus años como vampiro le habían enseñado a no bajar la guardia, aunque no tuviera ninguna razón para creer que lo estaban siguiendo. La última cosa que quería hacer era poner a uno de sus compañeros vampiros en peligro, sobre todo cuando estaba aquí para pedir un favor.
El hecho de que Zane hubiera desaparecido con la chica, no quería decir que sus otros problemas habían desaparecido con él. Descubrir de dónde había provenido el asesino era aún importante, y una vez que Quinn tuviera una pista sobre eso, él podría usarla para obligar a Zane a regresar. Conocía lo suficientemente bien a su amigo como para darse cuenta, que una vez que tuviera la crucial información sobre el paradero de Müller, Zane no podría librarse de perseguir su objetivo final: venganza. Ni siquiera un trasero tan atractivo como el de Portia… eso esperaba.
Con un suspiro, se detuvo delante de la moderna casa que estaba asentada en lo alto de Twin Peaks. Sus ventanas desde el piso al techo, se envolvían alrededor de los dos lados de la casa, la parte de atrás llegaba a la montaña detrás de él. Aunque impresionante, de ninguna manera se sentía fuera de lugar en este barrio. Justo como una casa de un vampiro estaba destinada a ser: poseía todas las comodidades necesarias para una vida cómoda, sin embargo, encajaba y no atraía atención no deseada.
Quinn se acercó a la puerta de entrada y tocó el timbre. Tomó sólo un momento antes de abrirse, sin embargo, no fue Thomas quien lo recibió, sino Nina, la compañera impetuosa de Amaury. Sus rizos rubios estaban despeinados, y se veía un poco sin aliento. Su sudor olía a dulce y tan tentador. Sólo podía imaginarse qué sabor tendría su sangre, pero nunca sabría a ciencia cierta qué tan rica y deliciosa era. Sólo Amaury lo sabía. Y él mataría a cualquiera que la tocara.
—Oh, hola, Quinn.
—¡Yo gané! —El grito entusiasmado de Eddie llegó desde detrás de ella.
—Oye, Nina. ¿Thomas se encuentra?
Abrió la puerta mostrándole el camino y haciéndole señas de que entre—. Él y Amaury están abajo en el garaje.
Quinn entró en la gran sala de espacio abierto, donde había una serie de computadoras ubicadas en una esquina y un gran televisor de pantalla plana montada en una pared. Eddie, el hermano de Nina estaba parado frente a él sosteniendo un objeto de plástico blanco en sus manos.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Quinn, apuntando la pantalla, que mostraba una especie de campo verde.
—Jugando tenis de Wii —contestó Eddie y sonrió—. ¡Y estoy pateándole el trasero a mi hermana mayor!
Quinn hizo una mueca. Bueno, ¿quién no querría patear ese lindo trasero, o mejor dicho, darle una nalgueada? Otra cosa que nunca iba a llegar a hacer si no quería encontrarse a sí mismo al final de una estaca.
—Es sólo el segundo set, dijimos que tres de cinco —recordó Nina a su hermano y le arrebató el mando de Wii.
Iniciando una nueva serie, se colocó en posición y giró su brazo derecho como si estuviera sosteniendo una raqueta de tenis. Un sonido de «ping» vino de la TV. Sus tetas rebotaban mientras su brazo hacía un círculo completo, y Quinn tuvo que apartar los ojos de la hermosa vista. Definitivamente sentía algo por las mujeres calientes, especialmente las que pertenecían a otros hombres. Al menos de esa manera, él sabía a ciencia cierta que ninguna de ellas lo atraparía en su red y lo obligaría a sentar cabeza. Casarse era lo más lejano de su mente… ¿quién había oído hablar de un playboy casado? Y eso es lo que era, un playboy. Hefner era un estudiante sin experiencia en comparación con él.
Quinn sonrió para sí mismo y se dirigió por la escalera que conducía al garaje. Mientras se acercaba, ya podía escuchar las voces de Thomas y Amaury.
Después de tocar brevemente la puerta en la parte inferior de las escaleras, entró.
—Hola, muchachos.
Tanto Thomas como Amaury lo miraron y saludaron con entusiasmo.
—Ya era hora de que te viéramos —dijo Amaury y estrechó la mano de Quinn.
—Oye, Quinn. —Thomas lo saludó con una mano, luego se limpió en el pantalón manchado de grasa.
Quinn lanzó una rápida mirada a la motocicleta junto a él, dándose cuenta de que parecía faltar la mitad del motor—. ¿Trabajan en otra moto?
—Sólo algunas reparaciones menores.
Quinn levantó una ceja de duda—. Si tú lo dices. —Si desarmar un motor por completo y volverlo a armar era algo menor, entonces, ¿qué tan difícil podía ser para este genio de la tecnología sacar un chip del teléfono celular destrozado, que Quinn aún tenía en el bolsillo?
—Así que, sobre Zane —comenzó Amaury y le dio una larga mirada.
—Sí, no es una buena situación —se sintió obligado a decir Quinn.
Thomas dio un paso más cerca—. Fue extraño que no te dieras cuenta de lo que estaba pasando dentro de él, sobre todo porque lo conoces más tiempo.
Quinn se encogió de hombros, no dispuesto a regalar sus secretos—. Ya sabes lo impredecible que es. Oye, lo hecho, hecho está. ¿Alguna noticia de su Hummer?
Amaury negó con la cabeza—. No hay nada hasta ahora. Se ha desvanecido.
Thomas interrumpió—. Tengo un programa de software automatizado ejecutándose en este momento para entrar en las cuentas personales de Zane. Te digo, ese tipo es paranoico. Todo está cifrado al máximo. Pero entraré tarde o temprano.
—¿Qué esperas encontrar? —preguntó Quinn.
—Debió tener una idea de a dónde llevar a Portia. Él no iría a un hotel, es muy peligroso cuando es de día. Supongo que él tiene un lugar en alguna parte.
—Zane nunca nos ha mencionado nada de eso a nosotros —añadió Amaury y dio a Quinn una mirada penetrante—. A lo mejor te dijo algo a ti. ¿Te ha contactado?
—Mira, Amaury, y tú también, Thomas, sólo porque soy su amigo más antiguo y cercano, no significa que me diga ni mierda. Yo soy el primero en admitir que Zane está al borde de perderlo, pero no me gusta que ustedes insinúen que yo debería haber sabido algo, o que sé algo que no voy a decir. Soy tan fiel a Scanguards como ustedes dos lo son. —La ofensiva era mejor que la defensiva. Esperaba que esto los dejara tranquilos.
Amaury levantó las manos en rendición—. Hey, no te ofendas. Sólo estamos un poco agitados.
Thomas asintió con la cabeza—. Me culpo a mí mismo. Debí haber dicho algo antes, pero pensé que una advertencia sería suficiente.
—¿Decir el qué antes? —Quinn quería saber, los pelos se le pusieron de punta.
—Me di cuenta de que estaba pasando algo entre él y su encargo. Pero cuando le dije a Samson, ya era demasiado tarde.
¡Mierda! Así que Thomas fue el que había delatado a Zane. Quinn apretó los dientes.
Thomas levantó la mano—. Yo sé lo que estás pensando, pero no fue así. Samson ya tenía una sospecha. Yo sólo lo confirmé. Y lo haría de nuevo. Lo que lamento es que no se lo dijimos a Zane en su cara. Si hubiéramos hecho eso tal vez nos habríamos dado cuenta de lo que estaba planificando.
Quinn mantuvo su ira a raya. No haría ningún bien empezar una pelea con Thomas, sobre todo porque todavía no había llegado a la razón por la que él estaba ahí.
—Dudo incluso de que ello hubiera hecho una diferencia. Zane esconde sus emociones mejor que nadie —agregó Amaury y le dio a Thomas una palmada amistosa en el hombro.
—Hey, Thomas, dado tu sentimiento acerca de cómo las cosas se hundieron con Zane, tal vez quieras ayudarme a tratar de convencerlo de que regrese. —Quinn cebó a su colega.
Las cejas de Thomas se alzaron—. ¿Convencer a Zane? ¿Cómo?
Quinn sacó el teléfono celular destrozado de su bolsillo, atrayendo tanto la mirada de Amaury como la de Thomas hacia el mismo.
—Hay cierta información que él busca que estoy bastante seguro de que si la puedo conseguir, él vendrá corriendo.
A pesar de que le había prometido a Zane no dejar que Thomas supiera que eso tenía algo que ver con él, esta era una promesa que no podía mantener. Thomas podría trabajar en ese problema con mucha más velocidad y energía, sabiendo que podría traer de vuelta a Zane.
—¿Información en ese pedazo de mierda? —preguntó Amaury lleno de dudas.
—¿Qué tipo de información? —agregó Thomas.
—Números de teléfonos, información de contactos, cualquier cosa que puedas sacar de ahí.
Quinn le lanzó el teléfono a Thomas que lo atrapó con una mano. Le dio la vuelta entre sus dedos y lo miró por todos lados.
Luego levantó los ojos—. ¿Explosión?
Quinn se encogió de hombros—. ¿Puedes salvar el chip?
—Tal vez.
—Pensé que eras un genio. —Quinn le fastidió.
—Y yo que pensé que eras leal a Scanguards.
—No tiene nada que ver con Scanguards —protestó Quinn—. Y eso es todo lo que puedo decirte.
—Por ahora —dijo Thomas con calma—, me quedaré con esto, pero si algo resulta sospechoso, demandaré toda la historia.
—Me parece justo.