Quinn llamó a la puerta de la oficina privada de Samson y volvió a respirar hondo. Se sentía como una rata. No era justo que él hubiera recibido la orden de mantener un ojo en Zane. Después de todo, él era el amigo más antiguo de Zane y debería apoyarlo. Pero tenía también su lealtad a Scanguards y su propia preocupación de que su amigo podría estar dirigiéndose hacia un precipicio.
Siempre había visto en Zane, la desesperación que a veces lo tomaba cuando sentía que había fracasado en su misión de llevar a esos monstruos ante la justicia… monstruos como Müller y Brandt. Sin embargo, él nunca había contado a nadie de la organización, una palabra sobre el pasado de Zane. Nadie sabía lo que Zane había experimentado. Incluso Quinn sabía sólo porciones de lo que había sucedido. El resto lo había armado por él mismo… y deseó no haberlo hecho. Existía tal cosa como tener demasiada información, y esta información en particular podría revolver el estómago de cualquiera.
—Entra —sonó la voz de Samson desde el estudio.
Quinn giró la perilla antigua y entró.
Samson no estaba solo. Como era de esperarse, Gabriel estaba presente, mientras Samson esperaba su informe sobre el estado de ánimo de Zane. Después de estrecharse obligatoriamente las manos, Quinn se sentó en el cómodo sillón y miró directamente a Samson.
—Me alegro de que pudieras reunirte con nosotros. ¿Cómo estuvo tu vuelo?
—Como siempre, estuve en la sección de lujo.
Samson se sonrió—. Sí, acabamos de actualizar el avión. Con Delilah y el bebé quería asegurarme de que hubiera un pequeño lugar para que ella se recueste.
—¿Pequeño? —Se rio Quinn entre dientes—. Esa suite es más grande que mi casa entera en Nueva York.
Gabriel rodó los ojos—. Si estás tratando de pescar un aumento de sueldo, prueba otra vez.
Quinn hizo una mueca—. Suerte que me gusta vivir a lo pobre.
Samson se echó a reír—. ¿Es así como llaman en estos días a Park Avenue?
Quinn se encogió de hombros—. Es sólo un condominio.
—Un condominio de 450 metros cuadrados si no recuerdo mal —agregó Gabriel.
—Que necesita actualizarse.
—Chiste aparte, ¿Zane sospecha el motivo de tu visita? —preguntó Samson.
—No lo creo. Él estaba con su brusquedad propia habitual. —Antes de entrar en la sala, Quinn ya había decidido no divulgar nada sobre el asesino con el que Zane se había encontrado. Sería necesario explicar el por qué y cómo, y no podía traicionar la confianza de Zane, contando los secretos de su pasado.
—Bueno. Lo mantendremos de esa manera.
Gabriel asintió con la cabeza y cambió de posición su pie—. ¿Has notado que está más agresivo que de costumbre?
—En realidad, no. De hecho, parece más tranquilo de lo normal. Tal vez ese perro le está haciendo bien. Animal pequeño y agradable. —El cachorro era un pequeño bribón travieso y el compañero perfecto para Zane—. El perro incluso escucha a Zane. Siempre que se sienta, la cría le salta en su regazo. Y a Zane no parece importarle.
Samson intercambió una sonrisa con Gabriel—. Parece que mi idea no era tan mala después de todo.
—Ya veremos —respondió Gabriel—. Él sólo ha tenido al perro por cuánto, ¿tres, cuatro días? Me gustaría ver qué efecto tiene sobre él a largo plazo.
—¿Está durmiendo? —preguntó Samson, mirando a Quinn.
—¿El perro? Durante todo el día.
—No el perro, Zane.
Quinn no pudo reprimir una sonrisa—. Seguro que no ha dormido mucho durante el último día.
Samson frunció el ceño, pero Quinn le hizo un gesto rápidamente—. No es lo que piensas. No ha estado pensando. Había llevado a una mujer.
—Pensé que nunca llevaba a las mujeres a su casa —reflexionó Samson.
Quinn se encogió de hombros—. Me sorprendió como el infierno a mí también, pero bueno, ahí estaba ella en su cama. Y ni siquiera estaba dispuesto a compartir. Debe haber sido un buen partido. Hey, no es que esté enojado ni nada. Puedo tener mis propias mujeres. Pero bueno, era bastante diferente de su modus operandi habitual. —Lo que generalmente significaba una cogida rápida en el cuarto de atrás de un club o un bar, o incluso en un callejón.
—¿Sabes si la lastimó? —preguntó Gabriel.
Sabiendo que Zane no era de los que evitaban mezclar un poco de dolor con placer, Quinn no estaba del todo sorprendido por la pregunta de Gabriel. Sin embargo, no tenía respuesta para ello—. Estuve despierto sólo una media hora o algo así. No escuché ningún grito, si eso es lo que estás preguntando. Y esa noche encontré a Zane durmiendo en el sofá con el perro acurrucado a su lado. Debe haber tenido un día de esos para haber estado tan exhausto. Tuve que despertarlo y asegurarme de que llegara a la casa de su encargo a tiempo.
Samson en silencio, contempló las palabras de Quinn antes de hablar—. Bueno, al menos parece que él está tranquilo y bajo control. Hablé con Drake antes. Por supuesto, su ética no le permite revelar lo que Zane habló en la sesión, pero Drake sabe cuándo advertirme acerca de un comportamiento errático. Y no parecía haber ninguno.
—¿Crees que él está tratando de engañarnos fingiendo estar tranquilo y sereno, cuando no lo está? —preguntó Gabriel, mirando a Samson.
—Él está haciendo un buen trabajo, si ese es el caso —intervino Quinn, que no quería levantar sospechas de lo agitado que estaba Zane en realidad.
El encuentro con el asesino y el descubrir que Müller estaba probablemente detrás de un programa para reproducir una raza superior había conmocionado a Zane, Quinn observaba eso. Llevar a una mujer para un poco de diversión, había ayudado a calmar sus nervios, probablemente un poco, pero Quinn sabía muy bien que esto no mantendría la calma de Zane para siempre. Sólo una cosa lo haría: encontrar la sede del programa de reproducción y la erradicación de su líder y los de más alto rango.
Una vez que el último de los monstruos del pasado de su amigo estuviera destruido, tal vez él podría finalmente encontrar la paz.
—Mantenlo vigilado. Si algo cambia, alértanos de inmediato. No queremos otro asesinato.
Quinn asintió con la cabeza y se levantó—. Tengo algunas cosas que hacer. Los mantendré informados periódicamente.
—Gracias, Quinn, eres una gran ayuda. —Samson ofreció su mano en agradecimiento, y Quinn se la estrechó.
Cuando él salió de la casa victoriana de Samson en Nob Hill y caminó colina abajo, sintió una pesada piedra levantándose de sus hombros. No había dicho nada negativo sobre Zane, no había dejado escapar nada que incluso se acercara a la traición. Por supuesto, Zane no lo vería así. Igual lo llamaría un soplón y lo tiraría por el culo. Pero para ser honesto, Zane tendría que admitir que Quinn sólo lo estaba ayudando. Mientras pudiera mantener a Samson y Gabriel en paz y asegurarles que Zane no sería un peligro para nadie, estaba ayudando a su amigo en lugar de traicionarlo.
Después de haber revisado la estación de Greyhound, en camino a la casa de Samson, Quinn se dirigió a la estación del tren, con la esperanza de tener mejor suerte para encontrar y poder abrir el casillero con la llave que Zane le había dado.
La multitud de la hora pico había salido de la estación hace rato, y sólo quedaban aquellas personas que trabajaban hasta tarde esperando los trenes que los llevarían a casa. Quinn revisó las plataformas. Dos trenes estaban en la estación, un par de docenas de pasajeros deambulaban a lo largo de las puertas esperando que su tren llegara, y un agente de la estación vagaba cerca de la ventanilla de boletos, consultando su reloj una y otra vez.
Todo parecía normal. Sin embargo, Quinn había trabajado en seguridad lo suficiente como para no dejarse engañar por la apariencia de normalidad. Nunca se dejaría llevar por el conformismo, o cualquier sentido de que esto sería una tarea fácil. En cualquier momento, otro atacante podría asestar su golpe. Si el hijo de Brandt había tomado la precaución de no tener una identificación con él para que no pudiera ser localizado en alguna parte, sería claramente información que otros estarían protegiendo, y Quinn sabría actuar con cautela al tratar de descubrir esa información.
En vez de dirigirse directamente a los casilleros que vio en la entrada de una de las plataformas, examinó el panel de horarios de salidas. Sólo cinco trenes más estaban programados para el resto de la noche. Miró hacia los pasajeros que esperaban en los andenes. Su sentido de desconfianza se aplacó cuando confirmó que sólo las plataformas donde los trenes llegarían en la siguiente media hora, estaban ocupadas por personas. Bueno. Por lo menos en la superficie, parecía como si sólo viajeros legítimos estaban en la estación.
Quinn se volvió y caminó hacia la plataforma uno. Había memorizado el número de la llave y ahora escaneaba las filas y columnas de los casilleros, en busca de él. No había muchos y tuvo suerte, su número estaba entre ellos. Miró sobre su hombro y se dio cuenta de un agente de la estación que pasaba.
Volviendo su atención a los casilleros, Quinn metió la mano en su bolsillo y sacó la llave. La insertó en la cerradura y se sintió alentado por un momento cuando la giró, pero hubo sólo un clic. La tiró, pero la puerta no se abrió.
Pasos detrás de él le hicieron girar sobre sus talones, listo para atacar.
—Si no se abre —salieron las palabras del agente de la estación—, entonces tienes que poner más dinero en él —apuntó hacia una bandera roja sobre el cerrojo que decía VENCIDO.
—Oh, gracias. —Quinn sacó unas cuantas monedas del bolsillo de sus jeans y las metió. Después de la tercera moneda, la bandera cambió a verde. Giró la manija y oyó otro clic.
Los pelitos de la nuca se pusieron en alerta. Rápidamente, respiró profundo. ¡Mierda! Un olor familiar llegó a su sensible olfato.
—¿Todavía no se abre? —Se acercó la mano del agente de la estación y tomó la manija—. A veces tienes que tirar de él. —Y así lo hizo.
—¡NOOOOOO! —gritó Quinn para detener al hombre que tiraba y sacudía de la puerta para abrirla, pero ya era demasiado tarde.
Una explosión lo echó hacia atrás y, actuando por puro instinto, Quinn saltó, agarró al hombre y los sacó a ambos a varios metros de la plataforma. Mientras cubría al agente de la estación con su propio cuerpo, el calor abrasador pasó sobre él y los escombros se dispersaron. Afortunadamente, su pesado abrigo de cuero proporcionó cierta protección contra el calor, así como los artículos de metal que volaron por el aire.
—¡Mierda! —Maldijo otra vez. Él había olido el residuo del explosivo en el momento en que el agente de la estación se había apoderado de la puerta y la abrió de golpe.
Las voces y los gritos emocionados provenían de los pasajeros que esperaban, y de reojo vio a varias personas corriendo. Quinn volvió la cabeza, observando a la multitud, pero su mirada se perdió en la distancia a la plataforma del fondo, donde un hombre que estaba de pie, no se había movido.
Sus miradas se encontraron por un instante, e incluso a una distancia de casi 280 metros, Quinn reconoció el aura de un vampiro. Podría haber jurado que el hombre no había estado ahí antes.
¡Mierda!
Él se levantó del agente de la estación, que, aunque conmocionado, parecía ileso. Manos útiles lo alcanzaron, pero los buenos samaritanos sólo se interponían en su camino. Cuando volvió a mirar hacia el vampiro, ya se había ido.
Ahora todo lo que podía hacer era controlar los daños. Contó: dos docenas de personas habían sido testigos de la explosión. Necesitaba ayuda. Pronto.