Capítulo Diez

La casa de la fraternidad retumbaba. La música sonaba desde los altavoces de gran tamaño y llenaba toda la mansión victoriana de tres pisos. El lugar estaba lleno de estudiantes con botellas de cerveza o vasos de plástico con bebida alcohólica. En el salón, la gente bailaba, pero al margen de él, otros trataban de hablar entre el estruendo de la música.

—Oh, vamos, Michael, no te enfades conmigo. —Portia batió las pestañas a su compañero de estudios—. Te dije que mi padre tuvo una emergencia ayer por la noche y tuve que correr para llegar hasta él. Te hubiera llamado antes, si hubiese podido.

Michael la atrajo hacia el pasillo donde estaba sólo un poco más tranquilo—. Está bien, pero para que lo sepas, yo no soy alguien con el que se juega. Eres sexy, Portia, pero yo no voy a dejar que bailes en mis narices.

Ella puso su mano sobre su brazo—. Lo sé, Michael. ¿Por qué no encontramos un lugar que sea un poco más tranquilo? —Ella hizo un gesto con la cabeza hacia la escalera que conducía a la planta superior.

Mientras Michael la tomaba de la mano para dirigirse al piso de arriba, esperó a que la chispa de emoción se encendiera, pero no pasó nada. Lo miró de reojo. Era unos tres centímetros más alto que ella, muy guapo para un muchacho de veintidós años de edad y de buena complexión. Podría decirse que Michael no estaba tan mal. Pero a pesar de que tomó su mano con firmeza en la suya, y el toque no era desagradable, no había rayos de electricidad, no había llamas de fuego lamiendo su piel, como cuando Zane la había tocado.

Tal vez una vez que comenzara a besarla, se pondría en estado de ánimo. Tenía que hacerlo. Sin duda, no podía ser tan difícil ponerse de humor para el sexo. Demonios, un toque de Zane, y había estado a punto de explotar como el Monte St. Helens. Si un tipo antipático como Zane podía hacerle eso, no deberían estar muy lejos las capacidades de un buen tipo como Michael. Todo lo que necesitaban era un poco de privacidad, y también la atmósfera adecuada para ello: un cuarto oscuro, algunas velas, un fuego en una chimenea, unos cojines en el suelo.

¡Ah mierda! Ella no debería estar soñando con algo romántico. No se trataba de romance. Todo lo que quería era perder su virginidad. No tenía ningún interés en una relación romántica con Michael. ¿Sabía él eso?

Al llegar al descanso, tiró de su mano. Él se volvió hacia ella.

—Es sólo por esta noche —ella balbuceó, un poco perdida en cuanto a la manera de dejarle en claro que ella no estaba interesada en una relación.

—No te preocupes, Lauren me explicó.

Impresionada, la boca de Portia se abrió—. ¿Qué te dijo? —Ella esperaba que Lauren no hubiera hablado más de lo absolutamente necesario. Esto ya de por sí era bastante vergonzoso.

Él sonrió, mostrando sus bellos hoyuelos—. No pongas esa cara de horror. Ella dijo que eras un poco tímida cuando se trataba de muchachos, y que lo que deseabas era hacerlo una vez para superar tu timidez. Podría haberme engañado, pero bueno, no me importa.

Portia se encogió, pero se tragó su ansiedad. Lauren estaba en lo cierto, ella tenía que pasar por esto una vez, y entonces podría seguir adelante con su vida y esperar a la persona correcta. Y aún mejor era que Michael entendiera. De esa manera, no estarían incómodos después, y podrían seguir siendo amigos.

Portia miró las pocas personas que llenaban el pasillo de arriba, preguntándose si sabían lo que ella y Michael tenían previsto hacer, pero parecían demasiado preocupados con sus propias vidas para siquiera notarlos. Estaba agradecida por eso.

—Está bien. —Forzó una sonrisa y dio un paso hacia uno de los dormitorios. Una fuerte mano llegó a su hombro y la tiró hacia atrás, haciéndola girar—. Pero qué… —Las palabras se le atascaron en la garganta.

Zane se alzó sobre ella, su rostro era una máscara de ira—. ¿Creíste que no te encontraría?

En realidad no, pero tampoco había pensado que la encontraría antes que hubiese terminado lo que, bueno, había venido a hacer.

—Eh, ¿quién eres? —Interfirió Michael—. Déjala en paz. Ella está conmigo.

Zane fulminó con la mirada a Michael, y Portia de inmediato sintió lástima por él. No le iría mejor que cuando su padre puso las manos sobre Eric. Y ella no quería eso en su conciencia.

—Ella no está contigo. Así que, desaparece. —Zane la agarró del brazo y la llevó hacia una de las puertas.

—¡Déjala ir! —insistió Michael.

Portia le lanzó una mirada suplicante. Sólo se lastimaría si trataba de luchar contra Zane. Y aunque ella misma quería luchar contra Zane, sabía que tenía que pacificar a Michael primero—. Está bien, Michael. Él trabaja para mi padre.

Michael ladeó la cabeza—. ¿Estás segura? Puedo llamar a la policía.

Portia sacudió la cabeza—. No, por favor, no lo hagas. Mi padre sólo se enojaría.

Finalmente, Michael asintió con la cabeza. Le dio a Zane otra mirada aburrida antes de alejarse.

Zane abrió la puerta más cercana. Una pareja besándose en una cama gritó.

—¿Estás ciego? ¡Esta habitación está tomada! —gritó el muchacho.

—Fuera, los dos —ordenó Zane con una voz que no admitía negativas—. No lo diré dos veces. —Su duro rostro sólo enfatizaba que no estaba bromeando.

Los dos estudiantes salieron tropezándose de la habitación. Zane cerró la puerta detrás de ellos y giró la cerradura. Clic. Estaba sola con él. Y él no estaba feliz. Oh, no, él estaba enojado, y por lo visto, daría rienda suelta a su mal humor en cualquier momento.

***

Zane no podía mantener a raya más su enojo y permitió que sus colmillos descendieran. Portia había estado a punto de desaparecer en uno de los dormitorios con ese tipo, para… Dios ni siquiera quería completar la idea, porque imaginar las manos de ese tipo sobre ella, traía a punto de ebullición su sangre. Y una vez ahí, no tendría forma de enfriarla.

—¿Qué mierdas crees que estabas haciendo? —le acusó, sin poder controlar su ira.

Portia alzó la cabeza con desafío y estabilizó una mirada furiosa sobre él—. ¡No es de tu incumbencia! —La mierda estaba implícita en su tono de voz.

Zane gruñó. Sus palabras acababan de rebalsar la tapa de su encabronómetro. La agarró y la arrastró hasta la puerta, y luego la cubrió con su cuerpo—. Tú eres de mi incumbencia, te guste o no.

Su respiración se agitó, y apretó sus caderas contra ella, su duro pene estaba ansioso por una conexión con su suavidad.

—¡Idiota! ¡Yo puedo hacer lo que quiera!

—¡No en mi turno! Ya me habían advertido acerca de ti: fiestas, muchachos, bebida, drogas. —Lo que nadie le había advertido era de qué forma estaría atraído por ella… lo mucho que la desearía.

Sus ojos se agrandaron, su boca se abrió con incredulidad—. ¿Quién dijo eso?

—¿Quién crees? Tu padre. Él nos contrató para protegerte de ti misma. Y eso es exactamente lo que estoy haciendo. —Bueno, no exactamente, protegerla de sí misma no requería rozar su erección contra ella. Su cuerpo ardiente estaba haciendo eso por sí mismo.

—¡Te mintió! ¡No es por eso que te contrató! —su voz estaba furiosa, y sus ojos brillaban de ira.

—Me dijo que dirías eso. —Como si él fuese a creer una sola palabra de lo que esta mujer le dijera. Todo lo que quería era manipularlo. Lo había hecho desde el momento en que había puesto sus ojos en ella.

—¡Eso es mentira! ¿De verdad quieres saber por qué los contrató? ¿Quieres?

Portia no esperó su respuesta, no es que él estuviese dispuesto a darle una. ¿Quería escuchar más de sus mentiras?

—Él quiere que me mantengan lejos de los muchachos, así no tendré oportunidad de perder mi virginidad.

La respuesta de Zane fue automática—. Tonterías. No eres más virgen de lo que yo soy un cordero.

Portia luchó contra él, pero todo lo que hizo fue excitarlo aún más.

—¿Y sabes cómo lo sé? —preguntó y bajó la cabeza para que sus labios se cernieran sobre ella—. No hueles como una virgen. Incluso ahora, tu cuerpo se está preparando para el sexo. —Y el aroma lo volvía loco—. ¡Seductora!

Apresuradamente retractó sus colmillos, preparándose para su próximo movimiento.

—Tú…

Pero sus siguientes palabras fueron ahogadas por sus labios sobre los de ella, mientras capturaba su boca y le daba el beso que le había sido negado anteriormente.

Zane no estaba preparado para el efecto que tenía sobre él. Al principio, ella trató de resistirse y mantenerse a sí misma rígida en sus brazos, incluso lo golpeó con los puños un par de veces. Pero mientras él apretaba sus labios contra los suyos con más urgencia y lamía con su lengua donde se juntaban, lentamente los abrió y le permitió entrar.

Cuando su sabor se conectó a su lengua, su corazón se cerró, se detuvo por un segundo después de reiniciar con el triple de velocidad. Sus labios se rindieron a él, y ella arqueó su cabeza para darle un mejor acceso. Mientras sus labios se inclinaban y exploraban su cálida y acogedora boca, sintió que sus manos rodearon su cuello, acercándolo aún más.

Gruñó con su aprobación y colocó su muslo entre los de ella, separándolos para frotar contra su sexo. Incluso a través de la tela de los jeans, sentía el calor y la humedad, lo que evidenciaba que estaba tan excitada como él.

Zane lamió, chupó, y la acarició, se sumergió profundamente en su deliciosa boca, hasta que finalmente ella acarició su lengua contra la de él. El contacto lo hizo estremecerse como nunca lo había sentido antes. No pudo evitar que sus colmillos descendieran. Incapaz de contenerse, profundizó su beso y a propósito lamió a lo largo de sus dientes, tentándola a soltar su lado vampiro.

Su pulso se aceleró, los latidos de su corazón retumbaban en su pecho. Sus manos viajaron por su torso, acariciando a lo largo de su costado hasta que una se reunió con su pecho. Deslizó su mano sobre él, tentando el pezón que estaba sentado en la parte superior. No había sostén que impidiera su contacto, y sólo la tela de su camiseta era la barrera entre su piel y su mano.

Zane acarició su pezón, girándolo con fuerza. Portia se quedó sin aliento en su boca, y al mismo momento, sintió las puntas afiladas de sus colmillos.

—¡Sí! —Gimió y le acarició con la lengua un colmillo, lamiéndolo con cuidado y con detención.

Portia separó su boca de la suya—. ¡Oh, Dios! —Sus ojos estaban grandes de sorprendida.

¿Nadie había lamido sus colmillos?

—Déjame lamerlos —gruñó y bajó su boca hacia la de ella.

Los colmillos de un vampiro eran la zona erógena primaria, y lamer los colmillos de otro vampiro creaban las sensaciones más eróticas aparte del verdadero sexo. ¿Acaso Portia no lo sabía? Se apartó de su boca.

—¿Nadie ha lamido tus colmillos?

Portia sacudió la cabeza y bajó los ojos, parecía avergonzada—. Nunca he besado a otro vampiro.

Él entendía. Con un ser humano no sería capaz de dejarse ir y permitir que sus colmillos emergieran. Pero con él…

Zane tomó sus labios una vez más, y esta vez, muy despacio y deliberadamente pasó la lengua por sus colmillos, acariciándolos y frotándolos. Ella gimió, y fue el sonido más puro que jamás había oído. Tan hermoso, tan inocente. Y quería volver a escucharlo, así que continuó su sensual asalto.

Mientras tanto, los dedos de Portia acariciaban la parte de atrás de su cuello antes de que una mano se arrastrara hacia arriba, para frotar su cabeza calva. Él se estremeció cuando lo tocó. Las mujeres que se acostaban con él, rara vez lo acariciaban, y si lo hacían, evitaban esa cabeza calva y se concentraban en las áreas de más abajo. Pero por alguna razón, ser tocado por Portia allí, se sentía íntimo.

Cuando ella bajó la mano hacia su hombro, él la alcanzó y la llevó de regreso a su cabeza. Ella le obedeció y rozó sus suaves dedos sobre el cuero cabelludo, una vez más. Él se quejó de placer, interrumpiendo su beso.

—Hazme el amor —susurró—. Por favor. Quiero que tomes mi virginidad.

Sus palabras lo catapultaron hacia atrás. Él la miró con recelo—. No besas como una virgen, por qué no dejas de actuar.

—No es un acto —gritó ella, la furia obscurecía la lujuria que bañaba sus ojos—. Soy virgen.

Sus rápidos latidos del corazón hicieron eco en sus oídos, y podía oler la sangre que corría por sus venas, ruborizando deliciosamente sus mejillas… un rubor casi virginal. Zane vio como sus ojos se desviaron delante de él como si estuviera avergonzada de algo. Dejó que su formación como guardaespaldas lo guiara, y buscó físicamente algo que expusiera una mentira, no lo encontró.

Lentamente sacudió la cabeza. Ella no podía estar diciendo la verdad. Todo lo relacionado a ella gritaba pasión, deseo y lujuria. ¿Podría una virgen evocar esos sentimientos?

—… y tengo que perder mi virginidad antes de que cumpla mis veintiuno o… —Ella parpadeó los ojos cerrándolos, mientras su aliento tartamudeó y obligó un sollozo. Cuando ella abrió los ojos y levantó la cabeza, su mirada era una de… resignación.

Fue entonces cuando se dio cuenta. Él había sentido su inocencia, su pureza, y su vacilación en la respuesta a su beso. ¿Podría ser cierto que ella era virgen? ¿Podría haber estado tan equivocado, simplemente porque todo lo que veía era la mujer que lo había tentado más allá de toda comprensión? ¿Era por eso que él no podía verla como una virgen? Pero, y si estaba en lo cierto, ¿qué pasaría si su afirmación era verdad? Ella estaba a sólo un corto tiempo de adquirir la forma final que tendría su cuerpo. Por lo tanto, si ella decía la verdad y era realmente una virgen…

—Siempre serás virgen —terminó su frase.

Su gesto solemne era demasiado serio como para pasarlo por alto.

¡Mierda! Portia estaba diciendo la verdad. Lo vio en la curva obstinada de su frente y en el duro contorno de sus labios ahora apretados, como si estuviera tratando de no llorar.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Él no estaba en los negocios de desvirgar a las vírgenes, y no quería empezar ahora.

—Entonces, por favor. Sólo tenemos que hacerlo una vez, lo prometo —le rogó.

¿A quién quería engañar? Si enterraba su palpitante pene una vez, él querría volver a hacerlo, una y otra, otra vez. ¿No se daba cuenta de eso? Él negó con la cabeza—. No.

Su cuerpo se sacudió por su severo rechazo. Rápidamente envolvió sus brazos alrededor de su cintura—. Me lo debes. Acabas de destruir mis posibilidades con Michael.

Furia escapó de sus pulmones—. ¿Ibas a acostarte con ese muchacho? ¡Puedes hacerlo con alguien mejor que él! —Su pene estaba totalmente de acuerdo, pero no escucharía a ese miembro lujurioso.

—Entonces, ¿por qué no lo haces ? ¡De seguro que no te importó besarme! —Ella lo acusó y bajó la mirada hasta su ingle.

¡Genial! Por supuesto que ella sabía que él estaba excitado, y ahora estaba usándolo contra él.

—Confía en mí, no querrás que sea yo tu primera vez. Ninguna mujer en su sano juicio querría eso—. No era dulce, no era amable. No era el hombre adecuado para iniciar a una virgen.

—Mi vigésimo primer cumpleaños es en cinco semanas. Se me está acabando el tiempo —suplicó, con lágrimas que ahora bordeaban de sus ojos.

Zane apartó su mirada, no dejándose llevar por su situación. Esto no era parte de su trabajo. Por el contrario, su trabajo era claramente mantenerla alejada de las fiestas, el alcohol, y los hombres.

—No te puedo ayudar.

—Te odio.

Él asintió con la cabeza. Bien. Mientras ella lo odiara, por lo menos no repetiría su petición para llevarla a la cama. No es que hiciera una gran diferencia de todos modos. Ahora que la había probado y sentido la reacción de su cuerpo hacia ella, le costaría un infierno mantener alejadas sus propias manos de ella.

—Te llevaré a casa.

—¡No! —De pronto, la lucha estaba de regreso en su voz.

Él la miró con hostilidad—. No nos quedaremos aquí.

Ella frunció el ceño de nuevo—. No enfrentaré mi vigésimo primer cumpleaños como una virgen, por lo que si no lo harás conmigo encontraré a alguien más.

—¡Sobre mi cadáver! —Gruñó.

—¡No tienes nada que decir en esto!

—¡Soy tu guardaespaldas, así que lo tengo!

—Suena más como mi padre, y él no tiene nada que decir sobre esto tampoco. ¿Tienes alguna idea de a qué me está condenando? ¡Una vida llena de dolor! ¡Y no lo aceptaré!

Zane suspiró. Tal vez, sencillamente, había sido un malentendido entre Portia y su padre—. Tal vez él no está consciente de las consecuencias.

—¡Él lo admitió! ¡Y no eres mejor que él, de lo contrario me ayudarías!

—¿Ayudarte? —Él inclinó la cabeza—. No creo que entiendas, niñita. Yo no soy un hombre suave, no soy el hombre que tiene derecho a tocar a una virgen. Cuando se trata de sexo… —se pasó la mano por la calva— … soy un bruto. Cojo duro. Sólo pienso en mí mismo, no me importaría si te gustó o no.

Zane desvió la mirada para que Portia no detectara la mentira. Sí, era duro, pero con ella podría atenderla, con ella se esforzaría para que lo disfrutara. Por ella, podría hacer eso. Pero no quería que ella lo supiera, porque eso nunca sucedería. Si él tomaba a Portia, la consumiría, la devoraría, y luego, cuando ella quisiera irse, la forzaría a quedarse con él, porque no sería capaz de dejarla ir. Con sólo el haber probado de ella una vez, él sabía eso con certeza. No había necesidad de tentar a la suerte y llevar este asunto más lejos.

—No importa si me gusta.

Él negó con la cabeza—. No digas eso. No tienes idea de qué te estarías perdiendo.

—Entonces muéstramelo —ella desafió.

Zane apretó los puños—. Te dije que no puedo.

No sólo la lastimaría, traicionaría la confianza de su jefe y colegas. Y si perdía a Scanguards, perdería a su familia. Estaría solo otra vez, porque sin importar qué, Portia no se quedaría con él. Era joven, tenía toda su vida delante de ella, tenía opciones. Él sería sólo un medio para un fin y eso sería todo. Una vez que hubiera consumado el hecho, lo echaría a un lado y encontraría a alguien que fuera más adecuado para ella.

Cuando vio una solitaria lágrima rodar por su mejilla, un sordo dolor se extendió por su estómago. Antes de que tuviera oportunidad de extenderse al norte, la tomó por el brazo y la arrastró fuera de la habitación y fuera de la casa de la fraternidad. En el camino de vuelta, no dijo una palabra. Sólo sus ojos le hablaban. Y no le gustaba lo que oía.

Él la había decepcionado.

Pero si accedía a sus deseos, la decepción sería mucho mayor. Para los dos. Y el dolor duraría más tiempo. Tal vez una eternidad.