Portia volvió a mirar en el espejo y se examinó la cara. ¿Era obvio que se había puesto maquillaje, un poco más de lo habitual? Maldición, ¿a quién quería engañar? Ella rara vez usaba más que el delineador de ojos ocasional, y hoy lucía no sólo eso, sino también rímel, brillo de labios, colorete, y un poco de sombra de ojos. Otra mirada crítica en el espejo del baño lo confirmó. Había perdido todos sus buenos sentidos, pintándose el rostro por la persona que iba a ignorarla de todos modos: Zane.
Portia tiró la toallita para asearse en el lavatorio, molesta con ella misma. No había ninguna razón por la que debería sentirse atraída a ese idiota, cuya única misión era la de mantenerla alejada de sus compañeros masculinos o cualquier otro hombre que pudiera convertirse en un peligro para su virginidad. ¿Y quién la mantendría alejada de Zane? ¿Era este el máximo castigo de su padre, balancear la presencia más sexy desde la invención de los Chippendales delante de ella, cuando sabía que Zane la veía sólo como una maldita molestia?
Bueno, ella le mostraría que él podría meter su indiferencia por el culo y demostrarle a todo el mundo, que había alguien por ahí que estaría más que feliz de liberarla de su virginidad.
Portia escuchó que la puerta principal se abría y que Oliver intercambiaba unas palabras con Zane. Con el sonido de su voz, sus rodillas temblaron, y las mariposas revoloteaban en su estómago. Se apoyó en el lavatorio. Eso no era bueno. Si no podía poner las reacciones de su cuerpo bajo control, no podría mirarlo de frente.
Su oído de vampiro recogería los rápidos latidos de su corazón, así como el hecho de que estaba emitiendo feromonas. Ella había aprendido lo suficiente de biología, para darse cuenta de que en gran parte, sus propios sentidos agudos le decían que su cuerpo estaba haciendo exactamente eso. Esto no funcionaría. Portia tomó su teléfono celular y escribió un mensaje de texto a Lauren: ponT mucho Chanel y tráelo contigo. T veo en 15.
Con una respiración honda, abrió la puerta del baño y bajó las escaleras. Como había esperado, Zane se había instalado en el sofá en un ángulo que le permitía ver tanto las escaleras como la puerta principal.
Ella no perdió el inmediato movimiento de las fosas nasales de Zane, al momento en que llegaron sus pies a las escaleras. La chispa que acompañaba sus ojos, podía haber sido una ilusión óptica, si al instante no hubiera apretado los puños como si estuviera tratando de luchar contra algo o alguien. No había duda en su mente que podía oler su excitación. Un pensamiento atravesó su mente. Tal vez eso era realmente algo bueno, y su plan para esa noche sería aún más fácil de ejecutar, de lo que había pensado.
—Buenas noches, Zane —dijo cortésmente y se acercó al sofá. Oh, sí, lo mejor sería que él tuviera una buena percepción de su olor esta noche.
Sus ojos se entrecerraron con desconfianza, incluso al responder su saludo—. Portia. —Luego echó una larga mirada sobre ella, hasta que sus ojos se detuvieron en el rostro—. ¿Harás algo esta noche?
El tono de burla en su voz casi le hizo arremeter contra él, pero ella se controló—. Estoy usando jeans y una camiseta, no es un atuendo apropiado para salir.
Él no se lo tragó—. ¿Y el maquillaje?
—¿Qué eres de repente, mi padre? Puedo usar maquillaje cuando me plazca.
Zane se levantó de un salto, y un segundo después estaba a sólo unos treinta centímetros de ella—. No estarías usando maquillaje para mí, ¿verdad?
La ira se agitó dentro de ella, pero usó toda su fuerza para no permitir que ese idiota arrogante se diera cuenta. No le serviría, no esa noche—. ¡Por favor! Eres mi guardaespaldas, nada más. —Su corazón latía muy fuerte en su garganta, lo que hacía difícil mantener su voz pareja e indiferente—. Me pongo maquillaje todo el tiempo.
Zane se acercó más, su cuerpo pecaminoso ahora a tan sólo unos centímetros de tocar el suyo—. ¿Es así? —Bajó los ojos a sus labios, y ella instintivamente se los humedeció.
El rumor que provenía del pecho de Zane, sólo podía ser un gemido reprimido. Tal vez él no se sentía tan indiferente hacia ella como pretendía.
Portia cerró los ojos por un segundo, permitiendo que sus otros sentidos la guiaran. Lo primero que notó fue su aroma masculino. Era más fuerte ahora que cuando recién había entrado en la sala de estar. Mientras ella lo aspiraba profundamente en sus pulmones, no podía dejar que su cuerpo reaccionara a ello. Un escalofrío se deslizó por su espalda.
De repente el calor quemó su cuerpo, lo que la hizo abrir los ojos para encontrar la fuente. Zane se puso a ras contra ella. ¿Él había cruzado el resto que quedaba de espacio entre ellos o fue ella? Ella quería dar marcha atrás y romper el contacto, cuando él presionó su mano en su espalda y la acercó hacia él. En un instante, todos sus anteriores pensamientos se desvanecieron para ser reemplazados por una única realidad: Zane estaba excitado por ella. El perfil duro de su erección presionando contra su carne blanda, no dejaba ninguna duda al respecto.
Los latidos de su corazón se hicieron eco en ella, y ahora sus ojos brillaban. Sólo habían dos razones por las cuales los ojos de un vampiro brillaban: cuando estaban en modo de lucha, o en estado de excitación.
Con cada respiración que tomaba, sus pechos rozaban el pecho de él. Sus pezones se endurecieron en respuesta. El apretamiento de su mandíbula era un signo suficiente de que se daba cuenta de la reacción que su cuerpo tenía hacia él. Reacciones a las que, en verdad, ella no estaba acostumbrada. Ni siquiera cuando había besado a un chico se había sentido tan excitada, tan floja, como se sentía ahora. Y Zane ni siquiera había hecho ningún intento de darle un beso. En cambio, su mano en su espalda se movía lentamente, con el pulgar dibujando círculos perezosos en la cintura antes de caer más abajo y repetir el mismo movimiento en el trasero.
Ella debería empujarlo y no permitirle tales libertades, cuando ella sabía que él no la soportaba, pero su cuerpo simplemente se fundió con él y no obedeció. La sensación era tan nueva y excitante, que no se atrevió a detener lo que estaban haciendo. No es que Zane estuviera haciendo nada. Sólo estaba ahí, su cuerpo era como un pilar de piedra, duro e inflexible, con sólo su mano y sus dedos moviéndose, acariciándola tan suavemente. Todo lo demás se quedó inmóvil, excepto tal vez la erección, que parecía estar creciendo.
Portia se movió, alineando su núcleo contra su duro miembro, y sintió un gemido escapar de sus labios.
—¡Mierda! —Él gruñó.
Presa del pánico, levantó los párpados y se estrelló con su mirada ardiente. Su cabeza se acercaba. Su pulso se estremecía: Zane iba a besarla.
Cuando sus labios rozaron suavemente contra los suyos, sus labios se entreabrieron con un suspiro y sus ojos se cerraron.
¡Din Don! ¡Din Don!
***
—¡Mierda! —Maldijo Zane y se apartó de Portia, girando en el mismo instante para que ella no fuera capaz de ver cómo lo afectaba. Como si eso lo haría mejor. Había presionado su hinchado pene en contra suyo tan fuerte y durante tanto tiempo, que no había duda en su mente que ella sabía exactamente lo que estaba haciendo con él.
—La puerta —dijo ella, su voz no estaba más agitada de como si estuviera ordenando pizza, y no por ser interrumpida en el más inoportuno de los momentos.
Tal vez debería estar agradecido a quien había tocado el timbre por salvarlo de la equivocación más grande de su carrera, si no es que de su vida: besar a una mujer a la que estaba protegiendo. Y por lo que sabía, el beso hubiera llevado a mucho más. En cuestión de minutos, la habría tendido de espaldas en el sofá con su pene golpeándola y sus labios devorando cada centímetro de su piel.
—Iré a abrir la puerta. —La voz de Portia penetró en su nube de confusión.
Giró—. Yo iré. —Después de todo, era su escolta y tenía que asegurarse de que ningún peligro se acercara a ella. Sí, eso estaba funcionando muy bien.
Él se fue hacia la puerta y espió a través de la mirilla.
—Estoy esperando a mi amiga Lauren —dijo Portia detrás de él.
Zane abrió la puerta y examinó a la joven que llevaba gafas de sol, aunque era de noche. Ella tenía aproximadamente la edad de Portia y por lo que había leído en el archivo de Portia, era la hija del alcalde y un híbrido. Él olió. Su olor, enmascarado por el fuerte perfume, era casi imperceptible. Sólo su aura la identificó como un híbrido.
—Hey, Lauren, entra.
La joven pasó junto a él. Ella abrió su parka gris y bajó la capucha, revelando el pelo largo igual que Portia. Sus altos tacones resonaban en el suelo de madera mientras abrazaba a su amiga como si ambas no se hubieran visto en las últimas semanas.
—Vamos a hacer un trabajo —dijo Lauren.
—Estaremos arriba. Sin interrupciones por favor. Estamos estudiando para un examen —pidió Portia apenas echándole un vistazo. La pequeña perra lo había seducido, y ahora le estaba dando la espalda.
Zane hervía mientras cerraba la puerta y regresaba al sofá.
—¿Qué fue todo eso? —susurró Lauren.
A pesar de que había llegado a la parte alta de las escaleras, Zane aún podía oírla, como también pudo escuchar la respuesta de Portia—. No le hagas caso. Él es sólo un guardaespaldas.
Los colmillos de Zane se alargaron. ¿Sólo un guardaespaldas? Oh, él le iba a demostrar lo que pensaba de esa afirmación, una vez que Lauren se vaya. Si Portia pensaba que podía salirse con la suya después de que ella había venido a él, lo pagaría. ¿Cómo se atrevía a presionar su cuerpo contra el de él de esa manera, envolviéndolo con el olor de su excitación como si estuviera en celo, y minutos más tarde arrojarlo a un lado como si fuera una bicoca?
Gruñó bajo y oscuro. Oh, él le cantaría las cuarenta.
En las siguientes dos horas, se alternó entre ver la televisión sin sonido, caminar a lo largo de la sala, y mirar los agujeros en la pared, al mismo tiempo tratando de no escuchar la conversación entre Portia y Lauren. No es que hubiera mucho que escuchar: rara vez hablaban, y cuando lo hacían, lo hacían en voz baja. Los fragmentos que recogió eran en torno a una prueba de psicología que, presumiblemente, estaba programada para la mañana siguiente. De todas maneras, la espera lo puso nervioso, y el tiempo se extendía más de lo que pensaba que fuese soportable.
Zane se frotó el cuello, dándose cuenta de la piel perfecta que había crecido sobre sus lesiones. Sería mejor preguntarle a Samson para que le dé unos pocos días para que él pueda investigar al hijo de Brandt y averiguar dónde había estado antes de que él llegara a su casa. Con un poco de suerte, lo llevaría directamente a Müller. Era evidente que estaba perdiendo el tiempo aquí.
Cuando de repente escuchó una puerta abrirse en el piso de arriba, se sentó erguido.
—¡Muchas gracias por ayudarme! —Portia arrastró las palabras.
—Por nada. ¿Para qué son las amigas? —Fue la respuesta previsible de Lauren.
Bla, bla, ¡fuera! Zane maldijo en su interior.
—¿Podemos repasar las preguntas una vez más justo antes de la clase? —Preguntó Portia.
—Por supuesto. ¿Qué te parece una media hora antes? ¿Nos reunimos en la cafetería?
—Perfecto.
Pasos sonaron en la escalera. Zane de nuevo se hundió rápidamente en los cojines del sofá y tomó una revista de noticias de la mesa de café, haciendo como si la leía.
El espantoso perfume de Lauren, se esparcía en la sala de estar mientras bajaba las escaleras. Por el rabillo de los ojos, se dio cuenta de que ella ya se había puesto la capucha de su parka gris mientras se acercaba hacia la puerta. Dio una rápida inclinación de cabeza para despedirla, pero no la miró. Eso era todo lo que necesitaba: a Lauren diciéndole a Portia, que él le interesaba una mierda.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, arrojó la revista sin leer de nuevo sobre la mesa y sus pies golpearon con impaciencia, tratando de impedir que saltaran inmediatamente para irrumpir en la habitación de Portia. Por lo menos podría mantener la pretensión de controlarse y no hacer obvia que su necesidad de llevarla a la tarea de su seducción anterior estaba superando su sentido común y su compostura.
Logró contenerse alrededor de unos diez minutos, antes de levantarse nuevamente del sofá—. ¡A la mierda!
El perfume de Lauren aún se sentía fuertemente en la casa cuando llegó al descanso de las escaleras y se hizo aún más intenso a medida que se acercaba a la habitación de Portia. Cómo Portia sería capaz de dormir en toda la noche con ese mal olor llenado su habitación, estaba más allá de su comprensión. Él se estaba asfixiando prácticamente con el olor.
Zane se detuvo frente a la puerta cerrada, dudando por un instante. ¿Debería llamar? El pensamiento al instante le molestó. Por supuesto que no golpearía. Esta no era una llamada social, donde pedía ser admitido. Estaba ahí para repartir castigo por su comportamiento anterior. No habría ningún golpe para anunciar su llegada. Tal vez ella ya lo había sentido acercarse, a pesar de que, como siempre, sus pasos habían sido silenciosos, y con el perfume de mierda apestando la casa, le costaría olerlo a él, tanto como él a ella.
Su corazón se detuvo en seco. No podía olerla. Él tiró de la perilla y abrió la puerta, se lanzó dentro de la habitación, consciente de lo que iba a encontrar.
—¡Esa perra! —Ella lo había burlado.
En la cama de Portia, estaba echada Lauren, cambiando perezosamente los canales en el televisor. Cuando lo vio, el control remoto cayó de su mano, y se sentó.
—¡Ah, mierda! —Lauren tuvo la gracia de mirarlo un poco culpable por haber sido atrapada en el engaño que ambas habían inventado.
—¡El perfume de mierda! —Gruñó. Las dos mujeres habían arruinado a propósito su sentido del olfato para que no se diera cuenta que Portia se escabullía frente a sus narices. La Parka gris gruesa con la capucha y las gafas anchas de sol oscuras, habían rematado el disfraz—. ¡Debí haber sabido que era un truco!
—Deberías —dijo Lauren encogiéndose de hombros.
Zane gruñó, sin molestarse en ocultar sus colmillos—. ¿Dónde está?
—No sé.
Zane reconocía una mentira cuando la escuchaba. Él no estaba de humor para jugar al gato y al ratón con un pequeño híbrido. Sin previo aviso, se abalanzó, apretó los brazos de Lauren y la sujetó contra la pared en la cabecera de la cama. La chica lo miró, asombrada. Ella claramente no esperaba que él se pusiera agresivo con ella.
—Ahora voy a repetir mi pregunta: ¿dónde está Portia?
—Mi papá tendrá tu trasero por esto. —Ella levantó la barbilla desafiándolo.
—Tu padre te va a castigar por lo que hiciste y me palmeará a mí en el hombro.
Lauren apretó los labios—. No lo hará.
—Habla, o arrastraré tu culo hasta tu padre y lo averiguaremos, ¿de acuerdo?
El enfrentamiento les llevó treinta segundos, y Zane no parpadeó ni una sola vez. Él era bueno en eso, y Lauren era una simple aficionada y, obviamente, no tan segura de los sentimientos de su padre como ella pretendía.
—Está bien. Fue a una fiesta.
—¿Dónde?
—En una de las fraternidades.
En el momento en que Zane tuvo la dirección, la ingresó rápidamente en el GPS de su teléfono móvil y se abalanzó por la puerta.