Capítulo Siete

Portia aplicó los toques finales a su maquillaje y miró su reloj. No le quedaba mucho tiempo para llegar a su cita con puntualidad. Bajar por las escaleras y pasar furtivamente por Zane sería un esfuerzo inútil, ya que el vampiro se había instalado en el sofá de tal manera, que podía ver todo lo que ocurría en el primer piso. Su única oportunidad era salir por la ventana del segundo piso.

Aunque no era muy buena escalando, podía saltar. Desde la ventana de su habitación hasta el patio trasero, la distancia vertical era de menos de cinco metros. No era gran cosa para un híbrido. Portia empujó la ventana lo más que pudo y miró afuera en la oscuridad. Debajo de ella, el pasto se acercaba a la pared, lo que le permitiría un aterrizaje sin sonido. Ella tampoco tenía que preocuparse que Zane la viera saltar, ya que su habitación estaba sobre el garaje y la lavandería: no había ninguna ventana donde ella tenía previsto aterrizar.

Portia levantó una pierna por la ventana y alcanzó a ver sus zapatos. Saltar con zapatos de tacón alto sin duda era algo no aconsejable. Rápidamente se los quitó y los dejó caer en el pasto. Hicieron un ruido de golpes suaves. El corazón de Portia se detuvo. ¿Habría Zane oído? Ella se mantuvo inmóvil y dejó de respirar, tratando de escuchar algún sonido en la casa, pero permaneció en silencio.

Aliviada, sacó las piernas hacia atrás y torció su cuerpo debajo de la ventana. Maldijo a la ventana de guillotina, porque a diferencia de una ventana normal, sólo se abría hasta la mitad, obligándola a bajarse de ella mirando hacia la pared. Con sus manos todavía en el marco de la ventana, se apartó de la pared y se soltó. Se dejó caer en el pasto frío y húmedo, flexionando las rodillas suavemente para absorber el impacto. Portia sonrió para sí misma. En una competición de gimnasia, habría recibido un perfecto diez por su aterrizaje.

Arreglándose con las manos su falda, se volvió para recoger los zapatos.

El asombro no fue la única cosa que la catapultó contra la pared a su espalda.

—¿Vas a salir? —le preguntó Zane mientras sus manos la capturaban por los hombros y la apretaban contra el revestimiento.

Con su corazón deteniéndose y sin oxígeno que llegara a su cerebro, la habilidad de Portia de responder estaba severamente afectada. ¿O era el hecho de que el cuerpo de Zane estaba a sólo unos centímetros del suyo lo que le quitó el habla? Sentía su calor, como si pequeñas llamas saltaran de su cuerpo al de ella, encendiendo sus células como leña en la chimenea. Si no evitaba que eso sucediera, todo su cuerpo se prendería en llamas. En este mismo instante, el calor viajó por todas sus extremidades, e incluso sus pies desnudos se sentían calientes, como si llevara pantuflas de conejitos.

Pero el calor, no era el calor reconfortante que sabía que un suéter de cachemir o una manta de lana le darían. El calor que ahora sentía la consumía, la envolvía, la destruía. El instinto le decía que se mantuviera alejada de ese fuego o se quemaría, pero todo lo femenino en su interior se rebelaba contra la idea de empujarlo.

Oh, Zane era malo, ella lo sabía. Se lo había demostrado en las pocas palabras que habían intercambiado en la cocina. También se dio cuenta que la veía como un mal necesario para realizar su trabajo, y lo último que veía en ella era a una mujer. Para él, ella era una niña, cuando se había dirigido a ella como «niñita», lo había dejado bien claro. Pero a pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario, la forma en que la miraba ahora decía todo lo contrario.

Su mirada estaba caliente, y le gustó imaginar que era el deseo en lugar de la furia, lo que ardía en sus ojos. Las uñas de Zane se clavaron en su piel, mientras ella apenas sentía el dolor, notó lo afiladas que estaban, preguntándose qué tan cerca su lado vampiro estaba de emerger. Las cuerdas en su cuello se hincharon, y vio palpitar la vena que corría a lo largo de su lado. Ella podía oler su sangre bastante bien, y por primera vez se preguntaba qué se sentiría morder a alguien, hundir sus colmillos profundamente en su piel y saborearlo. Furiosa consigo misma por la dirección que su mente estaba tomando, apretó la mandíbula, enviando una clara señal a sus colmillos que no se les permitía descender bajo ninguna circunstancia.

—Mírate, toda arreglada. —Zane recorrió los ojos por su rostro antes de que sus párpados cayeran para examinar su escotado top. Sus pechos se asomaban visibles, y desde su posición ventajosa probablemente podría ver todo el camino hasta el ombligo.

—¿Disfrutas del show? —Susurró, mientras suprimía el temblor que pasaba por ella con la emoción de que Zane admiraba sus pechos.

Uno de los lados de su boca se inclinó hacia arriba, pero no mostraría una sonrisa. Dudaba de que él supiera lo que era una sonrisa—. No tienes nada que no haya visto ya.

Si quería hacerle daño deliberadamente, lo había logrado—. Estúpido.

—A diferencia tuya, no me importa cómo la gente me llame. —Hizo una pausa deliberada—. Niñita.

Sus puños se cerraron, y antes de que pudiera terminar su pensamiento, los levantó y apuntó a su rostro. Zane fue más rápido. Sus puños cayeron en sus palmas, que al instante los envolvió alrededor de ellas, impidiéndole hacer cualquier daño a su arrogante rostro.

—¿Violenta, también? —Sacudió la cabeza y chasqueó la lengua—. Omitieron eso en tu archivo.

¿Archivo? ¿Tenían un archivo sobre ella?—. ¿Qué estás diciendo?

—Digo que yo sabía cómo te comportas, por lo que no creas que puedes conseguir que algo se me escape o… —el sonido de un teléfono celular interrumpió su breve discurso. Soltó una de sus manos y buscó en su bolsillo—. Otro intento de golpearme y te tendré atada de pies y manos en diez segundos.

No dudaba de sus palabras, ni siquiera por una fracción de segundo.

—¿Sí? —Su tono era más bajo en el saludo.

Hey, Zane, ¿cómo están las cosas? —Portia escuchaba la voz masculina en el otro extremo con claridad.

—Quinn, que bueno saber de ti. —A pesar de sus palabras, Zane ni siquiera esbozó una sonrisa. Eso lo confirmaba: era incapaz de sonreír.

Escucha, necesito unas vacaciones. ¿Te importaría si te voy a visitar?

—No hay problema. ¿Cuándo volarás?

Estaba pensando en mañana por la noche.

—¿Quién va a recogerte al aeropuerto?

Se lo pediré a Oliver.

—Le daré una llave de la casa para ti. Nos vemos.

Oye, ¿te encuentras bien?

—Nunca he estado mejor. —Zane desconectó la llamada y puso el celular de nuevo en sus pantalones.

Si era cierto que se sentía mejor que nunca, entonces Portia se pregunto cómo sería cuando estuviera enojado. Ella no iba a quedarse para averiguarlo.

—Ahora —dijo lentamente y centró su mirada en ella—. ¿A dónde ibas?

—No es tu asunto, mierda. —Ella torció la mano de su agarre y giró, tratando de alejarse de él.

***

Zane no estaba dispuesto a dejarla ir y le agarró los brazos, impidiéndole rozarlo para pasar junto a él. No es que le importara un poco de roce aquí y allá. El contacto con su cuerpo le gustaba demasiado, a pesar de que ella se mantenía rígida.

Si no fuera por la ventana de guillotina antigua que había escuchado raspar en contra del marco de madera cuando Portia la había abierto, se le habría escapado. Por suerte, él se había preparado para ella antes de que le hiciera una mala pasada y se había abstenido de hacer cualquier ruido en la planta baja, para poder escuchar lo que estaba haciendo. Cuando él había oído las puertas de su armario cerrarse, se dio cuenta de que se estaba cambiando. Sólo podía significar una cosa.

Y él tenía razón. El top casi transparente que llevaba, gritaba: «cógeme» como si lo hubiera tenido tatuado en la frente. Su falda corta no era mejor. No ocultaba nada de su increíble figura y sus curvas exuberantes. Teniendo en cuenta su edad y su altura, debería ser flaca como un palo, pero en su lugar, sus caderas estaban bien moldeadas, y sus pechos…

Zane retiró su mirada y tragó. No era bueno ir por ese camino. Sólo un tonto se dejaría llevar por su atractivo paquete, y él no era tonto. Era un trabajo como cualquier otro, y estaría condenado si él hiciera cualquier cosa que pudiera poner en peligro su posición decididamente inestable en Scanguards. Si Samson y Gabriel pensaban que podrían crear tremendo rollo colgando esta tentación en frente de él para ponerlo a prueba, entonces iba a hacer hasta lo imposible para pasar esa prueba, incluso si eso significaba pasar por alto un trozo de culo sexy.

—Está bien. No me importa cuáles hayan sido tus planes, porque ¿adivina qué?, han cambiado. —Soltó sus brazos, sus palmas de las manos quemaban por el toque, la necesidad de presionarla contra él era demasiado salvaje para reconocerlo—. Vuelve adentro.

Cuando se dio la vuelta para rodear el costado de la casa, él la agarró por la parte superior y la atrajo.

Portia se dio la vuelta con su pelo volando y su cara furiosa. La visión casi lo deshizo, menoscabando su voluntad de tratarla con indiferencia—. Iba hacia dentro —dijo.

Zane negó con la cabeza una vez antes de señalar hacia la ventana por encima de él. Sus ojos siguieron su mirada. Cuando su boca se abrió, él sabía que había entendido su idea.

—¡Tienes que estar bromeando! —Protestó ella.

—¿Me ves riendo? —Él dudaba que incluso recordara cómo reír o sonreír. Había pasado ya tanto tiempo, desde que había hecho que sus músculos faciales realizaran esa acción en particular.

—¿Y cómo se supone que voy a llegar hasta ahí? —Ella hizo un gesto hacia la ventana.

—Lograste bajar por tu cuenta. Estoy seguro que encontrarás una forma de volver hasta allá arriba. —Cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó contra la pared, esperando y de hecho curioso por ver qué clase de plan inventaba. En particular, quería ver cómo se las arreglaría para subir esa pared y a través de la ventana sin que él consiguiera una buena vista de sus piernas sexys y todo lo que escondía debajo de esa falda corta. Si bien él no podía tocar, nadie podía darle una palmada en la muñeca por mirar. Y él iba a mirar un poco, un montón. No es que le ayudara a apaciguar a la bestia en su interior que exigía que le correspondiera.

Portia dio un paso más atrás en el jardín y miró hacia la ventana. La frente fruncida, mientras evaluaba la situación. Casi podía ver las pequeñas ruedas en su mente girando, mientras entrecerraba los ojos. Ella lo miró brevemente y levantó la barbilla en una clara muestra de desafío. Le sentaba bien. Él no estaba ahí para hacerse amigos.

Cuando de pronto ella despegó hacia la parte posterior del jardín, fue tomado por sorpresa. Tardó medio segundo para recuperarse y ponerse en marcha en una carrera de velocidad siguiéndola. Estaba a punto de saltar por encima de la cerca del jardín cuando él la alcanzó y la tiró hacia abajo. Sin ceremonia, Zane la colgó de su hombro derecho, con la cabeza colgando sobre su espalda, sus manos encarcelando sus piernas.

—¡Déjame ir! —Ella gritaba y golpeaba con los puños la parte inferior de su espalda.

No le importaba. Ella lo estaba tocando, y en ese momento era lo único que podía pensar. Cuanto más rápido la metiera en la casa, mayor sería su oportunidad de mantener sus manos lejos de ella, porque incluso con los golpes que le repartía en esos momentos, lo estaba excitando. A eso le añadía la forma en que la llevaba, su cadera bien proporcionada al nivel de su rostro como si necesitara una invitación más evidente, y él ya había perdido. Mantuvo sus piernas desnudas restringidas por sus brazos, pero no puso evitar que su pulgar se desviara y se deslizara sobre su suave piel como una caricia silenciosa.

Frustración aullaba a través de él, y no tenía nada que ver con el intento fallido de escape de su encargo y todo lo relacionado con la emoción que había sentido en la corta persecución. Como si estuviera cazando su presa.

Deliberadamente, giró su cabeza para alejarse de la dulce parte trasera de Portia cuando apresuró el paso y se acercaba a la casa, pero ni siquiera eso le impidió que su femenino aroma se infiltrara en sus sensibles orificios nasales y se pegaran en los pequeños vellos en el interior de la nariz. Los diez segundos de carrera fueron una auténtica tortura.

Y él era un fanático de la tortura.

Zane pateó la puerta para cerrarla con su bota y dejó caer sobre el sofá a Portia. Pero si ella pensaba que la dejaría fuera tan fácilmente, se había equivocado gravemente. Antes de que pudiera hacer un movimiento, él estaba sobre ella, sujetándola hacia abajo con su cuerpo encima de ella, desafiándola a hacer otro intento de fuga.

No era el miedo lo que lo azotaba desde sus ojos furiosos, era molestia. Él la ignoró y bajó la cabeza, por lo que sólo unos centímetros de aire los separaba. Unos centímetros de distancia de un beso si estuviera tan inclinado.

—Tal vez me olvidé de mencionar algo muy importante —comenzó—. Quiero dejarlo bien claro ahora: no me subestimes. Lo que digo se hace.

Su aliento le golpeó mientras ella abría los labios y él aspiró el aroma. Para lo único que sirvió fue para ponerlo más duro. Si ella lo sentía, no dio indicios, enojándolo incluso aún más.

—Haré que te despidan —le amenazó, levantando sus pechos y rozándolos contra su pecho.

Zane suprimió la necesidad de lanzar un gemido ante el contacto—. Yo diría bienvenida al club, pero me temo que la lista de miembros está excesivamente cargada.

—¡Te odio!

Redujo la brecha entre ellos y luego giró lentamente su boca hacia la oreja, sus mejillas casi se tocaban. Tomó una respiración larga y profunda, sin poder conseguir saciarse de su aroma. Pero no era todo lo que disfrutaba: sus pechos ahora estaban totalmente conectados con el suyo, y sentía sus pezones presionando contra él—. Parece que sigues eligiendo los clubes erróneos para participar. Por desgracia ese también tiene una larga lista de espera. Verás, a mí realmente no me importa quién me odie.

—¿No? —desafió ella.

Zane alzó la cabeza para mirarla. Sus curvas y largas pestañas revolotearon por un breve momento antes de moverse hacia arriba, mientras sus ojos se abrían completamente, su mirada de repente se fijó en él con más intensidad que antes.

¿Le hacía sospechar a Portia que no quería que ella lo odiara, que la emoción que más quería de ella, estaba tan lejos posible del odio como humanamente sea posible, pero al mismo tiempo, estaba sólo separada de ella por una franja tan delgada como la hebra de control que le quedaba?— El odio es la única emoción confiable que queda. —El amor no podía sobrevivir a los desafíos de este mundo.

—El odio es el sentimiento más destructivo e inútil de todos los sentimientos.

Zane arqueó una ceja—. Eso es porque nunca has experimentado el verdadero odio. No tienes ni idea de su poder. —Era un poder que lo llevaba, que contribuía a su supervivencia. Sin él, no hubiera sobrevivido a las primeras semanas como un vampiro. Sólo el odio lo había mantenido con vida entonces. Se había convertido en un compañero de confianza, uno en el que podía confiar en que no lo abandonara.

—Hay un poder más grande que el odio.

—Si te estás poniendo religiosa conmigo, es mejor que…

—Estoy hablando de amor. —Portia le interrumpió.

Instintivamente, se echó hacia atrás y vio el destello de una respuesta satisfactoria en sus ojos.

Sus labios se torcieron—. Así que eso es de lo que tienes miedo. Del amor.

Sus palabras lo catapultaron a una posición vertical en una milésima de segundo. Zane se levantó tan rápido como si ella estuviera apuntando una estaca en su pecho. En un fluido movimiento giró de espaldas a ella—. Creo que tienes que irte a tu habitación. Ya ha pasado tu hora de dormir. —Y más seguro para ti, quería añadir.

Escuchó el sonido de los cojines del sofá mientras cambió de posición y se levantaba—. Bueno, creo que di en el clavo en forma espectacular. —Portia marchó junto a él, y por lo que podría decirse, deliberadamente rozó su cuerpo contra el suyo, con el breve contacto, él sintió como si un hierro candente marcara la piel de una res.

—¿Crees que tu Psicología 101, te hace una experta en analizar a la gente?

—Me especializo en Psicología, de modo que, sí, lo hace.

El orgullo dictaba que no se dejaría ganar con ese argumento—. No sabes nada de mí, y nunca lo sabrás.

Ella no se volvió mientras puso el pie en el primer escalón. Sus palabras fueron bajas como un murmullo, como si hablara para sí misma, pero él las escuchó igual—. Cuida tu espalda, tipo duro.

Cuida la tuya, o te encontrarás sobre ella pronto, quiso responderle, pero no lo hizo.