Capítulo Seis

Portia cruzó los brazos sobre su pecho, mientras se recostaba en el asiento del pasajero de la limosina negra, que su guardaespaldas Oliver, estaba conduciendo. ¡Guardaespaldas, su culo! ¡Era más como un carcelero! ¿Su padre realmente había creído que era lo suficientemente estúpida como para creer que había contratado este guardia, sólo para protegerla durante su ausencia en su largo viaje de negocios? Su afirmación de que había algún loco asesino suelto, el cual hace sólo unas pocas noches había matado a un joven en la Misión, sonaba hueca. Como un híbrido, era tan fuerte como cualquier vampiro y fácilmente podría defenderse de cualquier agresor. A pesar de que nunca había entrenado en combate cuerpo a cuerpo, su instinto le decía que ella sabría qué hacer si la situación lo exigía.

Maldición, podría acabar con el tipo al que le habían asignado como guardaespaldas. Ella le dio otra vista de reojo. Su pelo oscuro despeinado, parecía apuntar hacia todas las direcciones posibles, y cualquier peine que Oliver hubiese intentado usar, habría perdido probablemente la batalla en contra de su pelo rebelde. Su visión era aguda y concentrada, y su cuerpo musculoso. Era claro que estaba en gran forma y era capaz de defenderse de cualquier atacante. Ni siquiera su cara fresca podría negar ese hecho. En todo caso, por su juvenil aspecto… no podía tener más de veinticinco años… lo más probable es que engañaría a cualquier agresor a pensar que tendría un blanco fácil en él. Al principio, ella también se había confundido, pero luego ella habló con su amiga Lauren.

Según el padre de Lauren, los guardaespaldas de Scanguards eran los guardaespaldas mejor entrenados en la nación, y al parecer los más letales. Ella había deducido de la identificación de Oliver, la cual había presentado cuando había llegado a recogerla para llevarla a sus clases, que tenía un acceso de clase A. Eso no significaba nada para ella, hasta que Lauren le explicó que era el rango más alto de seguridad en Scanguards, sólo los mejores de sus guardias, y los que sabían de la existencia de los vampiros, recibían tal honor.

Portia resopló. Todavía podía tomar a ese chico y levantarlo de sus zapatos lujosos. Después de todo, Oliver era un ser humano. Al parecer, incluso Scanguards que empleaba no sólo a seres humanos sino también a un gran número de vampiros, no tenía un híbrido en el personal para asignárselo a ella. Y eso la ponía en la posición más fuerte. Cuando estuviera lista para hacer su movimiento, ella dejaría atrás a su guardaespaldas humano, mientras ella iba a encontrar un candidato idóneo para que tomara su virginidad. Con guardaespaldas o sin uno, su padre no iba a ganar esa batalla.

—¿Quieres que compremos comida para llevar? —preguntó Oliver, mientras dejaba el campus atrás y conducía a través del tráfico en hora pico.

Portia se preguntó si debería hacerlo manejar fuera de su ruta para llegar a algún lugar recóndito de comida grasosa, pero decidió no hacerlo. No estaba enojada con el guardaespaldas, sino con su padre, y ella no se permitiría descargar su enojo sobre un inocente. Oliver sólo estaba haciendo su trabajo. Además, se había portado muy discretamente todo el día, mientras ella había tenido clases. A pesar de que la había seguido en todo momento, había pasado desapercibido y no le indicó a nadie que él estaba ahí para protegerla. No, se corrigió a sí misma, para observarla. Por lo menos, se había librado de la vergüenza de que todo el mundo supiera que tenía una niñera de mierda. Por suerte, los demás sólo habían asumido que él era un estudiante nuevo. Al menos por eso estaba agradecida con Oliver.

—No tengo hambre. Además, siempre puedo tomar un bocado de ti más tarde. —Dios, ella no había querido decir eso, pero ya era demasiado tarde para retirarlo ahora. Tal vez simplemente debía mantener la boca cerrada, cuando claramente en el momento no salía nada civilizado de ella.

Él le lanzó una mirada desdeñosa, antes de concentrarse en el tráfico de nuevo—. Prueba y te arrepentirás.

Portia frunció el ceño—. Estás mintiendo. —No es que ella hubiese contemplado ni por un momento cumplir con su amenaza. La verdad era que nunca había mordido a nadie en su vida. Cuando necesitaba de sangre para complementar su dieta humana, la había bebido de las botellas que su padre ordenaba a una compañía de vampiros de suministros médicos. A ella no le gustaba eso en particular, pero por suerte su cuerpo híbrido requería de sangre solamente dos veces por semana para mantener su fuerza superior. Se había dado cuenta durante los exámenes del año anterior, que si aumentaba su consumo de sangre, tenía más energía y podía pasarse toda la noche en vela, si lo necesitaba. Había sido útil una o dos veces.

—Sólo porque me veas sin armas, no significa que lo esté.

—Lo que sea. —Portia miró hacia fuera, no estaba con el estado de ánimo para conversar. Todavía era enero, y el sol se ponía rápidamente. En media hora sería de noche. Pero incluso con los ojos cerrados, habría sabido cuándo ocurría la puesta de sol. Estaba en sus huesos. Para los vampiros de pura sangre, ese instinto era un mecanismo de supervivencia, pero para ella como híbrido, no era esencial. Tenía suerte: podía estar en la luz del sol cada vez que ella lo quisiese. Sin embargo, ella prefería la oscuridad. Incluso siendo una niña pequeña, se levantaba en medio de la noche para contemplar las estrellas en el cielo nocturno.

—¿Por qué trabajas para ellos? —No había querido preguntar, pero su madre le había enseñado a mantener una conversación cortés, más que nada para integrarse. Y se sentía mal por haber actuado de tan mala manera con Oliver hasta el momento.

Oliver se encogió de hombros ligeramente—. Es un buen trabajo. Pagan bien.

—¿No tienes miedo de ellos? ¿Qué pasa si uno de ellos te muerde?

Oliver se echó a reír de repente—. ¿Crees que no me han mordido?

Portia giró la cabeza para mirarlo—. ¡Me acabas de decir que me arrepentiría si te mordía!

—¡Y eso sigue siendo así!

—¿Pero dejas que otros te muerdan? ¿Qué hay de malo conmigo? —¿Era ella una especie de marginada? Por supuesto, no sabía mucho acerca de cómo funcionaba la sociedad de vampiros, pero ¿eso la hacía indeseable?

—No hay nada malo en ti. Pero sólo permito que un vampiro me muerda cuando hay una emergencia.

Su latido del corazón se aceleró un poco—. ¿Qué tipo de emergencia?

—Cuando uno de los muchachos está herido tan gravemente, que necesita sangre en el acto, le dejo que tome la mía.

—¿Herido? ¿Por qué demonios llegarían a estar heridos? Sólo están trabajando como guardias de seguridad, probablemente sentados en algún edificio de oficinas toda la noche. —¿Qué tan peligroso podía ser eso?

—Es mejor que no te escuchen decir eso. Te cortarían la cabeza. Son guerreros, todos ellos. Sus trabajos son peligrosos, y de vez en cuando uno de ellos se lesiona. He estado en algunas misiones con ellos. Fuimos atacados muchas veces. Hubo víctimas fatales.

Portia sacudió la cabeza. Oliver probablemente estaba exagerando para hacer que él y Scanguards se vieran más importantes—. ¿Estás tratando de decirme que los vampiros son asignados como guardaespaldas para sus clientes y tomarían voluntariamente una bala por ellos?

Oliver asintió con la cabeza, su expresión era seria—. Protegemos a todos nuestros clientes con nuestras vidas. Y eso va aún más para los vampiros. Ellos lucharán hasta la muerte.

Ella soltó un bufido—. Eso es fácil de decir, cuando ellos son prácticamente indestructibles.

—Cree lo que quieras creer, pero te advierto que no subestimes a ninguno de nosotros.

—¡No hay necesidad de ser grosero! Supongo que proteger a un cliente y ser cortés al mismo tiempo, es mucho pedir. —No es que ella realmente pudiera culpar a Oliver. Él sólo estaba probablemente devolviéndole su propia rudeza de antes.

Oliver se inclinó hacia ella, sin apartar los ojos del tráfico delante de él—. Tu padre es nuestro cliente. Tú, mi querida Portia, eres lo que llamamos un encargo. Nosotros cuidamos del encargo, pero sólo recibimos órdenes del cliente.

Con la mención de su padre, Portia expulsó un soplido enojado. ¡Como si quisiera que se lo recordasen ahora! Ella giró la cabeza hacia la ventana del pasajero, dejando en claro que había terminado de hablar con él. Bueno, tal vez una sola palabra más—. No eres más que un ser humano, podría tomarte en el momento que yo quisiera.

Oliver no le hizo el favor de responderle, así que guardó silencio hasta que llegaron a la casa en Noe Valley, que su padre había alquilado para ellos. Era una casa de dos pisos con un garaje abajo y un patio plano en la parte de atrás. Arriba, tres dormitorios y dos baños, y abajo había una gran sala de estar abierta y comedor con cocina contigua con un pequeño lavadero y un medio baño. A Portia le había gustado la casa en el momento en que puso su pie en ella por primera vez, pero al mismo tiempo, trató de no apegarse demasiado al lugar. Por lo que sabía, su padre los mudaría de nuevo en unos meses. Siempre lo hacía. Y ella tendría que… ¡Demonios no! Ella tendría veintiún años, y pronto su padre no tendría ningún poder sobre ella nunca más. La próxima vez que quisiera mudarse a otro lugar, simplemente podía rechazarlo y quedarse donde quisiera estar.

Portia salió del vehículo tan pronto como se detuvo en la entrada de autos. Su epifanía repentina iluminó sus pasos, mientras llegaba a la puerta de entrada y ponía la llave en la cerradura. Ahora todo lo que tenía que hacer era engañar a Oliver con la idea de que se iría a dormir temprano y saldría a hurtadillas por atrás cuando él no estuviera vigilando.

Con la ayuda de Lauren, había hecho una cita con Michael, el muchacho que había hecho una fiesta la otra noche. Ella no quiso darle otra oportunidad a Eric. Había sufrido bastante, a pesar de que se había asegurado de borrar su memoria para que no recordara nada de ella. Pero estaba segura de que todavía tenía algún dolor por las heridas que su padre le había infligido lanzándolo contra la pared, y estaría probablemente rascándose la cabeza por saber cómo se las había hecho.

Portia tiró la bolsa en el suelo del vestíbulo. No habría estudio esa noche. Se dirigió a la cocina y abrió el refrigerador.

Oliver la siguió y se apoyó en la isla de la cocina—. Pensé que habías dicho que no tenías hambre.

Sin girarse, siguió revisando el contenido de su refrigeradora casi vacía y se rio entre dientes, asegurándose de que Oliver comprendiera su siguiente comentario que no era malicioso—. También te dije que podría tomar un bocadillo de ti.

Un extraño cosquilleo en la nuca le señaló el peligro, pero antes de que tuviera oportunidad de girar, recibió una respuesta a su comentario, un comentario que estaba destinado solamente a afectar a Oliver.

—No creo que sería prudente. —La voz profunda de un extraño, cortó a través de su cuerpo mientras se daba la vuelta para enfrentar al intruso.

Antes de que ella pusiera sus ojos en él, sabía que era un vampiro, y sintió ondas de poder que salían de él.

Cuando alzó los ojos, el desconocido de pie tranquilamente junto a Oliver, le quitó el aliento. Nunca había visto a un vampiro como él. Su cabeza era calva. No tenía ni un solo pelo adornando su bien formado cráneo, a excepción de las cejas finas y oscuras pestañas que enmarcaban sus ojos. Ojos marrones, aunque no un marrón ordinario. Parecía que había un anillo de oro alrededor de su iris y manchas del mismo oro salpicadas por toda la pupila.

Sus labios parecían fuertes e inflexibles, y no había líneas de risa alrededor de su boca. Su nariz era larga y recta. Tenía más de un metro ochenta de alto y era delgado, muy delgado. El desconocido vestía jeans negros y una camisa de manga larga negra, y él hacía que un atuendo tan simple luciera como de un millón de dólares. Los dos primeros botones de la camisa estaban abiertos, revelando una porción de su pecho. Al parecer, sin vellos también, al igual que su cabeza.

Portia permitió a sus ojos viajar hacia el inferior de sus estrechas caderas y piernas fuertes. Su estómago dio un vuelco, y sus rodillas súbitamente se sintieron débiles. Ver a un hombre, nunca antes la había hecho sentirse así, tan… tan femenina. De repente, lamentó el no haberse arreglado mejor a sí misma esa mañana, sin molestarse en aplicarse maquillaje. ¿Por qué no se había humectado por lo menos los labios con algún brillo de labios antes de salir de la universidad?

—¿Terminaste? —preguntó el vampiro, lo que catapultó su cabeza en una ola de vergüenza, al ser descubierta mirándolo. Y a diferencia de un vampiro de sangre pura que no se sonrojaba, las mejillas de su híbrido cuerpo quemaban, y sabía que tenían el color de una botella de sangre.

—¿Quién eres? —espetó ella en respuesta—. ¿Y qué demonios estás haciendo en mi casa?

El vampiro dio a Oliver una mirada de reojo—. ¿Supongo que ella es la mocosa que tengo que proteger?

El corazón de Portia se hundió. ¡Se lo debería haber imaginado! El primer hombre por el cual sentía el más mínimo entusiasmo, tenía que ser el enemigo. En ese momento ella estaba lista para estrangular a su padre—. Oh, esto apesta —murmuró.

***

Zane se obligó a mantener la calma, cuando por dentro era todo lo contrario. Años de práctica de su pétrea expresión, le ayudaron a mantener la calma. Samson estaba jugando con él. ¿Por qué mierda tenía que mandarlo a cuidar a esta… esta zorra? ¿Cómo más podría describirla?

Sus ojos almendrados color verde amarronados habían recorrido su cuerpo mientras ella se humedeció los labios rojos, haciendo que parecieran aún más carnosos. Se dio cuenta de que su ritmo cardíaco se había acelerado, y que su respiración se volvió irregular, llamando la atención sobre sus senos bien formados. Llevaba un sostén debajo de su apretado suéter sport, algo que no debería ni siquiera notar. Pero lo hizo, al igual que se dio cuenta de su delgada cintura y sus largas y tonificadas piernas, que estaban ocultas en sus jeans. Era alta para ser una mujer, pero ese hecho no afectaba su feminidad.

Zane había esperado encontrar a una adolescente, en cambio, se vio enfrentado con una mujer adulta. Mientras que eso en sí mismo no debería molestarlo, su reacción a ella, sí lo hizo.

Estuvo tentado a acercarse para permitir que su tentador aroma lo envolviera por todo su alrededor. Quería enterrar su cara en su larga cabellera negra, mientras sus manos exploraban su cuerpo despojándola de su ropa. La idea de lo que haría luego causó que su pantalón empezara a ajustarse al instante. Los dientes del cierre se hundieron en su excitada carne, con la amenaza de causar una inminente liberación. Había oído hablar de orgasmos espontáneos, pero nunca había imaginado estar tan cerca de tener uno. ¡Mierda, él tenía más control que dejar que una cara bonita y un aroma tentador, lo jodieran así!

—¡Zane! —Oliver estaba tratando de llamar su atención.

Alejó su mirada de Portia—. ¿Sí?

—Estaré de regreso media hora antes del amanecer. ¿Eso te dará tiempo suficiente para llegar a casa o necesitas una camioneta polarizada?

Le daba demasiado tiempo en la presencia de este pecado ambulante, llamada Portia, para empezar. Zane se aclaró la voz—. Eso será más que suficiente.

Apenas se dio cuenta de que Oliver se iba, mientras sus ojos regresaban a su encargo, que todavía estaba apoderada de la puerta del refrigerador como si su vida dependiera de ello, sus nudillos estaban blancos, como si estuviera montando una montaña rusa.

—Creí que Oliver era mi guardaespaldas.

Zane se encogió de hombros, sacudiendo la sensación que la melódica voz conjuraba, mientras se hundía en su pecho—. Incluso un guardaespaldas tiene que dormir, y tu padre no nos paga para dormir. —¿Habría ella realmente pensado que ellos le harían fácil para ella ir en contra de los deseos de su padre?

—Nada va a pasarme mientras esté en casa. Así que mejor ahórrate el trabajo y vete—. Ella cerró con fuerza la puerta del refrigerador, lo que indicaba su desprecio por él.

—Buen intento, niñita, pero me quedo. —Diablos, ¿cómo le acababa de llamar? ¿Niñita? ¿Se estaba enloqueciendo? Él no era de los que tiraban palabras cariñosas como las cuentas durante el Mardi Gras en Nueva Orleans.

Sus ojos lo fulminaron, un destello de color rojo apareció en ellos, mientras ella ponía las manos en la isla de la cocina—. Mi nombre es Portia. Úsalo si es necesario, pero si me llamas con otro nombre haré que te despidan. —Luego giró y se dirigió a la puerta, el ruido de sus tacones estaba en sintonía con el latido rápido de su corazón—. Y ahora me voy arriba a estar sola.

—Haz lo que quieras —refunfuñó bajo, sus ojos se pegaron a la parte trasera que ella movía como queriendo cautivarlo.

Grandioso, le había llevado menos de treinta segundos que ella lo odiara. Tenía que ser un récord, incluso para él. Desafortunadamente, mientras que normalmente no podría importarle menos quién lo odiara y por qué, en este caso había una punzada de arrepentimiento. Esa vez, su subconsciente había hecho todo el trabajo por él, apartándola con la ridícula expresión de cariño que había usado, asegurándose de que nunca lo miraría de la misma manera que lo había hecho durante los primeros diez segundos de su encuentro. Había deseo en sus ojos, y eso era lo último que necesitaba si quería sobrevivir a esta misión.

Ya era bastante malo que estuviera solo en la casa con ella, con el encargo de protegerla de sí misma. ¿Quién la protegería de él? Lo único que se interponía entre él y correr detrás de ella ahora, tirarla en la superficie plana más cercana y enterrarse en ella, era su lealtad a Scanguards y la alusión de amenaza que Samson había emitido. Si se arruinaba esta misión, estaría fuera. Una vez más, estaría sin familia.

Mientras caminaba hacia la sala y llegó hasta el suave sofá, trató de encontrar más razones por las que no debía ir a la habitación de Portia y hacer una jugada con ella. Se le ocurrían muchas: la muchacha era inestable. Según su padre, estaba al borde de una crisis nerviosa y estaba portándose mal. El dolor que su madre le había causado emocionalmente, la desequilibraba. No era de extrañarse que primero lo hubiera mirado como si quisiera devorarlo, y un instante después le había lanzado unos insultos. Tal vez sus palabras cariñosas, habían provocado algo. Por lo que sabía, tal vez su madre la había llamado su niñita.

No había manera de que se involucrara con una mujer inestable que probablemente le clavaría una estaca, si ella estaba en uno de sus estados de ánimo. No le hacía falta toda esa mierda. Estaba aquí para hacer un trabajo: cuidarla y asegurarse de que no se dañara a sí misma. Su padre no podía volver a casa lo suficientemente rápido para que Zane se adaptara. Cuanto antes terminara con esa misión, mejor. Y esperaba que una vez que Samson y Gabriel hubieran comprobado que se podía confiar en él y no fracase, pudieran restablecer su condición de clase A y le asignarían un trabajo real.

Zane tomó una revista de la mesa de café y hojeó las páginas de ella, mientras sus sentidos se mantenían en alerta máxima. Oyó a Portia hurgar en su armario en el piso de arriba. En el cuarto de baño junto a ella, un grifo goteaba. Pasaba un coche ocasionalmente por la casa, y un vecino paseaba a su perro. Lo cual le hizo recordar al cachorro.

Había dejado a Z en casa y había dejado tazones con agua y comida para perros en el piso de la cocina. No podía dejar al perro donde estaba Yvette… todavía. Samson había dejado claro que el cachorro era parte del acuerdo, le gustara o no. Por ahora, se quedaría con el animal, pero tan pronto como hubiera terminado, el perro terminaría justo donde debía estar… con Yvette y Haven. De ninguna manera Zane se quedaría con él.