Portia Lewis cerró su laptop y la metió en su bolso junto con su libro de texto, esperando que su mejor amiga, Lauren, hiciera lo mismo.
—¿Irás a la fiesta de Michael esta noche?
Portia sacudió la cabeza, mientras ella y Lauren se abrían paso entre la multitud de estudiantes que salían del auditorio—. Todavía tengo que prepararme para la prueba de mañana de psicología criminal.
Lauren hizo un movimiento desdeñoso con la mano—. Es pan comido. Además… —se inclinó más y bajó la voz— … siempre puedes usar tus poderes.
Portia se echó hacia atrás y le dio una mirada de reprimenda—. ¡Sabes que no estamos autorizadas a hacer eso!
Había sido inculcado en ella, desde que tenía memoria. Tanto su padre, un vampiro de sangre pura, como su madre, un ser humano, le habían instruido que tenía que ocultar lo que era en todo momento: un híbrido, mitad vampiro, mitad humano. La única razón por la que podía hablar con Lauren acerca de eso, era debido a que su amiga era igual que ella.
Cuando Portia y su padre se habían mudado a San Francisco después de la muerte de su madre en un accidente de tráfico seis meses antes, había hecho amistad con la hija del alcalde después de darse cuenta que Lauren era un híbrido también. Ellas se inscribieron para muchos de los mismos cursos en la Universidad de San Francisco, una universidad católica privada. Debido a que el aura de los híbridos era tan diferente de los seres humanos, se habían reconocido al instante entre sí, y ambas estaban contentas de tener una mejor amiga que tuviera mucho en común.
Cuando ella le contó a su padre acerca de su nueva amiga, le había parecido estar disgustado, por lo que Portia se preguntaba si tal vez era un poco de envidia porque había encontrado a una amiga al instante, mientras que él todavía lloraba la pérdida de su esposa. Echaba de menos terriblemente a su madre, pero ella sabía que tenía que seguir adelante con su vida. Por suerte, Portia siempre había sido buena para hacer amigos rápidamente. Era un mecanismo de supervivencia que se había desarrollado desde el principio, porque su familia rara vez se quedaba en algún lugar por más de un año. Su padre siempre les trasladaba a una nueva ciudad, justo cuando empezaba a sentirse como en casa. Ella lo entendía hasta cierto punto. Siendo un vampiro, tenía que tener cuidado de no llamar la atención. Los seres humanos a su alrededor encontrarían extraño que nunca se aventurara fuera de la casa durante el día, nunca extendía o aceptaba invitaciones a cenar, y no envejecía. Ella lo había aceptado, pero al mismo tiempo, ansiaba un lugar para echar raíces y quedarse.
—Eric estará allí —el cebo de Lauren la trajo de vuelta al presente—. Sabes que le gustas.
Portia sintió sus mejillas sonrojarse en llamas y deseó que su lado vampiro le impidiera ruborizarse, pero por desgracia sólo los vampiros puros no se sonrojan. Como tantas otras veces, cubrió su inseguridad sobre los chicos con una observación casual.
—Sabes que él no es tan guapo. He estado con chicos más emocionantes antes.
¡Lo que era una gran mentira! Ella nunca había tenido un novio, pero eso ni siquiera Lauren lo sabía. A pesar de que eran amigas, Portia todavía no había sido capaz de confiar en ella y decirle que desnudarse frente a un hombre, no sólo la ponía nerviosa, sino, la aterrorizaba.
—¿No es guapo? Me estás tomando el pelo. Eric es prácticamente el galán número uno en el campus.
—Shh, no tan fuerte —advirtió Portia—. No necesito que todo el mundo nos escuche hablando de él. —Dirigió una nerviosa mirada por encima del hombro, con la esperanza de que ninguno de los amigos de Eric, estuvieran cerca.
Lauren puso su mano sobre su brazo, haciendo que Portia se parara a mitad del camino. Se volvió para mirar a su amiga, preguntándose por qué Lauren de repente le daba esa mirada penetrante.
—¿Qué?
Los ojos de Lauren se clavaron en ella—. Oh, Dios mío, ¿por qué no vi esto antes?
—Eh, muévanse o salgan de mi camino —ordenó una impaciente voz por detrás.
Portia se hizo a un lado, para darle paso a la persona, mientras Lauren la arrastraba hacia la puerta más cercana.
—¿Qué estás haciendo? —Protestó Portia.
—Tenemos que hablar —insistió Lauren mientras lanzaba una mirada cautelosa por el pasillo, como si fuera a revelarle un gran secreto. Abrió la puerta de un pequeño salón de estudio y, al encontrarlo vacío, prácticamente empujó dentro a Portia, y cerró la puerta detrás de ella.
—Lauren, tengo otra clase en cinco minutos. —Portia echó un vistazo con impaciencia su reloj de pulsera y abrazó su bolsa contra el pecho—. Ya te he dicho que no puedo ir a la fiesta por la prueba de psicología criminal. Sinceramente, he estado en un montón de fiestas en mi vida, y todas son lo mismo. En realidad, se vuelven aburridas después de un tiempo. Así que no seas una lata.
Lauren dejó escapar un suspiro de impaciencia.
—Olvídate de la fiesta. Esto es más importante.
¿Más importante que una fiesta cuando Lauren sólo vivía en el presente para las fiestas? Escuchar eso, era sin duda algo por lo que valía la pena llegar tarde a su próxima clase.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Háblame de tu último novio. —El casual tono de Lauren, desmentía la intensa mirada de sus ojos, que eran como si una tigresa esperara saltar sobre su presa.
Portia frunció la frente, preguntándose por qué repentinamente su amiga estaba tan interesada—. Realmente no hay mucho que contar. ¿Por qué quieres saber de él?
—Sólo responde a la pregunta.
—Él era bueno. Salimos por unos meses, rompimos, me fui. Fin de la historia.
—¿Ah, sí? ¿Cómo fue el sexo?
Instintivamente, el cuerpo de Portia se tensó, y acercó su bolso a su pecho—. Estaba bien.
—Bien, ¿eh? ¿No era caliente, excitante, sudoroso, como si la tierra temblara?
La inquietud trepó por la columna vertebral de Portia con la pregunta insistente de Lauren—. ¿Qué quieres, Lauren?
—Nunca has tenido relaciones sexuales.
Portia dio un paso hacia atrás instintivamente, estrellándose contra el banco detrás de ella. Rápidamente se estabilizó, lo que obligó a su rostro a mostrar una máscara de indiferencia que usaba cada vez que no estaba preparada para exponer sus sentimientos.
—Eso es… eso es ridículo. Por supuesto que he tenido relaciones sexuales. —Admitir que no había tenido y que era una total inocente, era demasiado humillante.
—Me doy cuenta cuando estás mintiendo. Tus ojos hacen esto… —Lauren hizo un movimiento circular con la mano—. De todos modos, te conozco lo bastante bien para haberme dado cuenta de eso.
Portia dejó escapar un suspiro. Alguien había puesto fin a su engaño. Y ahí estaba ella, pensando que había desempeñado ese papel lo suficientemente bien: pretender ser mundana y sofisticada, y siempre que el tema de los muchachos y sexo surgían en una conversación, había hablado como si lo supiera todo acerca de eso. Ella había llegado tan lejos como para leer todo sobre eso e incluso, se metía en la conversación con las otras muchachas cuando hablaban de su marca preferida de condones. Lo que era una gran mentira, todo lo que había hecho. Y lo había hecho para que nadie pensara que era extraña, así encajaría cuando sabía que no lo hacía.
Lauren esperó con paciencia y echó un mechón de su cabello castaño por encima del hombro, llamando la atención de Portia a su agraciado cuello y la bonita cabeza que se sentaba sobre él. Levantó sus ojos para encontrarse con los de Lauren, recogió todo su coraje.
—Todavía soy virgen.
—Eso no es bueno —murmuró Lauren, sacudiendo la cabeza.
—Estoy esperando a la persona correcta.
—Me temo que no tienes ese lujo. —La voz de Lauren se hacía aún más urgente.
Incómoda por la situación y decepcionada por el hecho de que Lauren no parecía entenderlo, Portia giró hacia la puerta—. Tengo que llegar a mi clase.
Con una velocidad de vampiro, un movimiento borroso para el ojo humano, Lauren bloqueó la salida—. No vas a ir a la clase de hoy. Hay cosas más importantes en la vida que la universidad.
—No seas tan dramática, porque los muchachos y el sexo son importantes para ti, no significa que todo el mundo piense lo mismo. Tú y yo, somos muy diferentes. —Portia apretó su bolsa más cerca, como si pudiera protegerla de las cosas a las cuales ella no quería enfrentarse.
—Estoy de acuerdo, los muchachos no son importantes. El sexo lo es.
Portia rodó sus ojos—. Para ti, tal vez. —Imaginándose en la cama con cualquiera de los muchachos a los cuales ella había besado, no tenía ningún atractivo especial. Las estándares de Lauren, sin embargo, parecían ser más bajos.
—¿Cumplirás veintiuno dentro de cuánto, cinco semanas?
Confundida sobre el cambio de tema, respondió de forma automática—: En seis semanas. ¿Por qué?
Lauren apretó los labios y tarareó para sí misma como si contemplara un problema masivo, tales como la erradicación del hambre mundial.
—Entonces, tenemos seis semanas para que pierdas tu virginidad. Por supuesto, eso no es mucho tiempo, pero hay muchachos lo bastante calientes por ahí, que se pueden tomar en caso de no encontrar nada mejor. Puedo contar con al menos una docena de…
—¡Alto ahí! ¿Qué demonios está pasando? Yo no iré por ahí a perder mi virginidad con un idiota. Tendré relaciones sexuales, cuando sienta que es lo correcto. Y además, no estoy pensando en salir hasta después de que termine la universidad. Se lo prometí a mi padre.
Sus padres le habían dicho siempre, que era importante encontrar a la persona adecuada. Y sabiendo lo felices que habían sido juntos, ella tenía que estar de acuerdo. El amor entre ellos había sido palpable. Portia quería lo mismo para ella. No quería desaprovechar su virginidad con un tipo que no le importaba. Hasta el momento, no había conocido a nadie que siquiera le hubiera tentado en lo más mínimo para dar ese paso.
—¿No me estabas escuchando? No tienes tiempo para esperar. —Lauren lo hacía sonar como si el mundo se fuera a terminar—. ¡Tienes que perder la virginidad para tu vigésimo primer cumpleaños, sino serás una virgen para siempre!
—¡Eso es ridículo! Incluso a los veintiún años, estaré lo suficientemente joven como para atraer hombres. Además, cuando llegue a mis veintiuno, ya no envejeceré.
—Exactamente. —Agitó Lauren sus manos, con un gesto dramático—. Y ese es el punto. A los veintiún años, tu cuerpo se congelará en su forma final. Estará grabado en piedra. Tu forma física no cambiará después de eso. Lo que significa que, si aún tienes tu himen en su lugar, entonces, siempre lo tendrás.
Los latidos del corazón de Portia tartamudearon hasta casi detenerse. ¿Su himen se mantendría intacto?— Pero… —No podía ser.
—Cada vez que tengas sexo después de cumplir los veintiún años, tendrás dolor, porque en cada oportunidad el hombre con quien tengas sexo romperá tu himen. Y cada día volverá a crecer, porque tu cuerpo pensará que está lesionado y se reparará a sí mismo. El sexo siempre será doloroso para ti. ¿Ahora lo entiendes?
Portia tragó saliva. Sus rodillas se doblaron, y buscó apoyarse en el escritorio detrás de ella—. No puedes hablar en serio… esto no puede ser verdad.
¿Por qué era la primera vez que había oído acerca de eso? Su madre nunca había mencionado nada al respecto, y su padre solamente le había advertido siempre sobre los muchachos. Ella alzó los ojos hacia su amiga, con la cabeza llena de preguntas.
Lauren sacudió su hermosa cabellera—. Te estoy diciendo la verdad. Ve, pregúntale a mi padre. Se aseguró que perdiera mi virginidad con mucho tiempo de anticipación. Demonios, hasta investigó los antecedentes de los muchachos él mismo y me ayudó a escoger uno.
Portia recordó las pocas veces en que había entablado amistad con muchachos.
—Una vez, mi papá me encontró besando a un muchacho en el asiento trasero de un coche. Nos mudamos a otra ciudad una semana más tarde, pero…
Su voz se quebró al recordar las veces que había tratado de acercarse a los chicos, pero nunca habían llegado a más de unos cuantos besos y a tocarse. Antes de que pudiera seguir adelante con cualquiera de ellos, si alguna vez lo hubiese querido, ella se encontraba en una ciudad nueva y en una nueva escuela.
Lauren se quedó sin aliento—. ¿Tu padre te mantenía alejada de los muchachos? Pero él debe saber lo que te está haciendo. Tiene que saberlo.
Portia sacudió la cabeza, sin querer seguir las sugerencias en las palabras de Lauren—. ¡No! Mi padre me ama. Él nunca haría nada para hacerme daño.
Ella lo creía. Él era su roca. Siempre había estado ahí para ella. Más aún, después de la muerte de su madre. Sólo lo tenía a él.
—Dijiste que le habías prometido no salir hasta después de la universidad. ¿Tú decidiste eso o él te obligó?
—¿Obligar? —Ella miró a su amiga, pero al mismo tiempo recordaba cómo su padre le había explicado, que sería mejor esperar para ella. Y estuvo de acuerdo con él, secretamente aliviada de que ella no tendría que ocuparse de esa cuestión hasta más tarde—. No me obligó. Lo hablamos.
Lauren chasqueó la lengua—. ¿Siempre haces todo lo que tu padre quiere que hagas? ¿Nunca te rebelaste?
—No tengo ninguna razón para rebelarme. Sí, mi padre es estricto, pero es porque quiere lo mejor para mí. Y sólo lo tengo a él. Sin mamá… no tengo a nadie más. Ningún otro familiar. No puedes entender eso. Nunca has estado sola.
Lauren puso su mano sobre el brazo de Portia—. Lo siento. No fue mi intención molestarte. Pero hay que enfrentar los hechos: tienes que perder la virginidad. Tienes que deshacerte de tu himen.
—¿Qué pasa si mi padre no sabe nada de esto? Nunca se junta con otros vampiros. No éramos parte de una sociedad o de un clan. Tal vez él no lo sabe porque nunca se integró en la sociedad vampírica. Nos mudamos mucho para eso.
Lauren negó con la cabeza, con los ojos llenos de compasión—. Él tiene que saberlo. No criaría a una hija híbrida sin saber esto.
—No lo creo. —Y se lo probaría a Lauren—. Hablaré con él esta noche.