CAPÍTULO XIII

Ella alzó la cabeza, apartándola del cuerpo de su víctima. Una sonrisa malsana flotaba en su boca. Isadora Graf estaba ahora más joven y más bonita que nunca, pero también su rostro destilaba más maldad, más fuerza, más confianza en sí misma. Y la confianza en sí misma de Isadora, significaba la muerte para los otros.

—¿Mujer de ahora? —preguntó burlonamente—. ¿Pero tú qué te has creído, Graf?

—Es una manera de hablar. ¡Y como cada vez te veo más moderna!

—¿Dónde has atrapado a esos buitres?

—Iban por ahí… Habían robado un «Lincoln». Pretendían divertirse con una chica.

—¿Joven y bonita?

Graf entornó los párpados.

—Claro…

—La he visto tumbada en la hierba —reconoció Isadora—. Sí… Era joven y muy bonita. Lástima que no haya podido ver su rostro, pero si estaba en proporción con sus piernas y con el resto de su cuerpo, debía ser una auténtica belleza.

—Lo era —dijo Graf.

—Supongo que ya no se puede aprovechar nada de ella…

—No le queda ni una gota —dijo Graf tranquilamente, como si hablara de la cosa más natural del mundo.

—Debieras haber pensado en mí. Sabes que las hormonas femeninas me rejuvenecen.

—Lo siento, Isadora. Hoy era mi día. Pero encontraré otras muchachas porque creo que en Dallas hay mucho camino por recorrer. En ese aspecto no te preocupes…

Y miró con indiferencia el cadáver del joven mientras acariciaba turbiamente las formas de Isadora.

—¿Qué has hecho con los cadáveres? —musitó ella—. Me gusta vivir aquí y no quiero que lleguen a ser un estorbo para nosotros. Los has hecho desaparecer, supongo.

—Claro. Están en el fondo del lago.

—¿Y el coche?

—Me desharé de él mañana. Ya buscaré un sitio donde no puedan encontrarlo más.

Isadora miró turbiamente al vacío. Ahora sus ojos tenían un extraño reflejo negro.

—La chica —musitó—. Me hubiera gustado verla hundirse poco a poco en las aguas del lago. Ella tan dulce, tan pura…

Y lanzó una carcajada áspera, ronca, lacerante.

Su único funeral por Hada.