Mientras volvía al departamento, sonó su celular. Era Lucio.
—¿Por qué no nos vemos? —le propuso Verónica imprevistamente.
Ella le aclaró que no podía ser en su departamento porque estaba parando una persona con ella.
—¿El cura?
—No, ningún cura.
—¿Tu hermana, algún novio?
—Es difícil de explicar. Tiene que ver con mi trabajo.
—¿Un compañero de trabajo?
—Basta de jugar a las adivinanzas. Es alguien vinculado a la investigación.
—Pensé que habías abandonado ese tema.
—Estoy más metida que nunca, Lucio. No sabés todo lo que avancé desde aquella vez que me acompañaste a Lugano. Creo que estoy por llegar al culo de unos hijos de puta.
—Y tenés a alguien viviendo con vos.
—Dale, veámonos cerca de un hotel.