Rafael no se veía nada bien. Sin ni siquiera consultarlo, Verónica decidió llamar a un médico mientras todavía estaban en el taxi. A una médica, en realidad: su hermana Daniela. Le dijo que era una historia larga de explicar, pero que tenía a una persona en su casa a la que le habían dado una fuerte paliza. Le pidió que lo viniera a ver. Daniela se resignó y le dijo que podía pasar recién a las tres de la tarde.
Cuando llegaron al departamento, Verónica le aclaró a Rafael la verdad acerca de su investigación. Que la nota sobre los clubes de barrio era una mentira para llegar a tipos como Rivero.
—Apenas te vi, me di cuenta de que vos no tenías nada que ver. Por eso te di mi tarjeta, porque esperaba que en algún momento recurrieras a mí.
Rafael le dijo que había descubierto que Rivero organizaba las competencias en las vías de los trenes. Que hacía tiempo que sospechaba que pasaba algo raro, que recién lo pudo confirmar cuando uno de los chicos le contó lo que ocurría. Que le constaba que Vicen había muerto en esa competencia, porque se lo dijo el pibe que había estado con él en las vías del Sarmiento.
Verónica le hizo repetir todo varias veces. No quería convertir sus averiguaciones en un interrogatorio al estilo policial, pero necesitaba estar segura de que Rafael no se equivocaba en sus apreciaciones o no se olvidaba de ningún detalle importante.
Rafael también le contó todo lo que había ocurrido en la comisaría cuando fue a hacer la denuncia y cómo lo salvó Julián esa noche.
—¿Cómo se dio cuenta Julián de que te estaban pegando?
—Tiene cámaras de seguridad. Apuntan a todos lados desde el súper. Las puso después de que le amenazara la mafia china.
—Si hay una filmación, entonces estarán los rostros de los que te atacaron.
Verónica hizo que Rafael llamara a Julián, quien le confirmó que sí, que tenía la filmación del ataque. Ella llamó a Federico y le preguntó si había en el estudio alguien disponible para retirar una grabación de cámara de seguridad.
—¿Y desde cuándo sos clienta de nuestro estudio?
—Soy heredera forzosa del sesenta por ciento de ese estudio.
—Dividido por tres hermanas.
—Mi veinte por ciento sigue siendo más que el diez que mi padre te dio, además con el consentimiento de nosotras y con la secreta esperanza de que te casaras conmigo.
—Okey, me convenciste, pasame los datos y lo mando a buscar. ¿Nivel de peligro de que alguien quiera robar esa grabación?
—Media, tal vez alta.
—Entonces no mando al cadete solo. Va ir en compañía de un señor muy convincente que tenemos para estos casos. Después te mando la factura.
Cuando cortó con Federico, siguió con el interrogatorio. Rafael desconocía un dato fundamental: cuándo iba a ser la próxima competencia. Él no podía ir a hablar con los chicos, no podía arriesgarse a volver por ese barrio sin temer por su vida. Pero ella sí podía.
—Si no entendí mal, en esa casa vive tu familia. ¿Podría alguien ponerme en contacto con el chico que compitió y con el que está por competir?
—Mi hija es amiga de ellos. Ahora está en la escuela, pero llamo a mi madre más tarde y hablo con Martina.
Verónica metió una pizza congelada en el horno y almorzaron juntos. Ninguno de los dos parecía tener hambre y sobró la mitad. A las tres en punto llegó Daniela. Verónica se encerró en su cuarto, para que su hermana pudiera revisar tranquila a Rafael.