VI

Federico era rápido y eficiente. La llamó el lunes al mediodía para decirle que había investigado a Juan García, que había conseguido la causa de Misiones y que tenía su número de documento. Y que ahí comenzaban los problemas. Ese Juan García desaparecía de la faz de la Tierra.

—Vendió unas propiedades que tenía a su nombre y no se quedó con nada. A partir de ese momento no compró ni autos, ni propiedades, ni sacó tarjetas de crédito, ni abrió una cuenta en una caja de ahorro, ni hizo depósitos previsionales, ni pagó impuestos. No tiene registro de conducir, ni seguros de ningún tipo. Cualquiera diría que se murió.

—Pero no está muerto.

—A no ser que los muertos voten. Lo que tampoco sería de extrañar. En el único lugar que aparece es en el padrón electoral. La dirección con la que figura es avenida Julio Roca 3874.

—Sos un genio, Fede.

—Lamentablemente, soy más que un genio, un hombre práctico. Como el cadete está al pedo todo el día, lo mandé a esa dirección para tener una idea clara de cómo vivía. El cadete acaba de volver y dice que esa dirección no existe. Que a esa altura queda el Parque Roca. Y salvo que viva dentro del parque como guardabosques, pareciera que es una dirección trucha.

—No hay guardabosques en el Parque Roca. Es trucha. La dirección es de la Comuna 8, ¿no?

—Como los chicos que murieron debajo de los trenes.

Cuando cortó la comunicación, Verónica estaba furiosa. Sentía que Juan García se estaba burlando de ella. Al hijo de puta ese había que hacerlo saltar. Verónica no sabía todavía cómo, pero ya se le iba a ocurrir. Por lo pronto, debía meterse en terreno enemigo. Debía ir al club Brisas de Primavera.