VI

Esa mañana tenía un email de Paula recordándole que a la noche siguiente se reunían en su casa con las chicas «para comer un asado». No le aclaraba nada más, no era necesario. Sería solo una reunión de mujeres y por eso habían elegido el asado como comida, último bastión de la masculinidad, dispuestas a conquistarlo en la parrillita del patio de Paula. Ellas prenderían el fuego y echarían la carne y las achuras sobre el asador. No necesitaban a los varones. Al menos, no para comerse un asado.

Patricia apareció en el chat y le preguntó cómo iba la investigación. Ella le contestó que habían encontrado algunas puntas.

•Le conté a Rodolfo Corso sobre tu nota.

✔Por qué hiciste eso?

•Porque trabajamos juntos en varios medios, es buen amigo y se le podía ocurrir algo.

✔No necesito ideas. Necesito datos.

•Los datos hay que saber buscarlos.

✔Gracias. Lo voy a tener en cuenta.

•Rodolfo no te va a robar la nota. Quedate tranquila. Le conté tu investigación y me dijo que tenía información que te puede servir.

✔No será un fruto de su imaginación?

•Por sus frutos los conoceréis. Lo dice la Biblia. Escribile. ¿Tenés su mail?

✔Lo tengo en algún lado.

Inmediatamente le escribió el email a Corso:

«Querido Rodolfo: Cómo andás? La última vez que nos vimos fue en la conferencia de prensa de Edgar Morin, no? Me dijo Pato que te contó en qué ando y que podías tener alguna punta. Ya tengo bastante armadito todo, pero cualquier ayuda extra siempre es bienvenida. Desde ya, mil gracias. Besitos, Vero».

Una hora más tarde tenía un email en la bandeja de entrada que decía:

«Estimada Vero: Dichosos los ojos que puedan verte. Sos olvidadiza. Nos vimos por última vez en el cumpleaños de Patricia, justamente. Es cierto que estabas un poco bebida y tal vez no me recuerdes. Yo era el que también estaba borracho y bailaba muy sensualmente arriba de la mesa del living. Leí la nota que escribiste sobre los suicidas en los trenes. Me gustó, aunque tal vez era demasiado dramática. Eso le dije a tu jefa mientras almorzábamos ayer y le conté una historia que tal vez te sirva.

»Hace muchos años, cuando vos debías estar en la secundaria, yo hice una investigación para Coloquial sobre la trata en Misiones. Más precisamente en un pueblito llamado Capitán Pavone. Descubrí que en la organización de la trata estaba involucrado el intendente de entonces, Juan García, menemista para más datos. Este buen señor era algo así como un mayorista en el mundo del delito. Tenía la ilegalidad que quisieras: trata de mujeres, tráfico de bebés, mano de obra esclava para los latifundistas. También manejaba el mercado de las apuestas y seguro que andaba con la droga, pero esto último no lo pude corroborar.

»En esos días también había ocurrido un accidente muy grave con el único tren que pasaba en todo el día. A vos te debe sorprender porque sos joven, pero hubo un tiempo en que en la Argentina había trenes en todo el país. Justamente, fue en esos días que dejaron de funcionar. ¿Te acordás del “ramal que para, ramal que cierra” de nuestro benemérito presidente? La cuestión es que el tren atropelló a un chiquito de unos ocho o nueve años. No recuerdo la edad. Alguien me dijo que no había sido un accidente común y corriente, sino que se trataba de una competencia en la que apostaban como si los chicos fueran caballos. Me dijeron que el que estaba detrás de eso era, una vez más, el intendente García. Yo no lo chequeé porque tenía tanto material en contra que alcanzaba para mandarlo a la cárcel durante tres vidas.

»Lo de la trata llegó a los medios nacionales (gracias a un servidor) y el tipo tuvo que renunciar a la intendencia e irse del pueblo. Obviamente, la justicia misionera lo absolvió de todos los cargos, pero en Misiones se convirtió en un muerto político.

»Este no es el final de la historia. Hace un par de años alguien me contó que García estaba viviendo en Buenos Aires y que seguía con su costumbre de andar en política. El que me contó que lo vio me dijo que está “trabajando” con punteros de la Comuna 8, allá en el sur de la Capital. Mantiene el perfil bajo, pero no me extrañaría que estuviera en negociaciones con narcos o proxenetas. En qué partido político milita lo dejo para que lo investigues vos.

»Espero que algún día me invites a tomar unas copas a algunos de esos boliches modernosos que vas con tus amigas (estoy al tanto de todo)».

Verónica le respondió el email apenas lo leyó:

«Rodo querido: mil gracias por tu historia que me puede servir como un lindo antecedente de lo que vengo investigando. Es cierto lo del cumple de Pato. No deberíamos tomar tanto. Así que mejor encontrémonos algún día para tomar un rico té inglés, como corresponde a gente como nosotros. Un beso, Vero».

Verónica abrió un archivo word y lo llamó «Juan García». Copió el texto que le había mandado Corso. Su instinto de periodista le decía que iba a llenarlo con muchos más datos que los que le había pasado su colega.