«Leé la revista. Salió la nota», le texteó Verónica. En ese momento, él estaba terminando su jornada de trabajo y se preparaba para regresar a casa. Fue hasta un kiosco de la estación de trenes y compró el número recién salido de Nuestro Tiempo. En un título pequeño de tapa se anunciaba: «El lado oscuro de los ferrocarriles: muertes evitables y problemas psiquiátricos. Lo que ocultan las empresas de transportes». El resto lo leyó mientras viajaba en colectivo a su casa.
En el interior había seis páginas dedicadas al tema bajo el título general de «LOS TRENES DE LOCURA Y DE MUERTE». Había recuadros con opiniones de psicólogos, usuarios del ferrocarril y hasta de los bomberos. La nota comenzaba diciendo:
«Los que creyeron que el Tren Fantasma del Ital Park era un tren terrorífico, nunca viajaron en los ferrocarriles suburbanos de Buenos Aires. Una auténtica pesadilla para cientos de miles de usuarios, que cada día deben desplazarse hacia la Capital. Pero las incomodidades, la falta de mantenimiento de los trenes y la poca frecuencia son solo el lado negativo más conocido. Hay otras circunstancias que convierten al viejo Tren Fantasma en lo que era: un juego de niños. Los trenes suburbanos esconden historias de suicidios y accidentes que se podrían evitar si hubiera una política empresarial al respecto. Además de ocultar estadísticas o dibujarlas, también disfrazan otra realidad: los problemas psiquiátricos que atraviesan los conductores de trenes que atropellaron a alguna persona».
A Lucio lo presentaba como «uno de los más experimentados conductores de trenes de la Argentina, un conocedor de un oficio que puede ser fascinante y maldito a la vez». Citaba algunas frases que él había dicho. Había elegido sus opiniones más positivas. Todo lo que él le había contado sobre los suicidas y sobre lo que les ocurría a los conductores de trenes aparecía como parte de la información de la nota o puesto en labios de «una fuente que prefiere mantenerse en el anonimato». El artículo nada decía de su abuelo y su padre maquinistas, tampoco de los planes de desarrollo que tenía programados TBA. Esto no le va a gustar nada a Álvarez Carrizo, pensó Lucio. Sin embargo, no le importaba lo que podía pensar el vocero de la empresa. Sabía que no lo iban a echar de ninguna manera. Pero lo que más le llamó la atención era que no decía nada de los chicos que saltaban en las vías. Creía que eso era lo que más le interesaba a Verónica, pero ni siquiera aparecía mencionado. Verónica le resultaba imprevisible.
Pensó en llevar la revista a su casa, mostrársela a Mariana, a los amigos, que seguramente iban a preguntarle sobre su experiencia como entrevistado. Pero al bajar del colectivo, buscó un cesto de basura y arrojó en él la revista que había comprado unos minutos antes.