Viena, 22 de junio de 1914
—¿Es necesario que partamos tan pronto? —preguntó la archiduquesa mirando con la cabeza ladeada a su esposo Fernando.
—Querida esposa, el viaje no es muy largo. En dos días estaremos en Sarajevo, pero antes quiero que visitemos Pécs; en la Universidad Janus Pannonius, hay unos libros que me interesaría ver.
—¿Desde cuándo tienes tanta afición por la investigación? —dijo Sofía.
El archiduque miró a su mujer con sus ojos azules e intentó sonreír, pero no pudo evitar torcer el gesto y mostrar su mal humor.
—Querida esposa, paso semanas viajando y resolviendo problemas de estado, no creo que tenga nada de malo perder un día o dos en Pécs.
—No es el hecho de partir hoy, cuando aún quedan tantas cosas por preparar, es tu obsesión con los libros antiguos. Esos libros te están separando de mí, Fernando.
—Por favor, Sofía. ¿No estarás celosa de unos libros viejos?
—Claro que no —dijo Sofía. Torció la cabeza apesadumbrada y se apartó de su esposo.
—¿Qué te pasa Sofía? —dijo el archiduque volviendo a rodearla entre sus brazos.
—Nada ha podido separarnos nunca. Hemos luchado contra todo y contra todos. Ahora estás a punto de hacer realidad tu sueño de convertirte en emperador y transformar esta hermosa tierra en la más prospera del mundo, pero sólo te importan los libros. ¿Qué te sucede? —la voz de Sofía sonaba angustiada.
—No puedo decírtelo, Sofía. Créeme, es mejor así—contestó su esposo bajando la cabeza.
—Nunca me habías ocultado nada antes —le reprochó su esposa.
—He descubierto cosas maravillosas, pero no puedo compartirlas con nadie. Todavía no.
—Ni conmigo.
—Ni contigo, cariño. Aunque es lo que más feliz me haría en la vida. Sofía, sabes que todo lo mío es tuyo.
—Lo sé.
—Tengo miedo, Sofía.
Sofía se abrazó a su esposo y tocó su nuca rapada al cero. En los últimos años había ganado peso y la nuca, antes dura, era ahora suave y blanda. La mano se humedeció por el sudor frío de su esposo y ella también sintió miedo, pero el temor les volvió a unir por unos instantes. La cara de Fernando se hundió en su cuello desnudo y sintió un escalofrió que le recorrió todo el cuerpo. Tal vez el trono les alejaba de su felicidad deseada más que acercarles, pensó antes de tumbarse en la cama.