Lamentad, oh pájaros, la estrella caída en batalla, pero, oh dulces ruiseñores, absteneos de cantar, sólo los buitres, flotando desde lo lejos,

chillan y ensombrecen el sepulcro con sus alas de aquel que os hartaba con despojos de guerra

mientras, golpeando los escudos, su hacha sonaría.

A. Lang