DESPUÉS del Cojico hablaron, en distintos tonos, varios oradores, el Furibis, el tío Chino, el Panza, San Román, un tejedor, un ferroviario y el doctor Ortigosa. Este se desató y lanzó tales violencias, que el público gritaba con él estremecido. El discurso que hizo César recomendando firmeza no tuvo apenas resonancia. La nota la habían dado el Cojico, con su ingenuidad y con su simpatía, y el médico, con la violencia de sus palabras.
Al día siguiente, el delegado del gobernador daba orden de cerrar la escuela, y el doctor Ortigosa y San Román eran conducidos a la cárcel.