LA VIDA DE «LA CACHORRA»

LA Cachorra tenía motivos para ser como era. De niña, muertos sus padres y sin ningún pariente, había quedado abandonada. Un herrador a quien llamaban el Compadre al parecer buena persona, recogió a la criatura y la llevó a su casa. El Compadre fue quien dio mote a la chica, porque en vez de llamarla por su nombre la solía decir:

—¡Hola, Cachorra! ¡Hola, Cachorrilla! Y le había quedado el apodo.

Cuando la muchacha tuvo catorce años, el Compadre la forzó, y después, cansado de ella, la llevó a una casa pública de la capital y la vendió. La Cachorra salió del burdel para ir a vivir con un tabernero viejo que, al morir, la dejó heredera. Seis años después se fue a Castro. Los que la vieron volver aseguraron que, cuando llegó al pueblo y le dijeron que el Compadre hacía unos meses que acababa de morir, se echó a llorar; y decían unos que de sentimiento, pero otros pensaban, con razón, que era de la rabia de no poder vengarse. La Cachorra puso una taberna en Castro.

El Babas y la Cachorra se entendían bien, aunque por lo que podía advertirse la Cachorra trataba al matón más como a un criado que como otra cosa.

Se decía de la Cachorra que era muy decidida. Un domingo, en el paseo, contestó de una manera ruda a una de las señoritas del pueblo. Esta señorita era hija de un millonario que se había casado después de tener varios hijos con una querida suya de bastante mala reputación. Los hijos del millonario se habían educado en colegios aristocráticos, y las chicas eran señoritas muy elegantes; la misma madre llegó a afinarse y a pulirse.

Un domingo, en el paseo, una de ellas, al pasar cerca de la Cachorra, dijo en voz baja a su madre:

—Jesús, qué gentuza.

Y la Cachorra, al oírlo, se paró y dijo con violencia:

—Aquí no hay más gentuza que tu madre y yo. Ya lo sabes.

La señorita se afectó tanto con la dura réplica, que durante mucho tiempo no volvió a salir de casa.

Estas rudas franquezas de la Cachorra la habían hecho temible; así, que nadie se atrevía a propasarse con ella en lo más mínimo. Además, su vida y su desgracia eran conocidas y la gente comprendía que no era una mujer viciosa, sino más bien una víctima de la fatalidad.

El asesinato del Largo fue de esos acontecimientos que no se olvidan en un pueblo. El Largo era hijo del Compadre, el protector de la Cachorra, y algunos suponían que ella había impulsado al Babas a cometer el crimen; pero los del Centro Obrero seguían creyendo que se trataba de una venganza de los clericales.