INDUCCIÓN

AL llegar el tren, César compró todos los periódicos de la noche. En uno vio un artículo titulado Los proyectos del ministro de Hacienda, y lo leyó con atención.

El articulista decía que nunca había estado el ministro de Hacienda tan identificado con el Gabinete conservador como en este momento; que tenía en estudio una porción de proyectos para la salvación de la Hacienda española, que en breve expondría.

—Tiene gracia la broma —pensó César.

Estaba demasiado enterado de las cuestiones bursátiles y financieras, y demasiado enterado de la moralidad del ilustre hacendista para no comprender la trama de su negocio.

César sabía que el ministro, no sólo no se encontraba en buenas relaciones con sus compañeros de Gobierno, sino que estaba a matar con ellos, y además dispuesto a dejar el Ministerio de un día para otro.

¿De dónde venía aquella prisa por lanzar el proyecto de la supresión del affidávit y del saneamiento de la moneda? ¿Por qué le encargaba a César y no a alguien del ministerio de aquel trabajo?

La prisa de lanzar el proyecto era fácil de comprender.

El ministro iba a dar un empuje decisivo a todos los valores; la supresión del affidávit y el proyecto de saneamiento de la moneda impulsarían al Interior en España y al Exterior en París a alturas extraordinarias. Después, una dificultad con el presidente, un momento de cólera explicable en un carácter como el del ministro, le obligarían a presentar la dimisión… los valores tendrían una caída formidable, y el ministro, que había preparado ya una gran jugada a la baja en París, se guardaría unos cuantos cientos de miles de francos y quedaría con una reputación de patriota y de financiero excelente.

¿Por qué le enviaba a César? Sin duda porque desconfiaba de su secretario, a quien probablemente habría encargado antes misiones parecidas.

César conocía bien al ministro. Lo tenía definido en sus apuntes con estas palabras: Es un braquicéfalo moreno; hombre de tradición y de buen sentido; inteligencia mediana, astuto, buen padre de familia y buen católico. Se cree más listo de lo que en realidad es. Sus dos pasiones grandes son la vanidad y el dinero.

César conocía al ministro, pero el ministro no conocía a César; suponía que era un hombre de inteligencia brillante, pero incapaz de darse cuenta de la realidad.

Después de pensar largo tiempo en el asunto, mientras se desnudaba para meterse en la cama del sleeping, César dijo:

—Aquí no hay que saber más que una cosa. Quién es el agente que en París trabaja con el ministro, y quién es su banquero. Esto, con ayuda de Yarza, no me ha de ser difícil averiguar. Cuando sepamos con qué agente trabaja y con qué banquero, el negocio está hecho.

Después de esta conclusión se metió en la cama, apagó la luz y quedó dormitando.