INAUGURACIÓN DEL CENTRO

POR la noche se inauguraba el Centro Obrero. En Castro no se hablaba de otra cosa. Los elementos clericales recomendaron a todas las personas religiosas que no asistieran a la reunión.

La gran sala del Centro se había iluminado profusamente; a las seis y media ya estaba llena de bote en bote.

A las siete comenzó el acto. Habló el presidente del Centro, un impresor que explicó los beneficios hechos por César; después pronunció un discurso el librero republicano San Román; y tras él tomó la palabra César.

Explicó con detalles su política en el Congreso. La gente le escuchaba un poco asombrada, queriendo sin duda encontrar ocasión oportuna para aplaudirle, y no encontrándola.

Algunos viejos ponían sus manos, como si fuera un pabellón, en la oreja para oír mejor.

Después César pasó a hablar de la vida de Castro, y explicó las necesidades del pueblo.

—Aquí —dijo— tienen ustedes tres problemas fundamentales, como en casi todos los pueblos del interior de España. Primero: el agua. No tienen ustedes agua buena para beber, y tampoco para regar. Por la falta de agua potable, la mortalidad en Castro Duro es grande; por la falta de riego no se puede cultivar más que una zona, muy pequeña, en buenas condiciones. Hay que hacer, por lo tanto, una traída de aguas, y comenzar un canal para riego. Segundo problema: las subsistencias. Aquí, como en toda Castilla, hay acaparadores de grano, que encarecen el trigo, y acaparadores de los artículos de primera necesidad, que los elevan de precio todo lo que les parece. Para evitar esto es necesario que el Ayuntamiento establezca una Alhóndiga que regule los precios. De lo contrario, el pueblo queda condenado al hambre, y pueblo que no come, ni puede trabajar ni ser libre. Tercer problema: los medios de transportes. Aquí tienen ferrocarril; pero no tienen ustedes ni buenas carreteras, ni buenos caminos, y el transporte es dificilísimo. Yo, por mi parte, haré lo posible para que el Estado no abandone la comarca; pero hay que excitar también a los pequeños Ayuntamientos para que cuiden los caminos vecinales.

»Estas tres cuestiones son las que hay que resolver cuanto antes.

»El agua, las subsistencias, los transportes; todo esto no representa un lujo, sino una necesidad; representa la vida. Es lo que podría llamarse la política del pan.

»Yo no puedo hacer esas reformas solo; primero, porque no tengo medios; después, porque aunque los tuviera, si había de dejar esas mejoras en un pueblo que no las vigilara, ni las atendiera, pronto desaparecerían; serían como los canales hechos por los moros y luego cegados por la incuria de los cristianos. Por eso es necesaria la política, para convencer a los reacios.

»Al mismo tiempo, y mirando al porvenir, vamos a comenzar la escuela, que yo quisiera que no fuese solamente una escuela primaria, sino una escuela para obreros.

»Intentaremos también convertir el prado de San Roque en un parque.

Después de exponer su programa, César hizo un llamamiento a todos los hombres progresivos de ideas liberales y amantes de la ciudad a que colaboraran en su obra.

Al terminar su discurso, todo el público aplaudió estruendosamente. Alzugaray pudo comprobar que la mayoría de la gente no había entendido lo dicho por César.

—No han comprendido nada. Unas cuantas frases de relumbrón les hubieran gustado mucho más.

—¡Ah! Claro; pero eso no importa —replicó César—. Ya se acostumbrarán.

Terminada la inauguración se reunieron en la secretaría del Centro el librero San Román, el doctor Ortigosa, el señor Camacho, que era el boticario, que se decía inventor de explosivos, y algunos otros, y se habló con gran entusiasmo de la transformación que se estaba verificando en Castro.