¿SE PUEDE CAMBIAR O NO?

TOMARON por la noche el tren y fueron charlando. César explicó a Alzugaray las dificultades que había tenido que vencer para que el Centro Obrero se constituyera de nuevo, y fue detallando sus proyectos para el porvenir.

—¿Pero tú crees que ese pueblo se va a transformar? —preguntó Alzugaray.

—Sí. ¡Claro! —dijo César mirando a su amigo.

—¿De manera que tú, un darwinista que tiene como dogma científico que sólo la acción lenta del medio puede transformar las especies y los individuos, crees que una raza pobre, extenuada y rutinaria se va a levantar de golpe en unos años? Un darwinista, ¿puede creer en el milagro revolucionario?

—Antes, no; hoy, sí.

—¡Hombre! ¿Y eso por qué?

—¿Tú no has leído algo referente a los trabajos de ese botánico holandés que se llama Hugo de Vries?

—No.

—Pues esos trabajos han demostrado que hay ciertas especies vegetales que, de repente, sin preparación alguna, sin nada que lo haga prever, cambian en absoluto de tipo y toman otros caracteres.

—¡Demonio! Eso sí que es extraordinario.

—Vries ha comprobado primeramente esta transformación rápida en una planta llamada Œnotheria Lamarckiana, que de golpe, sin influencia del medio, sin nada que lo justifique, cambia a veces y se metamoríosea en otra planta.

—Pero esta transformación puede ser debida a una enfermedad —dijo Alzugaray.

—No, porque la mutación, después de efectuada, persiste de generación en generación; no con caracteres patológicos, sino con caracteres completamente normales.

—Es rarísimo.

—Estas experiencias han constituido el neodarwinismo. Los neodarwinistas, con Hugo de Vries a la cabeza, creen que las especies no se transforman en general gradualmente, sino que de una manera súbita y brusca producen formas nuevas que hacen a los hijos diferentes de sus padres. ¡Y si estas variaciones bruscas se pueden dar en un carácter tan fijo como la forma fisiológica, qué no será en una cosa tan mudable como la manera de pensar! Así, es muy posible que los hombres del Renacimiento italiano o de la Revolución Francesa fueran mentalmente distintos a sus antecesores y a sus sucesores, y hasta podrían ser distintos orgánicamente.

—Pero esto echa abajo toda la doctrina de la evolución —dijo Alzugaray.

—No. Esto lo único que ha hecho es separar dos formas de cambio, una la variación lenta comprobada ya por todos, otra la variación brusca señalada por ese Hugo de Vries. Se ve que estos impulsos, que en política se llaman evolución y revolución, no son más que reflejos de los movimientos de la naturaleza.

—De manera que podemos esperar que Castro Duro se transforme en una Atenas —preguntó Alzugaray.

—Podemos esperar —dijo César.

—Bueno, pues esperemos durmiendo.

Se avisó al criado para que preparara dos camas en el vagón, y se tendieron los dos.