ESTABAN charlando cuando se presentaron en la taberna tres muchachos jóvenes, los tres con aire de artistas, traje negro, sombrero blando, corbata flotante, melena y pipa.
—De estos, dos son paisanos de usted —dijo Kennedy a César.
—Son pintores españoles —añadió el viejo—. El otro es un escultor que ha estado en la Argentina, y habla también el español.
Entraron los tres y se sentaron en la misma mesa y fueron presentados a César. Hablaron por los codos. El italiano Buonacossi era todo un tipo. De estatura pequeña, tenía un torso de gigante y unas piernas fuertes y cortas. Su cabeza era de aguilucho, la nariz corva, afilada y rojiza, los ojos redondos y el pelo negro.
Buonacossi se manifestó alegre, exagerado, cambiante y lleno de vehemencia.
Expuso sus ideas artísticas con un fuego pintoresco, mezclándolas con blasfemias y maldiciones. Las cosas le parecían lo mejor o lo peor del mundo. Para él, sin duda, no había términos medios.
De los dos españoles, uno era serio, grave, cetrino, de cara avinagrada, y se llamaba Cortés; el otro, grueso, ordinario, encarnado y basto, tenía trazas de matón.
Juan Bautista no podía estar mucho tiempo fuera del taller, porque sin duda le remordía la conciencia, y, aunque con gran pena, se levantó y se fue. Kennedy, César y los dos españoles fueron hacia la plaza del Capitolio, y Buonacossi se marchó en sentido opuesto.
Al llegar a la vía Nacional, Kennedy se despidió y César quedó con los dos españoles. El grueso y rojo, de aire de matón, se puso a burlarse cómicamente de los italianos, y a remedar sus saludos y sus reverencias; luego dijo que tenía una cita con una mujer y se apresuró a despedirse.
Al marcharse, el español grave, de cara avinagrada, le dijo a César:
—Este es igual que los guapos de aquí, por eso los imita tan bien.
Después Cortés le habló de sus estudios de pintor; adelantaba poco, no tenía dinero y, además, no le gustaba nada Roma. Todo le parecía malo, absurdo, ridículo.
César, cuando se despidió de él, murmuraba:
—La verdad es que los españoles somos una gente imposible.