DE BAILE

COMO llovía mucho, la mayoría de la gente prefería no salir de casa. Por las noches se daban bailes. César no asistió al primero; pero su hermana le dijo que debía ir. César estuvo en el segundo baile por no parecer demasiado ogro. Como no pensaba bailar se instaló en un rincón; y mientras se bailaba estuvo hablando con la Brenda y con la de San Martino.

Habían llegado varios jóvenes a la sala. Manifestaban esa vivacidad meridional, un tanto fatigosa para el que la presencia, y hablaban todos escuchándose. El napolitano y dos o tres amigos suyos fueron presentados a César, pero mostraron por él cierta frialdad algo aparatosa e impertinente.

El signor Carminatti cambió unas palabras con la Brenda, y expresamente hizo como que no notaba la presencia de César.

A César no le molestaba de ningún modo la charla del napolitano, y como no pensaba ser su rival le oyó entretenido.

César notó que las de San Martino y algunas amigas suyas sentían predilección por los tipos como Carminatti, por aquellos italianos del sur, morenos, charlatanes y jacarandosos.

Las señoras tenían una cariñosa familiaridad con las muchachas; las acariciaban y las besaban efusivamente.