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¿Qué es el oído absoluto?
¿Yo lo tengo?

Imaginemos que hay tres personas cantando en el baño. No, no en el mismo baño, este libro no va de eso. Cada uno canta en su propio baño (que aparte de eso está en silencio), en distintas plantas de un bloque de pisos.

En la segunda planta está Carmen Normal; tiene un gin-tonic en una mano y se arranca con Dancing Queen, de Abba, a todo el volumen que da su voz no entrenada. Si grabáramos su canción y la comparáramos con el disco original, observaríamos dos hechos:

  1. Aunque las notas suben y bajan de tono en los momentos adecuados, en ocasiones saltan un poco demasiado y otras veces no saltan lo suficiente. Así cantamos casi todos (por esa razón no nos conviene renunciar a nuestro empleo para ganarnos la vida cantando).
  2. La nota con la que empezó no era la misma que usó Abba. En realidad, la nota con la que empezó ni siquiera está en ninguna parte del teclado de un piano (ni falta que hace). Se trata tan sólo de una nota que ella eligió del centro de su rango vocal y, si se contrastara, resultaría que se encuentra entre dos notas adyacentes de un piano. Esto es lo que hacemos casi todos nosotros.

En la séptima planta vive Jaime Cantor, que pertenece a un coro, ha estudiado canto, pero no cuenta con oído absoluto. Es una suerte, y nos viene bien aquí, que también esté cantando Dancing Queen. Si comparamos su versión con la original descubriríamos que sus saltos entre notas son muy precisos. Sin embargo, como sucede con su vecina de la segunda planta, la nota con la que empezó no coincidía con la del original de Abba: se trata de una de esas notas de entre medias que la mayoría seleccionamos cuando cantamos.

En la planta 15, Cecilia Perfecta también está en el baño reviviendo la misma canción setentera Dancing Queen (vaya casualidad). Cecilia ha estudiado canto y también cuenta con oído absoluto —que también se conoce como oído perfecto. Si comparamos su versión con la canción original descubriremos que no sólo es que los saltos entre notas coinciden, sino que además empezó exactamente en la misma nota. Eso significa, desde luego, que está cantando las mismas notas que la canción original de Abba.

La proeza de Cecilia es extraordinaria y bastante inusual (hay un porcentaje muy pequeño de personas con oído absoluto), pero no indica que tenga un talento musical especial. Es posible que Jaime sea mejor cantante y que si lleváramos un piano a su cuarto de baño y tocáramos la primera nota de la canción, podría empezar desde ella y, al igual que Cecilia, reproducir exactamente las mismas notas de Abba.

Lo único que está demostrando Cecilia es que ha memorizado todas las notas de un piano, una flauta o algún otro instrumento. También es casi seguro que realizó semejante prodigio memorístico antes de cumplir los seis años. Los niños pequeños memorizan muchísimo más eficazmente que los demás, y así es como aprenden a hablar y adquieren muchas otras destrezas (en unos pocos meses pasan de estar sentados en el césped comiéndose los bichos y diciendo ga ga gugu a ir paseando por ahí, soltando comentarios sarcásticos sobre la calidad de las galletas).

Un niño pequeño al que se le enseña una canción, aprende la música y la letra. La música no se compone de notas concretas, sino más bien de ascensos o descensos de tono, con un determinado ritmo. Campanita del lugar suena igual de bien sea cual sea la nota con la que la empezamos, y no hay que olvidar que la mayoría empezamos en una nota que está entre dos notas del piano.

Sólo si las melodías se ejecutaran en un instrumento, el niño podría empezar a desarrollar oído absoluto. Si uno de sus padres tocara las mismas notas en el piano cada vez que cantan Campanita del lugar, el niño podría empezar a memorizar las notas concretas que utilizan en lugar de aprender únicamente los saltos. Gradualmente, podría ir construyendo una auténtica biblioteca mental de todas las notas del piano. Si esto sucediera, también podría aprender que cada una de las notas memorizadas tiene un nombre, como, por ejemplo, el Fa por encima del Do central (el Do central es el Do cerca del centro del teclado de un piano).

Es interesante el hecho de que, aunque en Europa y Estados Unidos el oído absoluto es algo poco frecuente, es mucho más común en países como China y Vietnam, cuyo idioma contiene un elemento de control de tono. El sonido que emites al pronunciar una palabra en esas lenguas tonales es una combinación de cantar y hablar. El tono en el que cantas una palabra en una lengua como el mandarín es vital para comunicarse: cada palabra tiene varios significados sin relación entre sí que dependen del tono. Por ejemplo, la palabra ma significa madre si la cantas/dices en un tono agudo y uniforme, pero significa cáñamo si empiezas en un tono medio y luego subes, o caballo si empiezas grave, bajas y luego subes. Si empiezas agudo y dejas que caiga el tono, estás diciendo perezoso. Por tanto, una pregunta inocente como ¿Ya está la comida, mamá?, fácilmente podría transformarse en, ¿Y mi comida, caballo? si no lo dices con los tonos adecuados. Como un error de este tipo podría mermar catastróficamente su fuente de alimentación, los niños pequeños que están aprendiendo alguna de estas lenguas tonales están mucho más pendientes del tono que los occidentales, niños o adultos y, por tanto, es más probable que adquieran oído absoluto.

El hecho de que sean tan pocos los occidentales que desarrollan esta memoria de las notas se debe a que no es algo que nos sea muy útil. Es más, puede llegar a ser bastante desagradable, ya que la mayoría de las personas canta o silba muy fuera de tono. Si fueras violinista en una orquesta, el oído absoluto te sería útil para ir afinando tu instrumento en el taxi de camino al concierto. O si fueras un cantante profesional, siempre podrías estar seguro de que estás ensayando con las notas correctas aunque estés paseando por el campo. Pero esas serían las únicas ventajas. Esta falta de utilidad es una de las razones por las que en la enseñanza de la música nunca se hace ningún intento de adquirir oído absoluto. Otra razón fundamental para su falta de desarrollo es que es muy difícil de lograr después de los seis años de edad.

Una vez dicho esto, sí hay bastantes músicos (y algunas personas de carne y hueso) que tienen oído absoluto parcial. Lo que quiero decir con esto es que han memorizado una o dos notas. Por ejemplo, la mayoría de los músicos de una orquesta tienen que afinar su instrumento al principio de cada concierto (a diferencia de aquel violinista repelente con oído absoluto que puede hacerlo a solas en el taxi). Siempre utilizan la nota La con este fin. Un instrumento (normalmente el oboe) emite un la y todos los demás ajustan su instrumento para que su la suene igual (esto produce el escándalo horroroso ese que se oye cuando una orquesta va a empezar un concierto). Esta repetida atención a la nota La puede hacer que algunos músicos acaben memorizándola.

Otros ejemplos de oído absoluto parcial también guardan relación con la exposición repetida a una nota o canción concreta. A veces, los que no son músicos también pueden lograrlo y memorizar una nota o varias notas, aunque no sepan cómo se llaman. Pruébelo usted mismo. Ponga una de sus canciones favoritas y cante la que piense que va a ser la primera nota de la canción, y siga haciéndolo cada vez que ponga en marcha su equipo de música. No hay forma de predecirlo, pero usted podría acabar con un tono absoluto parcial.

Este tono absoluto parcial no es tan sorprendente como podría parecer al principio: todos podemos recordar una nota durante unos cuantos segundos (pruébelo con su equipo de música), y la memoria a corto plazo, si se repite con frecuencia, a veces puede convertirse en memoria a largo plazo.

Por cierto, para aumentar muchísimo su precisión tonal cuando cante o tararee, tápese un oído con un dedo. Algunos solistas también suelen hacerlo. Esto funciona porque estamos diseñados para no oír nuestra voz con mucha intensidad, y así evitar que nuestra propia voz enmascare cualquier sonido al que deberíamos estar prestando atención: leones, avalanchas, el aviso de que se cierra el bar, etc. Cuando nos tapamos un oído, mejora la retroalimentación entre la boca y el cerebro y contamos con más elementos de juicio a la hora de calibrar el tono que emitimos. Habrá notado también que su retroalimentación boca-cerebro también mejora si tiene sinusitis, una condición sumamente molesta. (Una vez cometí el error de quejarme de esto con mi novia: «Mi voz suena muy fuerte y me está poniendo nervioso». Su respuesta, mientras levantaba una sola ceja, fue: «Ahora ya sabes lo que tenemos que aguantar los demás».)

Quisiera volver a nuestros tres cantantes para que imaginemos lo que está sucediendo dentro de su cabeza, pero antes quiero mencionar que los saltos de tono en una melodía se llaman intervalos, y que los intervalos tienen nombres que describen su magnitud. El espacio más pequeño es el que hay entre dos teclas adyacentes en el piano[2], y se llama semitono. No es sorprendente que el doble de este salto se llame tono. (No hace falta aprenderse los nombres de todos los intervalos, pero se pueden encontrar, junto con un truco para identificarlos, en la parte A de la sección de Detalles Engorrosos al final del libro.)

Pues bien: ¿en qué están pensando subconscientemente nuestros cantantes cuando cantan las palabras you are a… de la canción de Abba?

El cerebro de Carmen Normal está enviando las siguientes señales:

El cerebro de Jaime Cantor está enviando estas señales:

El cerebro de Cecilia Perfecta está enviando estas señales:

Pero, como he mencionado antes, el hecho de que las notas de Cecilia se ajusten a las que acordó un comité en 1939 no significa que sea mejor cantante que Jaime. Ser un buen cantante no es sólo cuestión de llegar a las notas correctas, sino que además hay que cantarlas con claridad, con el énfasis apropiado, y asegurarte de que no se te acaba el aire antes de que termine la nota final de una frase. Además, la calidad de la voz se ve afectada por el equipo con el que contamos: nuestras cuerdas vocales, boca, garganta, etc. Casi a cualquiera de nosotros se nos podría enseñar a ser un cantante adecuado, pero para ser realmente bueno además de la enseñanza hace falta estar dotado de un buen equipo.

Rarezas y pedantería

En el capítulo 1 mencionábamos que las flautas alemanas eran de distinta longitud que las inglesas, lo que se traducía en que las orquestas alemanas y las inglesas tocaban notas diferentes. De hecho, distintos países, e incluso algunas ciudades, tenían sus propias notas. En el siglo XIX, un La en Londres era casi un La bemol en Milán y un Si bemol en Weimar. Esto lo sabemos porque los historiadores han descubierto diversos diapasones de esa época confusa, además de que podemos comparar las notas de los órganos de iglesia y las flautas de distintos lugares. Para añadir al caos, las notas locales también solían subir o bajar de tono de una década a la siguiente.

Imaginémonos la siguiente escena: estamos en 1803 y Antón Schwartz, el famoso cantante alemán, se encuentra con Luigi Streptococci, el famoso cantante italiano en un pub en Bolton, Inglaterra.

—Oye, Luigi, estás cantando todas las notas en bemol. Lo sé porque tengo oído absoluto.

—No, Antón. Tú eres el que está cantando en sostenido. Lo sé porque yo sí que tengo oído absoluto.

—No, estás equivocado.

Y así seguirán hasta que el propietario los eche del pub, ya que ninguno de los dos canta en tono respecto al piano del establecimiento (que está afinado con los tonos que son típicos en Bolton en 1803). No me extraña que hubiera tantas guerras en Europa en aquellos días.

Era una situación peculiar, ya que los músicos profesionales frecuentemente recibían (y reciben) instrucción desde una edad muy temprana y algunos habrán desarrollado oído absoluto de acuerdo con el tono adoptado por el afinador de pianos o constructor de órganos local. Pero apenas empezaban a viajar se encontraban con otros profesionales muy capacitados que tenían un oído absoluto diferente al suyo. Es como si todos declaráramos que nuestro tono favorito de rosa es el rosa perfecto. Todos estos oídos absolutos eran igual de válidos. Para tener oído absoluto lo único que necesitas es que un conjunto de tonos esté grabado en tu memoria a largo plazo. Ni siquiera hace falta saber cómo se llaman las notas: podría ser que hubieras memorizado todas las notas del piano de tu madre sin que nadie te hubiera informado de que esta nota es un mi bemol y aquella es un Re.

Hoy en día, las personas con oído absoluto normalmente tienen memorizados los tonos occidentales convencionales que fueron adoptados en 1939, ya que así es como están afinados todos los pianos, clarinetes y demás instrumentos. Eso significa que si usted lo tiene, su oído absoluto es igual al de todos. La mayor parte de las personas con oído absoluto también saben los nombres de las notas, ya que lo normal es que lo hayan adquirido durante algún tipo de formación musical a una edad temprana.

Los hechos históricos complican la vida a los pedantes musicales que hay entre nosotros. Una postura pedante típica exigiría que interpretáramos la música de Mozart, por ejemplo, tal como la escribió él. Otra opinión pedante, igualmente comprensible, exigiría que ejecutáramos la música de Mozart exactamente como la oyó en su cabeza al escribirla. Aquí se nos presenta una dificultad, ya que aunque Mozart tenía oído absoluto, las notas que tenía memorizadas no eran las mismas que las que seleccionó el comité de 1939. De hecho, la nota que nosotros consideramos La, Mozart la describiría como un Si bemol ligeramente desafinado. Esto lo sabemos porque contamos con el diapasón que utilizaba Mozart. Así que cuando escuchamos hoy en día la música de Mozart, la oímos aproximadamente un semitono más alta de lo que era su intención, lo que sin duda será irritante para algunos pedantes musicales. Algunas de sus canciones más difíciles por sus agudos serían en realidad mucho más fáciles de cantar si las bajáramos un semitono, que sería más cercano a como Mozart quería que sonaran. Por otro lado, eso implicaría reescribir toda su música en una tonalidad más baja, lo que pondría nerviosos a otros pedantes totalmente distintos.

Así que si alguna vez hablamos del oído absoluto, hace falta que tengamos presentes los siguientes hechos:

Respecto a la cuestión de si usted tiene o no oído absoluto, hay una forma fácil de averiguarlo con el método que hemos descrito más arriba. Escoja algunas de sus canciones preferidas entre su colección de CD e intente cantar la primera nota de cada una antes de escucharla (acuérdese de taparse un oído con un dedo para oírse a sí mismo con más claridad, y no espere a la primera palabra que se cante, ya que la música de la introducción le daría pistas sobre qué nota es la que va a sonar; lo que tiene que cantar es la primera nota de la pieza).