Sábado, 21 de junio. 22:00 h

El Elba, cerca del Landungsbrücken (Hamburgo)

El día que acababa intentaba ser recordado en un cielo pintado de rojo y en la calidez placentera de la brisa vespertina. Franz Kassel se quitó la gorra y se alisó los finos mechones rubios. Su turno estaba a punto de terminar, y esperaba con ganas tomarse una cerveza fría, o quizá unas cuantas. Había sido un turno tranquilo, y pudo saborear lo que le había atraído de la Wasserschutzpolizei en primer lugar: escuchar el delicado sonido del agua y el suave crujido y zumbido de los barcos amarrados; observar la luz cambiante al pasar bajo los cascos enormes e imponentes mientras patrullaba. Pero sobre todo, había sido por la perspectiva diferente que ofrecía. Las cosas siempre parecían diferentes desde el agua; uno veía más. El Hamburgo que él veía cada día era totalmente distinto del que se veía desde tierra firme. Se sentía privilegiado por tener ese punto de vista único.

Sabía que no todo el mundo compartía aquella sensación de privilegio, como Gebhard, el Polizeiobermeister, que estaba al mando y guiaba el WS25 de vuelta a la estación de Landungsbrücken. Para Gebhard, la WSP era tan sólo un trabajo. Hacía solamente tres años que estaba allí, y no hacía más que decirles a los otros tripulantes que quería entrenarse y ser transferido a la base terrestre del MEK.

Kassel observaba cómo Gebhard gobernaba el barco hasta la orilla. Estaba capacitado para el trabajo, pero le faltaba el «sentido» del agua que Kassel consideraba esencial para cualquier policía fluvial de verdad. Era algo que un marinero nato llevaba dentro: la conciencia de que el río es un ser vivo. Sin embargo, Gebhard trataba el Elba como si fuera una carretera anegada y él no fuera más que un policía de tráfico. Kassel dejó a Gebhard al timón y se fue a la cubierta. La brisa le refrescaba la cara, y suspiró como suspira el hombre feliz que ha encontrado su lugar y lo sabe. Fue entonces cuando vio cómo un barco que le era familiar salía del atracadero cerca del Überseebrücke. Kassel levantó los binoculares. Era el yate Chris Craft 308 que habían tenido que vigilar la otra noche. Entró rápidamente en la cabina y ordenó a Gebhard que siguiera a la lancha, pero a una distancia prudencial.

—Pero si ya acabamos el turno, jefe —protestó. Kassel le respondió con una mirada vacía, y Gebhard se encogió de hombros y dirigió el WS25 hacia el Elba otra vez. Kassel no tenía ni idea de si la chica de la Mordkommission aún estaba interesada en esa embarcación, pero pensó que sería mejor comprobarlo. Descolgó la radio y pidió que lo pusieran en contacto con la Oberkommissarin Klee de la Mordkommission.