Viernes, 20 de junio. 20:00 h
Alsterpark (Hamburgo)
Fabel quedó con Susanne para cenar algo y tomar una copa en Pöseldorf. Estuvo distraído durante toda la comida y se disculpó con Susanne.
—Tengo a un agente en una operación encubierta —le explicó—. Y no puedo decir que me haga mucha gracia.
—¿Tiene que ver con el caso del Hijo de Sven?
Fabel asintió.
—Bueno, podría ser. He permitido que se utilice de cebo a una agente joven.
—¿Para el Hijo de Sven? —Susanne se quedó muy impactada—. Nos enfrentamos a un psicótico sumamente peligroso, impredecible e inteligente. Haces bien en estar preocupado, Jan. Tengo que decirte que es una irresponsabilidad.
—Muchas gracias —dijo Fabel, con tristeza—. Ahora me siento mucho mejor. Pero no estoy seguro del todo de que se trate de nuestro hombre; aunque bien podría tener algo que ver con los secuestros con violación.
—Lo único que puedo decir es que espero que tu agente sepa cuidar de ella misma.
—Es Anna Wolff. Es mucho más dura de lo que aparenta. De hecho, es muchísimo más dura que la mayoría de nosotros. Y tiene a un equipo completo respaldándola.
Susanne no parecía muy convencida. Su preocupación hizo que Fabel llamara a Werner, que estaba escuchando la radio del equipo de vigilancia. No había novedades. Era la tercera vez que lo llamaba, y el tono de Werner era el de una canguro que tranquiliza a un padre sobreprotector. Le contó a Fabel que Anna estaba en posición, esperando a que apareciera MacSwain, y lo tranquilizó una vez más diciéndole que si pasaba algo significativo, le informaría de inmediato.
Después de cenar, Fabel y Susanne cruzaron paseando el parque y la ciudad hasta llegar al muelle, y se sentaron en uno de los bancos orientados al agua. El sol estaba poniéndose a sus espaldas y alargaba sus sombras delante de ellos.
—Siento no ser muy buena compañía esta noche —dijo sonriendo débilmente a Susanne, quien se acercó a él y lo besó con ternura en los labios.
—Ya lo sé. Es por el caso. —Volvió a besarlo—. Vamos a tu casa a emborracharnos un poco.
Fabel sonrió.
—De acuerdo.
Acababan de levantarse cuando le sonó el móvil. Fabel abrió la tapa, esperando oír la voz de Werner.
—Jan… Soy Mahmoot.
—Dios santo, Mahmoot, ¿dónde has estado? Comenzaba a…
Mahmoot lo interrumpió.
—Jan, necesito que te reúnas conmigo ahora. Es importante y no quiero hablar por teléfono.
—De acuerdo. —Fabel miró la hora y luego a Susanne, con un gesto de disculpa—. ¿Dónde estás?
Mahmoot le dio una dirección en Speicherstadt.
—¿Qué demonios haces allí? —se rió Fabel—. ¿Has ido a por café?
Parecía que Mahmoot había perdido su habitual sentido del humor.
—Ven hacia aquí. Ya.
—De acuerdo. Llegaré dentro de diez minutos.
—Y, Jan…
—¿Sí?
—Ven solo.
Colgó. Fabel cerró la tapa del móvil y se quedó mirándolo. En todos sus encuentros, jamás había comprometido el anonimato esencial de Mahmoot llevando a otro agente con él. No podría haber dicho nada más redundante. Sólo tenía sentido si alguien le había dicho que lo dijera: alguien que quisiera asegurarse de tener a Fabel solo. Se volvió hacia Susanne.
—Lo siento mucho. Tengo que irme…
—¿Es algo relacionado con el Hijo de Sven?
—No… Creo que un amigo podría estar en apuros.
—¿Quieres que te acompañe?
—No. —Fabel sonrió y le dio las llaves de su piso—. Pero ve calentando la cama.
—¿Es peligroso? ¿No deberías pedir ayuda?
Fabel acarició la mejilla de Susanne.
—No pasa nada. Como te he dicho, sólo es un amigo que necesita mi ayuda. Tengo que ir a buscar el coche. A ver si encontramos un taxi…