Viernes, 20 de junio. 19:00 h
Polizeipräsidium (Hamburgo)
Los compañeros de Anna Wolff estaban tan acostumbrados a su habitual aspecto neopunk consistente en maquillaje excesivo, una chaqueta de piel dos tallas grande y unos vaqueros ajustados que se sobresaltaron un poco cuando la vieron entrar en la oficina principal de la Mordkommission. Werner y un par de tipos del equipo de refuerzo la piropearon con silbidos, Maria alabó su aspecto y Fabel aplaudió. Paul Lindemann puso cara de preocupación.
Anna había moderado el maquillaje y sólo había acentuado sutilmente la estructura marcada de los pómulos y suavizado el estilo de su pelo corto y oscuro. Un vestido negro atado al cuello que acababa a medio muslo acentuaba las curvas de su cuerpo y dejaba al descubierto sus piernas torneadas. Debajo del vestido, encajado incómodamente en el sujetador sin tiras, llevaba el transmisor portátil y el micrófono que Maria le había ayudado a colocarse. La sección técnica ya había comprobado que funcionaba.
—Diría que estamos listos para echar el anzuelo —dijo Maria con una sonrisa.
—Bien —dijo Fabel—. Repasemos el plan otra vez. ¿Anna?
Anna Wolff repasó la operación al detalle una vez más. Dejó la parte más importante para el final.
—Recordad mi frase de alarma. Si oís que digo «No me encuentro muy bien», es la señal para que entréis a por mí. —Anna había elegido con cuidado las palabras. Era algo que podía decir de repente y en cualquier contexto. La sala era un hervidero de expectativas, nervios y adrenalina—. ¿Estás seguro de que no quieres venir, jefe?
—No, Anna…, es tu operación. Pero me mantendré en contacto con el equipo para asegurarme de que todo va bien. Buena suerte.
—Gracias.
El equipo siguió a Anna hasta el aparcamiento, por lo que Fabel y Werner se quedaron solos en la Mordkommission. La sala se quedó vacía y silenciosa, sin la electricidad que reinaba hacía unos segundos. Fabel y Werner no dijeron nada durante un minuto; luego, Werner se volvió hacia Fabel.
—¿Ahora?
Fabel asintió.
—Pero mantente alejado de la zona de la operación. Tan sólo sigue lo que vaya sucediendo y escucha la radio. No quiero que Anna y Paul piensen que no confío en que puedan sacar la operación adelante ellos solos. Dejaré encendido el móvil toda la noche por si surge algún problema.
—Claro, Jan.
—Y Werner… —dijo Fabel—. Te agradezco que hagas esto. Me quedo más tranquilo sabiendo que tienen tu pericia y experiencia a la vuelta de la esquina.
Werner encogió su cuerpo robusto y sonrió.
—Todo irá bien —dijo. Sacudió las llaves del coche que llevaba en la mano, se volvió y salió del despacho.