Viernes, 20 de junio. 14:30 h

Neustadt (Hamburgo)

El Grupo de comunicación Eitel tenía sus oficinas en un monolito comercial de acero bruñido y cristal situado en el corazón del distrito financiero de Neustadt. A Fabel le interesaba la buena arquitectura; razón por la cual aquel edificio no despertó su interés. Era una caja corporativa sin alma acabada con accesorios caros, pero tenía la personalidad de un vestíbulo de hotel. El conserje de uniforme, que atendía el mostrador de recepción de la planta baja, condujo a Fabel y a su séquito hasta los ascensores.

Los dos primeros pisos del edificio estaban ocupados por las oficinas editoriales de Schau Mal!; el tercero, por TVEspresso, una guía semanal de la programación televisiva publicada por el Grupo Eitel. La cuarta planta se denominaba Departamento de Comunicación. El piso de arriba estaba dedicado a las oficinas corporativas y administrativas del Grupo. Era allí donde Norbert Eitel tenía su despacho.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron a una gran oficina, vieron a una mujer de mediana edad con expresión imperturbable que los estaba esperando. Fabel supuso que era la persona con quien se las había tenido por teléfono. Su semblante revelaba que no estaba acostumbrada a que burlaran su autoridad.

—¿Vienen a ver a Herr Eitel?

Fabel mostró su placa oval de la Kriminalpolizei.

—Soy el Hauptkommissar Fabel.

Examinó a los demás con un desdén estudiado y presuntuoso, que Werner reventó al momento con una carcajada.

—Síganme —dijo la mujer de mala gana.

Condujo a Fabel, Werner y Maria a una triste área de recepción situada en el otro extremo de la oficina, una orilla donde iba a romper el murmullo de voces procedentes de un mar de mesas. Al cabo de diez minutos, la secretaria imperturbable los llevó a una sala de reuniones con una pared de cristal.

Norbert Eitel entró en la sala un minuto después. No llevaba chaqueta, se había subido las mangas de la camisa por encima de las muñecas y aflojado la corbata. Les ofreció una sonrisa educada, pero su lenguaje corporal expresaba que era un hombre que tenía cosas más importantes que hacer. Sujetó la puerta a un hombre mayor, alto y enjuto, de aspecto aristocrático y pelo abundante color marfil que se negaba a desaparecer del lugar que había ocupado durante sesenta años. Fabel reconoció en aquel hombre mayor al oficial de las SS de la fotografía, sólo que ahora había alcanzado por completo la madurez autoritaria que tanto se había esforzado por proyectar cuando era un joven arrogante. A Eitel lo seguía un hombre de estatura media y unos treinta y cinco años.

—Buenos días, Herr Hauptkommissar Fabel —dijo Norbert Eitel—. Le presento a mi padre, Wolfgang Eitel… —Eitel padre extendió la mano e hizo un saludo brusco con la cabeza. Fabel casi esperó oír cómo chocaba los talones—. Y a Wilfried Waalkes, nuestro jefe de asuntos legales.

Fabel y Maria se miraron. El abogado. Fabel presentó a Werner y a Maria. Examinó un momento al abogado. Waalkes era un nombre frisio, pero el letrado dijo «Guten Tag» en un Hochdeutsch que no permitía un rastreo geográfico.

—¿En qué puedo ayudarle? —dijo Norbert Eitel, y con un gesto de la mano les indicó que deberían ocupar un asiento en torno a la mesa de reuniones oval. Antes de que Fabel pudiera responder, añadió—: ¿Les apetece algo…, un café, un té?

—Nada, gracias. —Fabel contestó por todos. El abogado y Eitel padre ocuparon sus asientos—. Nos gustaría hacerle unas preguntas sobre Angelika Blüm. ¿Podría decirme qué tipo de relación tenía con ella, a nivel personal y profesional?

—Personalmente, no tenía demasiada relación con ella; y profesionalmente, no tenía ninguna. Para serle sincero, Angelika despreciaba nuestras publicaciones. Consideraba que ella jugaba en una liga distinta.

—¿Y usted no está de acuerdo con su opinión?

Norbert Eitel se rió.

—Tenía un gran concepto de las aptitudes de Angelika. Pero también considero que nuestros títulos son un producto de calidad. El principal contacto que tuve con Angelika fue a través de eventos de negocios y amigos comunes. Éramos conocidos.

—Y usted, Herr Eitel —Maria se dirigió a Eitel padre—, ¿qué trato tenía con Frau Blüm?

Wolfgang Eitel echó la cabeza hacia atrás y miró a Maria con aires de superioridad.

—Ninguno. Bueno, sólo nos vimos una vez, en el Altona Krone…, hará un par de semanas.

—Pero me atrevería a decir que no gozaba de mucha popularidad entre ustedes dos precisamente… —Maria dejó la idea en el aire.

—No entiendo… —Norbert Eitel utilizó la jovialidad de sus facciones para esbozar una sonrisa confusa mientras su padre permanecía impertérrito.

—Frau Blüm estaba a punto de publicar un artículo en el que afirmaba que estaban ustedes involucrados en temas de especulación inmobiliaria con participación de intereses extranjeros. —Maria habló con un tono de voz uniforme y autoritario. Fabel miró fijamente a Norbert Eitel, quien estaba resuelto a no demostrar sorpresa alguna por el farol que se había marcado Maria. La sonrisa de Eitel no dio muestras de cambiar, y al mantenerla durante tanto rato, se volvió falsa. Maria había dado en el clavo. Pero fue el padre de Norbert quien habló.

—Herr Hauptkommissar Fabel, desconocíamos que Frau Blüm tuviera intención de publicar un artículo sobre mi hijo o sobre mí. Es cierto que tenemos intereses inmobiliarios. Es cierto que hacemos negocios con otros países. Mi propia carrera profesional estaba basada en las importaciones y las exportaciones. Si Frau Blüm iba a publicar un artículo sobre nosotros, no sólo lo desconocíamos por completo, sino que puedo asegurarle que no tenemos ni idea de cuáles serían los motivos del artículo en cuestión.

Fabel cambió de táctica.

—Creo que sirvió usted en el Ostfront durante la guerra. Estaba al mando de un batallón de ucranianos, ¿verdad?

Una chispa se convirtió en una llama que se convirtió en un fuego intenso en los ojos de Eitel. Pero nada de aquello se filtró a su voz, su expresión, sus movimientos.

—La verdad es que no veo qué tiene eso que ver, Herr Hauptkommissar… —Fabel tuvo la sensación de estar mirando el corazón de un reactor nuclear a través de un metro de cristal con óxido de plomo; como si fuera testigo de algo excepcionalmente poderoso y mortal, pero contenido.

—Sólo lo digo porque Ucrania tiene un papel destacado en nuestra investigación. —Era cierto, pero ¿cómo lo interpretaría Eitel? Fabel hizo una pausa para invitarle a que hiciera algún comentario.

Wolfgang Eitel se alisó el pelo de marfil de las sienes con las manos. Sin embargo, fue su hijo quien habló.

—Tenemos intereses empresariales por toda Europa y fuera de ella. Somos propietarios de publicaciones en Holanda, Polonia, Hungría. En nuestros negocios inmobiliarios participan empresas de Estados Unidos así como de Ucrania. No veo que eso tenga, en sí mismo, ningún interés periodístico especial.

Bingo. Fabel y Maria intercambiaron una mirada rápida y furtiva. Fabel se esforzó porque la euforia del descubrimiento no se reflejara en su expresión. Volvió a dirigirse a Wolfgang Eitel.

—Creo que todos sabemos que el artículo de Frau Blüm se basaba en algo más que un simple negocio con socios de la Europa del Este, ¿verdad?

—En ese caso, sabe usted más que yo, Herr Fabel.

Waalkes, el abogado, los interrumpió.

—Creo que esto ya ha ido demasiado lejos, Herr Hauptkommissar. Hemos accedido a tener esta entrevista porque a todos nos ha horrorizado el asesinato de Frau Blüm y nos sentimos con la obligación de hacer todo lo posible para ayudar a atrapar a este monstruo. Pero tengo que decirles que su línea de interrogatorio es impertinente e irrelevante. Parece que pretendan implicar a mis clientes en un tema que no tiene absolutamente nada que ver.

—No me ha parecido que hayamos acusado a nadie de nada —dijo Maria—. Sólo intentamos descubrir la conexión entre el Grupo Eitel y Frau Blüm.

—Y yo creo que eso ya ha quedado claro. —Norbert Eitel se puso en pie para indicar que la discusión había acabado. Ninguno de los agentes de policía lo imitó. Fabel se dirigió a Waalkes.

—Creo que sería bueno para todo el mundo que sus clientes nos proporcionaran una relación de sus movimientos en los días de los asesinatos que estamos investigando, junto con los nombres de las personas que puedan corroborar dicha relación. Y les agradecería mucho que lo hicieran con la mayor brevedad posible…

—¡Esto es indignante! —rugió la voz de Eitel padre mientras se levantaba con una rapidez que no se correspondía con su edad—. ¿Nos está acusando a mí o a mi hijo de participar en estos actos?

—Es una petición bastante rutinaria, Herr Eitel —dijo Fabel con calma y sin moverse de la silla. Maria le entregó una hoja en la que había escrito la hora y día de cada asesinato. Fabel se puso en pie y se dirigió de nuevo a Eitel padre—. En cualquier caso, Herr Eitel, pensaba que ya tenía experiencia en contestar preguntas difíciles…

Esta vez fue Waalkes quien explotó.

—¡Ya es suficiente, Herr Fabel! Esto es intolerable. Pienso notificárselo a sus superiores…

Fabel entregó el papel a Waalkes.

—Horas, lugares, testigos… Necesito una relación completa de sus dos clientes. —Se volvió hacia Norbert y Wolfgang Eitel. Los ojos de Eitel padre echaban chispas debajo de las gruesas cejas blancas—. Buenos días, caballeros —dijo Fabel, y salió de la sala seguido de Maria y Werner.

No hablaron hasta que estuvieron dentro del ascensor. En cuanto se cerraron las puertas, Fabel, Maria y Werner intercambiaron grandes sonrisas.

—Creo que tenemos muchas cosas que investigar, ¿no os parece? —dijo Fabel.

—Me pondré con ello enseguida —dijo Maria—. Han sido muy amables al apuntarnos en la dirección correcta. Empezaré por conseguir una relación de todos los contactos ucranianos que han tenido Eitel Importing y el Grupo Eitel.

—Has hecho un trabajo excelente, Maria —dijo Fabel.

—Gracias, jefe.

Werner no dijo nada.

—Por cierto —dijo Maria cuando se abrieron las puertas al vestíbulo—, quería comentártelo antes… Tengo los detalles de los contactos entre policías de Hamburgo actualmente en servicio y los cuerpos de seguridad ucranianos. No vas a creer qué nombre ha salido.

—¿Cuál?

—El tuyo.

—¿Qué? No he estado en Ucrania en mi vida.

—¿Recuerdas que escribiste una ponencia para la convención de la Europol sobre asesinos en serie psicóticos, sobre los asesinatos de Helmut Schmied?

—Sí…

—Al parecer, forma parte del material que se utiliza en el centro de psicología forense y criminología de Odesa, que es donde la policía ucraniana recibe formación sobre cómo atrapar a asesinos en serie.

Werner y Maria se dirigieron hacia las enormes puertas dobles de cristal y cromo de la salida. Fabel se quedó un momento mirando a su compañeros, antes de seguirlos hasta la calle.