Viernes, 20 de junio. 10:00 h

Schanzenviertel (Hamburgo)

El Schanzenviertel es una de las zonas de Hamburgo que sigue teniendo una reputación casi sórdida y, sin embargo, está muy de moda. El barrio tiene una amplia gama de restaurantes, bares y cafés que reflejan el perfil multicultural de su población, y hay una gran variedad de tiendas especializadas. Sin embargo, al lado de la modernidad está la pobreza, con viviendas inhabitables para familias inmigrantes. El gran Sternschanzen Park con su monumental Wasserturm atrae a las familias de día y a los camellos de noche, y ha sido el escenario elegido por las fuerzas del aburguesamiento para sus protestas antidrogas.

La empresa de Bjorn Janssen estaba entre un café y un bar de sushi en una calle que desembocaba en la Stresemannstrasse. Era un local estrecho, lleno de cosas, en el que vendía libros, artículos diversos y obras de arte, que parecían de segunda mano y vagamente New Age.

Bjorn Janssen no era exactamente lo que Fabel tenía en mente cuando visualizaba a un vikingo. Es cierto que tenía el pelo rubio, pero era un tono o dos más oscuro que el cabello del propio Fabel, y lo llevaba peinado con cuidado para ocultar, sin lograrlo, el brillo rosado de una calvicie incipiente. Janssen era un hombre bajito y bastante regordete que hablaba alemán a la perfección, pero con la musicalidad de un claro acento danés. La imagen de Janssen con casco de acero, saltando de un barco vikingo y blandiendo un hacha de guerra, estaba más allá de lo cómico y lo físicamente posible.

Janssen estaba detrás de un mostrador atestado de cosas y extendió la mano por entre el desorden cuando los dos agentes de policía se acercaron. Janssen tenía una actitud solapada, y Fabel vio que los ojos azules acuosos se le iban furtivamente a las piernas y los pechos de Maria. Ella lo pilló y le lanzó una mirada que llevaba escrita con mucha elocuencia la palabra «asqueroso».

—Herr Janssen —dijo Fabel, sonriendo educadamente—. Mi compañera Frau Klee me ha dicho que pertenece usted a un culto odinista y que puede ofrecernos su ayuda en un caso en el que estamos trabajando.

Janssen le devolvió la sonrisa y negó con la cabeza. Su expresión era de cansada indulgencia.

—No, no, no, Herr Fabel. Yo no participo en ningún culto. Soy el Gothi, el Sumo Sacerdote, del Blot de Asatru. Soy practicante del sistema de fe original del norte de Europa.

—Lo que sea. Me gustaría que nos contara algo sobre el sistema de creencias que tiene. Estamos investigando unos asesinatos que tienen un componente ritual. Creemos que este componente quizá esté influido por antiguos rituales escandinavos.

—Puedo asegurarle, Herr Fabel, que Asatru es una fe de paz y armonía.

—Dos valores por los que los vikingos eran especialmente célebres —dijo Maria, aplicando a su tono de voz cierta sorna. Janssen le sonrió y continuó.

—Asatru era la fe de todos los pueblos germánicos del norte y del oeste: los svear, que se convirtieron en los suecos; los daner, que se convirtieron en los daneses; los anglos, que se convirtieron en los ingleses, y las diversas tribus que se convirtieron en los alemanes. Hombres y mujeres, granjeros y guerreros, personas libres y esclavos. Era tanto la religión de los asaltantes como el cristianismo lo era de los nazis. El caso es que la etimología de la palabra «vikingo» no está clara. Algunos dicen que viene de Vik, que significa «aldea»; que los vikingos tan sólo eran aldeanos que emprendían viajes comerciales y llevaban a cabo asaltos cuando las cosechas no cubrían las necesidades de una población cada vez mayor. Sus creencias se fundaban más en la naturaleza que en la guerra.

—Pero realizaban sacrificios de sangre —dijo Fabel.

—Sí. Y seguimos haciéndolos. El hlautbowl es el cuenco de la Blot. Hoy en día lo llenamos con aguamiel y nos la bebemos antes de ofrecer a los dioses su parte correspondiente. Blot es la antigua palabra escandinava para «sangre». Antaño, el hlautbowl se llenaba con la sangre de un animal sacrificado. Es un error creer que era un acto bárbaro o excepcional. La gente mataba al animal para extraerle la Blot de un modo bastante similar a como lo harían para compartir un festín con un visitante. Asatru tiene una relación más inmediata con sus dioses, y se los trataba como elementos reales, vivos y participativos de la vida cotidiana normal.

—¿Y el sacrificio ya no tiene ningún papel en Asatru?

—Oh, sí…, y tanto. El Blot sigue siendo un ritual de sacrificio. Pero en Asatru, el concepto de sacrificio se entiende más en el sentido de ofrenda. A veces vertemos el aguamiel en el suelo, para honrar a la Madre Tierra. Se la ofrecemos a cambio de lo que ella nos ofrece a nosotros. Nuestros sacrificios y simbolismos han sido subsumidos en el cristianismo. La misa católica romana, por ejemplo, o las fiestas de la cosecha. Y la Pascua es el rapto de la diosa Eostre, que se transformó en una liebre y escondió huevos dorados por los campos. Por eso en Pascua los niños buscan huevos.

—¿Cumplen las mujeres alguna función en su religión? —preguntó Maria.

—Pues sí, Frau Oberkommissarin. —La sonrisa de Janssen se detuvo al borde de la lascivia—. Las mujeres son las creadoras de la vida. En Asatru son veneradas, y a menudo no es el Gothi sino la Gythia, o sacerdotisa, quien preside el Blot.

Maria no pareció impresionada.

—¿Y cuál es la «ofrenda» especial que se supone que hacen las mujeres?

—No entiendo su pregunta… —contestó Janssen, pero su expresión sugería que sí la había comprendido.

Fabel metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una copia de una fotografía de la frente de Michaela Palmer tomada en el Stadtkrankenhaus de Cuxhaven.

—Creo que es la runa Gebo.

Janssen se encogió de hombros.

—Podría ser sólo una cruz. Una X.

—Pintaron esta marca en la frente de una chica a la que obligaron a tomar parte en una especie de ritual escandinavo. La víctima fue violada repetidamente por hombres que llevaban máscaras de un personaje con barba y un solo ojo.

Janssen se estremeció.

—Wotan… u Odín… —Se quedó pensando un momento—. Sean quienes sean estas personas, Herr Fabel, no sólo están cometiendo un crimen horrible, sino una ofensa a una fe pacífica y apacible. Asatru, a diferencia de otras confesiones, cree que las libertades y derechos del individuo son inviolables. Les ayudaré en todo lo que pueda. —Janssen miró más detenidamente la fotografía—. Sí… sí…, podría ser la runa Gebo. Gebo está específicamente vinculada al Blot. Es el símbolo de la ofrenda y del sacrificio. Como ya le he dicho, los dos conceptos están estrechamente relacionados.

—Asegura que ninguno de sus devotos participaría en algo así.

—¡Por supuesto que no! Es una corrupción de nuestra fe. Igual que las misas negras son una corrupción del catolicismo. —Janssen se quedó callado, como si sopesara algo.

—¿Qué sucede, Herr Janssen?

—Hará un par de años… corrió un rumor.

—¿Sobre qué? —La impaciencia afloró con claridad en la voz de Maria. Fabel le lanzó una rápida mirada.

—Hay algunos grupos Asatru en Hamburgo y alrededores. Todos compartimos las mismas creencias y nos oponemos a cualquier interpretación negativa o violenta de las mismas. Pero como en cualquier otra religión, puede haber un aspecto más oscuro. Hace un par de años se habló de un grupo escindido. Se suponía que eran un número reducido de personas, y oí que era un grupo muy selecto.

—Y se supone que les interesaba el lado oscuro de esta… —Maria se esforzó por encontrar la palabra— religión.

Janssen asintió con la cabeza.

—Se supone que se centraban en el seidhr; es la tradición chamanística del odinismo. Antes me ha preguntado por la función de las mujeres en Asatru. Bueno, según la tradición, las mujeres son las principales practicantes del seidhr. Sin embargo, se supone que este grupo estaba integrado principal y exclusivamente por hombres.

—¿Tiene idea de quién formaba parte de este grupo?

—No lo sé. Como le he dicho, fue todo un rumor que surgió entonces. Pero lo que sí sé es que había gente muy importante. También oí que en el grupo había un extranjero.

Fabel y Maria se miraron.

—¿Sería posible que la violación en forma de ritual formara parte de sus ceremonias? —preguntó Fabel.

—De un modo tradicionalmente legítimo, no. Pero uno de los elementos del Blot es el concepto de autosacrificio: darse uno mismo. Quizá sea una interpretación pervertida de esa idea. Sin duda, la runa Gebo está asociada con la «ofrenda» o el sacrificio. Se recita como un galdr, o canto ritual, durante un Blot. También existe el concepto de ond. Significa «éxtasis». En realidad, significa «alegría»; pero supongo que puede prestarse a interpretaciones pervertidas. Y no le negaré que los antiguos practicantes cometían algunos actos oscuros. Un observador árabe vio cómo en el funeral de un jefe vikingo una mujer practicaba el sexo con siete hombres distintos antes de subirse al barco funerario y morir quemada junto al cuerpo del jefe.

—Pues sí que es una religión pacífica y apacible, la suya —dijo Maria.

—Y los cristianos quemaban en la hoguera a herejes y a supuestas brujas —dijo Janssen, con una sonrisa fría y una miradita a la blusa de Maria—. Como toda filosofía o religión, Asatru puede prestarse a los abusos. La verdad es que no sé si los rumores sobre esta secta eran ciertos o si están relacionados con el crimen que están investigando. Sólo intento ayudarles.

—Y lo ha hecho, Herr Janssen —dijo Fabel lanzando un mirada elocuente en dirección a Maria—. Mucho. ¿Oyó alguna mención sobre de dónde podía ser ese «extranjero»?

Janssen negó con la cabeza.

—Lo siento.

—¿O dónde celebraba sus reuniones este grupo?

—No. Me temo que no. Se supone que eran muy herméticos.

—Gracias otra vez por su ayuda —dijo Fabel, y le estrechó la mano a Janssen. Éste se tomó la gran molestia de salir de detrás del mostrador y acompañarlos hasta la salida.

—Cuando quieran —dijo Janssen. Les abrió la puerta a los dos, pero reservó su sonrisa exclusivamente para Maria.

Habían cogido el coche de Maria y lo habían aparcado a la vuelta de la esquina. Ella desconectó la alarma del coche con el mando, y Fabel se detuvo, con la mano en el tirador de la puerta, y miró a Maria por encima del techo del coche.

—¿Qué? —dijo ella a la defensiva. Fabel sonrió.

—No te ha gustado mucho Herr Janssen, ¿verdad?

Maria fingió un repentino escalofrío, hizo una mueca y soltó un «uurgh».

—Qué pena —dijo Fabel, y se subió al coche—. Diría que le has hecho tilín.

Maria no arrancó el motor de inmediato. Estaba pensativa y tenía la mirada perdida.

—Es raro, ¿verdad?

—¿El qué? —preguntó Fabel.

—El modo en que la gente quiere siempre agarrarse a algo. Y a veces ese algo da un miedo terrible.

—¿Te refieres al grupo escindido que ha mencionado Janssen? ¿El elemento marginal del elemento marginal?

—Sí. ¿Crees que Janssen cree de verdad en toda esa mierda de Asatru? ¿Y la gente que comete estas violaciones? ¿Creen que tienen algún tipo de justificación religiosa?

Fabel frunció la boca.

—Lo dudo, Maria. No a un nivel significativo, quiero decir. En cuanto a Janssen…, puede ser. Como dices, hay mucha gente que se aferra desesperadamente a una esperanza moral, que intenta dar forma y sentido a sus vidas. De lo contrario, éste es un universo oscuro y solitario.

Maria arrancó el motor y se incorporó al tráfico.