Lunes, 16 de junio. 14:00 h
Altona (Hamburgo)
El rostro hermoso de Sonja Brun estaba compungido e hinchado como sólo sucede cuando alguien lleva una hora llorando sin parar. Incluso ahora, a pesar de que el esfuerzo había apagado el dolor de sus ojos rojos, encontraba la energía para convulsionar su cuerpo con sollozos intermitentes y profundos. Fabel le había dejado claro a un Volker furioso que ahora aquel caso estaba en manos de la Mordkommission y que cualquier intervención de Volker se consideraría una obstrucción. A Volker no le había quedado más remedio que encajar bien el golpe, y se conformó con acompañar a Fabel y Werner a interrogar a Sonja. Se estremeció cuando Fabel le reveló a Sonja que Klugmann estaba trabajando como agente federal secreto. La chica no podía aceptarlo, y Fabel vio que sus ojos repasaban cada momento, cada palabra que había compartido con Klugmann.
—Pero me dijo que íbamos a casarnos; que nos iríamos de Hamburgo y empezaríamos de cero en otra ciudad, en cuanto cerrara un negocio importante… ¿Era todo mentira? —Sus ojos escrutaron los de Fabel en gesto suplicante.
—No, Sonja, no creo que fuera mentira, de verdad. Le importabas. Estoy seguro de que le importabas…
Interrogaron a Sonja sobre los ucranianos, el negocio importante del que le había hablado Klugmann, cuándo se había ido, con quién lo había visto. Fabel intentó mantener un ritmo lento y calmado, dejando a la chica un momento entre respuesta y respuesta. No, nunca había visto a Vadim. No, Klugmann nunca le había hablado de él. Sí, a menudo salía tarde cuando no trabajaba, para reunirse con gente y hablar de su «negocio importante».
No tenían nada. Sonja comenzó a sollozar de nuevo, disculpándose por no poder ayudarles. Fabel le sugirió que lo dejaran ahí, cruzó el salón hacia la cocina y le preparó una taza de té verde con una bolsita que encontró en la encimera. Puso la taza en las manos de Sonja.
—Una pregunta más, Sonja. ¿Tenía Hans una cámara de vídeo? —Con los ojos rojos, Sonja frunció el ceño y negó con la cabeza.
—¿Trajo alguna vez alguna a casa? ¿O viste alguna vez una cinta de una cámara de vídeo? —De nuevo, lo miró desconcertada, se encogió de hombros y negó con la cabeza.
Dejaron a Sonja sola en el piso que había compartido con un hombre al que creía conocer, pero que en realidad era alguien que vivió una mentira en la que ella formaba parte del atrezo. No había nadie que se quedara con ella: ni parientes ni amigos. Tan sólo era una chica bonita a la que habían abandonado en un escenario vacío. Una chica que hacía un par de días volvía con las bolsas de la compra a su piso para reunirse con su amante, con miles de sueños en la cabeza sobre una vida nueva en un lugar nuevo. Ahora seguro que volvía a sumergirse en el mundo de la prostitución y las películas porno. Fabel no tenía ni idea de si Klugmann realmente amaba a Sonja ni de si alguna vez tuvo intención de casarse con ella, pero sabía que le importaba lo suficiente como para tratar de liberarla de un estilo de vida degradante.
Mientras cerraba la puerta del apartamento, Fabel le hizo una promesa silenciosa a un policía muerto.