Sábado, 14 de junio. 20:00 h

Pöseldorf (Hamburgo)

Fabel no tuvo que darse la vuelta para saber que Susanne había entrado en el bar. El camarero que tenía delante se quedó mirando anonadado detrás de él, y sus manos, que estaban secando un vaso, dejaron de moverse. Fabel también advirtió que los dos hombres que tenía a su derecha interrumpían su conversación mientras se hacían a un lado para dejarle pasar. Notó su presencia cuando se apoyó en la barra junto a él, y le llegó la sutil sensualidad de su perfume. Fabel sonrió y dijo sin volver la cabeza:

—Buenas noches, Frau Doktor Eckhardt.

—Buenas noches, Herr Kriminalhauptkommissar.

Fabel se volvió. Susanne llevaba un sencillo vestido negro sin mangas y el pelo negro con un recogido informal. Por alguna razón, Fabel se acordó de respirar.

—Me alegro de que hayas podido venir —le dijo.

—Y yo.

Fabel pidió unas copas y fueron a sentarse a una mesa junto a la ventana. La Milchstrasse estaba llena de gente que paseaba o tomaba algo en las terrazas de los cafés y disfrutaba de las últimas horas del día.

—Estoy decidido a no hablar de trabajo esta noche —dijo Fabel—, pero ¿estarías libre el lunes a las diez de la mañana para asistir a una reunión sobre el caso?

—Allí estaré —dijo Susanne—. Este caso te está afectando mucho, ¿verdad?

Fabel sonrió débilmente.

—Todos me afectan. Pero sí, éste me afecta especialmente. Hay tantísimas cosas en este caso que no encajan, y tantísimas cosas que encajan demasiado bien. —Fabel le resumió su teoría sobre las máscaras de Odín.

—No lo sé, Jan —dijo Susanne, haciendo rodar la copa de vino con las manos—. Sigo creyendo que se trata de un solo asesino. Y sigo creyendo que te estás alejando con esa teoría de los motivos ocultos. Creo que se trata de un asesino que actúa en solitario y que destripa a mujeres jóvenes a las que elige al azar.

—Ha sido un resumen muy poco profesional, Frau Doktor.

Susanne se rió.

—A veces me siento muy poco profesional. Soy un ser humano, una persona normal y corriente, y de vez en cuando no puedo evitar reaccionar a todo este horror a un nivel emocional. Tú sentirás lo mismo alguna vez, ¿no?

Fabel se rió.

—La mayoría de las veces, de hecho. Pero si te sientes así, ¿por qué te dedicas a esto?

—¿Y tú?

—¿Por qué soy policía? Porque alguien tiene que serlo. Alguien tiene que interponerse, supongo…, entre el hombre, la mujer o el niño normales y corrientes y aquellos que les harían daño. —Fabel se quedó callado de repente, al darse cuenta de que había repetido más o menos el análisis que Yilmaz había hecho de él—. En cualquier caso —prosiguió—, tú eres médico; tienes cientos de formas de ayudar a la gente. ¿Por qué te dedicas a esto?

—Supongo que me dejé llevar por las circunstancias. Después de licenciarme en medicina general, estudié psiquiatría. Luego psicología. Luego psicología criminal y forense. Antes de darme cuenta, tenía una preparación excepcional para este tipo de trabajo.

Fabel esbozó una gran sonrisa.

—Bueno, me alegro de que lo hicieras. Si no, nuestros caminos no se habrían cruzado. Bueno, ya basta de hablar de trabajo… —Fabel le hizo una seña al camarero.